Lectura eficaz de un
Evangelio con lucecitas
En Mérida (España) y en
sábado (25 de febrero) estuvimos reunidas 'doce más una' personas con la Biblia
entre las manos y, de manera especial, con el texto del llamado Evangelio de
Juan.
Nos reunimos para seguir
aprendiendo, a nuestras edades bien acrisoladas por los años, a leer y
escribir, a escuchar, a preguntar, a valorar, a... Y también nos atrevimos a
reivindicar a quien corresponda un Ciclo D en la liturgia dominical.
Reivindicamos, al menos para nosotros ''doce más uno', la posibilidad de
leernos y comentar ese cuarto Evangelio en los cincuenta y dos domingos de un
año, porque hemos descubierto que ese Evangelio tiene cincuenta y dos capítulos
ordenados desde el comienzo hasta el final como una muy excelente obra,
literaria y teológica, para comentar.
Debo confesar aquí que este
es el segundo encuentro reivindicativo, ya tuvimos uno anterior en el pasado
mes de octubre y volveremos a tener un tercer encuentro en abril para
seguir manteniendo nuestra reivindicación bien despierta.
En torno a la palabra escrita
de Juan, cuando agonizaba el siglo primero de nuestra llamada historia de
occidente, solemos organizar tres sesiones en cada uno de estos tres sábados.
Dos en la mañana, que se concluyen con la comida compartida, sin pausas ni
prisas, y otra tercera sesión en la tarde hasta la despedida cuando se desvive
la jornada. En esta ocasión, nos ha gustado, de manera especial un par de
sugerencias metodológicas que hemos practicado.
Una, un tipo de evaluación a
la que le hemos llamado 'lectura eficaz'. Un examen en toda regla, con sus
veinte preguntas o afirmaciones para constatar si lo que se pregunta o
afirma es verdadero o falso y su porqué. Y como en todo
ejercicio valorativo, se concluye con una calificación precisa, exacta y
puntual que nos permite medirnos en relación con el propio texto del Evangelio.
Es decir, el propio texto nos reta y nos coloca a su misma altura, literaria,
interpretativa, teológica, crítica, humanizadora, eclesial o eclesiástica. A
modo de ejemplo apunto aquí que la afirmación número 18 decía así: "En el
capítulo 5º hay mucha agua y mucho trabajo" (Verdadero - Falso). Ahora que
lees puedes responder y constatar luego en el texto de Juan 5 de tu Biblia de
lectura si acertaste o te equivocaste.
La segunda sugerencia
metodológica fue muy sencilla. Comenzamos a comprender que si mantenemos
encendida una lucecita mientras paseamos por el texto del Evangelio, éste
comienza a hablar, a hablarnos, a enriquecernos, a motivarnos, a empaparnos, a
provocarnos, como tal vez nunca nos lo hubiéramos imaginado. Desde el
comienzo de este segundo encuentro nos atrevimos a encender una primera y
elemental lucecilla llamada 'YOSOY' y todo el mensaje de Juan se nos fue
iluminando como una inmensa cascada inagotable de luz, color y calor de buenas
noticias. YO SOY palabra, agua, pan, vida, puerta, pastor, aire...
Otra lucecita, también
elemental, a la que le pusimos el nombre de 'CAMINO'. Sí, el camino que va
de tal punto a tal otro. El camino que va 'de Jerusalén a Galilea y pasa por
Samaría' (en el capítulo 4º del Evangelio), el camino de aquella comisión de
expertos que fueron enviados desde 'el Templo hasta el Jordán' (en el capítulo
1º del Evangelio) para analizar las tareas de un tal Juan bautizador. De esta manera, hemos intuido que seguramente en este
cuarto Evangelio existe una red de, al menos, '77 o 78 caminos'.
Y, así de sencillo, cuando
nos dejamos iluminar por estas lucecitas se descubren otras más. Por ejemplo,
la luz de la palabra 'FRONTERA'. Pero de ésta hablaré en esta página de
invitaciones en el próximo fin de semana cuando presente el comentario del 12
de marzo.
Con lo que ya he contado nos
basta y sobra para invitar a la lectura de este Evangelio que aún cabalga por
la historia de dos milenios sin encontrar lectores asiduos y ordenados entre
los creyentes del pueblo de la catolicidad. ¡Lo que nos estamos perdiendo!
A continuación se encuentran
los comentarios del domingo 5 de marzo. Cuanto acabo de decir más
arriba se puede aplicar también y en su medida a los relatos del
Evangelista Mateo y a otros tantísimos tejidos literarios de la creación humana
que nos humanizan siempre.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 2º de
Cuaresma A (05.03.2023): Mateo 17,1-9. Así lo comento y comparto CONTIGO:
JESÚS DE NAZARET
TRANSFIGURÓ LA RELIGIÓN
En el segundo domingo del tiempo de la Cuaresma, la
Iglesia católica en su liturgia dominical siempre nos propone la lectura y
meditación del relato evangélico de la Transfiguración de Jesús ante sus tres
seguidores: Pedro, Santiago y su hermano Juan. Así es como nos escribió esta
tradición el Evangelista Mateo. Una tradición que pertenece a los tres
Evangelios sinópticos. El Evangelista Juan no nos dice nada de este hecho.
Ignoramos si lo sabía o si lo olvidó. Desde el relato de las tentaciones de
Jesús, leído en el domingo pasado, hasta este momento de la transfiguración nos
hemos saltado trece capítulos del libro de Mateo. ¡Bonita manera de leer!
Para el próximo tercer domingo de Cuaresma se nos
propondrá el relato del encuentro de Jesús con la mujer samaritana del capítulo
cuarto del Evangelio de Juan. De Evangelio en Evangelio.
Me vuelvo, ya, al texto de Mateo 17,1-9 y leo este
comienzo tan sugerente que dudo se nos lea en el Evangelio de la Misa así,
textualmente: “Seis días después, Jesús toma consigo a Pedro…” (Mt
17,1). Este dato narrativo de los ‘seis días después’ será suprimido de forma
torticera por la autoridad de la liturgia. Desconozco por qué se hace. Me
parece importante que se tenga en cuenta ese dato de los seis días, porque este
hecho de la Transfiguración se nos cuenta después de que Jesús de Nazaret haya
calificado a Pedro como Satanás delante de los DOCE.
Esta radical descalificación que sufre Pedro por parte de
Jesús sucede inmediatamente después de haberse atrevido este seguidor a
responder la pregunta del propio Jesús: “¿Quién decís que soy yo?” (Mateo
16,13-20). Llevamos ya unos veinte siglos con esta pregunta danzando de persona
en persona, de grupo en grupo, de comunidad en comunidad, de iglesia en iglesia
y no existe acuerdo sereno y unánime sobre el contenido de la respuesta. Diré
una vez más desde mi pequeña aportación que, real y verdaderamente, habrá
tantas respuestas como creyentes.
Vuelvo al texto de nuestro relato y llamo la atención
sobre la presencia de Moisés y Elías junto a Jesús en la visión que se dice que
tienen los tres seguidores de Jesús. Moisés es la Ley y Elías siempre es tenido
en la tradición judía como el profeta. Y ya sabemos que para Mateo el tiempo y
el contenido de la Religión de la Ley y los Profetas ha pasado como nos lo dejó
explícitamente explicado este Evangelista en el primer discurso que pone en
boca de su Jesús de Nazaret (Mt 5,1 a 7,29). La Ley y los Profetas son ahora
aquel único mandamiento de la propuesta de Jesús: Que cada cual haga a los
demás lo que él desea que los demás le hagan a él.
Creo que ésta es la razón más poderosa para comprender que
aquellos tres videntes (Pedro, Santiago y Juan) de la transfiguración, al
despertarse de la anestesia del éxtasis, sólo vieran ya a Jesús. Ni rastro de
Moisés ni de Elías “Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más
que a Jesús solo” (Mt 17,8). Estamos ante el hecho histórico de la
vida de un judío galileo que vivió y enseñó a vivir en este mundo y con los
suyos como una persona liberada de las ataduras de la obediencia a una Ley, a
su Templo e Instituciones y, en lógica consecuencia, liberador de tales
servidumbres. Quiénes lo vieron y oyeron nos lo contaron así. Carmelo
Bueno Heras
CINCO MINUTOS de AIRES
BÍBLICOS
. Si se puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de
200 páginas?
. Si se puede decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
. Si se puede decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
. Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la
sabiduría de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es
cuidar; de tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta
‘semilla de los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 15ª (05.03.2023):
a. Y como no sabía que era imposible, lo hizo.
Había
una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada
y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó
y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su
amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas
sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando
llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo
hizo, pues el hielo era muy grueso.
–
“Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan
pequeñas”, afirmaban.
En
ese instante apareció un anciano y dijo:
–
“Yo sé cómo lo hizo”.
–
“¿Cómo?”
–
“No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.
Carlos Buendía
Hervás, de su propio repertorio de Anónimos ilustrados, 2000.
b. Elogio de la
lentitud
Creo que vivir deprisa no
es vivir, es sobrevivir.
Nuestra cultura nos inculca
el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace
desperdiciar la vida. Nadie en su lecho de muerte piensa: “Ojalá que hubiera
pasado más tiempo en la oficina o viendo la tele”, y, sin embargo, son las
cosas que más tiempo consumen en la vida de la gente.
Hoy todo el mundo sufre la
enfermedad del tiempo: la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y debes
pedalear cada vez más rápido. La velocidad es una manera de no enfrentarse a lo
que le pasa a tu cuerpo y a tu mente, de evitar las preguntas importantes… La
lentitud nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder
conectarnos con el placer y los otros.
A menudo, trabajar
menos significa trabajar mejor. Pero más allá del gran debate sobre la
productividad se encuentra la pregunta probablemente más importante de
todas: ¿para qué es la vida?
Carl Honore
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