Santa Fara, abadesa
fecha: 7 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 3 de abril
n.: 595 - †: 657 - país: Francia
otras formas del nombre: Burgundófara
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
fecha en el calendario anterior: 3 de abril
n.: 595 - †: 657 - país: Francia
otras formas del nombre: Burgundófara
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En Eboriacum (hoy Faramoutiers), de la región de Meaux, en la Galia,
santa Fara, abadesa, la cual, habiendo gobernado durante muchos años el
monasterio, fue agregada al grupo de las vírgenes que siguen al Cordero de
Dios.
Patronazgos: protectora de la vista y los problemas en los ojos.
refieren a este santo: Santa Edilburga, San Farón de
Meaux
Nació en el pueblo de Pipimisicum (hoy
Poincy, en Meaux) del conde Cagnerico y Leodegonda, y tuvo dos hermanos santos: Cagnoaldo,
Monje en Luxeuil y Farone,
obispo de Meaux. De niña fue bendecida y dedicada a Dios por San Columbano,
quien, exiliado de Luxeuil, había recibido la hospitalidad de sus padres.
Sin embargo, llegada a la mayoría de edad,
su padre, con independencia de la promesa hecha al santo, pensó en casarla. La
joven cayó enferma y permaneció en ese estado hasta que Eustasio,
sucesor de Columbano en la dirección del monasterio de Luxeuil, reveló a
Cagnerico que, dejádola libre para dedicarse a Dios, sanaría. El padre lo
prometió y la joven recuperó la salud. Lo prometió, pero no lo mantuvo, y Burgundofara,
cuanddo comenzaron a hablar de nuevo de planes de boda, abandonó el hogar
familiar y se refugió con una amiga fiel, en la iglesia de San Pedro.
Descubierta, se le pidió que regresara a la familia, e incluso se la amenazó de
muerte si se negaba, pero no abandonó su decisión. Eustasio, informado de lo
que estaba ocurriendo, amonestó severamente a Cagnerico, e impuso el velo a la
joven.
Burgundofara más tarde heredó de su padre
un terreno entre dos ríos: allí fundó el monasterio de Evoriacum (Faremoutiers),
del que fue abadesa durante cuarenta años. El monasterio, construido junto a la
iglesia consagrada a la Virgen y a los santos Pedro y Pablo, pronto se
convirtió en un centro de ferviente vida espiritual: se adoptó primero la regla
de san Columbano, y luego la benedictina.
Entre los milagros que se le atribuyeron
ya en vida estuvo el de devolver la vista a una de las hermanas de su
comunidad, que es uno de los temas con el que se la representa en su
iconografía. Burgundofara murió alrededor de 675 y su cuerpo fue enterrado
cerca del altar, junto al de su hermano Farone. Unas décadas más tarde, Maiolo,
abad del monasterio de la Santa Cruz de Meaux, expuso las reliquias a la
veneración pública.
Extractado y traducido para ETF de un
artículo de Pietro Burchi en Santi e Beati.
fuente: Santi e Beati
accedida 968 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4439
Santa María Josefa Rossello, virgen y fundadora
fecha: 7 de diciembre
n.: 1811 - †: 1880 - país: Italia
canonización: B: Pío XI 6 nov 1938 - C: Pío XII 12 jun 1949
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1811 - †: 1880 - país: Italia
canonización: B: Pío XI 6 nov 1938 - C: Pío XII 12 jun 1949
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Savona, en Italia, santa María
Josefa (Benedicta) Rossello, virgen, que fundó la Congregación de Nuestra
Señora de la Misericordia y, confiando solamente en Dios, se entregó con todo
ahínco a procurar la salvación de las almas.
Con frecuencia se ha dicho de los santos
taumaturgos que el mayor de sus milagros fue su propia vida. El Dr. P. D.
Sessa, al escribir sobre María Josefa Rossello, hace notar que no se distinguió
por las visiones y voces celestiales y otras maravillas, pero que tres de las
primeras religiosas de su congregación vivieron más de cien años, y que en vida
de la santa, la pequeña semilla de la primera fundación produjo sesenta y ocho
conventos. Josefa nació en 1811, en Albisola Marina, delicioso pueblecito costeño
de Liguria. Fue la cuarta de los nueve hijos de Bartolomé Rossello y María
Dedone. Bartolomé era alfarero. La niña recibió en el bautismo el nombre de
Benita (Benedetta), que auguraba su futura santidad. Benita era vivaz e
inteligente. El Dr. Sessa la llama «piccola condottiera» («la jefecita»). Pero
la palabra «condottiere» ha significado también en la historia «soldado
aventurero», y el espíritu aventurero formaba también parte del carácter de
Benita. Un incidente de su niñez constituye un excelente ejemplo de lo que
acabamos de decir: los habitantes de Albisola organizaron una peregrinación al
santuario de Nuestra Señora de la Merced de Sayona; a causa de la distancia,
todos los niños se quedaron en el pueblo. En tanto que los adultos estaban
ausentes, Benita organizó otra peregrinación entre sus compañeros y compañeras
de juego. Enarbolando una bandera hecha con un delantal, la niña guió la
procesión al santuario de Nuestra Señora de la Merced que había en el pueblo.
Oyendo a los niños cantar himnos, el sacristán creyó que se trataba de los
peregrinos que volvían de Sayona y mandó echar las campanas a vuelo. En esa
forma, la cruzada de los niños terminó triunfalmente. Según parece, Benita
tenía entonces unos nueve años.
Siempre fue muy sensible a la belleza de
las cosas creadas, particularmente a la hermosura del mar. En ciertos momentos
del día, la belleza del mundo la hacía prorrumpir en exclamaciones de gozo.
Naturalmente, tenía particular devoción a San. Francisco de Asís. A los
dieciséis años, fue recibida en la tercera orden de San Francisco y tomó por
director espiritual al capuchino Angel de Sayona. Durante algún tiempo, Benita
pensó en hacerse anacoreta; pero su director la disuadió de ello. A los
diecinueve años, la joven entró a servir en casa de la familia Monleone, en
Sayona. A ese propósito solía repetir: «Las manos están hechas para el trabajo
y el corazón para Dios». Durante siete años Benita asistió al señor Monleone,
que estaba baldado. Todo el dinero que ganaba lo enviaba a su casa, pues su
familia se hallaba en condiciones económicas difíciles. Benita habría podido
permanecer toda la vida en casa de los Monleone; pero, después de la muerte del
inválido, la joven se sintió llamada a abandonar el mundo.
Mons. Agustín de Mari era entonces obispo
de Sayona. Angustiado por los peligros que acechaban a las jóvenes en la
ciudad, deseaba fundar una obra para ocuparse de ellas. Benita había sido ya
rechazada de un convento por falta de dote. Así pues, cuando se enteró del
proyecto del obispo, se presentó a ofrecerle sus servicios. Mons. de Mari quedó
muy bien impresionado por la actitud y modales de la joven y aceptó su
ofrecimiento. El 10 de agosto de 1837, Benita, sus primas Angela y Dominga
Pescio, y Paulina Barla, establecieron su residencia en una ruinosa casa de
Sayona, llamada «La Commenda». Las nuevas religiosas se llamaron a sí mismas
«Hijas de Nuestra Señora de la Merced» y Benita tomó el nombre de María Josefa.
Todo lo que poseían se reducía a unos cuantos muebles, cuatro colchones de paja
sobre el suelo, una bolsa de patatas y unas cuantas monedas; también tenían un
crucifijo y una estatua de la Santísima Virgen. La finalidad de la congregación
consistía en instruir a las niñas pobres, particularmente desde el punto de
vista espiritual, y en fundar hospederías, escuelas, hospitales y toda clase de
obras de misericordia, de acuerdo con el dictado de la inspiración divina.
La congregación quedó canónicamente
constituida en octubre de ese mismo año. La primera superiora fue la madre
Ángela. La hermana Josefa quedó como maestra de novicias y limosnera. En 1840,
fue a su vez elegida superiora y ocupó ese cargo hasta su muerte. La primera
casa resultó pronto demasiado pequeña. La comunidad alquiló entonces una casa,
alrededor de la cual creció el macizo grupo de edificios que rodean actualmente
la casa matriz de Sayona. Una de las primeras pruebas que debió soportar la
madre Josefa fue la muerte del bondadoso y espléndido Mons. de Mari, sobre todo
teniendo en cuenta que el vicario capitular no veía con buenos ojos a la nueva
congregación. Pero el obispo que sucedió a Mons. de Mari después de un largo
período de sede vacante, tenía ideas semejantes a las de su predecesor. Él fue
quien aprobó las constituciones en 1846, cuando la congregación tenía ya
treinta y cinco religiosas. Para entonces, habían partido de la casa madre los
primeros miembros de la comunidad para encargarse del hospital de Varazze y de
enseñar en las escuelas del municipio. Las fundaciones se multiplicaron en el
norte de Italia, no sin dificultades. En algunas ciudades las religiosas
encontraron oposición; por otra parte, la madre Josefa atravesó por un período
de mala salud y el obispo insistió en que se tomase un descanso. A todo esto se
añadían las dificultades económicas. Estas se resolvieron en parte, gracias a
dos legados, uno de los cuales, totalmente inesperado, provenía de la Sra.
Monleone, amiga y antigua ama de la santa.
Mons. de Mari había soñado siempre con que
las religiosas fundasen casas de refugio para las jóvenes arrepentidas. La
madre Josefa no lo había olvidado. Aunque el primer ensayo hecho en Génova
resultó un fracaso, la santa consiguió fundar tres casas de refugio, a las que
ella llamaba Casas de la Divina Providencia. Una de estas instituciones, la de
Albisola, ocupaba la casa del franciscano Fernando Isola, a quien los turcos
habían matado por odio a la fe en 1648, en Escútari. Se ha dicho de la madre
Josefa que, en cuanto tenía un poco de dinero, pensaba en una nueva fundación.
Entre sus obras se cuenta la Casa del Clero, que tenía por finalidad fomentar
las vocaciones sacerdotales y ayudar a los seminaristas. El dinamismo y la
visión de la santa provocaron la oposición de muchos miembros del clero contra
esta innovación. Pero ella consiguió ganarse la voluntad del obispo, Mons.
Cerruti, que defendió la Casa del Clero. Su sucesor, Mons. Boraggini, apoyó
positivamente la fundación. En 1875, se fundó en América la primera casa de las
Hijas de Nuestra Señora de la Merced, ya que las religiosas se establecieron en
Buenos Aires; San Juan Bosco las había recomendado y había bendecido la
empresa. Pronto empezaron a multiplicarse en el Nuevo Mundo las escuelas,
hospitales, casas de refugio y otras obras de beneficencia.
En un retrato tomado en sus últimos años
la santa aparece con un rostro firmemente perfilado y lleno de energía, sereno
y con un dejo de obstinación. Es una anciana típica de principios del siglo
XIX. La madre Josefa fue una de esas personas que esconden la santidad bajo las
apariencias más sencillas. Aquella mujer que había fundado tantos conventos y
obras de beneficencia, nunca se parecía más a si misma que cuando fregaba los
pisos, limpiaba mesas o lavaba la ropa. A los sesenta y cuatro años, Santa
Josefa empezó a sentir los efectos de las incesantes actividades de su vida. El
corazón empezó a fallarle y la santa no tardó en perder el uso de sus piernas,
de suerte que se vio obligada a contentarse con supervisar cl trabajo de sus
hermanas, sin poder tomar parte en él. Eso la hizo sufrir mucho y solía repetir:
«Soy una carga inútil; no hago más que estorbar». A esta prueba se añadió la de
«la noche oscura del alma», cuando la madre Josefa fue presa de terribles
escrúpulos y se sentía condenada al infierno. Pero su fe estuvo a la altura de
aquel aparente abandono de Dios y la santa decía con frecuencia a sus hijas:
«Aferraos a Jesús. Sólo cuentan Dios, el alma y la eternidad. El resto no vale
nada». El 7 de diciembre de 1880, María Josefa Rossello, llena de paz y humilde
confianza, fue a recibir el premio de sus trabajos. Tenía entonces sesenta y
nueve años. Su canonización tuvo lugar en 1949.
Existe una edición particular de la vida
de Santa Josefa, escrita por Katherine Burton. Francisco Martinengo,
colaborador de la santa, publicó una biografía en italiano. El Dr. Piero
Delfino Sessa escribió una útil semblanza biográfica, que fue publicada en
Turín en 1938. Santa Josefa figura entre los santos franciscanos, ya que
perteneció a la tercera orden.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 1380 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4441
No hay comentarios:
Publicar un comentario