domingo, 20 de septiembre de 2015

Beato Francisco de Posadas - San Dorimedonte de Frigia - San Hipacio de Constantinopla - Santo Adelpreto de Trento 20092015

Beato Francisco de Posadas

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día



Grande tuvo que ser su virtud para equipararlo con memorables santos, cuyos rasgos característicos se han apreciado también en este beato: «la pobreza de san Francisco de Asís, la austeridad y poder taumatúrgico de san Francisco de Paula, la dulzura y sabiduría de san Francisco de Sales, el celo por la fe de san Francisco de Regis, la obediencia y temple de san Francisco Javier». No tuvo una vida fácil. Nació en Córdoba, España, el 25 de noviembre de 1644 cuando ya sus padres Esteban y María, de origen gallego y con ilustres antepasados, habían quedado en la ruina. Otros negocios o fracasaron o fueron mal. Así que un ápice de luz llegó al hogar con su nacimiento, único del matrimonio, atribuido a la intervención de la Virgen de la Fuensanta. Y a Ella se lo ofreció su madre en cumplimiento de la promesa que hizo si lograba tener descendencia. Cursó los primeros estudios en la escuela regida por Diego de Villalobos.
Al perder a su marido cuando Francisco tenía 5 años, María contrajo nuevas nupcias para desgracia del pequeño que sufrió el autoritarismo y severidad de este nuevo cabeza de familia. Le impidió cursar estudios con los jesuitas y le obligó a emprender un camino que cada vez era más arduo. Fue aprendiz de cordonero y tuvo por maestro a otra buena pieza del estilo de su padrastro; le maltrató durante cuatro años. Cuando se propuso ingresar en la vida religiosa contraviniendo la voluntad del marido de su madre, en el horizonte surgieron nuevos contratiempos. Porque, aunque fray Miguel de Villalón lo acogió en San Pablo a sus 16 años, y se ocupó de enseñarle latín, ante los ojos de la sociedad no dejaba de ser un pobre muchacho, el hijo de una humilde vendedora de hortalizas en la plaza del Salvador a la que se miraba por encima del hombro.
Cuando el padrastro murió, Francisco tuvo que volver a casa. Su madre se dedicó a la venta de huevos por las calles cordobesas, lo cual constituyó un veto mayor si cabe para su ingreso en el convento de los dominicos, porque allí se reunía lo más granado de la sociedad, y un muchacho pobre como él –por mor de los prejuicios provincianos– no tenía cabida en ese lugar. Después de varias peripecias, fray Miguel logró que lo admitieran en el convento dominico de Scala Coeli, donde tomó el hábito. Este hecho exasperó notablemente al prior de San Pablo que dio orden para su expulsión, pero Francisco había salido camino de Jaén. Al mediar por él los frailes de esta capital, el prior aceptó de mal grado que profesase, si bien indicó de forma taxativa que no podría volver a Córdoba; era el lugar donde tenía que formarse, pero al oponerse este superior lo enviaron a Sanlúcar.
Pronto su celo apostólico y virtudes comenzaron a dar sus frutos. Fue ordenado en Guádix en 1668, y se granjeó el afecto y admiración de fieles, religiosos y personas de alcurnia. Vuelto a Sanlúcar comenzó a predicar, destacando por su humildad y caridad. Hablaba con tanta fuerza y de manera tan brillante que el futuro vicario general de la Orden, Enrique de Guzmán, lo quiso a su lado. Pero Francisco prefirió continuar con su misión. El nuevo prior de San Pablo, de Córdoba, lo invitó a predicar allí y fue destinado al hospicio del convento de Scala Coeli. Al entrar, una voz seráfica le advirtió: «Esta será tu cruz». Enseguida fue calumniado y depuesto de la responsabilidad que le encomendaron. Sin embargo, enfermó un religioso y le pidieron ayuda para impartir las misiones en distintas localidades. Al regreso, el pecador arrepentido le salió al encuentro rogando su perdón. Y Francisco volvió al hospicio cordobés.
Durante treinta años confesó y predicó por calles y plazas enardeciendo a las muchedumbres. Era bien conocido en las cárceles y en los hospitales. Iban a escucharle obispos, cardenales, inquisidores… Entre ellos, a veces escudado en la penumbra, le oía el prior que le negó la entrada en San Pablo. ¿Quién le hubiera dicho a él y a otros muchos ciudadanos que el tan denostado, y no por el brillo de sus antepasados que jalonaba su árbol genealógico, sino por el modesto oficio de su madre, llegaría tan lejos? Francisco jamás renegó de sus orígenes que, aunque relegados al olvido entre la gente por su gran talla humana y espiritual, solía recordar ahuyentando la tentación de sucumbir a tantos honores y glorias mundanas que le ofrecían a cada paso. Solo aspiraba a la santidad, su gran y único tesoro, por el que daba la vida y se entregaba a manos llenas. En sus sermones recriminaba, entre otros deslices, la riqueza, injusticias de gobernantes, y prepotencia de los ricos frente a los pobres, aunque también arrasaba contra lo que juzgaba inmoral, como ligerezas con la moda y en los espectáculos.
Este hombre de intensa oración y penitencia, devoto de María, que vivía volcado en los demás, fue agraciado con diversos dones y carismas. Fundó el hospitalito situado en la Puerta del Rincón para los desamparados y difundió la devoción al rosario. En el lugar colocó una imagen de María que mandó esculpir, denominada por los ciudadanos «la Niña del padre Posadas». Dos veces quisieron nombrarle obispo, y en ambas ocasiones renunció. Autor de diversas obras y tratados espirituales, se le ha considerado «continuador de la gran escuela mística del siglo XVI». Cultivo la poesía y la biografía; escribió tres, una de ellas dedicada al P. Cristóbal de Santa Catalina. Murió el 20 de septiembre de 1713. Pío VII lo beatificó el 20 de septiembre de 1818.



San Dorimedonte de Frigia

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día



En Sínnada, de Frigia, san Dorimedonte, mártir.




San Hipacio de Constantinopla

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día



En Constantinopla, santos mártires Hipacio y Asiano, obispos, y Andrés, presbítero, que, por venerar las sagradas imágenes, después de crueles y graves tormentos fueron entregados, como alimento, a los perros, bajo el mandato de León Isáurico




Santo Adelpreto de Trento

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día


Santo Adelpreto de Trento, obispo y mártir
Próximo a la localidad de Arco, en la región de Trento, beato Adelpreto, obispo, valeroso tutor de los pobres y defensor de la libertad de la Iglesia, que, acechado por los enemigos, murió cruelmente herido.
La devoción a san Adelpreto en Trento ha tenido altos y bajos, e incluso recusaciones de la santidad de su figura. En 1913 su fiesta, que al menos desde el siglo XVI se celebraba el 27 de marzo, ya no aparece en el calendario diocesano, a pesar de ser, junto con san Vigilio, cotitular del altar mayor de la Catedral.

Se ignora su origen y la fecha de nacimiento. Fue obispo de Trento desde 1156 o 1157, y sabemos que en 1158 acompañó, escoltándolos por los valles tridentinos, a los legados del papa Adrián IV (1154-1159) que se dirigían a Alemania, donde el emperador Federico Barbaroja. Éste se había coronado emperador en 1155 y estaba en guerra con el Papado y los territorios italianos, en afirmación de los derechos universales del Imperio. En ese año hizo su segundo descenso a Italia, ganando Milán.

No ha sido aclarado aún cuál fue la actitud de Adelpreto frente al cisma causado por la lucha entre el Imperio y el Papado. Políticamente apoyó al emperador, tal vez porque era de origen alemán, o pòr la ubicación geográfica de Trento, con sus obispos-príncipes gravitando en la órbita imperial. Partidario del entonces partido gibelino, tal vez con el cargo de vicario imperial, sobre su gobierno de la diócesis y del principado de Trento tenemos poca información como para reconstruir un marco creíble.

Murió de una muerte violenta hacia el 1177, asesinado por un tal Aldrigitus, miembro de la noble familia de Castelbarco, cerca de Rovereto. Adelpreto fue enterrado en la catedral de Trento, y la diócesis de Trento le tributó culto de mártir. Sobre su tumba se colocó una lámina románica de cobre dorado representando la escena de la matanza; en la actualidad se guarda en el tesoro de la catedral.

En el siglo XVIII el historiador Jerónimo Tartarotti (1706-1761), encendió una polémica sobre su culto, basádose en la contrastante figura del obispo-guerrero caído en batalla, que se formó en la tradición popular. En 1703 la ciudad hizo un voto, invocando a san Adelpreto contra el asalto de los franceses. El Martirologio actual lo inscribe como santo, pero equivalente a beato (es decir, sólo para el culto local), y no como mártir.
fuente: Santi e Beati




 
©Evangelizo.org 2001-2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario