2015-02-23 L’Osservatore Romano
Desde el domingo 22 de febrero, por la tarde, el Papa Francisco se encuentra en la casa Divino Maestro de los religiosos paulinos, donde participa en los ejercicios espirituales de la cuaresmales predicados por el padre carmelita Bruno Secondin, que propone una lectura pastoral del profeta Elías sobre el tema: «Servidores y profetas del Dios vivo».
A bordo de uno de los dos autobuses que partieron del Vaticano, el Pontífice llegó a la residencia a las 16:40. Lo acogieron, entre otros, el arzobispo Angelo Becciu, sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa pontificia, y don Valdir José De Castro, superior general de la Sociedad de San Pablo, con la comunidad religiosa de Ariccia.
Así, pues, a las 18, el Papa Francisco participó en la adoración eucarística y en la celebración de las vísperas, escuchando la introducción del predicador que dedicó su reflexión a la invitación de «salir de la propia “aldea”». La recomendación a ponerse en la «escuela de la misericordia» como Elías y a través de su ejemplo llevar una «vida de periferia» fue el tema central de la primera meditación que tuvo lugar el lunes 23, por la mañana, tras la celebración eucarística, sobre el tema: «Ve hacia el Oriente, ocúltate: volver a las raíces».
El predicador partió del hecho concreto del profeta narrado en el primer libro de los Reyes (17, 1-17) y sugirió también algunas preguntas como examen de conciencia personal. Con la recomendación de «aferrarse a la Palabra de Dios» y tratar de encontrar esta «gran riqueza» convirtiéndose en discípulos, dejándose modelar y no distrayéndose. De modo que la experiencia del retiro se viva como «una sinfonía», una «aunténtica y total inmersión», para ser así «habitados y absorbidos por esta propuesta».
El padre Secondin hizo presente inmediatamente que no seguiría, en la meditación, un orden cronológico sino que procedería, precisamente como hace la Escritura, a través de «grandes escenarios», proponiendo «una lectura pastoral y sapiencial» de la vicisitud de Elías. Es, por lo tanto, un cara a cara con un profeta «que camina y no tiene un lugar estable»: un hombre que «se mueve para hacer» y por consiguiente, en este sentido, un excelente «compañero de viaje» en muchas experiencias incluso de purificación personal.
Prosiguiendo con la relectura de Elías, el predicador destacó «su geografía»: él, explicó, «combate en muchos frentes» y se mueve hacia los centros del poder pero sobre todo hacia las periferias. Estamos por eso ante «una geografía que habla», porque Elías nos lleva a frecuentar, precisamente, «las periferias y las fronteras geográficas y existenciales», poniendo ante nosotros incluso «los problemas más íntimos». No hay que olvidar, añadió, «la fragilidad y la vulnerabilidad» de Elías.
Para comprender plenamente la misión del profeta se necesita, sin embargo, subrayó el padre Secondin, situarlo en su contexto histórico. Y, así, hay que considerar que viene de «una zona periférica, con una religiosidad tradicional y de menor bienestar». Su «ira», su reacción fuerte, explicó el predicador, nacen del constatar la «depravación religiosa y social» creadas por nuevos escenarios introducidos en Israel en los sistemas de comercio, de defensa militar pero también en el campo de la agricultura. Novedades que han producido bienestar y cierto «vértigo» en demasía. Y aquí se añade también la llegada de nuevos dioses que terminan trastornando el pueblo. En este estado de «depravación progresiva y de pérdida de identidad, de confusión moral y religiosa», el Dios vivo –que no es un «simulacro»– termina por ser considerado bueno sólo por «gente atrasada». De aquí la dura reacción de Elías, que amenaza sin ser enviado por Dios.
Dios entonces hace escuchar su voz, ordenando a Elías que se marche. La realidad, recordó el padre Secondin, es que «Elías no sustituye a Dios pero que debe ser conducido por la palabra», debe «escuchar, obedecer» y «dejar que Dios sea su Dios». Y le ordena «distanciarse, ir a contracorriente, vivir en la soledad» para purificarse, «volver a encontrar sus raíces» y, en una palabra, «las razones de su fidelidad». Por lo demás, comentó el predicador, cuando «Elías actúa a su modo termina en problemas»; en cambio sus aventuras son auténticas cuando la palabra de Dios lo empuja. Y precisamente el encuentro con la viuda de Sarepta nos recuerda, observó, que también «los pobres nos evangelizan».
Por ello, el objetivo es «hacer del amor de Dios el centro de la propia existencia», sin hacer «precipitar las cosas» aspirando al resultado inmediato. Lo que cuenta, en cambio, es confiar en Dios que, por lo demás, ya ha pensado en el hombre con afecto. A Elías, dijo el padre Secondin, Dios le pide que se desprenda de su proyecto, que esté «a un lado», que aprenda a obedecer dejándolo actuar a Él. Y Dios «habla poco y en voz baja»: por eso para escuchar se necesita dejar a un lado las habladurías.
El predicador, como conclusión de la meditación, propuso algunas preguntas de examen, sugeridas precisamente por la actitud de Elías: ¿he perdido la paciencia en algún momento? ¿He hablado claro o entre bastidores, murmurando y alimentando las habladurías? ¿Abrazo una sobriedad sana y serena, hecha de medios sencillos? ¿O me dejo tentar por el despilfarro en la vida que llevo, en las cosas que me rodean, en el modo de vestir? ¿Conservo la alegría y la frescura del primer amor o se ha desvanecido totalmente? ¿Conozco la vida de la periferia o me complace estar en el centro de atenciones y honores? ¿Confío en la Providencia o soy fanático de la programación y del resultado? Y, por último, entre estas idolatrías, el predicador alertó acerca de una religiosidad «imprecisa» y sincretista que pretende juntar un poco de todo.
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