En el principio y siempre,
la semilla
Una vez más comienzo de
nuevo. Ahora, pues, empiezo el camino por octavo año consecutivo. ¿Repetición?
¿Rutina? ¿Acomodamiento? ¿Pereza? ¿Novedad? ¿Innovación? ¿Sueño?
¿Transformación? ¿Cambio? Los contextos permanecen, pero el aprendizaje es
nuevo. Los cuatro Evangelios, la Biblia, la tierra que pisamos, el pueblo, la
asamblea, la Iglesia, la liturgia, el aire, el clima, el agua, la energía... Y,
la pandemia. Desearíamos olvidar, pero la realidad es tozuda. Está ahí.
Permanece. Y se seguirá hablando de un antes y de un después mientras el cosmos
gira.
¿Qué está por venir?
Lo que tú y yo
queramos.
Con sentido común,
claro.
Con sentido humano.
Dos expresiones muy populares
me rondan en estos días por entre las neuronas: una, 'Borrón y cuenta nueva';
dos, 'Aunque la mona se vista de seda, mona se queda'. Ante esa nueva línea de
salida me entran ganas de olvidarlo todo y comenzar desde el primer segundo
algo nuevo. Me lo está gritando la experiencia de los dinosaurios, según
cuentan los investigadores. Pero me entra el miedo del vértigo y me acabo
convenciendo de que lo acertado debe ser conservar lo que vale y sirve y
adaptarse a los aires y los tiempos nuevos. Cámbiese la apariencia de todo y
que permanezca lo que siempre debe permanecer.
¿Alguien me puede explicar qué
es evolucionar?
Es posible, quizá, acaso, tal
vez... En cierta ocasión visité en el dignísimo pueblo de Arévalo
(Ávila-España) el Museo de las semillas. En la semilla está todo. La semilla lo
es todo. Pero tiempo al tiempo y con constancia... Se trata del acompañamiento.
Seguir. Siempre adelante. ¿Progresar? ¿Hasta dónde? Hasta llegar a ser, no solo
una, sino semillas multiplicadas en la interioridad del fruto nuevo. ¿Esto es
envejecer? Probablemente
Por eso y por todo lo
anteriormente dicho escribo. Seguiré creyendo que escribir es vivir. Como el
respirar. Ah..., mil gracias por estar, por leer, por compartir, por acompañar,
por envejecer... juntos.
A continuación se encuentran
los dos nuevos comentarios para el domingo 27 de noviembre, el primero del
ADVIENTO.
También se encuentran ambos
comentarios en el archivo adjunto.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 1º de Adviento A
(27.11.2022): Mateo 24,37-44. Una
vez más, escribo CONTIGO. “QUE NADIE NOS ENGAÑE”
Un
día de noviembre, semejante a hoy, comencé a escribir mi comentario del primer
domingo de Adviento del año 2016-2017 de la Iglesia. Y otro día del mismo mes,
pero del año 2019-2020 volvía a escribir otro comentario del primer domingo de
Adviento. Por tercera vez, en este noviembre del año eclesial 2022-2023 me
pongo a la tarea de comentar el mismo relato del Evangelio de Mateo en el Ciclo
A del programa litúrgico católico del dicasterio romano vaticano.
Nos
proponen leer solo un puñado de versículos del capítulo vigésimo cuarto del
primer Evangelio del Nuevo Testamento de nuestras biblias que nos dejó escrito
un Evangelista al que pusieron por nombre Mateo. Creo que no comenzamos bien la
lectura del libro redactado por su autor. Comprendo que a esta Iglesia de
nuestros días le importe muchísimo hablar del Adviento y de sus cuatro etapas
simbolizadas en la única corona de las cuatro velas de colores o todas moradas.
Y junto a la palabra ‘adviento’ se hablará, hasta sacarla brillo, de la palabra
‘esperanza’. El Adviento de la esperanza. ¡Suena bien, si la realidad no
estropease la partitura!
Personalmente,
en este día del año nuevo en la institución eclesiástica, me leeré
completo el capítulo 24º del Evangelio de Mateo. Sé que nunca esta iglesia que
dice que pone en el centro la Palabra me va a proponer esta lectura que
comenzaría así: “Jesús de Nazaret salió del Templo de Jerusalén… Habló a sus
discípulos: ¿veis todo esto? Os aseguro que no quedará aquí piedra sobre
piedra… Todo quedará destruido… Mirad, mirad, que nadie os engañe” (Mt 24,1-4).
Y si
así comienza este importante capítulo para la iglesia, según su liturgia, me
encanta una vez más recordar el final del mismo que lo constituye la famosa
parábola de ‘el gerente de la empresa’. Una empresa, al parecer, sin ánimo de
lucro alguno que no sea el bienestar o el estar a gusto de todos cuantos forman
parte de la tal empresa. Si a alguien no le gusta el título de ‘El gerente de
la empresa’ puede imaginar ser ‘el amo de casa’ o ‘la ama de la hacienda’. Y ya
puestos a imaginar, además de empresa, casa o hacienda puede uno pensar en
‘cortijo’, ministerio, parroquia, alcaldía, mansión, palacio, reino, condado,
estado, imperio, nación, patrimonio, plataforma, red, emporio, portal, partido,
diócesis, principado… (Mt 24,45-51).
Que
nadie os engañe, pone el evangelista en boca de su Jesús de Nazaret,
que nadie me engañe. Y, tanto tú como yo, sabemos por experiencia repetida y
compartida que no hay peor engaño que una verdad a medias, porque ésta acaba
convirtiéndose en mentira doble, en engaño multiplicado. Por eso, la sapiencia
humana de este relato evangélico nos deja una clave por si se desea tenerla
siempre a mano para interpretar lo que nos sucede, a ti y a mí y al cuerpo
total de las gentes de la casa común del mundo… Escucho sin prisa:
“Se
proclamará esta buena noticia (Evangelio) del Reino en el mundo entero…
Entonces, vendrá el fin” (Mateo 24,14).
Escuchamos
desde la más tierna infancia de nuestro caminar en este ámbito de las cosas de
la vida y de la fe que el reino de Dios, el reinado de Dios, el seguimiento, la
iglesia, Jesús de Nazaret… Hasta nos hemos imaginado que de alguna manera y en
algún momento llegaría aquel judío de Nazaret llamado Jesús a nuestro mundo y
éste dejaría de ser un aquí para convertirse en el paraíso, el lugar delicioso
definitivo. Y si esto no llega, creemos que al morir cada uno llegaremos a ese
paraíso, en su momento… ¿Será así? ¡Qué nadie me engañe, me digo! Todo está ya
aquí y mis adentros lo saben y tú y yo lo compartimos (Mt 24). Carmelo Bueno
Heras
CINCO MINUTOS de AIRES BÍBLICOS
. Si se puede
decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200 páginas?
. Si se puede
decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
. Si se puede
decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
Este ‘Cinco
minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría de tu saber
leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de tu saber
compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de los cinco
minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 1ª:
27.11.2022.
El abuelo de
Hinojar
Paseando ayer por el campo llegamos, fray Clemente y
yo, a Hinojar de Cervera, aldea silense a la sombra de altas peñas que
apresuran el atardecer del caserío. Y, en lugar tan olvidado, donde apenas
quedan tres vecinos en invierno, vimos la luz del alma humana.
A la puerta de su casa acababa de sentarse Pilar junto
a Agapito, su padre casi centenario. Agapito, otrora hombre recio y laborioso,
es hoy el más dulce de los seres pues a levantar los ojos y entornarlos se
reduce su desvelo cotidiano. Desde hace unos meses ha empezado a comer con gran
dificultad y se parece ya su cuerpo a una flor sin brillo y sin aroma. Pero hay
en la vida un tiempo reservado a cada cosa, también a irse lentamente
desviviendo, ¿por qué no?
Por la vida que se enciende y por la que se apaga hay
que desvivirse. Que se lo digan a Pilar, su hija, que viene cuidando a su padre
desde hace tiempo.
Ahora que la vida ha crecido en calidad uno se
pregunta si ha crecido también en valor. Porque una cosa es la calidad de vida
y otra el valor que una vida nos merece. De lo primero se pueden ocupar muchos
profesionales. De lo segundo, en cambio, solo
se ocupa el amor.
Por amor nos ocupamos de los que desconocen el horario
laboral porque sus horas no tienen tiempo. Son las horas del silencio en
compañía. Y en ellas nos veremos todos antes de lo que creemos.
Nos veremos en paz si, como Agapito, el abuelo de
Hinojar, contamos con alguien a nuestro lado que nos mire sin prisa y sin vana
compasión. Porque somos todos lo que valemos para los demás. Y,
para su hija, Pilar, Agapito vale más que nadie en el mundo. Aunque sus fuerzas
ya no valgan nada.
Víctor
Manuel Márquez Pailos, monje de Silos, Diario de Burgos (20.10.2013) p. 71.
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