La religión de la higuera
Ahora que comienzo a escribir
esta presentación de los comentarios acabo de subir del jardín y, entre otras
cosas naturalmente sencillas, me he quedado en silencio viendo el
despertar de las ramas de una higuera ya muy vieja. Y también comienzan a despertar
las tres nuevas higueras en su casa particular de una pequeña maceta.
El próximo domingo será
veinte de marzo, primavera. Una primavera que nunca llega como el desconocido
que se presenta sin avisar. La primavera no llega, está viviendo durante más
tiempo del que somos conscientes. No se trata de un momento, sino de un
proceso. ¡Así es la vida!, dicen algunos como muletilla del lenguaje.
La vida está, siempre, aunque
parece que se esconde o desaparece.
Para este domingo conviene
caer en la cuenta que el conocimiento de la realidad física que nos rodea
es imprescindible para comprender las evocaciones que las palabras nos
comparten a los humanos; y en este momento se trata de las palabras evangélicas
de las parábolas que suelen colocar en boca de aquel laico de Galilea llamado
Jesús de Nazaret.
Vamos a poder contemplar sin
prisas la presencia de un terrateniente con su viñador, su viña y su higuera.
En los lares mediterráneos abunda esta misma realidad. Se trata de una realidad
de las narraciones bíblicas.
Mi contemplación crítica de
estas notas de la naturaleza y del pensar de los humanos me susurra realidades
nuevas de mi propia experiencia de creyente: Toda HIGUERA sin su fruto, ¿merece
la pena que sólo exista para ostentarse? Y así también, toda RELIGIÓN sin su
fruto, ¿merece la pena que sólo exista para ostentarse?
¡Córtala!, oigo en mis
adentros. Aunque también soy consciente de que existe otro buen puñado de
interpretaciones muy distintas. Existen opiniones para todo; y para estas
cuestiones también. De esto, algo sabía aquel viñador de la parábola, que
estaba convencido de no se sabe qué: ¡Déjala un año más!, es la petición
interpretativa de la ostentación.
Y por estar en tiempos 'de
guerra' me ha parecido oportuno volver a leer la narración de 'Una mujer en
Berlín'. La pasión por vivir siempre da frutos buenos, sanos y entrañablemente
humanos.
A continuación se encuentran
los comentarios del Evangelio.
También se los encuentra en
el archivo adjunto. Carmelo Bueno Heras.
Domingo 3º de Cuaresma C
(20.03.2022): Lucas 13,1-9. Así
lo comparto CONTIGO: En el Evangelio no existe Templo ni Religión.
En
el primer domingo de la Cuaresma contemplamos al Jesús del Evangelista Lucas en
su experiencia de las tentaciones en el desierto (Lc 4). En el segundo domingo
de la Cuaresma contemplamos al Jesús del Evangelista Lucas en su experiencia de
presentarse como mesías escandaloso para cualquier judío (Lc 9). Y en este
nuevo domingo, el tercero, de la Cuaresma contemplamos al Jesús del Evangelista
Lucas en su experiencia de contador de parábolas (Lc 13).
En
el relato de Lc 13,1-9 contemplo a Jesús de Nazaret que, según su
Evangelista Lucas, contó una tan preciosa como precisa parábola que comienza
así: “Un hombre tenía plantada una higuera en su viña” (13,6-9).
La parábola está dirigida a aquellas gentes, judías ortodoxas’ que se
atrevieron a comentar a Jesús que la autoridad política se había inmiscuido en
un gravísimo asunto religioso judío: la política romana violentó la ritualidad
de la ofrenda de sacrificios en el único altar de la religión judía en el
Templo de Jerusalén. Cuestión de lesa majestad... ¡divina!
Una
muy sagrada tradición judía desde el origen de la institucionalización del
Templo por Salomón era la ofrenda de la sangre de los sacrificios de animales
para el perdón de los pecados y la consiguiente purificación de los buenos
judíos creyentes y practicantes. Pilato violentó y violó esta tradición (Lc
13,1-5). Ante este hecho tan blasfemo para el Yavé Dios de Israel, el laico y
galileo judío Jesús de Nazaret cuenta la sorprendente y desconcertante parábola
mencionada.
Me
digo una vez más que el hombre, la higuera y la viña de la parábola no son
otras realidades que el Yavé Dios de la religión judía, el único Templo
que se ubica en el la capital del pueblo y la tierra de Israel. Según la
parábola, esta institución del Templo de Jerusalén estaba acostumbrada desde
hacía tiempo a no dar los frutos que de él esperaba el pueblo. ¿Acaso en
tiempos de Jesús este Templo andaba carcomido en sus adentros por la corrupción
de los intereses económicos?
“Córtala”
(13,7): ¿Que se cierre el Templo? ¿Se le destruya? ¿Desaparezca? Así habla este
Jesús.
En
la parábola se nos habla de un personaje tan normal y curioso, a la vez, en
estos asuntos de la higuera y el viñedo como lo es ‘un viñador’. Digo que es
normal el viñador, porque se le ve ocupado y bien preocupado por la higuera de
su viña. No está dispuesto a prescindir de ella. ¿Confía en su recuperación y
en la capacidad de producir de nuevo frutos, y que sean buenos? Me resulta
curiosa la confianza del viñador en la transformación de aquel Templo y de su
misión.
Siempre
que leo la parábola de esta higuera me suelo preguntar qué fue de ella en los
años siguientes. Y me digo que, cuando Lucas el Evangelista escribe, aquel
Templo de Jerusalén está tan destruido como la ciudad de Jerusalén. Ya no
existe una higuera en la viña. Ya no hay templo en el pueblo judío ni en su
religión. Y, ¿qué fue del viñador?
Creo
que tú y yo sí lo sabemos. ¿No fuimos y somos cada uno el viñador del templo de
nuestra propia religión? En el Evangelio de Jesús no existe ni Templo ni
Religión. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre
otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos
sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar
que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta
sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este
año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los
textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!
Ahora, Semana 17ª: 20.03.2022. Cita de:
Anónima, Una mujer en Berlín, Anagrama, febrero de 2007, 325 páginas.
“Hans Magnus Enzensberger rescató del olvido esta
obra en su colección Die Andere Bibliothek, muchos años después de su primera
edición alemana de 1959. En su introducción nos relata los avatares editoriales
del manuscrito y comenta las razones por las que se siente obligado a respetar
el deseo de la autora de permanecer en el anonimato [...]
PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN, DE 1954.
La autora escribió estos apuntes con letra muy
menuda en tres cuadernos escolares entre el 20 de abril y el 22 de junio de
1945. A partir de julio de 1945 pasó estos cuadernos a máquina para una persona
muy vinculada a ella. En ese proceso, las palabras fueron convirtiéndose en
frases. Los esbozos fueron cobrando sentido [...]
Que la escritora desee permanecer en el anonimato
es algo que cualquier lector comprenderá sin más. De todos modos, su
protagonismo es circunstancial, porque lo que se ilustra aquí no es ningún caso
concreto de interés, sino el gris destino compartido por innumerables mujeres.
Sin su declaración, la crónica de nuestra época, escrita hasta la fecha casi
exclusivamente por varones, sería parcial e incompleta.
VIERNES, 20 DE ABRIL. DE 1945, CUATRO DE LA TARDE
Sí, la guerra viene arrollando sobre Berlín. Lo
que ayer era sólo un retumbar lejano es hoy un redoble constante. Se respira
fragor de mortero. El oído, ensordecido, ya sólo percibe los disparos del
calibre más grueso. Hace ya mucho que dejó de distinguirse su procedencia.
Vivimos en un cerco de cañones que se va estrechando con cada hora que pasa.
De vez en cuando hay horas de un silencio
inquietante. De pronto se le pasa a una por la mente que es primavera. A través
de las ruinas calcinadas del barrio sopla vaporosamente el aroma de las lilas
desde jardines sin dueño. El muñón de la acacia de delante del cine ha
reverdecido rabiosamente. En algún momento, entre las alarmas, los jardineros
deben de haber cavado, pues en los cenadores de la Berliner Strasse se ve
tierra recién labrada. Sólo los pájaros desconfían de este abril; nuestros
canalones están sin gorriones.
A eso de las tres, el repartidor de periódicos
detuvo su vehículo junto al quiosco. Ya había unas veintitantas personas esperándole
con impaciencia. En un abrir y cerrar de ojos desapareció en una nube de manos
y monedas de diez pfennigs. Gerda, la mujer del portero, pescó un puñado de
ejemplares de la ‘edición de noche’ y me dejó uno. Ya no es un periódico de
verdad, sino una especie de edición extra, impreso a dos páginas y con la tinta
aún fresca [...]
De nuevo en la buhardilla. No es mi hogar. Ya no
tengo ninguno [...]
Ahora que todo ha desaparecido y tan sólo me
queda una maleta pequeña con ropa, me siento desnuda y ligera. Como ya no poseo
nada, me siento dueña de todo. De esta buhardilla ajena, por ejemplo [...] Texto
completo, en las páginas 5. 13-14. 19-21.
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