Sobre la salud evangélica,
¿la del sentido común?
El cuarto domingo del
Adviento eclesiástico coincide ya con la fiesta de la Nochebuena. Creo no
equivocarme, seguramente la misaeucaristía del cuarto domingo del Adviento
se celebrará por la mañana de este domingo 24 de diciembre. Y a las doce de la
noche se celebrará ya la otra misaeucaristía de la Nochebuena. En la
liturgia y en las tareas de la pastoral eclesiástica todo acaba
armonizándose y todos quedan tan contentos. Es la grandiosa belleza de la
armonía de la celebración sacramental.
Y nada importa a esta tarea
de los responsables de la liturgia qué se hace con los textos del Evangelio
para estas ocasiones celebrativas. Siempre se encuentra un remiendo para
cualquier descosido. Me sonrojo con cierta vergüenza cada vez que me leo la
narración de la infancia de Jesús de Nazaret según nos la ha dejado escrita la
Evangelista Marcos que bien lo pudo ser María de Magdala. Me ruborizo por la
sencilla razón de que esta mano narradora de la primera biografía de este Jesús
el galileo ignoró por completo tal acontecimiento de la vida. E ignoró tanto
que sólo se atrevió a escribir sobre la vida y hechos de este hombre cuando ya
frisaba la muy avanzada adultez de sus treinta años. Para el relator del
Evangelio de Marcos que nos propone la autoridad litúrgica para leérnoslo en
este año del Ciclo B nada cuenta, sirve, vale, ni la infancia de Jesús de
Nazaret ni nada de cuanto sucedió o le sucedió a este hombre, judío y
laico, después de su muerte y sepultamiento. Al menos, estos datos dan que
pensar. ¿Por qué fue redactada así esta primera biografía?
Las habilidades sacramentales
de la liturgia dominical nada nos ayudan a la comprensión de estos hechos. Esta
habilidad sacramental llega a proponernos relatos, como en este domingo, del
Evangelio llamado de Lucas. Y no sucede nada anormal ni nadie rasga sus
vestiduras. Yo me digo que actuar así, es como violar el Evangelio,
aprovecharse de él, utilizarlo...
Me duele escribir estas cosas
y más en estos días festivos tan significativos, pero no puedo evitar escribir
así. Me digo una y muchas más veces que hay que cuidar la salud, porque esto es
lo que me insisten los especialistas de la sanidad que me atienden: cuidar la
salud. Y me digo en mis adentros que hay, que existe, además de la salud física
y del físico, una salud del espíritu, de las neuronas, del pensar, decidir
y celebrar..., salud del respirar espiritual que hay que cuidar también.
Salud de Nochebuena
Salud de Navidad
Salud de todo, de todos y
siempre.
Vale, por ahora. En una
semana será Nochevieja, Fin de Año, 31 de diciembre. Y otra vez, esta
eclesialidad nuestra nos vuelve a cambiar el paso del baile con la buena
Noticia del Evangelio, porque tendremos que celebrar el hecho de ser 'familia',
sagrada familia siempre. Pero ya llegará esto en su día.
A continuación se encuentran
los comentarios para el domingo 24.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 4º de Adviento B (24.12.2023): Lucas 1,26-38. Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
Jesús tuvo su infancia, pero no la que cuenta el Evangelista
Lucas
Este domingo, 24 de diciembre, será también la fiesta de la
Nochebuena. Así, pues, esta cuarta semana del Adviento no tendrá ni
veinticuatro horas. Y de las cuatro semanas del inicio del Ciclo B, dedicado al
Evangelio de Marcos, tan sólo en las dos primeras se nos proclamaron sendos
relatos de este Evangelio ubicados, el primero en el capítulo 13º y, el segundo
en el comienzo del capítulo 1º. ¿Pedagógica manera de acercarnos a este primer
Evangelio o primera biografía ‘oficial’ de Jesús de Nazaret?
La lectura que se nos proclamará para las veinticuatro horas
del cuarto domingo del Adviento está tomada del Evangelio de Lucas, los
versículos 26-38 de su capítulo primero. Lucas 1,26-38 es el relato
denominado ‘La Anunciación’, que en el texto de Lucas comienza con la expresión
‘Al sexto mes’ o ‘Seis meses después’. Esta expresión no se escuchará en la
inmensa mayoría de las celebraciones eucarísticas de este domingo. ¿Carecerá de
interés para el Dicasterio de la Liturgia católica? Esta referencia temporal le
importó mucho al autor de este Evangelio. Creo.
La mano narradora del Evangelio nos ha ofrecido desde Lucas
1,5 hasta Lucas 2,52 un relato único, excelente, original, prodigioso y, en
cierto sentido, completo de ‘la Infancia de Jesús de Nazaret’.
Evidentemente, no se trata de una infancia real-histórica contada en tal
sentido. Seguramente que de esa infancia sólo se llegó a conocer y recordar
para siempre que fue un niño judío, nacido en Nazaret de Galilea e hijo de
María de Nazaret y de José de Nazaret. Y seguramente que también fue real e
histórico que esta infancia, como la de cualquier otro niño de entonces, duró
desde la concepción hasta el cumplimiento de los doce años.
El inspirado y magistral narrador del Evangelio nos ha dejado
escrita esta infancia de su Jesús de Nazaret en siete escenas que sintetizo
así: La primera (Lc 1,5-25), anuncio del nacimiento de Juan; la segunda (Lc
1,26-38), anuncio del nacimiento de Jesús; la tercera (Lc 1,39-56), el encuentro
de las madres de Juan y de Jesús; la cuarta (Lc 1,57-80), nacimiento de Juan
Bautista; la quinta (Lc 2,1-21 ), nacimiento de Jesús de Nazaret; la sexta (Lc
2,22-40), primer encuentro de Jesús con el Templo de Jerusalén; y, por fin, la
séptima escena de la infancia, (Lc 2,41-52), con doce años Jesús, como
cualquier otro niño judío, comienza su edad adulta.
En este ‘gran monumento literario y teológico’ del narrador
Lucas se sitúa la escena que se nos proclamará en la eucaristía del domingo
cuarto del Adviento cuyo protagonista central es Gabriel, el ángel de la fuerza
y del poder (la gueburá) de Yavé, el Dios de la RELIGIÓN de Israel. Este ángel
de Dios, como ya se dejó escrito en el libro (Daniel 9,20-27) viene a cumplir
la promesa del Dios a quien nadie ha visto, pero a quien todos reconocerán como
tal divinidad en la presencia de su ‘Elegido’, el Enceitado (Éxodo 30,22-33),
el Mesías, el Cristo, el Salvador.
La creencia y confesión de este Jesús como el Mesías-Cristo
del poder de Dios tiene tanta potencia y luz que cualquier otra realidad de la
historia del día a día pegado a la tierra empalidece y desaparece. La fe en
este CRISTO se ha comido la buena noticia de un hombre, judío, laico y galileo llamado
Jesús de Nazaret. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS semanales
con
el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de
forma ordenada, de principio a fin.
Semana 4ª (24.12.2023): Marcos
1,21-28.
Ni Sábado, ni Ley ni Sinagoga, sino una nueva manera de
pensar, creer y practicar. “Entraron en Cafarnaún, y el sábado siguiente
fue a la sinagoga y se puso a enseñar…” (Marcos 1,21). Según este
narrador llamado Marcos, el anuncio de la nueva noticia buena que lleva a cabo
Jesús de Nazaret se inició en la orilla del lago de Galilea, como ya leímos y
comentamos la semana pasada. El segundo lugar en el que este Jesús anuncia esta
nueva presencia del Evangelio es la sinagoga de un pueblo situado en la orilla
occidental del mismo lago. El lugar es la sinagoga y el tiempo, un sábado.
El relato de este acontecimiento tan sencillo y, en
apariencia, tan normal está contado en forma de pequeño bocadillo de tres
apartados. Entre el ‘pan (1,21-22) y pan (1,27-28)’ de la enseñanza que nos regala
Jesús de Nazaret encontramos una curación liberadora (1,23-26). Y para
completar las referencias que nos ayuden a comprender este ‘apasionante’
acontecimiento llevado a cabo por Jesús tenemos que leer en paralelo Marcos
3,1-6: “Entró de nuevo en la sinagoga y había allí un hombre que tenía la
mano paralizada”.
Después de leer atentamente estos versículos (Marcos 1,21-28)
se caerá en la cuenta de, al menos, dos cuestiones: ¿Qué enseña este Jesús de
Nazaret en esa sinagoga de Cafarnaún? La respuesta es muy clara y definitiva: “un
mensaje nuevo que nunca se había escuchado en aquel lugar” (1,27). Pero,
¿cuál era ese mensaje? Marcos no dice nada concreto. Cosa que sí podríamos leer
en el Evangelista Lucas que parece que estaba más informado: “un sábado
entró [Jesús] en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura…”
(Lucas 4,14-30).
La segunda cuestión que a mí me trae muy intrigado es ese
sujeto plural que de inmediato se convierte en singular: “¿qué tenemos
nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quién
eres tú! (1,23). Estas expresiones salen de la boca de “un hombre
poseído por un espíritu inmundo”. ¿Qué espíritu es ese? ¿Un demonio como el
satán del que se habla en este mismo relato de Marcos en 8,27-33? Creo que este
‘espíritu inmundo’ es también ‘el Satanás de las fieras’ que se había
encontrado Jesús en el desierto (1,12-13).
Esta sinagoga a la que llega un sábado Jesús y en la que
entra para enseñar, ¿es un ‘espíritu inmundo, un satanás, una bestia fiera’? Me
lo pregunto y te lo pregunto. Si nos callamos y escuchamos la meditación de
nuestras neuronas acabaremos confesando que, para el autor del relato, esa
sinagoga es satanás. Y en esa sinagoga y todo cuanto representaba dentro de la
religión judía, Jesús de Nazaret grita, para que nadie se quede sin oírlo, su
nueva buena noticia: “Cállate y desaparece” (1,25). Eso es: que la
sinagoga desaparezca y que en ella no se vuelva ni a orar al Yavé Dios ni a
enseñar sus mandamientos, tradiciones y la Ley de Moisés. ¡¡Cuánto me gustaría
hablar de esta cuestión con María de Magdala, que la vivió en directo!!
Seguramente ando equivocado y el tal hombre del espíritu
inmundo fue curado por medio de un exorcismo como los que aún se practican
dentro de la Iglesia vaticana. Sin embargo, me recorre el cuerpo la certeza de
que esta nuestra iglesia, como la del tiempo de Constantino, Agustín, Francisco
de Asís o Trento, sigue siendo esa misma sinagoga de Marcos en la que entra
Jesús y le grita para que nos enteremos: ¡Cállate y desaparece! Carmelo
Bueno Heras. En Burgos, 18 de diciembre de 2016
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