San Sabino de Spoleto, obispo y mártir
fecha: 7 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 30 de diciembre
†: c. 300 - país: Italia
canonización: pre-congregación
fecha en el calendario anterior: 30 de diciembre
†: c. 300 - país: Italia
canonización: pre-congregación
Elogio: En Spoleto, de la Umbría, san
Sabino, venerado como obispo y mártir.
En dos milenios de cristianismo no resulta
extraño el robo de reliquias. El caso más famoso es quizás el de los
comerciantes venecianos en Alejandría, Egipto, cuando se llevaron los restos
del evangelista san Marcos. Menos famoso pero que también perdura hasta hoy
día, es el de san Sabino de Spoleto. Segun parece, fue obispo de Spoleto, en la
Umbría, a finales del siglo III o comienzos del IV, porque su historia se
relaciona con la del emperador Diocleciano. Sabino fue encarcelado, y allí
devolvió la vista a un ciego. A juzgar por la iconografía posterior, y
posiblemente para impedir más milagros, se le cortaron las manos, pero esto no
le impidió continuar obrando. El milagro del ciego provocó la curiosidad y el
aprecio de su propio verdugo, víctima de una enfermedad ocular grave. Sabino se
reunió con él, lo curó y esto llevó a la conversión del funcionario, pero
también enfureció a los guardias imperiales, que no dudaron en matarlo a palos.
La Diócesis de san Sabino, Spoleto, lo
venera junto con los santos diáconos Marcelino y Esuperanzio (no presentes en
el Martirologio actualizado). Pero las reliquias del santo obispo no quedaron
en su ciudad, porque en el 954 era duque de Spoleto un tal Conrado, hijo del
marqués Berengario de Ivrea, en el Piamonte (ciudad carente de relación con
este santo); cuando en la ciudad de Spoleto estalló una terrible peste, el
duque trató de escapar de la muerte huyendo hacia las posesiones de su padre,
pero para proteger a Ivrea de la peste, decidió llevar consigo las milagreras
reliquias de San Sabino, aunque no con el consentimiento de los fieles.
Llegados a destino, estas reliquias comenzaron a ser fuente de milagros y
merecieron la reverencia por parte de los habitantes de Ivrea, que lo nombraron
patrono de su ciudad. La urna de las reliquias, conteniendo bien visible la
cabeza del santo, se custodia hasta hoy en la sacristía de la catedral de
Ivrea, y desde hace algunos años, se hace solemne procesión por las calles del
casco antiguo cada 7 de julio, aniversario del traslado.
San Sabino es también representado en los
mosaicos bizantinos de San Apolinar Nuovo, en Rávena. Es muy posible que este
santo sea el mismo que figuraba en el calendario anterior como san Sabimno,
mártir de Asís, muy cerca de Spoleto y con una tradición parecida, que se
celebraba el 30 de diciembre y ha sido quitado del Martirologio actualizado por
considerárselo una duplicación.
Basado (libremente) en un artículo de
Fabio Arduino para Santi e Beati. Hay dudas en el estudio hagiográfico sobre si
realmente san Sabino fue obispo; puede notarse en la redacción vacilante del
elogio: «a quien se venera como...» sobre esta cuestión, la bibliografía del
Butler remite a Delehaye, «Origines du culte des martyrs» p. 317.
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4434
San Juan el Silencioso o Hesicasta, monje y obispo
fecha: 7 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: c. 454 - †: 558 - país: Israel
otras formas del nombre: Juan Sabaíta, Juan Silenciario
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: c. 454 - †: 558 - país: Israel
otras formas del nombre: Juan Sabaíta, Juan Silenciario
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Palestina, san Juan el Silencioso o Hesicasta, el cual, habiendo
renunciado al episcopado de Colonia, en Armenia, vivió como monje en la laura
de San Sabas, en humilde servicio a los hermanos y en áspera soledad y
silencio.
refieren a este santo: San Gerásimo
San Juan fue apodado «hesicasta», es
decir, «silencioso», por su gran amor al silencio y el recogimiento. Nació al
año 454, en Nicópolis de Armenia, de una familia en la que se contaban varios
generales y gobernadores de aquella parte del imperio. Después de la muerte de
sus padres, Juan, que no tenía más que dieciocho años, construyó un monasterio
para él y otros diez compañeros. Bajo la dirección del joven superior, la
pequeña comunidad vivía entregada a la devoción y al trabajo. Pronto adquirió
san Juan gran fama de santidad y prudencia en el gobierno. Debido a ello, el
arzobispo de Sebaste le consagró obispo de Colonia, en Armenia, a los
veintiocho años de edad, muy contra la voluntad del joven. San Juan desempeñó
durante nueve años las funciones episcopales; instruyó celosamente a su grey,
se privó aun de lo más necesario para socorrer a los pobres, y conservó, en
cuanto pudo, el severo régimen de vida del monasterio. Pero, incapaz de poner
remedio a ciertos abusos y sintiéndose llamado al retiro, el santo decidió
finalmente abandonar su sede. En vez de volver a Armenia, se dirigió
secretamente a Jerusalén, sin saber a ciencia cierta lo que iba a hacer ahí.
Según cuenta su biógrafo, una noche en que san Juan se hallaba en oración, vio
una cruz muy brillante en el aire y oyó una voz que le decía: «Si quieres
salvarte, sigue esta luz». Guiado por la cruz, san Juan llegó a la laura (así
llaman en Oriente al claustro) o monasterio de san Sabas.
Convencido de que tal era la voluntad de Dios, el santo ingresó al punto en el
monasterio, que contaba con más de ciento cincuenta monjes. Tenía entonces
treinta y ocho años. San Sabas le puso al principio bajo las órdenes del
maestro de obras para que acarrease agua y piedra y ayudase a los obreros en la
construcción de un hospital. San Juan iba y venía como una bestia de carga,
totalmente concentrado en Dios, siempre alegre y silencioso. Después de esta
prueba, el experto superior le nombró encargado de los huéspedes, a los que el
santo servía como si se tratase del mismo Cristo. Al ver que su novicio
avanzaba rápidamente en el camino de la perfección, san Sabas le permitió
retirarse a una ermita para que pudiese entregarse del todo a la contemplación.
Los cinco primeros días de la semana, el santo, ayunaba en su celda; pero los
sábados y domingos, asistía a los oficios en la iglesia. Al cabo de tres años
de vida eremítica, san Juan fue nombrado supervisor de la laura. A pesar de los
numerosos asuntos en que se ocupaba por su cargo, su gran amor a Dios le
permitía vivir con el pensamiento fijo en Él, continuamente y sin esfuerzo.
Cuatro años más tarde, san Sabas juzgó a
san Juan digno del sacerdocio y decidió presentarle al patriarca Elías. Al
llegar a la iglesia del Monte Calvario, donde la ordenación iba a tener lugar,
Juan dijo al patriarca: «Santo Padre, tengo que deciros algo en privado; si
después de oírme me juzgáis apto para el sacerdocio, recibiré las sagradas
órdenes». El patriarca le concedió una entrevista a solas. San Juan, después de
obligarle al más estricto secreto, le dijo: «Padre, yo soy obispo; pero, por
mis muchos pecados, tuve que venir a refugiarme en este desierto a esperar la
venida del Señor». Elías quedó sumamente sorprendido y se comunicó con san
Sabas para decirle: «No puedo ordenar a este hombre, por lo que me ha
comunicado en secreto». San Sabas volvió al monasterio muy preocupado, pues
temía que Juan hubiese cometido un crimen horrible; pero, en respuesta a sus
oraciones, Dios le reveló la verdad y le obligó a no comunicarla a nadie.
El año 503, algunos monjes rebeldes
obligaron a san Sabas a abandonar la laura. Entonces, san Juan se retiró,
durante seis años, a un desierto vecino y volvió a la laura al mismo tiempo que
san Sabas. Vivió todavía cuarenta años en su celda. La experiencia le había
mostrado que las almas acostumbradas a hablar con Dios no encuentran más que
amargura y vacío en el trato con los hombres. Además, su humildad y su deseo de
vivir olvidado de todos le impulsaban, más que nunca, a la soledad. Pero la
fama de su santidad atraía constantemente a los visitantes y, el santo
comprendió que no debía negarse a quienes necesitaban de sus consejos. Entre
éstos se contaba a Cirilo de Escitópolis, quien escribió su biografía cuando el
santo tenía ya ciento cuatro años; según Cirilo, san Juan conservaba todavía la
lucidez que le había caracterizado toda su vida. El mismo biógrafo relata que,
de joven, había ido a consultar al santo ermitaño acerca de su vocación. San
Juan le aconsejó que entrase en el monasterio de San Eutimio. En lugar de
obedecer, Cirilo ingresó en un monasterio de la ribera del Jordán, donde
contrajo una fiebre que le puso a las puertas del sepulcro. Pero san Juan se le
apareció en sueños, le reprendió bondadosamente y le dijo que en el monasterio
de San Eutimio recobraría la salud y el favor de Dios. A la mañana siguiente,
Cirilo partió al monasterio de San Eutimio, completamente restablecido. El
mismo autor cuenta que, en su presencia, san Juan arrojó eI mal espíritu que se
había apoderado de un niño, con sólo trazar con aceite, una cruz sobre su
frente. Con su ejemplo y sus consejos, san Juan convirtió muchas almas a Dios.
Su vida en la ermita fue una imitación perfecta -en cuanto eso sea posible para
la naturaleza humana- de la de los gloriosos espíritus que, en el cielo, aman y
alaban constantemente a Dios. Con ellos fue a reunirse el santo el año 558,
después de pasar setenta y seis años en una soledad sólo interrumpida por los
nueve años de episcopado.
Cirilo de Escitópolis, en cuya obra se
basa todo lo que sabemos sobre San Juan, ingresó probablemente en el monasterio
de San Eutimio el año 544, y pasó a la laura de Jerusalén en 554. Como todos
sus contemporáneos, Cirilo era muy crédulo y tenía un gusto exagerado por lo
maravilloso; pero narró fielmente lo que él consideraba como la verdad. La
biografía que escribió puede leerse en Acta Sanctorum, mayo, vol. VI. Véase
también Erhard, Römische Quartalschrift, vol. III (1893), pp. 32 ss.; y el
texto de Cirilo en E. Schwartz, Kyrillos von Skythhopolis (1939).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4437
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