San Celso de Armagh, obispo
fecha: 1 de abril
†: 1129 - país: Irlanda
otras formas del nombre: Cellach McÆdh
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 1129 - país: Irlanda
otras formas del nombre: Cellach McÆdh
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En el lugar llamado Ardpatrick, en la
región de Munster, en Irlanda, san Celso, obispo de Armagh, que promovió
intensamente la restauración de la Iglesia.
refieren a este santo: San Malaquías de
Down y Connor
Celso es el nombre latino de Ceallach mac
Aedha, en cuya familia la sede de Armagh había sido hereditaria durante varias
generaciones. Como sus ocho predecesores, Celso era laico al asumir la sede en
1105, a los veintiséis años de edad. Consagrado obispo, fue un excelente
pastor. San Bernardo de Claraval escribió sobre él: «Era un hombre bueno y
temeroso de Dios». Fue muy asiduo en las visitas pastorales, administró
sabiamente las posesiones de su diócesis y restauró la disciplina eclesiástica.
Con este último punto se relaciona su presencia en el gran sínodo de Rath
Breasail, al que asistieron no menos de cincuenta obispos, bajo la presidencia
del legado pontificio Gilberto de Limerick. El pueblo no recibió de buen grado
ni las reformas que llevó a cabo el sínodo, ni la nueva división de las
diócesis.
Los anales de Four Masters cuentan que san
Celso reconstruyó la catedral de Armagh. La época en que vivió fue muy agitada;
tuvo que ejercer el oficio de mediador en las discordias de los príncipes
irlandeses y sufrió las invasiones de los O'Rourke y los O'Brien. En todas sus
dificultades le asistió san Malaquías,
quien fue primero archidiácono suyo y después obispo de Connor. Poco antes de
su muerte, ocurrida en Ardpatrick de Munster, en 1129, Celso acabó con la
costumbre de la sucesión hereditaria, nombrando por sucesor a Malaquías. Según
su deseo, fue enterrado en Lismore. El cardenal Baronio introdujo el nombre de
san Celso en el Martirologio Romano. Su fiesta se celebra el l de abril, día de
su muerte, en todas las diócesis de Irlanda.
Ver Acta Sanctorum, abril 6; la biografía
de san Malaquías escrita por San Bernardo; (Migne, PL., vol. CLXXXII, col.
1086); O'Hanlon, Lives of Irish Saints, vol. IV, p. 43; y todas las biografías
modernas de san Malaquías.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1067
San Hugo de Grenoble, obispo
fecha: 1 de abril
n.: 1053 - †: 1132 - país: Francia
canonización: C: Inocencio II 22 abr 1134
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1053 - †: 1132 - país: Francia
canonización: C: Inocencio II 22 abr 1134
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Grenoble, ciudad de Burgundia, san
Hugo, obispo, que trabajó denodadamente en la reforma de las costumbres del
clero y del pueblo, y, amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a
san Bruno, maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la
Cartuja, que presidió como primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta
Iglesia con esmerado ejemplo de caridad.
patronazgo: protector contra dolores de
cabeza.
refieren a este santo: San Bruno
San Hugo nació en Cháteauneuf, cerca de
Valences del Delfinado, en 1052. Su padre, Odilón, que se había casado dos
veces, entró en la Cartuja y murió a los cien años de edad en brazos de su
propio hijo, quien le administró el santo viático. Hugo empezó su educación en
Valences y la terminó brillantemente en el extranjero. Aunque era todavía
laico, obtuvo una canonjía en la catedral de Valences, pues en aquella época se
conferían ciertos beneficios eclesiásticos a los estudiantes que aún no habían
recibido las sagradas órdenes. Hugo, obispo de Die, quedó conquistado por las
cualidades de nuestro santo y decidió tomarlo a su servicio. Nada tiene esto de
extraño, pues san Hugo era muy joven, simpático y extremadamente tímido; por
otra parte, su cortesía y su modestia, que le llevaban a ocultar su talento y
su ciencia, le habían ganado los corazones. El obispo de Die tuvo pronto
ocasión de comprobar las excelentes cualidades de su protegido, en unas
difíciles negociaciones de la campaña contra la simonía. En 1080, Ie llevó
consigo al sínodo de Aviñón, que se había reunido, entre otras cosas, para
tomar medidas contra los abusos que se habían introducido en la sede vacante de
Grénoble. Tanto el concilio como los delegados de Grénoble vieron en el
canónigo Hugo al hombre capaz de poner fin a los desórdenes de Grénoble, pero
tuvieron gran dificultad en hacerle aceptar esa elección unánime. El delegado
pontificio le confirió las órdenes sagradas y le llevó consigo a Roma para que
recibiese la consagración episcopal de manos del Sumo Pontífice. La bondadosa
acogida que le dispensó san Gregorio VII,
movió a san Hugo a consultarle acerca de las tentaciones de blasfemia que le
asaltaban con frecuencia, pues naturalmente le hacían sufrir mucho y, según
pensaba él, le hacían inepto para la dignidad episcopal. El papa le
tranquilizó, explicándole que Dios permitía esas pruebas para purificarle y
convertirle en un instrumento más apto para la realización de sus planes. San
Hugo fue presa de las mismas tentaciones hasta su última enfermedad, pero jamás
cedió a las instigaciones del demonio.
La condesa Matilde regaló al nuevo obispo,
que no tenía más que veintiocho años, el báculo pastoral y algunos libros,
entre los que se contaban el «De officiis ministrorum» de san Ambrosio y un
salterio que contenía algunos comentarios de san Agustín. San Hugo partió a su
diócesis inmediatamente después de la consagración y quedó aterrado al ver el
estado de su grey. Se cometían abiertamente los más graves pecados; la simonía
y la usura abundaban; el clero hacía caso omiso de la obligación del celibato;
el pueblo carecía de instrucción; los laicos se habían apoderado de las
propiedades de la Iglesia y la sede estaba en bancarrota. La tarea que el santo
tenía frente a sí era inmensa. Durante dos años luchó contra los abusos, predicando
incansablemente, denunciando a los culpables, ayunando rigurosamente y orando
sin interrupción. Sin embargo, los excelentes resultados que consiguió con ello
eran patentes a todos, excepto para él; no veía sino los fracasos, que atribuía
a su ineptitud. Desalentado, se retiró furtivamente a la abadía cluniacense de
Chaise-Dieu, donde tomó el hábito benedictino. Pero su retiro no duró mucho, ya
que el papa le ordenó que volviese a Grénoble a continuar en el gobierno de su
diócesis. A su vuelta de la soledad, san Hugo, como Moisés cuando bajó de la
montaña, predicó con mayor fervor y éxito que antes. San Bruno y
sus compañeros acudieron a él, decididos a abandonar el mundo, y el santo
obispo les regaló el desierto de Chartreuse, del que la nueva orden tomó el
nombre de Cartuja. San Hugo concibió gran cariño por los monjes; gustaba mucho
de ir a visitarlos en la soledad, se les unía en los ejercicios de piedad y en
los más humildes oficios. Algunas veces se quedaba tanto tiempo con ellos, que
san Bruno se veía obligado a recordarle sus deberes pastorales.
Esos períodos de retiro eran como claros
oasis en una existencia dura y agitada. San Hugo tuvo gran éxito con el clero y
el pueblo, pero los nobles le opusieron resistencia hasta el fin de su vida.
Por otra parte, durante los últimos cuarenta años sufrió de terribles dolores
de cabeza y trastornos gástricos y se vio atormentado por tremendas
tentaciones. Pero Dios no dejó de concederle algunos consuelos espirituales que
le llenaban de gozo. Cuando San Hugo predicaba, no era raro que llorasen todos
sus oyentes y que algunos se sintiesen movidos a hacer confesiones públicas. El
santo tenía gran horror al pecado; las calumnias le disgustaban tanto, que
tenía dificultad en cumplir su deber de leer los informes oficiales y cerraba
los oídos a las noticias del día. Las cosas temporales le parecían tediosas en
comparación con las espirituales en las que tenía puesto el corazón. En vano
rogó a varios papas que le diesen permiso de renunciar al gobierno de su
diócesis; siempre recibió negativas rotundas. Honorio II, a quien se quejó de
su edad y su debilidad, replicó que prefería tenerle a él, viejo y enfermo, en
el gobierno de la sede de Grénoble, que al hombre más fuerte y más sano que
pudiese encontrar.
San Hugo era muy generoso con los pobres.
En una época de hambre, vendió un cáliz de oro y muchas joyas y piedras
preciosas de su iglesia. Su ejemplo movió a los ricos a combatir el hambre del
pueblo y a contribuir a las necesidades de la diócesis. Hacia el fin de su
vida, san Hugo sufrió una dolorosa enfermedad, pero jamás habló de ello ni
pronunció una sola palabra de queja. Olvidado de sí mismo, sólo se preocupaba
por los demás. Su humildad era tanto más extraordinaria, cuanto que todos le
manifestaban la mayor reverencia y afecto. Alguien le preguntó un día: «¿Por
qué lloras tan amargamente, tú que no has ofendido jamás a Dios a sabiendas?»
El santo respondió: «La vanidad y los afectos desordenados bastan para condenar
a un hombre. Sólo la misericordia de Dios puede salvarnos, de suerte que no
debemos dejar de implorarla». Poco antes de su muerte, perdió totalmente la
memoria, excepto para la oración, y pasaba el tiempo repitiendo el salterio y el
Padrenuestro. Su muerte ocurrió el 1° de abril de 1132, dos meses antes de que
cumpliese ochenta años, después de haber gobernado su diócesis durante
cincuenta y dos años. El papa Inocencio II le canonizó dos años más tarde.
La principal fuente sobre la vida de San
Hugo es la biografía latina, escrita por Guigo, prior de la Grande Chartreuse,
quien murió cinco años después de san Hugo. Puede verse dicha biografía en Acta
Sanctorum, abril, vol. I y en otras partes. Ver también Albert du Boys, Vie de
St. Hugues (1827); Bellet, en Bulletin Soc. Archéol. Drome (1894), XXVIII,
5-31, y Marion, Circulaire de l'Eglise de Grénoble (1869) . San Hugo se cuenta
entre los escritores eclesiásticos sobre todo por su contribución a los
cartularios; en la biblioteca de Grénoble existen algunas copias, con curiosas
notas históricas. Con frecuencia se cita a San Hugo con San Bruno como
cofundador de la «Grande Chartreuse».
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
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