miércoles, 30 de marzo de 2016

San Pedro Regalado de Valladolid, religioso presbítero - Beato Amadeo IX de Saboya, laico (30 de marzo)


San Pedro Regalado de Valladolid, religioso presbítero

fecha: 30 de marzo
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: 1390 - †: 1456 - país: España
canonización: 
Conf. Culto: Inocencio XI 17 ago 1683 - C: Benedicto XIV 29 jun 1746
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.

En Aguilera, en el reino de Castilla, san Pedro de Valladolid Regalado, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, insigne por su humildad y el rigor de su penitencia, construyó dos cenobios, en los que sólo debían vivir doce hermanos en total soledad.
Pedro Regalado nació en Valladolid, España, en 1390. A los nueve años murió su padre. La madre lo educó piadosamente. Muy joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores y se distinguió pronto por su piedad, mortificación y pobreza, como también por el amor al silencio y a la soledad. Comenzaba en España la reforma franciscana que buscaba el reflorecimiento de la primitiva austeridad en la vida religiosa.
Pedro, al estudiar la regla franciscana, se convenció de que la vida concreta de los religiosos no correspondía a sus exigencias. Mientras en Italia san Bernardino de Siena promovía la reforma, en España lo hacía Pedro de Villacreces con el eremitorio de Aguilera. En 1405 se le unió Pedro Regalado como eficacísimo colaborador. En 1415 celebró su primera misa. En Abrojo fundó un nuevo eremitorio, donde Pedro Regalado fue superior y maestro de novicios. Los dos eremitorios de Aguilera y de Abrojo adquirieron pronto gran fama por el celo de sus fundadores y por los estatutos que contenían prescripciones severísimas. Así se convirtieron en fraguas de numerosas vocaciones que llenaron a España de un vigoroso fervor de vida franciscana y de santidad.
El sobrenombre de «Regalado» o «Reglado», recuerda el celo con que exigía la observancia de la regla. El Ministro General de la Orden con fecha 20 de enero de 1455 le escribió una carta de elogio por su trabajo y lo nombró comisario de los eremitorios. El Santo con su proprio ejemplo se convirtió en un verdadero maestro de vida ascética y mística.
La estrictísima pobreza de su convento, a menudo socorrida por Dios con prodigios, nunca cerró su corazón a los pobres, para con quienes fue de una generosidad sin límites. Santidad y caridad atrajeron hacia él y sus cohermanos el amor, la devoción y el reconocimiento de un número siempre creciente de fieles. Los milagros obtenidos por la intercesión del santo son muchísimos, algunos tan extraordinarios que parecen fantásticos: transforma pan en rosas; atraviesa los ríos Duero y Rialza a pie enjuto, las golondrinas le obedecen y abandonan el convento para no distraer a los religiosos en su oración; pan abundante que sobra a la hora de la comida, cuando no hay nada para comer, ni se puede conseguir por la gran nevada que ha caído. Gravemente enfermo, pidió a sus cohermanos que le retrasaran la unción de los enfermos porque venía el obispo de Palencia, Mons. Pedro de Castilla, a administrársela. Sintiéndose cercano a la muerte, fue a Fresneda para recomendar a León Salazar, su gran colaborador, que continuara en el camino emprendido de la reforma; fue a Abrojo para dejar a sus cohermanos los últimos recuerdos y exhortaciones; finalmente volvió a Aguilera, donde se durmió serenamente en el Señor el 30 de marzo de 1456 a la edad de sesenta y seis años. Lo canonizó Benedicto XIV el 29 de junio de 1746.
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1048




Beato Amadeo IX de Saboya, laico

fecha: 30 de marzo
n.: 1435 - †: 1472 - país: Italia
canonización: 
Conf. Culto: Inocencio XI 3 mar 1677
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Vercelli, en el Piamonte, beato Amadeo IX, duque de Saboya, que durante su gobierno fomentó por todos los medios la paz, y con su ayuda y celo sostuvo las causas de los pobres, las viudas y los huérfanos.
refieren a este santo: Beata Luisa de Saboya
Amadeo IX, que como su antecesor, Humberto III, fue luego beatificado, era hijo del duque Luis I de Saboya y de Ana de Chipre, y nieto del antipapa Félix V. Amadeo nació en Thonon, en 1435, y fue prometido, en la cuna, a Yolanda, hija de Carlos VII de Francia, cimentando así la paz entre los dos países. Se le describe de agradable aspecto, de gran cultura y dotado de gracias espirituales excepcionales; desgraciadamente, sufrió durante toda su vida graves ataques de epilepsia, que en ocasiones lo dejaron postrado e incapacitado del todo. Su matrimonio, que tuvo lugar en 1451, fue muy feliz, pero casi todos sus cuatro hijos y dos hijas murieron muy jóvenes. En la provincia de Brescia, que le fue dada como heredad, vivió una vida agradable y apartada, lejos de las preocupaciones y tumultos de la corte; pero a la muerte de su padre, fue llamado para asumir el gobierno de Saboya y del Piamonte. Fue un gobernante clemente, aunque ineficaz para suprimir el soborno y para impedir que los ricos oprimieran a los pobres. Por cierto, en los casos que se le presentaban personalmente, estaba tan dispuesto a defender a los débiles, que el duque Galeazzo de Milán, bromeando, dijo en cierta ocasión, que si bien en el resto del mundo era mejor ser rico que pobre, en el ducado de Saboya se favorecía a los mendigos y a los ricos se les trataba duramente.
Amadeo no podía resistirse a dar limosnas a todo el mundo y, después de haber agotado el contenido de su talega, se deshacía de su propia ropa y de cualquier cosa que llevara. Se dice que en cierta ocasión, desbarató el collar que llevaba y distribuyó las piedras. Cierta vez que un embajador se había estado jactando en gran manera de las numerosas jaurías de perros de caza de diferentes razas que su amo poseía, el duque le condujo a una terraza, fuera del palacio, donde había numerosas mesas en las que los pobres de la ciudad estaban recibiendo de comer: «Estas son mis jaurías y mis perros de caza -dijo-; con la ayuda de estos pobres, yo salgo a caza de la virtud y persigo el Reino de los Cielos». El embajador objetó que algunos de aquellos menesterosos eran viciosos e indignos, tan sólo vagos e hipócritas. «Yo no los juzgaría tan severamente -replicó Amadeo con gentileza-, para que Dios no me juzgue de esa manera a mí y me niegue su bendición». Aborrecía la blasfemia y no retenía en su servicio al que usara lenguaje profano. Era muy espléndido en sus limosnas y, sin embargo, los recursos económicos del Estado no menguaban. Por el contrario, debido a su prudente administración, las deudas adquiridas por sus predecesores fueron pagadas y el erario, que él había encontrado vacío, fue colmado y pudo dotar a tres de sus hermanas para el matrimonio, sin incurrir en deudas o exigir nuevos impuestos.
En su vida privada era extremadamente austero y, lejos de permitirse ciertas comodidades con el pretexto de su mala salud, decía que estaba obligado a ayunar por esa misma razón. Empezaba cada día meditando en privado y oyendo misa; se dice que frecuentaba los sacramentos con más constancia de lo que era habitual en aquella época. Como todos los hombres verdaderamente magnánimos, no guardaba rencor a aquellos que lo trataban mal. Él había sido provocado muchas veces por los Sforza de Milán; pero, cuando a la muerte del duque Francisco, el hijo de éste, Galeazzo, en su prisa por llegar a Milán desde el Delfinado, fue arrestado al tratar de cruzar de incógnito la Saboya, Amadeo lo trató con honor y le proporcionó una escolta que lo condujera a Milán. Tiempo después, el ingrato Galeazzo lo atacó, pero Amadeo puso fin a la guerra y se ganó su amistad; concediéndole a su hermana Bona en matrimonio. Debe confesarse que algunos historiadores juzgan su política menos favorablemente y sostienen que su actitud conciliadora trajo como resultado que Saboya se convirtiera en un centro de continua lucha. Sus hermanos se rebelaron en su contra varias veces, pero él siempre los perdonó y los disculpó.
A causa de su enfermedad, Amadeo renunció al gobierno en favor de su esposa, pero sus subditos se rebelaron y él mismo fue hecho prisionero hasta que su cuñado, el rey Luis XI, lo rescató. Aun cuando contaba sólo treinta y siete años, su enfermedad había minado sus fuerzas y reconoció que su fin se acercaba. Habiendo exhortado a sus hijos y nobles cortesanos con las palabras que con frecuencia aparecen en imágenes del beato: «Sed justos; amad a los pobres y el Señor dará la paz a vuestras tierras», Amadeo entregó su alma a Dios el 30 de marzo de 1472. Fue beatificado en 1677.
Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. III ; J. E. Gonthier, Oeuvres Historiques, vol. III, pp. 95-121; E. Fedelini, Les Bienheureux de la Maison de Savoie (1925).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1049

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