“La Imitación de Cristo”: el libro más
leído después de la Biblia
2016-12-09
Al completar
más de 50 años de labor teológica, me puse un desafío: retraducir la “Imitación
de Cristo” del latín medieval, retocando el estilo en el sentido de superar el
tradicional dualismo de la visión clásica y añadiéndole al final una parte
escrita dentro de la moderna cosmología que procura articular e incluir todas
las dimensiones, más adecuada al espíritu contemporáneo. Fue una tarea
minuciosa que me costó dos años de trabajo. Sería mi canto de cisne de la
teología más sistemática, mi “nunc dimittis, Domine” bíblico (“ahora,
Señor, puedo partir”).
Su
autor es el venerable Tomás de Kempis (1380-1471) nacido en Alemania. Fue
durante toda la vida maestro espiritual de jóvenes religiosos de los Canónigos
de San Agustín. Produjo una obra de profunda espiritualidad que ha alimentado a
la cristiandad hasta el día de hoy, siempre leída, meditada y citada siempre
por nombres notables como Freud, Jung y Heidegger.
Hay
más de mil ediciones de la “Imitación de Cristo” repartidas por el mundo y en
el British Museum se coleccionan más de mil ejemplares.
El
libro se compone de cuatro partes a las cuales me atreví a añadir una quinta,
usando el mismo estilo del autor. Le di como título “El seguimiento de Jesús
por los caminos de la vida”. El seguimiento completa la imitación, de forma que
por la imitación se busca alcanzar el Monte Tabor del alma y por el
seguimiento, la llanura y el valle donde luchan y laboran los seres humanos.
Tomás
de Kempis tenía una mente libre. Incluso dentro del espíritu de la tendencia
espiritual más difundida de la época, llamada Devotio Moderna, no se
dejó influenciar por ninguna escuela teológica o tendencia mística. Por el
contrario, muestra cierta distancia y también una sospecha velada sobre todo
saber teológico y teórico y sobre revelaciones particulares. Lo que cuenta para
él es la experiencia del encuentro con Cristo, con su cruz, con su obediencia
al Padre, con su humildad, con su misericordia, con el amor incondicional y con
su pasión y cruz valerosamente soportadas. El tema del despojamiento de sí
mismo y de todos los apegos del ego adquiere relevancia especial hasta el punto
de haber despertado la atención de los más agudos analistas de la condición
humana.
¿En
qué reside la singularidad de la Imitación de Cristo? El camino de la “Imitación
de Cristo” se centra en el Cristo de la fe y sus virtudes: su humildad, su amor
a los pobres y pecadores, su compasión con los enfermos y discriminados, su
actitud ante la condición humana que él compartió con nosotros. La Epístola a
los Hebreos dice claramente que él “pasó por las mismas pruebas que nosotros”
(4,15), estaba “rodeado de flaqueza” (5,2) y “aprendió la obediencia por medio
del sufrimiento” (5,8).
San
Pablo va más lejos al invitarnos a “tener los mismos sentimientos que Cristo
Jesús tuvo: no se aprovechó del hecho de ser Dios, sino que por solidaridad con
nosotros asumió la condición de siervo, presentándose como un simple hombre y
se humilló hasta aceptar la muerte de cruz” (cf. Flp 2, 5-8), castigo infame
para la época. No se “avergonzó de llamarnos hermanos y hermanas” (Hbr 2,11) y
en el juicio final se refiere a los pobres y marginados llamándolos “mis
hermanos y hermanas más pequeños” (Mt 25,40).
Estas
son las actitudes que propone el autor a sus oyentes para alcanzar un alto
nivel de vida espiritual. Cristo habla a la subjetividad de la persona en busca
de un camino espiritual y la lleva a descubrir todos los meandros de la malicia
humana pero también toda la grandeza de la posibilidad de conquistar un alto
nivel de vida interior.
Tomás
de Kempis, mejor que cualquier psicoanalista entiende los meandros más secretos
del alma humana, las solicitaciones del deseo, las angustias que produce, pero
también indica caminos de cómo enfrentarlas confiados siempre en la gracia de
Dios, en la misericordia de Jesús y en el completo despojamiento de sí mismo.
Procura consolar al fiel imitador con el ejemplo de Cristo, le muestra la
alegría inaudita de la intimidad con Él y, por fin, la grandeza de la
recompensa eterna que le está preparada en la eternidad.
El
libro ofrece una espiritualidad cristalina como el agua de la fuente detrás de
casa. Orienta y alimenta todavía en nuestros días la búsqueda humana de un
encuentro con el Misterio de todas las cosas: el Dios interior y exterior que
llena todo.
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