San Nahúm, santo del AT
fecha: 1 de diciembre
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Conmemoración de san Nahúm, profeta, que predicó a Dios como el que
gobierna el devenir de los tiempos y juzga con justicia a los pueblos.
Ver más información en: Los Profetas
Aunque hay celebraciones de santos del
Antiguo y del Nuevo Testamento a lo largo de todo el año, hacia fin del año
litúrgico y comienzos del siguiente se acumulan las celebraciones de profetas:
Abdías, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Malaquías, Miqueas, se reúnen por estas
fechas. A diferencia de los demás santos del Martirologio, que se inscriben por
su «día de nacimiento en el cielo», en este caso desconocemos ese dato, así que
la inscripción no tiene que ver con su biografía, sino con algo todavía más
importante: su mensaje profético; todos ellos tienen en común que de una u otra
manera rondaron -sin conocer a Cristo- la temática del «Día glorioso de Yahvé»,
esa consumación de todo en Cristo de la que habla nuestra liturgia a fines de
noviembre y principios de diciembre. Así que estas celebraciones del calendario
santoral acompañan el desarrollo del espíritu del Adviento, y ayudan a explorar
sus facetas.
De muy pocos personajes de la Biblia (de
ambos testamentos) tenemos datos biográficos precisos; esa inquietud no formaba
parte del clima religioso en el que seurgió la Biblia, y sólo de los que más
detalles se cuentan, y sólo por deducción en la mayor parte de los casos,
podemos anoticiarnos de la filiación de un héroe bíblico, de la época en que
vivió, o de otros detalles, importantes para nosotros pero irrelevantes para el
creyente de aquellos tiempos.
Nahúm, cuyo nombre significa «Yahvé
consuela», no dice de sí mismo en el comienzo de su libro más que «Libro de la
visión de Nahúm de Elcós». Esta ciudad, sin embargo, no ha sido identificada;
existe una ciudad de Alqosh, en Iraq, cerca de la histórica Nínive, que reclama
ser la ciudad de Nahúm, pero la crítica bíblica más bien supone que la ciudad a
la que el profeta se refiere tuvo que estar en Judá, porque es poco probable
que hubiera podido proclamar un oráculo tan violento contra Nínive en la propia
Nínive, y por otro lado los destinatarios naturales del oráculo son -aunque se
refiere a Nínive- los habitantes de Judá. En la actual Alqosh existe una
supuesta tumba del profeta Nahúm, que se venera como tal, y en torno a ella ha
surgido -como suele ocurrir- una «biografía» del profeta, según la cual habría
sido un ninivita de familia hebrea. Datos puramente legendarios de poca
atendibilidad, que de todos modos tienen su valor (monetario) en los circuitos
turísticos.
El pequeño librito, de apenas tres
capítulos, es un poema «alfabetico», un recurso estilístico de la poesía hebrea
(utilizado también en los salmos y otros escritos) en el que cada verso o grupo
de versos comienza con una letra del alfabeto en secuencia: alef, beth,
guimmel, etc.; naturalmente, al traducirlo, ese recurso formal se pierde. El
poema forma parte del conjunto que en la tradición cristiana denominamos
«profetas menores», y que en la Biblia judía se denominan simplemente «Los
Doce» (pero para nosotros «Doce» sin especificación son los Apóstoles), y
forman un único libro apenas separados un poema de otro.
Isaías (el Segundo Isaías, es decir, el
profeta o escuela profética responsable de los capítulos 40-55 de Isaías)
conoció el oráculo de Nahúm, y lo glosó en su capítulo 52,7-10; por eso este
verso de Nahúm nos suena mucho:
«¡He aquí por los montes los pies del mensajero de buenas nuevas,
el que anuncia la paz!» (Nah 2,1)
pero no nos «suena» por Nahúm sino por Isaías, que lo retomó poéticamente, y es a quien leemos en la liturgia. Porque Nahúm no tuvo esa suerte: está casi del todo ausente de la liturgia, tanto judía como cristiana. Nosotros leemos el viernes de la 18ª semana del Tiempo Ordinario de los años pares un extracto del oráculo de Nahúm como primera lectura de la misa. Hay que reconocer que -como se puede constatar ampliamente conociendo el plan de lecturas de la misa- en esa sola lectura de no más de diez versículos la liturgia ha conseguido extraer lo esencial del libro profético. Un libro difícil para cualquier creyente actual, porque rezuma violencia y venganza a lo largo de prácticamente todo el texto. Así comienza, precisamente, la visión: «¡Dios celoso y vengador Yahveh, vengador Yahveh y rico en ira! Se venga Yahveh de sus adversarios, guarda rencor a sus enemigos.» (Nah 1,2)
«¡He aquí por los montes los pies del mensajero de buenas nuevas,
el que anuncia la paz!» (Nah 2,1)
pero no nos «suena» por Nahúm sino por Isaías, que lo retomó poéticamente, y es a quien leemos en la liturgia. Porque Nahúm no tuvo esa suerte: está casi del todo ausente de la liturgia, tanto judía como cristiana. Nosotros leemos el viernes de la 18ª semana del Tiempo Ordinario de los años pares un extracto del oráculo de Nahúm como primera lectura de la misa. Hay que reconocer que -como se puede constatar ampliamente conociendo el plan de lecturas de la misa- en esa sola lectura de no más de diez versículos la liturgia ha conseguido extraer lo esencial del libro profético. Un libro difícil para cualquier creyente actual, porque rezuma violencia y venganza a lo largo de prácticamente todo el texto. Así comienza, precisamente, la visión: «¡Dios celoso y vengador Yahveh, vengador Yahveh y rico en ira! Se venga Yahveh de sus adversarios, guarda rencor a sus enemigos.» (Nah 1,2)
Ningún creyente actual (y no sólo
cristiano sino tampoco judío) podría leer esto sin hacer una enorme
trasposición simbólica para «digerir» teológicamente la cuestión de la ira y la
venganza de Dios. Ira y deseos de venganza son sentimientos profundamente
humanos, que repugna en la actualidad atribuirlos a Dios; podemos entender
(limitadamente) el enfado de Jesús con los cambistas del templo, pero las
«profecías de ira» parecen ubicarse un paso más allá de lo cristianamente -y
siquiera humanamente- asimilable. Debemos por eso colocarnos en la situación
que da origen a esta visión: Nínive representaba, para el creyente judío, e
incluso para cualquier habitante del Oriente Medio que no fuera asirio (cuya
capital fue Nínive), el prototipo del imperio prepotente y raigalmente injusto,
«violadores de toda ley e instinto de humanidad» (Richard Murphy). El oráculo
de Nahúm debió haber sido compuesto entre la caída de Tebas de Egipto (año 663,
de la que se habla en el cap. 3) y el 612, año en que finalmente cae Nínive. De
esa caída a manos de Siria «muchos corazones se alegraron» (ibid), y en Judá se
vio como la confirmación de que Yahvé por fin se decidía a actuar en la
historia «como en los tiempos antiguos». Pocos años más tarde sería Siria la
pesadilla de Judá, y quienes finalmente destruyan el templo de Salomón y envíen
el pueblo al exilio; pero eso cae fuera ya de la visión de Nahúm.
Aunque la actuación de Dios en la historia
sigue siendo para nosotros un misterio, aunque el mal -especialmente el mal
moral- aparenta seguir triunfando, y donde Nínive se erradica surge Siria, un
oráculo como el de Nahúm alimentó la comprensión profunda de la fe judía, que
aprendió a penetrar en las apariencias de la historia con ojo de «esperanza
contra toda esperanza» en el Dios de la historia; y puede servirnos a nosotros
si lo leemos con ese mismo espíritu, no con el de la venganza, que forma su
carcaza, sino con el de la justa indignación ante el mal, y la propia donación
a la misteriosa voluntad de Dios, que forma el corazón de la profecía:
«Bueno es Yahveh para el que en él espera,
un refugio en el día de la angustia;
él conoce a los que a él se acogen,
cuando pasa la inundación.» (Nah 1,7-8)
«Bueno es Yahveh para el que en él espera,
un refugio en el día de la angustia;
él conoce a los que a él se acogen,
cuando pasa la inundación.» (Nah 1,7-8)
Bibliografía: La cuestión de la tumba de Nahúm y
la biografía legendaria clásica puede leerse en, por ejemplo, la Wikipedia en
inglés, en el artículo
dedicado a la ciudad de Alcosh; una introducción muy breve pero
útil se encuentra en el prólogo a los Profetas Menores en Biblia de Jerusalén,
que incluso en su tercera edición repite aproximadamente -para Nahúm- el
contenido de las ediciones anteriores. Sigue siendo válida la seria y
pertinente introducción desde el punto de vista de la crítica histórica del Comentario
Bíblico «San Jerónimo», tomo I, págs 774ss. El rabino Abraham
Heschel, en su clásica obra «Los Profetas»,
aborda con profundidad la cuestión de la «ira de Dios», especialmente en el
tomo II, pág. 221ss. El libro de Nahúm puede leerse en la sección de
Biblia de ETF en distintas versiones.
Abel Della Costa
accedida 2149 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4371
San Leoncio de Frejus, obispo
fecha: 1 de diciembre
†: c. 433 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: Catholic Encyclopedia
†: c. 433 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: Catholic Encyclopedia
Elogio: En Frejus, de la Provenza, san
Leoncio, obispo, que favoreció la vida monástica de san Honorato en la isla de
Lérins, y a quien san Juan Casiano, su amigo, le dedicó las diez primeras
Colaciones.
San Leoncio de Fréjus, nació probablemente
en Nimes, hacia el final del siglo IV. La fecha de su ordenación episcopal es
incierta, pero lo más probable es que haya ocurrido entre los años 400 y 419.
Lamentablemente, la oscuridad que rodea su vida no ha sido totalmente disipada
por el concienzudo trabajo de los historiadores. Sin embargo, es indiscutible
que fue un hombre de santidad eminente, y su episcopado dio importantes frutos,
puesto que desde fecha temprana estuvo asociado a la Virgen María como
cotitular de la iglesia catedral de Fréjus; así aparece en un documento del
siglo X. Hay razones para creer que era hermano de san Castor,
el obispo de Apt, y que en consecuencia era, como él, nativo de Nimes. A veces
ha sido confundido con otros del mismo nombre, especialmente con Leoncio,
obispo de Arles, que vivió a finales del siglo V. Pero además de la diferencia
en el tiempo, los importantes acontecimientos relacionados con el nombre de
este último Leoncio hacen imposible la identificación.
El principal suceso durante el episcopado
de Leoncio de Fréjus fue la creación del monasterio de Lérins, que tanta
influencia tuvo en Occidente, a principios del siglo V. El nombre de este
obispo está inseparablemente unido al de Honorato,
el fundador del monasterio, y parece haber desempeñado un papel importante en
el desarrollo de la vida monástica en el sur-este de la Galia. Honorato lo
llamaba su «superior y padre», mientras que Casiano,
que gobernó a los numerosos religiosos de la Abadía de San Víctor en Marsella,
le dedicó la mayor parte de sus «Conferencias» (o «Colaciones»). Las relaciones
del monasterio de Lérins con el obispo diocesano fueron de lo más cordiales y
liberales. Algunos autores creen que esto se debía simplemente a la costumbre
de la época, pero otros tienen, y no sin razones, el parecer de que era el
resultado de los privilegios especiales concedidos por Leoncio a Honorato, con
quien estaba unido íntimamente en lazos de amistad. Sea como fuere, estos
reglamentos, que, salvaguardando la dignidad episcopal, aseguraron la
independencia del monasterio, y fueron confirmados por el Tercer Concilio de
Arles, parecen haber sido el comienzo de las inmunidades que más adelante disfrutaron
en grado creciente las comunidades religiosas.
Por otra parte, parece que también eran
cordiales las relaciones existentes entre el santo y los soberanos pontífices,
a juzgar por una tradición que afirma que san León I,
después de su memorable disputa con san Honorato (cuando ya era obispo de
Arles), privó a la última sede de las prerrogativas que le daban una especie de
primacía sobre el distrito de Vienne, y la depositó en Leoncio. Aunque debe
tenerse presente que este importante evento se llevó a cabo en el 445, mientras
que Leoncio había sido sucedido en el episcopado por Teodoro en el 433. Por eso
es que algunos han sostenido que estas prerrogativas fueron concedidas a otro
obispo de Fréjus, también llamado Leoncio, que habría sido el sucesor de
Teodoro. Pero los partidarios de la respuesta tradicional aducen que -como era
habitual en la época- san Leoncio abandonó su sede en el 432 para ir a predicar
el Evangelio a las tribus teutónicas, y regresó a su diócesis en 442, donde
muere en el 445 o incluso en el 448. Lamentablemente no puede aducirse sobre
este apostolado una prueba muy sólida. Por consiguiente, es aún bastante
incierto si en la diócesis de Fréjus hubo más de un obispo llamado Leoncio.
Otra tradición, que afirma que san Leoncio murió mártir, no parece anterior al
principio del siglo XIII, y no merece crédito. Murió casi con seguridad en el
433, aunque por las razones mencionadas algunos afirman que fue en el 443 o
448.
Traducido para ETF, con algunas
adaptaciones, de un artículo de Léon Clugnet, «St. Leontius» (1910).
hay allí mismo bibliografía de referencia. Imagen: busto-relicario en la
catedral de Frejus.
fuente: Catholic Encyclopedia
accedida 1057 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4374
No hay comentarios:
Publicar un comentario