jueves, 30 de julio de 2015

San Pedro Crisólogo - Santas Máxima, Donatila y Segunda - San Urso de Auxerre - Santa Godeleva de Ghistelles 30072015

San Pedro Crisólogo

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San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia
San Pedro, «Crisólogo» de sobrenombre, obispo de Rávena y doctor de la Iglesia, que, habiendo recibido el nombre del santo apóstol , desempeñó su ministerio tan perfectamente que consiguió captar a multitudes en la red de su celestial doctrina y las sació con la dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el día treinta y uno de este mes en Imola, en la región de Emilia Romagna.
La vida de Pedro, arzobispo de Rávena, llamado «Crisólogo» (es decir: de palabra áurea, de excelente predicación) desde el siglo IX, es mal conocida. De él habla el Liber Pontificalis y una biografía poco de fiar, obra de Agnello de Ravena (siglo IX). Por estas fuentes y por lo que de su obra se deduce, sabemos que Pedro nació en Imola hacia el 380, fue nombrado metropolita de Rávena entre el 425 y el 429 (ciertamente, antes del 431, fecha de una carta que le escribe Teodoreto), estuvo presente el 445 al fallecimiento desan Germán de Auxerre y tres o cuatro años después escribió a Eutiques, presbítero de Constantinopla, que había recurrido a él después de su condenación por obra de Flaviano, invitándolo a someterse a las decisiones de León, obispo de Roma, «quoniam beatus Petrus, qui in propia sede et vivit et praesidet, praestat quarentibus fidei vertiatem» (Ep ad Eutychen: PL 54,743: «Porque el bienaventurado Pedro, que en su sede vive y preside, otorga la verdad de la fe a los que buscan.»). Falleció entre el 449 y el 458 (fecha de una carta de León a su sucesor Neón), probablemente, el 3 de diciembre del 450, quizás en Imola [aunque en al actualidad se tiende a considerar como fecha más probable el 31 de julio].

Gracias a las pacientes investigaciones de A. Olivar, hoy es posible conocer con exactitud la producción auténtica de Pedro Crisólogo, que comprende una carta (ya mencionada), 168 sermones de la Collectio Feliciana (siglo VIII) y 15 «extravagantes» (escritos no clasificados). Otros escritos, como el célebre Rollo de Rávena, colección de oraciones de preparación a la Navidad (s. VII), no pueden ser tenidos por auténticos. Los sermones, a los que Pedro debe su celebridad, se distinguen por la esmerada preparación de un orador dotado de una cultura discreta y por el calor humano y el fervor divino de un santo varón. La condición peculiar de Rávena, sede de la corte imperial y ciudad marinera, explica la frecuencia de ejemplos tomados de la vida de la corte y de la vida militar y marinera, aunque no faltan ejemplos de la vida rural. «Entre los escritores del siglo V, pocos superan a Pedro Crisólogo en elegancia», en sus sermones nos ha legado «páginas de genuina elocuencia, enérgica y eficaz» (Moricca).

El contenido de los sermones es variado, muchos son homilías sobre textos evangélicos, otros, sobre San Pablo, los Salmos, el símbolo bautismal, el padrenuestro o en conmemoración de santos y exhortaciones a la penitencia. Pedro Crisólogo, comentando la Biblia o exponiendo los temas que le sugerían las celebraciones litúrgicas, documenta ampliamente las inquietudes teológicas de su época. Su predicación, en efecto, no refleja sólo la doctrina latina sobre la encarnación como se profesaba entre Éfeso y Calcedonia, sino que es, asimismo, testimonio de la postura católica en las cuestiones sobre la gracia y la vida cristiana. Cuando reconoce claramente el primado del obispo de Roma (además de la carta a Eutiques, cf Serm 78), Pedro es, sin duda, portavoz del sentir común de los obispos de Italia. Su considerable actividad como predicador nos ha legado una documentación inestimable sobre la liturgia de Rávena y sobre la cultura de esa ciudad, etapa obligada entre Roma y el norte de Italia. Ningún obispo de su tiempo nos ha facilitado un cuadro tan completo de la celebración del año litúrgico. Por su actitud contra la resistencia que aún oponía el paganismo en su agonía y por su polémica contra la comunidad judia de su ciudad, Pedro Crisólogo representa la actitud pastoral del episcopado de la Iglesia imperial de su tiempo. Fue declarado Doctro de la Iglesia por SS. Benedicto XIII en 1729.

Artículo, tomado del tomo III del Curso de Patrología de Quasten-Di Berardino, BAC, 1981, pág 701-2; ver amplia bibliografía allí mismo. En el Oficio de Lecturas, a lo largo del año, se utilizan muchos textos del santo, sirvan estos tres como muestra de su pensamiento y estilo: Martes de la IV de PascuaSábado, XXIX semana del Tiempo Ordinarioen la celebración de su memoria.
fuente: J. Quasten: Patrología
 
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San Pedro Crisólogo («Palabra de oro»), nació probablemente en Imola hacia el 380. Cuando fue elegido como obispo de Rávena (entre 424 y 431), la antigua ciudad se hallaba en el apogeo de su grandeza imperial, bajo el gobierno de Gala Placidia.    El obispo Pedro   dio pruebas de ser un político de valer, permaneciendo totalmente fiel a las tareas de su oficio pastoral.
Predicó mucho. Han llegado hasta nosotros cerca de 180 de sus sermones. Se trata de breves exhortaciones (Pedro predicaba menos de un cuarto de hora), de homilías acerca de la Escritura o del año litúrgico, preparadas para instruir con sencillez e impulsar al pueblo cristiano a vivir conforme al Evangelio.
No se advierten ellas ni la inspiración literaria de Agustín, ni la teología de León Magno - los dos contemporáneos de Pedro -, pero el pueblo de Rávena, altos dignatarios de la corte o marinos del puerto de Classe, veían en ellas unas palabras henchidas del calor adecuado a la vez que una enseñanza que nunca se apartaba de su vida.
El obispo se imponía a sí mismo voluntariamente el predicar de una manera tan sencilla: «Nuestras palabras, dice, han sido sepultadas con Cristo», «Hay que hablar al pueblo con el lenguaje del pueblo». Según la Crónica pontifical de Rávena, el obispo Pedro I murió un 31 de julio (antes del 451).





Oremos

Oh Dios, que hiciste a San Pedro Crisólogo, obispo, insigne predicador del Verbo encarnado, concédenos meditar siempre este misterio de salvación y manifestarlo en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


Santas Máxima, Donatila

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Santas Máxima, Donatila y Segunda, vírgenes y mártires
En Tuburbo Lucernaria, ciudad de África, santas Máxima, Donatila y Segunda, vírgenes y mártires. Las dos primeras, durante la persecución llevada a cabo bajo el emperador Diocleciano, rechazaron sin amedrentarse la orden imperial que mandaba sacrificar a los ídolos, por lo que, en cumplimiento de la sentencia dictada por el procónsul Anulino, junto con la joven Segunda fueron arrojadas primero a las fieras y después decapitadas.
Las tres santas mártires eran muchachas de corta edad; se sabe con certeza que Máxima tenía 14 años y Secunda 12, pero de Donatilla no se sabe, aunque debía ser también muy joven. El relato de su «Passio», escrita en los primeros siglos, inicia con las jóvenes Máxima y Donatilla, que eran dos vírgenes que vivían en las cercanías de Tuburbo, en África, en un dominio imperial. En el 303 el procónsul Anulino promulgó los edictos imperiales de Diocleciano, que prescribían a todos los habitantes comparecer para dar culto a los dioses, bajo severísimas penas en caso de abstenerse. El poblado entero obedeció; sólo las dos jóvenes rehusaron por ser cristianas. Denunciadas por una mujer del lugar, fueron arrestadas y trasladadas a Tuburbo para ser juzgadas por Anulino.

A estas dos jóvenes se unió otra, Secunda, que era también una virgen cristiana. Después de haber sufrido varios interrogatorios con el propósito de hacerlas apostatar, Anulino, vista su negativa, las condenó a ser decapitadas. Algunos estudiosos piensan que la tercera joven fue martirizada con las otras dos, pero que era una virgen de Tuburbo arrestada aisladamente, ya que en los interrogatorios no figura, como si no estuviera presente.

El Martirologio Romano, siguiendo al Calendario Cartaginés, pone la celebración de estas tres mártires africanas el 30 de julio. Una inscripción en piedra descubierta en 1889 en África dice: «Sanctae tres Maxima Donatilla et Secunda bona puella» («Tres santas: Máxima, Donatilla y Secunda, buena niña»).


fuente: Santi e Beati



 
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San Urso de Auxerre

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En la ciudad de Auxerre, en la Galia Lugdunense, san Urso, obispo.


Santa Godeleva de Ghistelles

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Santa Godeleva, mártir
En Ghistelles, en Flandes, santa Godeleva, mártir, la cual, casada con el señor del lugar, tuvo que sufrir mucho por parte de su esposo y de su suegra, y finalmente fue estrangulada por dos criados.
Santa Godeleva nació de nobles padres hacia el año 1050, en el término de Boulogne, Francia septentrional. A la edad de sólo dieciocho años fue desposada con un caballero flamenco, Bertulfo de Ghistelles, que al poco tiempo prefirió abandonarla afirmando que el matrimonio no se había consumado. Godeleva fue confiada a la ex suegra, que la trató con notable crueldad, al punto que ella prefirió volver a la casa de sus padres. Estos apelaron al obispo local para que persuadiese a Bertulfo de volver a vivir con su mujer. Por un cierto tiempo el marido aceptó, pero mientras tanto aprovechó a organizar el asesinato: Godeleva será estrangulada por dos servidores, y su cuerpo arrojado a un pozo. Esto ocurrió en una fecha entre el 6 y el 30 de julio del año 1070 (la incerteza de la fecha ha hecho que a lo largo de los siglos la conmemoración variara de lugar en el calendario). Bertulfo se volvió a casar, pero los remordimientos del asesinato hicieron que decidiese terminar sus días recluido en un monasterio.

Tradicionalmente Godeleva ha sido considerada «mártir», aunque es para nosotros difícil identificar el motivo, porque no parece que haya afrontado la muerte por una cuestión de fe o en defensa de alguna otra peculiar virtud cristiana. La única posibilidad en tal sentido sería que su sobrenatural bondad haya podido provocar, por contraste, al marido, empujándolo a la violencia. En todo caso, aunque los motivos se hayan perdido, el culto como mártir le fue dado desde el principio. El lugar de su martirio, fuera de los muros del castillo de Ghistelles, se convirtió enseguida en meta de peregrinación para la gente de los alrededores, y se verificarn allí no pocos milagros, entre ellos la curación de la ceguera de una hija de Bertulfo de su segundo matrimonio. En el 1084 los restos de la santa fueron objeto de reconocimiento y se trasladaron a la iglesia. Los peregrinos bebían del agua del pozo -que tomó el nombre de Godeleva-, para prevenir el mal de garganta. Este pozo aun existe y sigue siendo meta de peregrinación. Su culto es muy popular en la región de Boulogne y de Flandes. Santa Godeleva posee una vasta iconografía, para ser un culto puramente local.


fuente: Santi e Beati




 
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