La amenaza de la convivencia en los días
actuales
2017-02-21
La ola de
odio que crece en el mundo, y claramente en Brasil, las discriminaciones contra
afro-descendientes, nordestinos, indígenas, mujeres, LGBT y miembros del PT,
sin hablar de los refugiados e inmigrantes rechazados en Europa ni de las
medidas autoritarias del presidente Donald Trump contra inmigrantes musulmanes,
están destrozando el tejido social de la convivencia humana a nivel nacional e
internacional.
La
convivencia es un dato esencial de nuestra naturaleza como humanos, pues
nosotros no existimos, coexistimos; no vivimos, convivimos. Cuando las
relaciones de convivencia se desgarran algo de inhumano y violento sucede en la
sociedad y en general en nuestra civilización, en franca decadencia.
La
cultura del capital hoy globalizada no ofrece incentivos para que cultivemos el
“nosotros” de la convivencia, sino que enfatiza el “yo” del individualismo en
todos los campos. La expresión mayor de este individualismo colectivo es la
palabra de Trump: “en primer lugar (first) USA”, que bien interpretada es “sólo
(only) USA”.
Necesitamos
rescatar la convivencia de todos con todos los que habitamos una misma Casa
Común, pues tenemos un origen y un destino comunes. Divididos y discriminados
recorreremos un camino que podrá ser trágico para nosotros y para la vida en la
Tierra.
Es
bien sabido que la palabra “convivencia”, como reconocen investigadores
extranjeros (por ejemplo un académico alemán, T. Sundermeier, Konvivenz und
Differenz, 1995), tiene su nacimiento en dos fuentes brasileras: la
pedagogía de Paulo Freire y las Comunidades Eclesiales de Base.
Paulo
Freire parte de la convicción de que la división maestro/alumno no es
originaria. Originaria es la comunidad aprendiente, donde todos se relacionan
con todos y todos aprenden unos de otros, conviviendo e intercambiando saberes.
En las CEBs es esencial el espíritu comunitario y la convivencia igualitaria de
todos los participantes. Incluso el obispo y los curas se sientan juntos
alrededor de la mesa y todos hablan y deciden. No siempre el obispo tiene la
última palabra.
¿Qué
es la convivencia? La propia palabra contiene en sí su significado: deriva de
convivir, que significa conducir la vida junto con otros, participando
dinámicamente de la vida de ellos, de sus luchas, avances y retrocesos. En esa
convivencia se da el aprendizaje real como construcción colectiva del saber, de
la visión del mundo, de los valores que orientan la vida y de las utopías que
mantienen abierto el futuro.
La
convivencia no anula las diferencias. Al contrario, es la capacidad de
acogerlas, dejarlas ser diferentes y así y todo vivir con ellas y no a pesar de
ellas. Sólo relativizando las diferencias y favoreciendo los puntos en común
surge la convergencia necesaria, base concreta para una convivencia pacífica,
aunque haya siempre niveles de tensión, por causa de las legítimas diferencias.
Veamos
algunos pasos hacia la convivencia:
En
primer lugar, superar la extrañeza porque alguien no es de nuestro mundo.
Pronto preguntamos: ¿de dónde viene? ¿qué ha venido a hacer? No debemos crear
dificultades, ni encuadrar al extraño sino acogerlo cordialmente.
En
segundo lugar, evitar hacernos rápidamente una imagen del otro y dar lugar a
algún prejuicio (si es negro, musulmán, pobre). Es difícil pero es necesario
para la convivencia. Bien decía Einstein: “es más fácil desintegrar un átomo
que sacar un prejuicio de la cabeza de alguien”. Pero se puede sacar.
En
tercer lugar, procurar construir un puente con el diferente mediante el diálogo
y la comprensión de su situación.
En
cuarto lugar, es fundamental conocer su lengua o rudimentos de ella. Si no es
posible, prestar atención a los símbolos pues revelan generalmente más que las
palabras. Ellos hablan de lo profundo de él y de nosotros.
Por
último, esforzarnos para hacer del extraño un compañero (con quien se comparte
el pan) de quien se procura conocer su historia y sus sueños. Ayudarlo a
sentirse incluido y no excluido. Lo ideal es hacerlo un aliado en la caminada
del pueblo y de la tierra que lo ha acogido, por el trabajo y la convivencia.
Hay
que añadir que no se debe restringir la convivencia solamente a la dimensión
humana. Ella posee una dimensión terrenal y cósmica. Se trata de convivir con
la naturaleza y sus ritmos y darnos cuenta de que somos parte del universo y de
sus energías que pasan por nosotros en cada momento.
La
convivencia podrá hacer de la geo-sociedad, menos centrada sobre sí misma y más
abierta hacia arriba y hacia delante, menos materialista y más humanizada, un
espacio social en el cual sea menos difícil la convivencia y la alegría de
convivir.
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