Santos Timoteo y Tito, obispos
fecha: 26 de enero
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Timoteo y san
Tito, obispos, que, discípulos del apóstol san Pablo y colaboradores suyos en
el ministerio, presidieron las Iglesias de Efeso, el primero, y de Creta, el
segundo. Su maestro les dirigió cartas con sabias advertencias para la
formación de los pastores y de los fieles.
Patronazgos: (Timoteo): protector contra
los dolores de estómago (seguramente por 1Tim 5,23)
Oración: Oh Dios, que hiciste brillar
con virtudes apostólicas a los santos Timoteo y Tito, concédenos, por su
intercesión, que, después de vivir en este mundo en justicia y santidad,
merezcamos llegar al reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
La nueva edición del Martirologio Romano celebra conjuntamente a
estos dos obispos de los primeros tiempos de la Iglesia, y destinatarios de
tres epístolas canónicas, dos a Timoteo y una a Tito, enviadas bajo el nombre
del Apóstol de los Gentiles. En la edición anterior del Martirologio la memoria
de san Timoteo estaba inscripta el 24 de enero, y se le consideraba mártir,
caracterización que no surge de ninguna fuente confiable y que se ha retirado
del Martirologio actual; la memoria de san Tito era tradicionalmente el 6 de
febrero. Al rememorarlos conjuntamente, el nuevo Martirologio posiblemente
quiere hacer más hincapié en lo que ellos representan como modelos del episcopado,
que en las cuestiones estrictamente biográficas, de las que carecemos en muchos
casos de datos contrastables. En cuanto a las epístolas, la crítica bíblica
contemporánea es casi unánime de que se trata de escritos «pseudoepigráficos»
es decir que no son propiamente escritos por san Pablo sino por alguien de su
escuela, que firma con su nombre para dejar señalado que lo que escribe reviste
la misma autoridad que la del iniciador de la escuela, procedimiento harto
habitual entre los escritores antiguos. Se consideran en general escritos del
fin del siglo I o inicios del II, y por lo tanto un precioso testimonio de la
vida de la Iglesia cuando ya iba finalizando la «época apostólica» y la Iglesia
había adquirido institucionalmente gran parte de los rasgos que luego
desplegará en el resto de la historia. Naturalmente la pseudoepigrafía (que es
una cuestión estrictamente histórica y literaria) no afecta a que las epístolas
sean canónicas (es decir, a que sean recibidas por la Iglesia como Palabra de
Dios), que lo han sido desde el principio.
Transcribimos las dos noticias hagiográficas del Butler (como
siempre, en la edición castellana del P. Guinea, 1964), que, aunque dan por
supuesto la identidad entre san Pablo y el autor de las cartas, resumen muy
bien lo que puede considerarse el saber tradicional en torno a estos dos
personajes. Para la cuestión crítica en torno a las «Cartas pastorales»
conviene leer alguna introducción moderna, como Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo,
Verbo Divino, pág. 450ss. (artículo de Robert Wild, SJ).
San Timoteo
San Timoteo, el discípulo amado de san Pablo, era probablemente
originario de Listria de Licaonia. Su padre era gentil; su madre, que se
llamaba Eunice, era judía y abrazó el cristianismo junto con la abuela de
Timoteo. San Pablo alaba la fe de esas dos mujeres.
Desde su juventud, nuestro santo se había entregado al estudio de
la Sagrada Escritura y, cuando san Pablo se hallaba predicando en Licaonia, los
cristianos de Iconio y Listria le hicieron tales alabanzas del buen natural de
Timoteo, que el Apóstol le tomó por compañero para sustituir a Bernabé. Aquella
adopción dio motivo para que el «Apóstol de las Gentes» pusiera de manifiesto
su celo y su prudencia, porque si bien poco antes se había negado a hacer
circuncidar a un tal Tito, cuyos padres eran gentiles, con el propósito de
demostrar la libertad del Evangelio y refutar a quienes sostenían que el rito
de la circuncisión seguía siendo un precepto en la Nueva Ley, hizo que se
circuncidara, en cambio, Timoteo, hijo de una judía, estimando que con ello le
haría más aceptable a los ojos de los judíos y, al mismo tiempo demostraba que
no era enemigo de la ley. San Crisóstomo alaba la prudencia que mostró en esto
san Pablo. A ello añadiremos nosotros la alabanza a la obediencia de su
discípulo. San Pablo impuso las manos a Timoteo y le confió el ministerio de la
predicación. A partir de ese momento, vio en él no sólo a un discípulo e hijo
muy querido, sino a un hermano y compañero en el trabajo. San Pablo le llamaba
«hombre de Dios», y en su epístola a los Filipenses dijo que nadie le estaba
más unido en espíritu que Timoteo.
San Pablo visitó después de Listra todo el resto de Asia Menor.
Embarcó con rumbo a Macedonia y predicó en Filipos, Tesalónica y Berea. Acosado
por el furor de los judíos, tuvo que abandonar esta última ciudad, dejando ahí
a Timoteo para que confirmara en la fe a los neófitos. Al llegar a Atenas mandó
a buscarle; pero, al saber que los cristianos de Tesalónica sufrían una cruel
persecución, les envió a Timoteo, como su representante, para animarles.
Timoteo se reunió con san Pablo en Corinto para darle cuenta de sus triunfos.
El Apóstol escribió entonces su primera epístola a los tesalonicenses. Después
continuó sus viajes: de Corinto fue a Jerusalén y luego a Efeso, donde
permaneció dos años. El año 58 proyectaba volver a Grecia y decidió enviar por
delante a Timoteo y a Erasto con instrucciones para que atravesaran Macedonia,
anunciando a los fieles su próxima visita, y recogiendo las limosnas que se
proponía mandar a los cristianos de Jerusalén.
Después de este viaje, Timoteo se dirigió a Corinto, donde su
presencia era necesaria para reavivar entre los fieles las enseñanzas de su
maestro. Es indudable que la recomendación que hace san Pablo de su discípulo
(en I Cor. 16:10), está relacionada con este viaje. El apóstol esperó en Asia
Menor a Timoteo, y, al reunirse, partieron juntos a Macedonia y Acaya. Timoteo
se separó de él en Filipos y volvió a reunírsele en Troya. San Pablo fue
arrestado a su regreso a Palestina y enviado a Roma, después de dos años de
prisión en Cesárea. Timoteo parece haber estado con él casi todo el tiempo, y
san Pablo le nombra en el encabezado de sus epístolas a Filemón y a los
Filipenses. Timoteo fue también hecho prisionero por Cristo y confesó Su nombre
en presencia de muchos testigos, pero se le dejó en libertad. Fue elegido
obispo, según parece, por especial inspiración del Espíritu Santo. Cuando san
Pablo regresó de Roma, dejó a Timoteo al frente de la Iglesia de Efeso para
acabar con los falsos maestros y ordenar sacerdotes, diáconos y aun obispos.
San Juan Crisóstomo y otros padres suponen que el apóstol confió a Timoteo
todas las iglesias de Asia. Todos hablan de Timoteo como del primer obispo de
Efeso.
San Pablo escribió su primera carta a Timoteo desde Macedonia; la
segunda desde Roma, donde estaba prisionero, pidiéndole que fuera a verle a la
capital del Imperio antes de su muerte. Esta segunda carta es una explosión de
ternura de san Pablo por su discípulo: le alienta en sus dificultades, procura
reavivar en él la intrepidez y el fuego del Espíritu Santo que la ordenación le
había dado, le da instrucciones sobre los falsos hermanos de aquella época y
predice nuevos desórdenes y dificultades en la iglesia.
San Timoteo sólo bebía agua; pero, como su salud se resintiera por
las grandes austeridades, san Pablo le aconsejó que tomara un poco de vino. San
Juan Crisóstomo comenta: «No le dijo simplemente: "Toma vino," sino
"Toma un poco de vino"; y esto no porque Timoteo necesitara tal
consejo, sino porque nosotros lo necesitamos». San Timoteo era todavía joven
por entonces; tenía alrededor de cuarenta años, según parece. No es por lo
tanto difícil que haya ido a Roma a ver a su maestro. Debemos suponer que
Timoteo fue nombrado obispo de Efeso por san Pablo, antes de la llegada de san
Juan a esa ciudad. Una firme tradición afirma que san Juan ejerció también el
apostolado en Efeso y que supervisaba todas las iglesias de Asia. Los antiguos
martirologios ponen a san Timoteo entre los mártires.
Las «Actas de Timoteo», atribuidas en parte al famoso Polícrates,
obispo de Efeso, pero que parecen haber sido escritas en dicha ciudad en el
siglo IV o V y resumidas por Focio, relatan que san Timoteo fue apedreado y
apaleado por los paganos al manifestar su oposición a sus ceremonias. En
efecto, el 22 de enero se celebraba la fiesta llamada Katagogia, y ese día los
paganos recorrían en grupos la ciudad, llevando en una mano un ídolo y en la
otra un palo. Existen pruebas de que las supuestas reliquias de san Timoteo
fueron trasladadas a Constantinopla, durante el reinado de Constancio. San Juan
Crisóstomo y san Jerónimo hacen alusión a los portentos sobrenaturales que
tuvieron lugar en el santuario de Constantinopla, como a una cosa de todos
conocida.
Ver Acta Sanctorun, 24 de enero. El texto griego de las llamadas
Actas de san Timoteo fue editado por H. Esener, el cual, en vista de la
sobriedad de dicho texto por lo que se refiere a elementos milagrosos, se
inclina a pensar que tiene una base histórica y que se deriva tal vez de una
crónica efesina. La ausencia de toda referencia a la traslación de las
reliquias de san Timoteo a Constantinopla en 356 le induce a creer que las
Actas de san Timoteo fueron compuestas antes de esa fecha. Cf. R. Lipsius, Die
apokryphen Apostelgeschichten, vol. II, pt. 2, pp. 372 ss.; y Biblioteca
Hagiográfica Latina, n. 1200; Biblioteca Hagiográfica Griega, n. 135.
San Tito
San Tito nació gentil y parece que fue convertido por san Pablo,
quien lo llama su hijo en Cristo. Su virtud y méritos le ganaron el afecto del
apóstol, pues encontramos que lo empleaba como secretario. Pablo lo trata como
a su hermano y socio en sus labores, ensalza su celo por sus hermanos y expresa
el consuelo que en él encontraba. En una ocasión declaró que no estaba
tranquilo, porque no había encontrado a Tito en Troas. Fueron juntos al
concilio celebrado en Jerusalén para debatir la cuestión de los ritos mosaicos;
y aunque el apóstol había consentido en la circuncisión de Timoteo para que su
ministerio fuera aceptable entre los judíos, no quiso permitir lo mismo con
Tito, por el temor de que así se justificara el error de ciertos hermanos, que
sostenían que las ceremonias prescritas en la ley mosaica no quedaban abolidas
por la ley de la gracia. San Pablo envió a Tito de Efeso a Corinto para poner
fin a varias ocasiones de escándalo, y también para apaciguar las discordias en
aquella Iglesia. Lo recibieron allí con gran respeto, y quedó satisfecho por lo
que se refería a la penitencia y sumisión de los transgresores; pero no
consiguieron que aceptara de ellos ningún regalo, ni siquiera su propio
sustento. Amaba en singular forma a esa Iglesia; ahí le suplicaron intercediera
con san Pablo para obtener el perdón del hombre incestuoso. Por segunda vez el
apóstol lo envió a Corinto a reunir limosnas para los cristianos pobres de
Jerusalén. Todos estos detalles los sabemos por las dos cartas de san Pablo a los
corintios.
San Pablo se detuvo algún tiempo en la isla de Creta para predicar
la fe de Jesucristo; pero como las necesidades de otras Iglesias requerían su
presencia en otras partes, consagró obispo a Tito para aquella isla, y lo dejó
para que terminara el trabajo que él había comenzado; «podemos juzgar por la
importancia del cargo, la gran estima que san Pablo tenía por su discípulo».
Pero más tarde, a su regreso a Europa, el apóstol le ordenó a Tito que lo
encontrara en Nicopolis de Epiro, y que se pusiera en camino tan pronto como
Tiquio o Artemas, a quien había enviado para ocupar su lugar, llegara a Creta.
San Pablo envió estas instrucciones a Tito en una epístola canónica dirigida a
él. Le mandaba que designara presbíteros para todas las ciudades de la isla,
resumía las principales cualidades de un obispo, y le daba consejos respecto a
su propia conducta para con su rebaño, exhortándole a que mantuviese una
estricta disciplina entre los cretenses, de los que Pablo tenía una pobre
opinión. Esta carta contiene la regla para la vida episcopal, y podemos
considerarla fielmente copiada en la vida de este discípulo. Después de una
visita a Dalmacia, Tito retornó a Creta, y todo lo más que podemos afirmar de
él es que terminó su vida laboriosa y santa con una muerte tranquila, a edad
muy avanzada. En Creta siempre se ha considerado a san Tito como el primer
arzobispo de la sede, pero solamente hasta la época del Papa Pío IX fue cuando
se le señaló en la Iglesia occidental una fiesta especial en su honor el día 6
de febrero.
Prácticamente no sabemos nada acerca de san Tito, fuera de su
relación con san Pablo. Detalles como los que se encuentran en las Actas de
santa Tecla que dicen que Tito nació en Iconio, o en la de san Crisóstomo en
que parece que nació en Corinto, no son dignos de confianza. Para una
cronología y una discusión más completa, el lector debe consultar libros
especialmente dedicados a san Pablo. Ciertas Actas de Tito que han sido
escritas por «Zenas el abogado», que se menciona en la Epístola a Tito (3:13),
sólo pueden considerarse como literatura novelesca; sin embargo, parece que
estuvieron algún tiempo en boga. De la misma fuente proviene el relato de Tito
que se menciona en el Synaxarium de Constantinopla con fecha 25 de agosto, día
de su fiesta en la Iglesia bizantina (véase la edición de Delehaye en el Acta
Sanctorum, p. 921). Aquí se representa a Tito como de descendencia real y
nacido en Creta, de donde, a la edad de veinte años, fue llamado a Judea por
una voz del cielo, un año antes de la Ascensión de Nuestro Señor. También se
dice que vivió en Creta hasta que fue nonagenario. Véase Die apokr.
Apostelgesch, de R. Lipsius, vol. II, 2. pp. 401-406.
fuente: «Vidas de los
santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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