En
el mercado de valores de la fe
Hay
personas para todo en este mundo nuestro. Afortunadamente, sobre todo. Habrá
quien piense o desee que tanta diversidad no es buena, porque no todo vale, ni
todo está bien. Seguramente que en esta inabarcable diversidad es donde reside
la riqueza y excelencia de nuestra realidad. Iguales y diversos.
Estamos
llegando ya al mes de octubre en nuestros calendarios. Y sabemos que hay otros
muchos calendarios más. Es decir, otros tiempos y espacios. Todos igualmente
válidos.
Por
aquí hablamos del otoño y, sobre todo, hablan de él esas plantas que tienen la
peculiar característica de desnudarse, desprenderse de la totalidad de sus
hojas hasta dejar sus ramas como si fueran palitroques secos o muertos. Y no es
así. Estas apariencias engañan.
Cuando
contemplo esta realidad, me nace hablar, entre una inmensidad de
cuestiones, también de 'la fe', de los creyentes, de los practicantes... Y en
estos asuntos nos sucede de manera semejante. Creyentes, iguales y diversos
a la vez. Creyentes a quienes llamaré, por entenderme al escribir, 'juncos
de la orilla del río' y creyentes a quienes podría llamar 'robustos chopos
altivos', arraigados y levantados en las mismas orillas de los mismos ríos'.
Tenemos
a nuestro alrededor creyentes y practicantes para todos los credos y dogmas
casi imposibles de abarcar. Todos estos credos, presentes y vivos. A veces me
creo que todo esto es un inmenso mercado... Y algo de razón encuentro en
ello, porque el mismo Evangelio que me sostiene y acompaña me habla de este
'mercado'. Y lo hace precisamente en el relato que tantas personas escucharemos
en este fin de semana del primer domingo de octubre. Parece ser que la gran
tentación de 'la fe' es convertirla en 'una pieza o realidad que cotiza en el
mercado de valores'.
Frente
a esta gran tentación que desenmascara el judío galileo Jesús de Nazaret se
sitúa 'otra fe', la del abrazo que no cotiza, la del abrazo del perdón, la del
abrazo del amor... que forman parte de otra bolsa de valores a la que se le
denomina 'reino del dios que somos tú y yo y cada uno'...
Datos
de este tipo, emociones de esta humanidad, sentimientos y capacidades de 'esta
bolsa de este reino'... son los que encuentran los lectores de la
biografía de Susana Tamaro que se define como 'Todo ángel es terrible'. Clarito
y tremendo a un tiempo. Quien lo leyó lo sabe. Quien lo vivió nos lo regaló
como su tesoro.
A
continuación se encuentran los comentarios de este domingo 27º del tiempo
eclesiástico.
También
se encuentran estos comentarios en el archivo adjunto.
Carmelo
Bueno Heras
Domingo
XXVII TO Ciclo C (02.10.2022): Lucas 17,5-10. ¿La fe?... En el Templo o en
Jesús. Me lo
escribo CONTIGO,
En este primer domingo del
mes de octubre se nos proclamará en la liturgia el relato evangélico de Lucas
17,5-10. Y los cuatro versículos primeros de este capítulo lucano, ¿por qué
no se nos leen a las gentes de la asamblea? Me arriesgaré a decir mi opinión,
errónea tal vez.
La
autoridad vaticana desea que se ignore -cuanto más, mejor- este mensaje que no
admite más interpretaciones que la del sentido común: “Si tu hermano
peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete
veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: me arrepiento, le
perdonarás”.
Estas
palabras tan explícitas y transparentes se las dice este Jesús de
Nazaret a ‘los discípulos’. A todos los discípulos (Lc 17,1), sin excepciones.
No son palabras dichas, en exclusiva, a los Apóstoles o a los DOCE (Lc 17,5).
La teoría teológica del perdón de los pecados en el sacramento de la Reconciliación,
mantenida y sostenida hasta en la reciente Querida Amazonía (número 88) de
Francisco papa, proclama todo lo contrario. Y así se proclamó esta
‘desobediencia’ al Evangelio por parte de la iglesia católica desde Trento,
como muy poco.
En Lucas
17,5-10 se pone en boca de este Jesús de Nazaret el Caminante un
mensaje directamente dirigido a los Apóstoles, los DOCE, que reconocen tener
una fe en pañales: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza habríais
dicho a este sicómoro: arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido” (Lucas
17,5-6). Me voy a detener aquí en la lectura de este Evangelio, porque este
asunto del sicómoro o como quiera que se llame el árbol tiene un punto de
importancia que nunca desearía olvidar.
Este
mismo ‘dicho’ puesto en boca de este Jesús de Lucas también lo encontramos en
el Jesús de Nazaret del Evangelista Marcos (Mc 11,20-26). Aquí, además de una
higuera se habla del monte completo en el que se arraiga la higuera. Jesús y
los suyos están situados frente al monte donde también se arraiga el Templo de
Jerusalén. Estos hechos suceden en el centro y corazón de
la RELIGION de Israel. Cuando se tiene fe en Jesús, la fe en
esta RELIGION se hunde en el abismo del mar, que es el mal.
Este
mismo ‘dicho’ puesto en boca de este Jesús de Lucas y de Marcos, como estamos
viendo, lo encontramos también en el Jesús del Evangelista Mateo (Mt 21,18-22).
Tal vez, el mensaje de este Evangelista que es Mateo es más explícito y
contundente, más directo y sin otra posibilidad de interpretación que la que
acabo de expresar en el párrafo anterior. Dicho de otra manera: hay dos
opciones de ser persona creyente. Una, pertenecer a la Religión del Templo y de
la Ley de Moisés y, la otra, pertenecer a Jesús de Nazaret y a la propuesta de
su Evangelio.
Un
apunte más. Este Evangelista que es Mateo pone en boca de su Jesús de Nazaret
este mismo ‘dicho’ en 17,14-20, cuando está acabando la primera etapa del
Camino de subida de Jesús y los suyos desde Galilea a Jerusalén. Cuando leo
esta narración comprendo una vez más que la Religión de la Ley engendra
personas endemoniadas que, quizá, sólo puedan ser liberadas de tales ataduras
por la buena noticia que es Jesús, el judío laico de la Galilea que anuncia
alto y claro que su Evangelio es la presencia del Reino de Dios en la
interioridad de quienes viven y comparten la presencia de la humanidad
entrañable. Esta humanidad entrañable, ¿no está amasada con la buena harina de
los abrazos del perdón y del amor? Carmelo Bueno Heras
CINCO
MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos: Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado
haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda
persona, ¡todo está relacionado!
.
Ahora, Semana 45ª: 02.10.2022: Cita de Susana Tamaro, Todo ángel es terrible,
Seis Barral, Barcelona, 2013, 267 páginas.
Nací en
uno de los días con menos luz del año, en el corazón más profundo de la noche.
Arreciaba
la bora.
Una bora
oscura cargada de nieve y hielo. Ese viento aún azotaba cuando salí del
sanatorio. La empinada cuesta que nos conducía a casa estaba totalmente
intransitable, así que llegué a mi destino gracias a que mis padres pudieron
mantener un precario equilibrio.
El viento
los agredía por la espalda, empujándolos hacia delante, con las ráfagas
repentinas y feroces propias de la bora, mientras el hielo convertía cada uno
de sus pasos en un milagro de habilidad.
Mis tres
kilos y poco más de ser humano, envueltos como un rollito te crema en una manta
blanca, rosa y celeste hecha por mi madre fueron finalmente puestos a salvo.
Pocas
cosas me fascinan más que los recién nacidos. Cada vez que veo a uno no puedo
evitar mirarlo con atención y preguntarle: ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué
misterio se oculta en esos ojos tuyos que todavía no ven?
No, quizá
sería mejor decir que ven otras cosas.
Nueve
meses en el vientre de la madre, pero antes de ese vientre está la historia de
sus padres, de sus abuelos, de sus bisabuelos. Y la historia de sus padres y
progenitores es la historia de sus elecciones, de sus conquistas y sus errores,
de la mezquindad y de la grandeza. En sus pequeñas vicisitudes se inserta la
Historia más grande, en la que, aunque no quieras, terminas involucrado y con
frecuencia también destrozado. E Historia, muchas veces, significa guerra y por
lo tanto odio, violencia, muerte: dolores que se transmiten, de manera sutil,
de generación en generación.
Todo niño
que nace viene al mundo con la espalda curvada, como la de Atlante. Sólo que,
en lugar del mundo, sostiene páginas y páginas de historias -de historias y de
Historia-, y son precisamente esas páginas las que hacen que sus ojos parezcan
tan cansados, tan lejanos, en sus primeros días.
Sólo
algunos padres especialmente ingenuos y optimistas pueden creer que un recién
nacido es una tabla rasa, un bloque de arcilla que lograrán transformar, con su
amor y su buena voluntad, en el ser de sus sueños. Deberíamos ser un poco menos
confiados y darnos cuenta de que esas manitas, en realidad, encierran un largo
pergamino enrollado y que, si el padre y la madre tuvieran el valor de abrirlo,
verían que ahí ya está trazado, a grandes rasgos, el destino del ser que acaban
de traer al mundo.
¿Dónde se
nace? ¿De quién se nace? ¿Cuándo se nace?
¿No
encierran estas tres preguntas uno de los grandes misterios que envuelve
nuestra vida?
De hecho,
se puede venir a este mundo en una villa sobre el Aventino o en una barca de
Nairobi. Se puede nacer de padres amorosos o alcoholizados, o simplemente
distraídos o devotos amantes de la crueldad. Se puede ser abandonado en un
contenedor de basura y morir así, entre plásticos sucios y desperdicios
putrefactos, o ser ya herederos, desde el nacimiento, de un imperio económico.
Se puede tener un padre y una madre, o sólo una madre, puede que herida, de
pocas luces o, simplemente, incapaz de amar […] ¿Y cuándo se nace? Si se tiene
la desventura de hacerlo en medio de una guerra, el miedo será lo que
respiraremos. En cambio, si se viene al mundo de noche, en una patera de
emigrantes […] Texto completo, páginas 9-11)
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