Para Peregrinar como Ignacio hay que ser libre
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
El testimonio del peregrino de Loyola nos demuestra que la peregrinación de la vida no es algo fácil, natural, sin encrucijadas. Los engaños del espíritu del mal, que trabaja para apartarnos del camino mejor, no solamente con los atajos de las seducciones groseras, sino también con engaños sutiles, razones aparentes, disfrazado bajo especie de bien, hacen el camino realmente difícil.
La peregrinación de Ignacio de Loyola es una verdadera batalla por vencerse a sí mismo y liberarse de las “redes y cadenas”, de los “afectos desordenados”, los apegos con los que el mal espíritu nos ata, nos aprisiona, para poder conocer el plan de amor del Padre Dios con él y seguir con libertad de corazón las huellas de su hijo Jesús. El libro de los Ejercicios Espirituales, en los que san Ignacio redacta algunas cosas que lo ayudaron en su experiencia espiritual y que propone a otros como ayuda, describen un decisivo combate espiritual para liberarse hasta de las raíces del mal y del pecado, y para conocer, elegir y ponerse en el camino del amor a Dios y a los hermanos con decisión deliberada, determinada.
Pero Ignacio de Loyola para convertirse en peregrino de Dios no se libera solo. El que lo libera, lo ilumina y le da fuerzas con su amor hasta el extremo es Jesucristo. Aquel que en la autobiografía confiesa que “hasta los 26 años fue hombre dado a las vanidades del mundo”, y que “principalmente se deleitaba en el ejercicio de las armas con grande y vano deseo de ganar honores”, frente a Jesucristo crucificado, avergonzado y confundido considera “como de Creador ha venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal y así a morir por mis pecados”. Y se pregunta: “¿Y yo qué hice, qué hago, que debo hacer por Cristo?”.
San Ignacio, rogamos tu intercesión para que la misericordia de Dios nos ayude a librarnos de los afectos desordenados y a conocer el plan de amor de Dios, para ser peregrinos libres para amar y servir a Dios en los hermanos, tras las huellas de Jesús. Amén
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