El día a día del sentido
común
El año nuevo de 2024 ha
cumplido con este domingo su segunda semana. Quedan por delante otras
cincuenta. Dos son poquitas y parece que cincuenta son muchísimas. Cuestión
sencilla de pura relatividad. En asuntos del tiempo no existen las prisas. Éstas
pertenecen a las neuronas de las personas.
Con la llegada del nuevo año
nada se paró automáticamente. Siguió una guerra en Ucrania, continuó otra en
PalestinaIsrael, siguieron llegando pateras desde África hacia Europa y... ¡ese
balón seguía yendo de portería en portería como un zombi ilustrado que es capaz
de levantar pasiones y hundir proyectos en los que se ventilan muchos puñados
de dinero!...
La vida sigue... La vida es
bella... Y aquí estamos tú y yo. No somos dos, sino muchos. Tal vez, muchos más
de lo que nos imaginamos. Nos agradecemos esta presencia tan real y verdadera
como lo es el sol y la luna y el universo que existe aunque ni nos
atrevamos a imaginarlo.
Te deseo, leyente creyente,
que el aire no te abandone y que dispongas de la cantidad de agua suficiente
para no tener que lamentar su ausencia. Y ya puesto en la plataforma de los
deseos, que nos acompañe la salud, esa realidad que nos hace sentirnos bien sin
tener que auscultarnos en exceso.
Aire, agua y salud para
recorrer el camino de la vida con una sonrisa en la cara y una canción en el
corazón. Gracias a la vida...
Y si conseguimos leer y
escribir algo...
Y si conseguimos viajar a
alguna parte...
Y si conseguimos alcanzar...
Y si...
Así iremos sabiendo saborear
el menú del aprendizaje constante y consciente que se llama felicidad...
Nos deseamos un feliz día a
día.
A continuación se encuentran
los comentarios evangélicos del domingo día 14 de enero.
También se les puede
encontrar en el archivo adjunto.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 2º del Tiempo Ordinario B (14.01.2024):
Juan 1,35-42. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:
Escucho que Jesús me dice
‘¿Quién soy?
Para el segundo domingo del mes
de enero, el dicasterio vaticano nos propone la lectura Evangélica de Juan
1,35-42. Me atrevo a abrir la biblia que me acompaña y buscar en ella este
relato. Y constato que comienza así: “Al día siguiente, Juan Bautista se
encontraba allí con dos de sus discípulos y ve a Jesús que pasa…” (Juan
1,35). Mi curiosidad lectora me lleva a constatar también que la expresión ‘Al
día siguiente’ la encuentro no sólo en este versículo 35, sino también
antes, en el versículo 29; y también después, en el versículo 45. Es decir, me
conviene leer despacio todo el relato de este narrador desde Juan 1,29 hasta
1,51.
Este ejercicio me permite
identificar en la narración a las siguientes personas de carne y hueso y por
este orden: Jesús (luego se nos dice que era hijo de José, el de Nazaret), Juan
(el bautizador), Andrés y su anónimo acompañante, Simón Pedro, otro Juan (que
es el padre de Simón Pedro), Felipe (el de Betsaida) y Natanael. Cuento y me
salen nueve personas. De las cuales, tres permanecen en silencio:
José, el padre de Jesús (v. 45). Es lógico que no hable,
porque sólo es una persona aludida.
Simón Pedro, que sólo escucha lo que se dice de él (v. 42).
Sorprende que esté callado.
Y Juan, el padre de Simón Pedro (v. 42). Es lógico que calle
por ser sólo una persona aludida.
Las otras seis personas hablan,
más o menos, y todas dicen o confiesan algo sobre Jesús:
Juan el bautizador llama a Jesús ‘el Cordero de Dios’ (v. 29 y 36) y ‘el
Elegido de Dios’ (v. 34).
Andrés y su anónimo
acompañante llaman a Jesús ‘Rabbí, el
Maestro’ (v. 38).
Andrés llama a Jesús ‘el Mesías, el Cristo’ (v. 41).
Felipe llama a Jesús ‘Jesús el hijo de José, el de Nazaret’ (v.
45).
Natanael llama a Jesús ‘Hijo de
Dios’ y ‘Rey de Israel’ (v. 49).
Y Jesús se identifica y nombra él
mismo como ‘el Hijo del hombre’ (v 51).
Dedico ya mi comentario a lo
contado por el Evangelista en el segundo de estos tres días (Juan 1,35-42). Me
llama la atención que sean Andrés y su acompañante los dos primeros seguidores
de Jesús, según este narrador. Los tres Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y
Lucas) nos han transmitido que fue Pedro el primero en seguir a Jesús y así se
le suele considerar en la tradición de la Religión católica. ¿Importa mucho o
poco este dato? ¿Recordamos en nuestra Iglesia vaticana la existencia de algún
papa llamado Andrés?
Es Andrés, precisamente aquí en
el Evangelio de Juan, quien confiesa abiertamente que Jesús de Nazaret es el
Mesías (en hebreo), el Cristo (en griego). Esta confesión difiere muy
explícitamente de la confesión de Pedro según se puede leer, por ejemplo, en
Mateo 16,16. Además, en este cuarto Evangelio es Andrés quien confiesa el
mesianismo de Jesús y, en cambio, Pedro permanece mudo. ¿Puras curiosidades
mentales? Tal vez sí. O no.
En este contexto en el que me ha
situado el Evangelista no dejo de imaginarme que es el propio Jesús quien me
dice mientras me mira: ¿Quién dices que soy yo? Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS semanales
con el Evangelio de Marcos entre las
manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.
Semana 7ª (14.01.2024): Marcos 2,1-12
Perdonar
pecados era entonces igual que sanar parálisis. Al comenzar la lectura del
capítulo segundo del Evangelio de Marcos encontramos una de las marcas de la
narración que ya suenan familiares al lector crítico: “Después de algunos
días entró [en singular, Jesús] de nuevo en Cafarnaún y corrió la voz de
que estaba en casa” (2,1). Si también leemos ahora el comienzo del
capítulo tercero nos ayudará a comprender bien todo lo dicho en el segundo: “Entró
de nuevo en la sinagoga” [en singular, de nuevo, Jesús] (3,1). Y por
completar las tres marcas textuales leemos poco más adelante: “Jesús se
retiró con sus discípulos a orillas del lago-mar y lo siguió una gran
muchedumbre de Galilea…” (Marcos 3,7).
He
destacado en negrita ‘casa-sinagoga-mar’ porque al leer el texto muchos
investigadores de la exégesis, la hermenéutica y la interpretación crítica del
texto bíblico ya constataron esta peculiar forma de contar los acontecimientos
que suceden en la experiencia de las personas. Es una forma de decir las cosas.
Es un género literario, o molde, en el que se vierten los mensajes que se
desean comunicar. ¿Fue algún Dios quien inspiró esta manera de escribir? Fue,
con seguridad, algún humano, mujer u hombre, que así le pareció bien
expresarse. ¡Todo el libro de Rut, por ejemplo, está escrito usando este mismo
género literario que estamos identificando en el relato de Marcos y que se
denomina ‘palindromía’! En sencillo, ‘bocadillo’.
Después
de esto, retomamos el capítulo segundo de nuestro Evangelio de Marcos, que nos
sitúa a Jesús y los suyos -de nuevo en Cafarnaún y en casa- donde estuvo hacía
muy poquito (1,29-34). En ambas casas están ocurriendo sucesos muy parecidos.
La enfermedad de la suegra de Simón, la curación de toda clase de enfermedades
y la ‘des-paralización de un paralítico’. Tan impedido debía de estar que no
había otra forma de transportarle
que no fuera una camilla llevada entre cuatro personas, ¡dispuestas a
todo hasta estar de tú a tú con Jesús!
Este
relato de Marcos 2,1-12 parece estar en clara contradicción con lo que
ya sabemos que el narrador nos ha contado en 1,37-38: “Todos te
buscan… Vámonos a otra parte”. Pues, ha vuelto y toda la gente del poblado
ha acudido a recibirlo y a escuchar su mensaje (2,2). ¿Por qué, María
Magdalena, narradora de estos hechos, nos vuelves a dejar en suspenso sobre
el contenido de este mensaje de Jesús de Nazaret tanto en la sinagoga de antes
como en esta casa de ahora? ¿Mateo nos hubiera puesto en boca de Jesús el largo
discurso de las bienaventuranzas? ¿Lucas nos hubiera contado la lectura y
comentario que hace Jesús de los anuncios del profeta Isaías?
Y
una vocecita de mis adentros de lector contemplativo me susurra que el
contenido de este mensaje está muy claro cuando se sigue leyendo el relato.
Jesús enseña a la gente cosas sobre la vida y lo religioso que no se solían
decir en público por miedo a la Religión oficial de los Sacerdotes de la Ley y
del Templo. Entre la gente que escucha la enseñanza de Jesús había maestros de
la Ley que se escandalizaron del decir y del hacer de Jesús: “Tus
pecados te son perdonados… Levántate, toma tu camilla y camina” (2,5-11).
Perdonar
pecados era entonces igual que curar la parálisis. Aquella Ley de los maestros,
de la institución del Templo de Jerusalén y del Sacerdocio eran los causantes
de todo tipo de parálisis en las personas. Esto pasaba entonces y sigue
sucediendo hoy por ignorar quién fue Jesús de Nazaret. Carmelo Bueno Heras.
En Burgos, 8 de enero de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario