viernes, 18 de septiembre de 2015

San Ferréolo de Limoges - Santo Domingo Trach - Beatos David Okelo y Gildo Irwa - Beato Carlos Eraña Guruceta 18092015

San Ferréolo de Limoges

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En Limoges, de Aquitania, san Ferréolo, obispo, que libró de un inminente peligro a Marcos, refrendario del rey Childeberto, a quien quería matar el populacho.



Santo Domingo Trach

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Santo Domingo Trach, presbítero y mártir
En la ciudad de Nam Dinh, en Tonquín, santo Domingo Trach, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, decapitado en tiempo del emperador Minh Mang por preferir la muerte a pisotear la cruz.
Nace en Ngai-Voi, Tonkín, el año 1792. En 1825 ingresa en la Orden de Predicadores donde hace la profesión religiosa. Ordenado sacerdote, ejercita su ministerio sucesivamente en Quam-Cong y en Luc-Thuy-Thuong, de cuyo seminario es nombrado director espiritual. Al estallar la persecución, se refugia en Tra-Lu, en casa de un amigo y en ella desarrolla cuanto trabajo apostólico puede, estando ya entonces muy debilitado por la tuberculosis. Fue a Nguong-Nhan a visitar a un sacerdote y allí fue arrestado y llevado a la cárcel de Nam-Dinh, donde convirtió a santo Tomás Toan, que había tenido la debilidad de apostatar. Ni amenazas ni torturas lograron de él que apostatara y pisoteara la cruz, y por ello fue condenado a muerte. Confirmada la pena por el rey, el 18 de septiembre de 1840 fue llevado al campo de las Siete Yugadas y allí decapitado. Fue canonizado el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003




Beato David Okelo

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Beatos David Okelo y Gildo Irwa, catequistas mártires
En la aldea de Paimol, cerca de la misión de Kalongi, en Uganda, beatos David Okelo y Gildo Irwa, catequistas y mártires, que, habiéndose ofrecido espontáneamente para anunciar el Evangelio al pueblo, fueron alanceados hasta la muerte, y así, en el martirio, manifestaron la fuerza de Cristo.
Dos jóvenes catequistas ugandeses, David Okelo, de entre 16 y 18 años, y Gildo Irwa, de entre 12 y 14, fueron martirizados a golpes de lanza y cuchilladas en Palamuku, cerca de Paimol, aldea situada al norte de Uganda, en la cuenca del alto Nilo. Era el año 1918. El ejemplo dado por estos dos jóvenes, unidos por una profunda amistad y por el entusiasmo de enseñar la religión cristiana a sus compatriotas, permanece como signo de coherencia de vida cristiana, fidelidad a Cristo y compromiso en el servicio misionero entre su pueblo.

La fecha de nacimiento de David y Gildo no se conoce con exactitud. Fueron bautizados el 1 de junio de 1916 y confirmados el 15 de octubre del mismo año. Pertenecían a la tribu Acholi, una rama del gran grupo Lwo, cuyos miembros viven aún en su mayor parte en el norte de Uganda, aunque también están presentes en el sur de Sudán, Kenia, Tanzania y Congo. Los misioneros combonianos habían llegado en 1915 a la región de Kitgum, donde comenzaron su labor evangelizadora con la ayuda de algunos catequistas. Existían entonces muchas dificultades, algunas creadas por la primera guerra mundial, otras por la peste, la viruela y la situación de carestía. Para los brujos de la zona la llegada de la nueva religión era la causa de todas las desgracias. Por ello, surgieron movimientos anticristianos y anticolonialistas (los Adwi y los Abas) promovidos por los brujos y apoyados por los traficantes de marfil y de esclavos, que veían en el cristianismo un obstáculo para sus negocios. Además eran frecuentes las luchas tribales.

En este contexto de hostilidad y desconfianza se sitúa el testimonio heroico de los dos jóvenes catequistas, que no dudaron en trasladarse a Paimol para cubrir el vacío dejado en la obra de evangelización por la muerte de Antonio, el hermano de David. Cuando este pidió al padre Cesare Gambaretto sustituir a su hermano, juntamente con su amigo Gildo, el misionero intentó disuadirles, no sólo por su juventud, sino también por el peligro que corrían en aquella violenta zona. «¿Y si os matan?», preguntó entonces el misionero. «¡Iremos al paraíso!», fue la respuesta inmediata. «Ya está allí Antonio -añadió David-, no temo la muerte. ¿No murió Jesús por nosotros?».

Llegaron a su destino en noviembre de 1917 y once meses más tarde fueron asesinados por odio a la fe. Su martirio fue documentado por los habitantes de Paimol y ocho testigos oculares, entre los que se encontraba uno de los que les dieron muerte. En Paimol, David y Gildo se dedicaban sin descanso a su misión de evangelización y ganaban su sustento trabajando duramente en los campos. Un catequista que enseñaba en una aldea dejó este testimonio: «Toda la gente del pueblo sin excepción les amaba por el bien que hacían (...). Murieron en el cumplimiento exacto de su enseñanza».

Al amanecer, David tocaba el tambor para llamar a sus catecúmenos a las oraciones de la mañana. Juntamente con Gildo, rezaba también el rosario. Enseñaba a los catecúmenos a memorizar las oraciones y las preguntas y respuestas del catecismo; durante las clases, para facilitarles el aprendizaje de las verdades fundamentales, les hacía repetir los textos también con la ayuda de cantos. Además, visitaba las aldeas vecinas, desde donde acudían sus catecúmenos, que durante el día ayudaban a sus padres en los campos o con el ganado. Cuando se ponía el sol, David llamaba a la oración en común y a rezar el rosario, concluyendo siempre con una canción a la Virgen. Los domingos, celebraba un servicio de oración, animado a menudo por la presencia de catecúmenos y catequistas de la zona.

Se recuerda a David como un joven de carácter pacífico y tímido, diligente en sus tareas como catequista y querido por todos. Nunca se vio involucrado en disputas tribales o políticas. El padre Cesare Gambaretto, que había administrado los sacramentos a los dos jóvenes mártires, describía a Gildo como un joven de carácter dulce y alegre, muy inteligente. «Era de gran ayuda para David, y reunía a los niños para recibir la instrucción con su dulzura e insistencia infantil (...). Había recibido el bautismo recientemente, cuya gracia preservó en su corazón y dejó traslucir con su comportamiento encantador.» Gildo estuvo siempre disponible y fue ejemplar en sus tareas como catequista-asistente. Espontáneamente, se mostró deseoso de ir con David a enseñar la palabra de Dios a Paimol.

Murieron atravesados por las lanzas de Okidi y Opio, dos Adwi (revolucionarios que se habían alzado en armas contra los jefes impuestos por las autoridades coloniales). Antes de matarles, los Adwi intentaron convencer a David y a Gildo para que abandonaran la región y la enseñanza del catecismo. Podrían haber salvado la vida, pero ellos rechazaron la oferta. A Gildo se le dio la oportunidad de huir, pero él respondió: «Hemos trabajado en la misma obra; si es necesario morir, tendremos que morir juntos». Cuando les sacaron del pueblo para matarles, David lloraba. Fue entonces consolado por el pequeño Gildo: «¿Por qué lloras? Mueres sin motivo; no has hecho mal a nadie». Era poco antes del amanecer del 19 de octubre de 1918.

Los cristianos del lugar, acabada la furia homicida, no olvidaron a sus heroicos catequistas. El lugar del martirio, Palamuku, fue llamado desde entonces Wi-Polo («En el cielo») para recordar el premio concedido por Dios a los dos adolescentes. Fueron beatificados en el año 2002.
fuente: Vaticano


Beato Carlos Eraña Guruceta

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Beato Carlos Eraña Guruceta, religioso y mártir
En Ciudad Real, en España, beato Carlos Eraña Guruceta, religioso de la Compañía de María y mártir, que, detenido por milicianos, fue fusilado sin previo juicio durante la cruel persecución contra sacerdotes y religiosos.
El beato Carlos Eraña Guruceta estuvo dotado de excelentes cualidades para la educación y el gobierno. Desempeñó cargos de dirección durante veinte años consecutivos. Desde 1916 a 1927 trabajó en La Mancha como director del Instituto Popular de la Concepción -la Popular-, dedicado a promocionar niños de familias económicamente débiles. En el Colegio de Tetuán (Marruecos) en cinco cursos (1927-1933) prestigió el Centro e hizo necesaria la construcción de un edificio de nueva planta. A partir de 1933 desempeñó el cargo de Director de Primera Enseñanza en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid. Por todas partes dejó una estela de sencillez y santidad, entregado totalmente al servicio de sus hermanos religiosos y a la educación cristiana de sus alumnos.

A finales de julio de 1936, ante el rumbo que tomaban los acontecimientos, salió de Madrid y se dirigió a Ciudad Real, donde esperaba encontrar tranquilidad o, al menos, protección de parte de sus antiguos alumnos. Pero no encontró lo que buscaba. Quedó en régimen de libertad condicional. Pese a su situación se responsabilizó de los religiosos marianistas dispersos por la ciudad en pensiones o casas particulares, y hasta el momento de su detención se encargó de suministrarles apoyo moral y el dinero necesario para vivir. El 6 de Septiembre le detuvieron y fue conducido a la «checa» que se había instalado en el Seminario. Sus días de cautiverio fueron un testimonio de serenidad, de vida de oración y abandono a la Providencia. El 18 de Septiembre consumó el sacrificio de su vida en Alarcos. Fue beatificado, con los otros dos mártires marianistas, Jesús Hita Miranda y Fidel Fuidio Rodríguez, el 1 de octubre de 1995.
fuente: Congregación




 
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