Santos Pablo Miki y veinticinco compañeros, mártires
fecha: 6 de febrero
†: 1597 - país: Japón
canonización: B: Urbano VIII 14 sep 1627 - C: Pío IX 8 jun 1862
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 1597 - país: Japón
canonización: B: Urbano VIII 14 sep 1627 - C: Pío IX 8 jun 1862
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires en Nagasaki,
ciudad de Japón. Allí, declarada una persecución contra los cristianos, fueron
apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte ocho
presbíteros o religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús y de la Orden de
los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con
diecisiete laicos. Todos ellos, incluso los adolescentes, por ser cristianos
fueron clavados cruelmente en cruces, mas manifestaron su alegría al haber
merecido morir como murió Cristo. Sus nombres son: Juan de Goto Soan, Jacobo
Kisai, religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez,
Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de
Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de
San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro
Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas;
Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel,
Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquim Sakakibara y Francisco
Adaucto, neófitos. El día de su martirio fue ayer.
Oración: Oh Dios, fortaleza de todos los
santos, que has llamado a san Pablo Miki y a sus compañeros a la vida eterna
por medio de la cruz; concédenos, por su intercesión, mantener con vigor, hasta
la muerte, la fe que profesamos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Francisco Javier sembró el
cristianismo en Japón, adonde llegó en 1549. Él mismo convirtió y bautizó a
considerable número de paganos. Posteriormente provincias enteras recibieron la
fe. Se dice que en 1587 había en Japón más de doscientos mil cristianos. En
1588, el altivo Ministro Hideyoshi, habiéndose arrogado los honores de una
deidad, ordenó que todos los misioneros deberian abandonar sus dominios en un
término de seis meses. Algunos obedecieron, pero muchos permanecieron ocultos.
En 1596, Hideyoshi, uno de los hombres más orgullosos y llenos de vicios, se
enfureció por la jactancia del capitán de un barco español que dijo que el
propósito de los misioneros era facilitar la conquista de Japón a los
portugueses o españoles, y al año siguiente tres jesuitas y seis franciscanos
fueron crucificados en una colina cerca de Nagasaki. Los franciscanos eran san
Pedro Bautista, comisario de los frailes en Japón, san Martín De Aguirre, san
Francisco Blanco, san Francisco de San Miguel (un hermano lego), todos ellos
españoles; además san Felipe de Jesús, nacido en la ciudad de México, que aún
no estaba ordenado, y san Gonzalo García. La nacionalidad del último nombrado,
también hermano lego, es tema de discusión, ya que nació en Bassein, cerca de
Bombay, se cree que de padres portugueses; pero otros declaran que sus padres
eran hindúes conversos que tomaron nombres portugueses. De los jesuitas, uno
era san Pablo Miki, un japonés de noble alcurnia y eminente predicador; los
otros dos, san Juan Goto y Santiago Kisai, habían sido admitidos a la orden
como hermanos coadjutores, poco antes de su martirio. Los diecisiete mártires
restantes eran también japoneses; varios de ellos eran catequistas e
intérpretes, y todos eran terciarios franciscanos. Incluían a un soldado, san Cayo
Francisco; a un médico, san Francisco De Miako; a un natural de Corea, san Leon
Karasuma, y a tres muchachos de unos trece años que ayudaban la misa a los
frailes, santos Luis Ibarki, Antonio Deynan y Tomás Kasaki, cuyo padre también
fue martirizado.
Después de haberles cortado parte de la
oreja izquierda, con las mejillas manchadas de sangre, veinticuatro de los
mártires fueron llevados a través de varias poblaciones para aterrorizar a los
demás. Al llegar al sitio de la ejecución cerca de Nagasaki, se les permitió
confesarse con los dos jesuitas. Después los sujetaron a las cruces con cuerdas
y cadenas en los brazos y piernas; con una argolla de hierro alrededor de sus
gargantas, fueron levantados en alto, y se dejó caer el pie de cada cruz dentro
de un agujero excavado en el suelo. Las cruces se pusieron en una fila, a un
metro poco más o menos de distancia entre sí. Junto a cada mártir había un
verdugo presto a atravesarle el costado con una lanza, de acuerdo con el método
de crucifixión japonés. Tan pronto como todas las cruces estuvieron plantadas,
los verdugos elevaron sus lanzas a una señal dada, y mataron a los mártires
casi en el mismo instante. Sus paisanos cristianos conservaron como un tesoro
su sangre y sus vestidos, a los cuales se les atribuyen muchos milagros. Estos
veintiséis testigos de Cristo fueron canonizados en 1862. El heroísmo de los
niños nos llena siempre de admiración, pero en este caso hay un elemento más
digno de ella. Conviene recordar, que era costumbre practicada en el Japón que
cuando el que hacía cabeza en la familia era acusado, el castigo recaía sobre
todos los miembros de ella. Un historiador moderno de Japón, el capitán
Brinkley, dice que el "castigo de este género se contaba como una de las
armas más efectivas del administrador".
Tomado, aunque con algunas variantes, del
Butler-Guinea, 1964. El cuadro reproducido en primer lugar, el «Martirio de
Pablo Miki, Juan Goto y Santiago Kisai», está atribuido (aunque su autoría
cierta se desconoce) a Mosén Pedro García Ferer, pintor aragonés de formación
valenciana, y tiene el valor de ser contemporáneo de los hechos, ya que fue
pintado entre el 1600 y el 1650, actualmente se encuentra en la colección
permanente del Museo de Bellas Artes de Valencia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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