Zaqueo y el gulag
Hoy no es sábado ni domingo,
sino lunes. Aún estamos tú y yo a tiempo. Aún le quedan días a esta semana que
acaba con el domingo día 30 de octubre. Tiempo pleno del otoño. No desearía
decir demasiadas cosas en estas líneas de presentación. El mensaje de los dos
comentarios y, sobre todo, el manantial del que brotan los comentarios, tienen
tanta 'potencia', como se diría en el lenguaje de mis gentes de ahora, que no
es necesario añadir más elementos 'despertadores' de la curiosidad mental.
El primer comentario, como
siempre, tiene su origen en el relato del Evangelio. ¿Quién no oyó nunca el
relato de Lucas sobre lo acontecido a Jesús de Nazaret con el hombrecillo
adinerado llamado Zaqueo? Siendo esto tan conocido me sigo preguntando
inútilmente, ¿cómo es posible que este 'hecho' de la historia de Jesús de
Nazaret sólo nos lo haya contado el Evangelista Lucas? Si a alguien le he
robado algo, le devolveré cuatro veces más. ¿Cómo y cuánto dinero amasó, con su
práctica sostenida del robo, aquel sujeto llamado Zaqueo? Si todo
personaje actual denunciado como 'ladrón confeso' devolviera cuatro veces más
de lo que robó, ¿imaginnamos qué nos sucedería? Seguro que nos sobrarían
recursos económicos para vivir con dignidad el resto de nuestros días de vida.
Seguro. ¿Por qué se le ocurrió a un Evangelista de Jesús hablar de Zaqueo? Este
es el asunto central del mensaje para el domingo 30 de octubre. Por esto,
entre otras muchas razones, hay que seguir hablando de Zaqueo.
El segundo comentario que
propongo para este domingo, o para cuando sea, es la oferta de lectura de un
librito ni demasiado largo, ni demasiado breve. Ya sabemos que se trata de un
libro que pudiéramos colocar junto a los de la Biblia 'oficial' para
incrementar los volúmenes que nos transmiten las palabras de nuestro 'dios o
dioses' que son cada una de las personas que se han atrevido a escribir... Este
nuevo relato evagélico tiene por autor a una persona de Polonia que antes que
otras y con plena consciencia se atrevió a denunciar una deshumanización clamorosa,
sangrante, inaceptable que se viene a sintetizar en la palabra 'gulag'. Con el
paso del tiempo todos supimos qué se escondía detrás de tal vergonzosa
realidad. Luego supimos..., pero no aprendimos, y seguimos sin aprender, y
seguirá habiendo personas de poder tan deshumanizador que horroriza. Y el mundo
sigue...
Adelantamos a pasos
agigantados en la tecnología del ¿deshumanismo humanizador?... Y
retrocedemos a pasos tan agigantados en la impotencia por ¿humanizarnos
entrañablemente?. ¿Qué y quiénes somos los humanos? ¿Por qué y para qué
respiramos? Las páginas de 'El mundo aparte' son luces en la noche y no dejan
de parpadear. ¿Son luces en medio de sombras? Son luces y no sabemos bien
cuánta es su energía...
Nada más, ahora. Cuidado con
ese bien tan humano como es el aire, el agua y la entrañabilidad...
A continuación, se encuentran
los dos comentarios citados. Felices días.
Carmelo Bueno Heras
Domingo XXXI TO Ciclo C
(30.10.2022): Lucas 19,1-10. Aprender a caminar con Jesús dentro. Lo escribo CONTIGO,
Transcribo el comienzo del relato evangélico que la
autoridad litúrgica del dicasterio vaticano ofrece a la asamblea de oyentes de
la Palabra: “Habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había
un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico […] pequeño de estatura”
(19,1-2). Y como me gusta ser curioso mientras leo, constato con inmensa
tristeza que el no pequeño relato de Lucas 18,15-43 nunca se nos va a
leer en la liturgia del Ciclo C en el que nos encontramos. Y así ha sucedido
cada vez que se leyó tal Evangelio de Lucas en este Ciclo.
Entre
otros asuntos en este relato, ‘orillado’ y silenciado por decisión del
Vaticano, cuenta Lucas lo acontecido en Jericó en el encuentro de Jesús de
Nazaret y sus acompañantes con un hombre ciego, llamado Bartimeo por el
Evangelista Marcos (10,46-52). Es decir, el encuentro de Jesús con Zaqueo en el
centro de la ciudad de Jericó fue conocido sólo por Lucas. Ningún otro de los
tres Evangelistas tuvo noticia de este hecho ¡tan sorprendentemente prodigioso!
¿Hecho o dicho?
Lo diré
de otra manera: Es muy posible que los hechos narrados en este encuentro de
Jesús con Zaqueo sean una nueva parábola del Evangelista y no unos
acontecimientos sucedidos al pie de la letra. Según el narrador Lucas, Zaqueo
es uno de los jefes de los publicanos interesado en ver a Jesús y, luego, más
interesado aún en ‘estar a solas’ con él.
¿No le
suena a toda persona lectora de este relato de Lucas aquel otro importante
magistrado judío interesado en ver y estar con Jesús que nos contará años más
tarde ‘el cuarto Evangelista’ llamado Juan? El varón Nicodemo del Evangelio de
Juan (3,1-21), ¿no es también el pequeño de estatura Zaqueo del Evangelio de
Lucas (19,1-10)? Estos dos Evangelistas se atrevieron a contar la parábola de
importantes hombres de la Religión de Israel que se atrevieron a abandonar la
fidelidad al sistema de una RELIGION como la de Moisés y de su judaísmo por la
buena noticia del Evangelio de Jesús, el laico y judío de Galilea que apuesta
todo por la nueva realidad de una humanidad entrañable y nunca desigual y
enfrentada.
Para el
judío y publicano rico llamado Zaqueo o Nicodemo la RELIGIÓN del esplendor de la
riqueza deja de tener sentido y futuro desde el momento en que se han
encontrado con ese otro varón judío llamado Jesús de Nazaret y se han atrevido
a vivir el EVANGELIO de la humanización entrañable en el compartir, el estar al
servicio de quien se encuentra más abajo, empobrecido, esclavizado,
deshumanizado.
Una vez
más nos encontramos en Jericó, según Lucas, ante el camino de la Religión y
ante el camino del Evangelio. Dos caminos en el mismo centro de un poblado. Dos
opciones en un momento de la vida. ¿Enfrentados? No, porque quienes se
enfrentan son solo las personas entre sí. Se trata de dos caminos alternativos.
Dos caminos para acercarse al Dios en quien se cree. Es el Dios de la oración
que cada cual lleva dentro, aunque se crea uno que está fuera.
Seguramente
que el problema se desencadena cuando se desea que ambos caminos puedan
intercambiarse, como si tú o yo pudiéramos ir de un camino al otro según los
deseos de un momento, o como si se tratara de una aparente solidaridad sinodal.
Religión y Evangelio son dos caminos paralelos y distintos,
alternativos. ¿Cuál es el mejor o el más auténtico? El que cada uno escogió en
su momento y por el que camina. Jamás se camina a la vez por esos dos caminos.
Por esta razón, según el narrador Lucas, sorprendió tanto que aquel Jesús del
Evangelio entrase en casa de aquel Zaqueo de la Religión de la riqueza y
compartieran mesa y comida. No se enfrentaron, dialogaron y aprendieron a
caminar codo con codo. Carmelo Bueno Heras
CINCO
MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos. Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado
haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda
persona, ¡todo está relacionado!
.
Ahora, Semana 49ª: 30.10.2022: Cita de Gustaw Herling-Grudzinski. Un mundo
aparte, Libros del Asteroide, Barcelona, 2012, 342 páginas.
PRIMERA PARTE. Vítebsk – Leningrado – Vólogda.
El verano en Vítebsk llegaba a su fin. Por la tarde,
el sol todavía abrasaba durante un rato el empedrado del patio de la cárcel,
para acabar su recorrido tras la roja pared del edificio contiguo. Del patio
llegaban los pasos de los presos, marcando rítmicamente el camino del baño y
las voces del mando rusas mezcladas con el tintineo de las llaves. El vigilante
de guardia en el corredor tarareaba, plegaba el periódico a intervalos de
varios minutos y, sin darse demasiada prisa, se acercaba al orificio redondo de
la puerta. Doscientos pares de ojos se desprendían del techo como obedeciendo a
una señal y se concentraban en la pequeña lente de la mirilla. Asomado bajo la
visera de hule, nos miraba un ojo inmenso que, después de recorrer la celda de
izquierda a derecha y de derecha a izquierda, desaparecía tras la tapa de
hojalata. Tres patadas en la puerta significaban: preparaos para la cena.
Semidesnudos,
nos levantábamos del suelo de cemento, pues la señal de la cena también
significaba el fin de nuestro amodorramiento vespertino. Mientras esperábamos
el líquido caliente de la noche, escudilla de barro en mano, aprovechábamos
para vaciaren el bacín el líquido amarillento de la comida. Chorros de orina
procedentes de seis u ocho orificios, después de dibujar sendos arcos como
hacen los surtidores de una fuente se encontraban en pleno centro del bacín y,
taladrantes, se abrían camino hasta el fondo, con lo que subían el nivel de la
espuma depositada en las paredes. Antes de abrocharnos las braguetas nos
deteníamos un instante a observar nuestras entrepiernas afeitadas: tenían un
aspecto extraño, de árboles doblados por el viento en la ladera de un campo
baldío.
Si
alguien me preguntase qué más hacíamos en las cárceles soviéticas, poca cosa
podría yo añadir. Como mucho, esto: nada más extinguirse el sonido de la aldaba
anunciando la diana, en cuanto entraba en la celda el perol con el brebaje de
hierba hervida y el cesto con las raciones diarias de pan, nuestro afán
parlanchín alcanzaba su cenit: deseábamos que nuestra charla ‘estirara’ el pan
hasta la comida. Los católicos se congregaban en torno a un ascético cura; los
judíos se sentaban junto a un rabino castrense, con sus ojos de pez y sus
pliegues de piel colgando de lo que había sido una barriga; los hombres
sencillos se contaban sus sueños y recordaban sus vidas pasadas, y los cultos
recogían las colillas para poder acabar compartiendo un cigarrillo. Sin
embargo, bastaban dos patas en la puerta para que todo bicho viviente, en
concentrado silencio y guiado por sus líderes espirituales se lanzara sobre el
perol de sopa dispuesto en el corredor. En nuestra celda apareció un
hombrecillo moreno, judío de Grodno, que lloró amargamente para anunciarnos que
‘los alemanes habían to9mado París’, y desde ese mismo momento cesó el susurro
patriótico en los jergones y se acabaron las charlas en torno a la política. En
el torrente de la vida que pasaba más allá de nosotros, fluiamos como un
coágulo muerto hacia el corazón del mundo libre, cuyos latidos eran cada vez
más débiles […] Texto completo, en páginas 5-8.
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