San Pedro Regalado de Valladolid, religioso presbítero
fecha: 30 de marzo
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: 1390 - †: 1456 - país: España
canonización: Conf. Culto: Inocencio XI 17 ago 1683 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: 1390 - †: 1456 - país: España
canonización: Conf. Culto: Inocencio XI 17 ago 1683 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
En Aguilera, en el reino de Castilla,
san Pedro de Valladolid Regalado, presbítero de la Orden de los Hermanos
Menores, que, insigne por su humildad y el rigor de su penitencia, construyó
dos cenobios, en los que sólo debían vivir doce hermanos en total soledad.
Pedro Regalado nació en Valladolid,
España, en 1390. A los nueve años murió su padre. La madre lo educó
piadosamente. Muy joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores y se
distinguió pronto por su piedad, mortificación y pobreza, como también por el
amor al silencio y a la soledad. Comenzaba en España la reforma franciscana que
buscaba el reflorecimiento de la primitiva austeridad en la vida religiosa.
Pedro, al estudiar la regla franciscana,
se convenció de que la vida concreta de los religiosos no correspondía a sus
exigencias. Mientras en Italia san Bernardino de Siena promovía la reforma, en
España lo hacía Pedro de Villacreces con el eremitorio de Aguilera. En 1405 se
le unió Pedro Regalado como eficacísimo colaborador. En 1415 celebró su primera
misa. En Abrojo fundó un nuevo eremitorio, donde Pedro Regalado fue superior y
maestro de novicios. Los dos eremitorios de Aguilera y de Abrojo adquirieron
pronto gran fama por el celo de sus fundadores y por los estatutos que
contenían prescripciones severísimas. Así se convirtieron en fraguas de
numerosas vocaciones que llenaron a España de un vigoroso fervor de vida
franciscana y de santidad.
El sobrenombre de «Regalado» o «Reglado»,
recuerda el celo con que exigía la observancia de la regla. El Ministro General
de la Orden con fecha 20 de enero de 1455 le escribió una carta de elogio por
su trabajo y lo nombró comisario de los eremitorios. El Santo con su proprio
ejemplo se convirtió en un verdadero maestro de vida ascética y mística.
La estrictísima pobreza de su convento, a
menudo socorrida por Dios con prodigios, nunca cerró su corazón a los pobres,
para con quienes fue de una generosidad sin límites. Santidad y caridad
atrajeron hacia él y sus cohermanos el amor, la devoción y el reconocimiento de
un número siempre creciente de fieles. Los milagros obtenidos por la intercesión
del santo son muchísimos, algunos tan extraordinarios que parecen fantásticos:
transforma pan en rosas; atraviesa los ríos Duero y Rialza a pie enjuto, las
golondrinas le obedecen y abandonan el convento para no distraer a los
religiosos en su oración; pan abundante que sobra a la hora de la comida,
cuando no hay nada para comer, ni se puede conseguir por la gran nevada que ha
caído. Gravemente enfermo, pidió a sus cohermanos que le retrasaran la unción
de los enfermos porque venía el obispo de Palencia, Mons. Pedro de Castilla, a
administrársela. Sintiéndose cercano a la muerte, fue a Fresneda para
recomendar a León Salazar, su gran colaborador, que continuara en el camino
emprendido de la reforma; fue a Abrojo para dejar a sus cohermanos los últimos
recuerdos y exhortaciones; finalmente volvió a Aguilera, donde se durmió
serenamente en el Señor el 30 de marzo de 1456 a la edad de sesenta y seis
años. Lo canonizó Benedicto XIV el 29 de junio de 1746.
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1048
Beato Amadeo IX de Saboya, laico
fecha: 30 de marzo
n.: 1435 - †: 1472 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Inocencio XI 3 mar 1677
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1435 - †: 1472 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Inocencio XI 3 mar 1677
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Vercelli, en el Piamonte, beato
Amadeo IX, duque de Saboya, que durante su gobierno fomentó por todos los
medios la paz, y con su ayuda y celo sostuvo las causas de los pobres, las
viudas y los huérfanos.
refieren a este santo: Beata Luisa de
Saboya
Amadeo IX, que como su
antecesor, Humberto III,
fue luego beatificado, era hijo del duque Luis I de Saboya y de Ana de Chipre,
y nieto del antipapa Félix V. Amadeo nació en Thonon, en 1435, y fue prometido,
en la cuna, a Yolanda, hija de Carlos VII de Francia, cimentando así la paz
entre los dos países. Se le describe de agradable aspecto, de gran cultura y
dotado de gracias espirituales excepcionales; desgraciadamente, sufrió durante
toda su vida graves ataques de epilepsia, que en ocasiones lo dejaron postrado
e incapacitado del todo. Su matrimonio, que tuvo lugar en 1451, fue muy feliz,
pero casi todos sus cuatro hijos y dos hijas murieron muy jóvenes. En la
provincia de Brescia, que le fue dada como heredad, vivió una vida agradable y
apartada, lejos de las preocupaciones y tumultos de la corte; pero a la muerte
de su padre, fue llamado para asumir el gobierno de Saboya y del Piamonte. Fue
un gobernante clemente, aunque ineficaz para suprimir el soborno y para impedir
que los ricos oprimieran a los pobres. Por cierto, en los casos que se le
presentaban personalmente, estaba tan dispuesto a defender a los débiles, que
el duque Galeazzo de Milán, bromeando, dijo en cierta ocasión, que si bien en
el resto del mundo era mejor ser rico que pobre, en el ducado de Saboya se
favorecía a los mendigos y a los ricos se les trataba duramente.
Amadeo no podía
resistirse a dar limosnas a todo el mundo y, después de haber agotado el
contenido de su talega, se deshacía de su propia ropa y de cualquier cosa que
llevara. Se dice que en cierta ocasión, desbarató el collar que llevaba y
distribuyó las piedras. Cierta vez que un embajador se había estado jactando en
gran manera de las numerosas jaurías de perros de caza de diferentes razas que
su amo poseía, el duque le condujo a una terraza, fuera del palacio, donde
había numerosas mesas en las que los pobres de la ciudad estaban recibiendo de
comer: «Estas son mis jaurías y mis perros de caza -dijo-; con la ayuda de
estos pobres, yo salgo a caza de la virtud y persigo el Reino de los Cielos».
El embajador objetó que algunos de aquellos menesterosos eran viciosos e
indignos, tan sólo vagos e hipócritas. «Yo no los juzgaría tan severamente
-replicó Amadeo con gentileza-, para que Dios no me juzgue de esa manera a mí y
me niegue su bendición». Aborrecía la blasfemia y no retenía en su servicio al
que usara lenguaje profano. Era muy espléndido en sus limosnas y, sin embargo,
los recursos económicos del Estado no menguaban. Por el contrario, debido a su
prudente administración, las deudas adquiridas por sus predecesores fueron
pagadas y el erario, que él había encontrado vacío, fue colmado y pudo dotar a
tres de sus hermanas para el matrimonio, sin incurrir en deudas o exigir nuevos
impuestos.
En su vida privada era
extremadamente austero y, lejos de permitirse ciertas comodidades con el
pretexto de su mala salud, decía que estaba obligado a ayunar por esa misma
razón. Empezaba cada día meditando en privado y oyendo misa; se dice que
frecuentaba los sacramentos con más constancia de lo que era habitual en
aquella época. Como todos los hombres verdaderamente magnánimos, no guardaba
rencor a aquellos que lo trataban mal. Él había sido provocado muchas veces por
los Sforza de Milán; pero, cuando a la muerte del duque Francisco, el hijo de
éste, Galeazzo, en su prisa por llegar a Milán desde el Delfinado, fue
arrestado al tratar de cruzar de incógnito la Saboya, Amadeo lo trató con honor
y le proporcionó una escolta que lo condujera a Milán. Tiempo después, el
ingrato Galeazzo lo atacó, pero Amadeo puso fin a la guerra y se ganó su
amistad; concediéndole a su hermana Bona en matrimonio. Debe confesarse que
algunos historiadores juzgan su política menos favorablemente y sostienen que
su actitud conciliadora trajo como resultado que Saboya se convirtiera en un
centro de continua lucha. Sus hermanos se rebelaron en su contra varias veces,
pero él siempre los perdonó y los disculpó.
A causa de su
enfermedad, Amadeo renunció al gobierno en favor de su esposa, pero sus
subditos se rebelaron y él mismo fue hecho prisionero hasta que su cuñado, el
rey Luis XI, lo rescató. Aun cuando contaba sólo treinta y siete años, su
enfermedad había minado sus fuerzas y reconoció que su fin se acercaba.
Habiendo exhortado a sus hijos y nobles cortesanos con las palabras que con
frecuencia aparecen en imágenes del beato: «Sed justos; amad a los pobres y el
Señor dará la paz a vuestras tierras», Amadeo entregó su alma a Dios el 30 de
marzo de 1472. Fue beatificado en 1677.
Ver el Acta Sanctorum,
marzo, vol. III ; J. E. Gonthier, Oeuvres Historiques, vol. III, pp. 95-121; E.
Fedelini, Les Bienheureux de la Maison de Savoie (1925).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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