viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Por qué da vergüenza decir que se es creyente?

En muchos casos, el credo personal ni se nombra por querer parecer progresista, o, al menos, políticamente correctos.
KINO (Con licencia CC BY-NC-ND 2.0).

SOCIEDAD

¿Por qué da vergüenza decir que se es creyente?

En los países latinos, existe una barrera no escrita de profesión pública de la fe, más allá de los eventos culturalmente aceptados

Javier Táuler, 31 de marzo de 2015 a las 09:51
 El pijama de Belén Esteban llena multitud de conversaciones, cuando es algo ajeno y que ni va ni viene, pero el Mensaje del Papa de la Cuaresma, por ejemplo, no ocupa ni un segundo en las charlas con amigos
En España, decenas, cientos, miles de jóvenes y menos jóvenes, hombres y mujeres, se vuelcan estos días con su Paso, Cofradía, Procesión, Cristo, Virgen... Llevan todo el año preparando ese momento tan especial y es un tema recurrente en las conversaciones con sus amigos.
Sin embargo, en no pocas ocasiones, esas mismas personas, u otras muchas que no participan en esos acto de piedad popular, tienen recelo a hablar de sus creencias. En América Latina no existe casi barrera. De hecho, proliferan los sitios webs animando a los creyentes a confesar su fe. Y en Estados Unidos tampoco. Tal es así que no es infrecuente encontrar en la televisión o en la radio entrevistas a personas que hablan de lo cool que es ser cristiano sin ningún rubor.


Musulmanes orando. FIRMA: Michal Svec (Con licencia CC BY-NC 2.0).

En otras culturas, como la musulmana, tampoco hay ese pudor. Un reportero de televisión español cuenta que estuvo con un equipo de periodistas en Egipto para realizar varias filmaciones. Allí le recibió el director general de la Televisión Egipcia. Esta persona, después de darles todas las facilidades para su trabajo, se despidió de ellos regalándoles un ejemplar del Corán no sin antes poner respetuosamente los labios sobre la portada del libro y decirles: "Que Alá os proteja en vuestra tarea". Y con el judaísmo sucede otro tanto. Porque no es infrecuente observar esa naturalidad en vivir su fe y ver cómo cumplen en público algunas prescripciones de su religión.


Miles de españoles se echan a las calles para las procesiones de Semana Santa.
FIRMA: Julián Contreras (Con licencia CC BY-NC-ND 2.0).

Por contra, en España, en muchos casos se adolece de esa naturalidad. En parte por no herir susceptibilidades y en parte por ser extremadamente políticamente correcto. Porque puede suceder que el pijama de Belén Esteban llene multitud de conversaciones, cuando es algo ajeno y que ni va ni viene, pero que el Mensaje del Papa de la Cuaresma, por poner un ejemplo, no ocupe ni uno segundos en las charlas con amigos.
En abril y mayo, cientos de chicas y chicas harán su Primera Comunión. Será un tema recurrente para muchos, entre amigos y conocidos, con celebración incluida. ¿Por qué sucede esto? Tal vez porque ser costalero es algo que se acepta por la sociedad. O porque hacer el Camino de Santiago se considera como una excursión en grupo, un buen plan entre amigos o una experiencia de contacto con la naturaleza, no sólo tolerada, sino turísticamente recomendada e impulsada. Son cuestiones que socialmente están bien vistas y en las que no hay fricción. Pero cosa muy distinta son, por ejemplo, las verdades de la fe -que tocan la interioridad de las personas-, de las que si se habla, el efecto en la parte contraria puede ser desde el estupor hasta el desprecio y el insulto. En otros casos el credo personal ni se nombra por querer parecer progresista, o, al menos, políticamente correctos. O porque es algo que puede estorbar para prosperar en lo profesional o social.

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