sábado, 12 de noviembre de 2022

Domingo XXXIII TO Ciclo C (13.11.2022): Lucas 21,5-19. El Templo, no; Jesús de Nazaret, sí y Semana 51ª: 13.11.2022: Cita de Stephen Greenblatt, El Giro. De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el MUNDO MODERNO,

 

44.000

Cuarenta y cuatro mil. Primero en números y luego en letras. Y ahora lo escribo con sus complementos correspondientes: cuarenta y cuatro mil millones de dólares, o de euros, tanto monta... Este es el dinero que vale (que un alguien pagó a otro alguien) una empresa, hoy, en el mundo. Una empresa de comunicación llamada Twitter. Este es el dato que se nos ha dicho. Un escándalo obsceno, aunque se diga que no es otra cosa que una compra-venta más. Que lo es, pero sonroja, por inhumana. Y con ser esto importante, no deja de ser nimiedad en comparación con las declaraciones públicas y publicadas del comprador. Un adinerado, sin lugar a dudas, pero muy peligroso, me digo, por lo que él me ha dicho. Y estoy por asegurar que sus declaraciones son icónicas, más obscenamente icónicas que monetarias. Se me informa que este tal comprador se presentó en las dependencias de su nueva adquisición con 'un inmaculado lavabo por su blancura'. Seguro que en tales hechos no se da puntada sin hilo.

Y transcribo las palabras que dicen que me ha dicho: 'Vengo como salvador del mundo'. El salvador o Salvador del mundo. ¿Evangelíco por citar al Evangelio? Toda una declaración explícita de MESIANISMO. Vengo a lavar todo lo inconfesablemente inhumano con este lavabo. Vengo a salvar al mundo. Y me pregunto, ¿de qué? ¿Otro salvador mentiroso? ¿Otro mesías esclavizador? ¿Cuántos mesías, inútiles, lleva la historia del mundo en sus espaldas?

Que nadie me engañe otra vez. Sigo esperando la llegada de un mesías al estilo del laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret. Sigo esperando a aquel o en aquel. Los demás están de más. Los demás no me interesan. Los demás engañan, esclavizan, tiranizan, inhumanizan y matan. El Mesianismo bíblico comenzó a despertarse con aquel David de la piedra y la honda que hasta quiso hacerse un templo, pero dudó (o le hicieron dudar) y se quebró. El Mesianismo lo heredó su Salomoncito, el gran rey grande, sabio y dios: MESIAS y desde entonces la cosa esta de los humanos compradores de todo cuanto se mueve y que se llama 'salvación' tienta a los poderosos sean quienes sean. Tentó a aquel Jesús. Pero éste, éste, pasó de largo. Y no acabó bien como humano, porque lo callaron, lo ajusticiaron y se lo quitaron de en medio. Su mesianismo fue, precisamente, de signo menos. Y hoy, casi todo pretende ser de signo más. Y no deseo decir más que lo dicho... Y así lo dejo. Cuarenta y cuatro mil... Demasiada ostentación. Mesianismo. Mientras medito esto, paseo mis neuronas de nuevo por el tejido del Evangelista Lucas. 

Hasta la celebración del año viejo el próximo día 20 de noviembre. Escribo esta fecha y siento ciertos escalofríos, y no precisamente por el otoño, sino por los mesianismos encarnados que me evoca.

A continuación se encuentran los comentarios del Evangelio y del nuevo libro que sugiero.

Carmelo Bueno Heras       

 

Domingo XXXIII TO Ciclo C (13.11.2022): Lucas 21,5-19. El Templo, no; Jesús de Nazaret, sí. Me lo escribo CONTIGO,

El no muy lejano día 28 de noviembre de 2021 se iniciaba desde la iglesia de Roma la andadura litúrgica dominical llamada ‘Ciclo C’ y durante esta andadura se nos ha ido proponiendo la lectura del Evangelio de Lucas. En aquel primer domingo, se recuerde o no, se nos proclamó unos versículos del capítulo vigésimo primero de este Evangelio. Y al llegar al final, aunque aún nos espera celebrar el colofón de este año eclesiástico con la fiesta de Cristo Rey el domingo día 20 del mes de noviembre, volvemos a escuchar otro relato del mismo capítulo evangélico.

La lectura de Lucas 21,5-19 que se nos proclama al pueblo en la Eucaristía es, no me callaré ni cansaré de repetirlo, una práctica más, muy sutil, de información manipulada. En este capítulo vigésimo primero ni se comienza ni se acaba el relato que nos compartió el Evangelista Lucas. Es casi materialmente imposible comprender el mensaje del Evangelio de Lucas si sólo se preocupa uno de escucharlo en la proclamación de los cincuenta y dos domingos de este Ciclo C de la liturgia católica vaticana. Nunca esta Iglesia le ha leído al pueblo este Evangelio de manera completa y ordenada, de principio a fin.

En este domingo, ¿por qué se nos silencia a los oyentes el relato de Lucas 21,1-4? Ya comenté la semana pasada que en alguna de estas liturgias dominicales es necesario y urgente leer o leerse al menos una vez el relato que Lucas nos dejó escrito desde 20,1 hasta 21,38. Aquel judío de Galilea llamado Jesús de Nazaret, nos cuenta su evangelista Lucas, ha llegado a Jerusalén con sus acompañantes, hombres y mujeres, y se ha atrevido a presentarse en el Templo, el único y verdadero de la Religión de Israel y de su Dios Yavé. Y en este espacio tan central para todo cuando significa ser judío, aquel laico Jesús se atreve a hablar, enseñar, debatir, dialogar, disentir… con la autoridad religiosa con plena libertad.

Cuando leo este amplio relato no puedo dejar de recordar el relato con el que este narrador Lucas pone punto final a la infancia de su Jesús de Nazaret (Lucas 2,41-52). En el comienzo de su edad adulta, con su mayoría de edad recién estrenada, sin en el amparo y seguridad de sus padres, a sus doce años Jesús decide encontrarse con los Sumos Sacerdotes del Templo de la Religión de su pueblo y patria que es Israel. ¿Encuentro o primer desencuentro?

Cuando se leen en paralelo los dos relatos del encuentro en el Templo entre Jesús de Nazaret y los Sacerdotes y Maestros se comprende que ‘el camino del Templo’ es uno y ‘el camino de Jesús’ es otro. Que una cosa es el Templo con toda su institucionalización y otra distinta y distante Jesús y el Evangelio de su vida y su mensaje. Dos caminos. ¿Intercambiables? ¿Armonizables? ¿Compatibles? Diversos, diferentes, distintos y distantes.

El Evangelista Lucas, diáfanamente, alto y preciso, pone en boca de su Jesús esta constatación: “Esto que vemos, el TEMPLO, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida”. Se hablaba del Templo de Jerusalén. Y así sucede desde la década de los primeros setenta años después de Jesús. Y en la meditación crítica de estos hechos que se nos anuncian en el relato Evangélico, ¿se intuye o atisba en el proyecto del judío Jesús y de su Evangelio la presencia alternativa de otro TEMPLO o de otros TEMPLOS como así ha sucedido hasta nuestros días, siglo tras siglo? Sinceramente, en el proyecto de Jesús y de su Evangelio ni se intuye ni se atisba templo alguno a no ser que la presencia y persona de cada ser humano sea contemplada, reconocida y acogida como tal TEMPLO. Carmelo Bueno Heras 

  

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

. Ahora, Semana 51ª: 13.11.2022: Cita de Stephen Greenblatt, El Giro. De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el MUNDO MODERNO, Crítica, Barcelona, 2012, 320 páginas.

 

Prólogo. Cuando todavía estaba estudiando en la Universidad, solía ir al finalizar el curso a la Cooperativa de Yale a ver qué encontraba para leer durante el verano. El dinero que tenía a mi disposición era muy poco, pero la librería vendía cada año los libros que ya no quería a precios ridículamente bajos. Los volúmenes eran amontonados en cestas en las cuales podía hurgar sin pensar en nada en particular, esperando encontrar algo que me llamara la atención a primera vista. En una de esas incursiones, me sorprendió una portada en rústica particularmente extraña, un detalle de un cuadro del pintor surrealista Max Ernst. Bajo la luna creciente que iluminaba la tierra, podían apreciarse dos pares de piernas entrelazadas -no se veían los cuerpos- en lo que parecía una especie de coito celestial. El libro -una traducción en prosa al inglés de un poema de dos mil años de antigüedad, Sobre la naturaleza de las cosas (De rerum natura) de Lucrecio- estaba rebajado a diez centavos, así que lo compré, lo confieso, tanto por la portada como por su contenido, la explicación de lo que era el mundo material por un poeta clásico.

La física antigua no es un tema especialmente prometedor como lectura de vacaciones, pero en algún momento del verano cogí casi sin querer el libro y empecé a leerlo. Enseguida encontré una buena justificación de aquella portada tan erótica. Lucrecio empieza su obra con un ardiente himno a Venus, la diosa del amor, cuya llegada en la primavera disipa las nubes, inunda el cielo de luz y llena el mundo entero de un impetuoso deseo sexual:

Primero te presagian, ¡oh diosa!, y anuncian tu llegada los pájaros del aire, atravesados sus corazones por tu fuerza; luego las manadas salvajes brincan sobre los alegres pastos y cruzan a nado los rápidos torrentes: hasta tal punto cautivos de tu encanto te siguen donde quieras llevarlos. Finalmente, por mares y montes, en las aguas rapaces y en las frondosas moradas de las aves y en los verdes campos, infundiendo en el pecho de todos los seres tu tierno amor, haces que las especies ardan en deseos de reproducirse.

Estimulado por la intensidad de este comienzo, seguí leyendo; venía a continuación una descripción de Marte […] Cuando llegué al comienzo de una larga exposición de los primeros principios filosóficos, pensé que perdería el interés: nadie me había mandado leer el libro, mi único objetivo era el placer de la lectura, y mis diez centavos estaban más que amortizados. Pero, para mi sorpresa, seguí encontrando el libro apasionante.

No era el exquisito lenguaje de Lucrecio lo que me hacía reaccionar así. Hasta más tarde no empecé a ejercitarme en la versión original latina de los hexámetros del De rerum natura y no llegué a comprender mínimamente su rica textura verbal, sus ritmos sutiles y la ingeniosa precisión y el patetismo de sus imágenes […] Se puede tener una vigorosa experiencia de lo que es una obra de arte incluso en una modesta traducción, y no digamos si se trata de una traducción excelente. Al fin y al cabo, así es como la mayoría de las personas cultas han entrado en contacto con el Génesis, con la Ilíada o con Hamlet […] Puedo atestiguar que, aunque fuera en una traducción en prosa, Sobre la naturaleza de las cosas supo tocar en mí una fibra muy honda […] El núcleo del poema de Lucrecio es una profunda meditación terapéutica acerca del miedo a la muerte, y ese miedo es algo que dominó por completo mi infancia […]

El hallazgo de un libro perdido no es calificado habitualmente de suceso apasionante, pero detrás de ese momento en particular tenemos […] una gran explosión del interés cultural por la Antigüedad pagana. Texto completo, en páginas 9-19.

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