Santa Águeda, virgen y mártir
fecha: 5 de febrero
†: c. 251 - país: Italia
otras formas del nombre: Ágata
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 251 - país: Italia
otras formas del nombre: Ágata
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de santa Agueda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de
Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo
incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de
Cristo Señor.
Patronazgos: patrona de Catania (Italia) y Malta, de las enfermeras, pastoras,
tejedores, mineros, trabajadores de hornos, orfebres, campaneros, cristaleros,
protectora contra el hambre, la infecundidad, las enfermedades de las mamas,
fiebres, para pedir por el mal tiempo, los terremotos y desastres naturales, y
especialmente contra la erupción del Etna.
Tradiciones, refranes, devociones: Por santa Águeda el tiempo agrada.
Santa Águeda, todas las fiestas arrebata. (?)
Santa Águeda, todas las fiestas arrebata. (?)
Oración: Te rogamos, Señor, que la virgen
santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la
fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Las ciudades de Palermo y Catania, en
Sicilia, se disputan el honor de haber sido el lugar de nacimiento de santa
Águeda, pero el único dato cierto al que se ha llegado es que recibió la corona
del martirio en Catania. Sus «Actas», que existen en latín y griego con muchas
variantes y que no tienen valor histórico, declaran que perteneció a una
familia rica e ilustre, y que habiendo sido consagrada a Dios desde sus
primeros años, triunfó de los muchos asaltos a su pureza. Quinciano, un
dignatario consular, pensó que podría llevar al cabo sus perversas intenciones
hacia Águeda, por medio del edicto del emperador contra los cristianos. Con ese
objeto, la hizo comparecer en su presencia. Viéndose en manos de sus
perseguidores, oró de esta manera:
«Jesucristo, Señor de todas las cosas, tú
ves mi corazón, tú conoces mis deseos. Sé tú dueño absoluto de todo lo que soy.
Soy tu oveja: hazme digna de vencer al diablo.»
Quinciano ordenó que se la entregaran a
Aphrodisia, una mujer perversa que con sus seis hijas tenía una casa de mala
fama. En este lugar espantoso sufrió Águeda asaltos y acechanzas contra su
honra, más terribles para ella que el tormento o la muerte, pero se mantuvo
firme. Después de un mes, Quinciano trató de asustarla con amenazas, pero ella
permaneció inconmovible y declaró que ser sierva de Jesucristo era estar en
verdad libre. El juez, disgustado con sus firmes respuestas, mandó que fuera
azotada y llevada a la prisión. Al día siguiente, le hicieron otro interrogatorio
y ella aseguró que Jesucristo era su luz y su salvación. Entonces Quinciano
ordenó que la estiraran en el potro, tormento que generalmente iba acompañado
de azotes, desgarramiento de los costados con ganchos de hierro, y aplicación
de antorchas ardiendo. El gobernador, enfurecido al ver que sufría todo esto
con alegría, ordenó que le oprimieran brutalmente los pechos y después se los
cortaran. Luego mandó que la enviaran de nuevo a la prisión, ordenando que no
le dieran ni alimentos, ni atención médica. Pero Dios la confortó; se le
apareció San Pedro en una visión que llenó su calabozo de una luz celestial, la
consoló y la curó. Cuatro días después, Quinciano hizo que la rodaran desnuda
sobre brasas ardiendo, mezcladas con cortantes fragmentos de vasijas. Al ser
conducida de vuelta a la prisión, exclamó «Señor, Creador mío, desde la
cuna me has protegido siempre; me has apartado del amor al mundo y me has dado
paciencia para sufrir. Recibe ahora mi alma». Después de decir estas
palabras, expiró.
Hay buen testimonio del primitivo culto a
Santa Águeda. Su nombre aparece en el calendario de Cartago (c. 530), y en el
Hieronymianum, y sus alabanzas las cantó Venancio Fortunato (Carmina 8:4), pero
no podernos afirmar nada referente a su historia. Está representada en la
procesión de los santos en Sant`Apollinare Nuovo en Ravena. En el arte la han
representado sosteniendo un plato con los pechos que le cortaron. En la Edad
Media éstos se confundieron a veces con panes, y de ahí parece que vino la
costumbre de bendecir pan en la fiesta de Santa Águeda, el cual se lleva al
altar en un plato. Como en Sicilia tenía la fama de poder detener las
erupciones del Monte Etna, se la invoca contra cualquier brote de fuego. Ya sea
porque cuando ocurre algún incendio se da aviso con un toque de campana, o
porque el metal fundido para moldearla se asemeja a una corriente de lava, los
gremios de fundidores de campanas tomaron a Santa Águeda por su patrona. En
Roma hay dos iglesias del siglo sexto que están dedicadas en su honor, y se la
nombra en el canon I de la misa.
Véase el Acta Sanctorum, febrero, vol. I,
donde hay, una versión latina de un elogio atribuido a San Metodio de
Constantinopla (o de Sicilia), muerto hacia el 847, sobre el cual véase
Analecta Bollandiana, vol. LXVIII (1950) pp. 58 ss.; este elogio se utiliza
como lectura patrística en la liturgia de las horas del día de la santa. Véase
también a J.P. Kirsch en la Catholic
Encyclopedia (vol. I, pp. 203-204); y para la santa en el
arte, Künstle, Ikonographie der Heiligen (1926), pp. 37-39. Una obra sobre
Santa Agueda en dos vols., por B. G. Consoli, apareció en 1951.
Imagen: mural en la iglesia de Santa Águeda en el monasterio de Ris en Vichy, en la región de Auvernia, siglo XV.
Imagen: mural en la iglesia de Santa Águeda en el monasterio de Ris en Vichy, en la región de Auvernia, siglo XV.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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