San Agilolfo de Colonia, obispo
fecha: 31 de marzo
†: 751 - país: Alemania
otras formas del nombre: Agilof
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
†: 751 - país: Alemania
otras formas del nombre: Agilof
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
En Colonia, ciudad de Austrasia, san
Agilolfo, obispo, ilustre por la austeridad de su vida y por la predicación.
Debemos reconocer que es muy poco lo que
se sabe acerca de este santo, ya que en el siglo XI fue confundido con otro
personaje del mismo nombre que murió en Colonia asesinado en relación a la
sucesión de Carlos Martel, es decir, poco antes de los años en que aparece el
santo que hoy conmemoramos. Por esa confusión posterior, este obispo de Colonia
pasó a la hagiografía como mártir, y las dos historias se fueron entremezclando
y complicando, como suele ocurrir cuando es necesario armonizar datos
discordantes de personas distintas. Todavía en época de los Bolandistas, en el
tomo de julio II de Acta sanctorum (editado en 1721) se presenta a san Agilolfo
como mártir, y se reproduce su «passio», pero hoy ya la confusión está por
completo superada, y se distingue bien al santo, el obispo, que no fue mártir,
y al personaje homónimo, que murió violentamente, pero no como mártir, ni
recibe culto.
El obispo Agilolfo fue primero monje en la
abadía benedictina de Stavelot-Malmedy (actualmente en Bélgica), fundada hacia
el 650, de la que llegó a ser abad, antes del año 745. Posiblemente en ese año
o poco después fue consagrado obispo, para suceder a Regenfrido (aunque un
episcopologio del siglo XI lo coloca antes de ese obispo, al parecer
equivocadamente). En el interregno de Regenfrido a Agilolfo un concilio local
decidió pasar la sede de episcopal a archiepiscopal, cabeza de los obispos de
Austrasia, pero no parece que esta decisión haya tenido efecto en época de
Agilolfo.
La única fecha completamente cierta de su
ministerio es el 748, en el que su nombre aparece mencionado como obispo de
Colonia (no arzobispo) por el papa Zacarías, en la que lo recomienda por su
ortodoxia. Fue sucedido por Hildegario, hacia el 753. Su «Vita» (confundida con
el Agilolfo asesinado que mencionábamos al inicio) fue escrita por un monje de
Malmedy, aunque es escasamente utilizable. Los restos de san Agilolfo fueron
inhumados en la abadía de Malmedy, y se realizó una traslación (equivalente
antiguo de la canonización) a la catedral el 9 de julio de 1063; por eso su
fiesta local es en esa fecha.
Ver Acta Sanctorum, julio II, pág. 714ss.
El artículo de Catholic Encyclopedia, de 1907, todavía depende de esa noticia.
Ver Duchesne, Fastes Episcopaux, III, pág. 180. Hay también un breve artículo
con buenas referencias en Ökumenisches
Heiligenlexikon.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: 28-3-2013
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1057
San Guido, abad
fecha: 31 de marzo
n.: 970 - †: 1046 - país: Italia
otras formas del nombre: Wido
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 970 - †: 1046 - país: Italia
otras formas del nombre: Wido
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Borgo San Domnino, en las cercanías
de Parma, san Guido, abad del monasterio de Pomposa, en donde recibió a muchos
discípulos y restauró los edificios. Se preocupó de modo especial por la
oración, la contemplación y el culto divino, y buscó vivir en la soledad,
atento sólo a Dios.
San Guido nació cerca de Ravena y sus
padres estaban orgullosos de él. Principalmente para agradarlos, fue muy
cuidadoso en su aspecto exterior y en su vestimenta. Sin embargo, una vez fue
severamente castigado por esta forma de vanidad. Fue a Ravena, donde se
celebraba la fiesta patronal de san Apolinar, y, despojándose de sus finas
ropas, las dio a los pobres y se vistió las más andrajosas que pudo encontrar.
Para vergüenza de sus padres, partió hacia Roma con esta indumentaria y,
durante su permanencia allí, recibió la tonsura. Por inspiración divina se puso
bajo la dirección de un ermitaño llamado Martín, que vivía en una islita en el
río Po. Durante tres años permanecieron juntos y después, el solitario lo envió
a la abadía de Pomposa, cerca de Ferrara, para que aprendiera la vida monástica
en una gran comunidad. Ese monasterio y el de San Severo, en Ravena, estaban en
realidad bajo la dirección del ermitaño, que decidía el nombramiento de los
superiores.
Los sobresalientes méritos de Guido fueron
tales, que mereció altos cargos, y llegó a ser abad, primero de San Severo y
después de Pomposa, por nombramiento de Martín, confirmado por la votación de
los monjes. Su reputación arrastró a muchos (incluyendo a su padre y a su
hermano) a unirse a la comunidad, de suerte que el número de monjes fue
duplicado y se hizo necesario que Guido construyera otro monasterio para
acomodarlos a todos. Después de un tiempo, delegó a otros la parte
administrativa de su oficio y se concentró en el aspecto puramente espiritual, especialmente
en la dirección de las almas. En ciertas épocas del año, acostumbraba retirarse
a una celda, distante aproximadamente cinco kilómetros de la abadía, donde
llevaba una vida de tan intensa devoción e inquebrantable abstinencia, que
parecía sostenerse con el ayuno y la oración. Especialmente durante la
Cuaresma, trataba su cuerpo con tal severidad, que sus torturas podrían
difícilmente superarse y aún así, era extraordinariamente tierno con los
monjes, que le tenían gran devoción. San Pedro Damián, que a petición suya, dio
lecciones de Sagrada Escritura en la abadía de Pomposa durante dos años, dedicó
a san Guido su libro «De Perfectione Monacorum».
A pesar de haber sido un santo, Guido no
escapó a la persecución. Por alguna razón, Heriberto, arzobispo de Ravena,
concibió un odio acerbo contra él y se decidió en verdad a destruir su
monasterio. Advertido del ataque que se aproximaba, la única medida de defensa
del abad fue un ayuno de tres días en compañía de toda su comunidad. Cuando el
arzobispo y sus soldados llegaron a las puertas de la abadía, Guido salió a
recibirlos, y con el mayor respeto y humildad, los condujo a la iglesia. El
corazón de Heriberto se conmovió: pidió perdón al abad, y prometió protegerlo
de allí en adelante. Al final de su vida, san Guido se retiró a la soledad,
pero fue llamado a Piacenza por el emperador Enrique III, que había llegado a
Italia y deseaba consultar al abad, de cuya santidad y sabiduría tenía grandes
referencias. El anciano obedeció muy a su pesar y se despidió tiernamente de
sus hermanos, diciéndoles que nunca más vería sus rostros. Había llegado a
Borgo San Domnino, cerca de Parma, cuando fue atacado repentinamente por una
enfermedad, de la que murió al tercer día. Se originó una disputa por la
custodia de su cuerpo entre Pomposa y Parma. El emperador dirimió la cuestión,
haciendo llevar las reliquias a la iglesia de San Juan Evangelista, en Speyer,
que más tarde fue rebautizada con el nombre de San Guido-Stift.
Existe una breve vida en latín que ha sido
publicada tanto por los bolandistas, Acta Sanctorum, marzo, vol. III, como por
Mabillon.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
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