El primero
Primer domingo ya del mes de
julio de este año 2021, el primero después de la pandemia del virus de la
corona. Tal vez sea mejor llamarlo el año de la 'vacuna'. Acabaremos vacunados
todos y en todo el mundo.
Y seguramente que este virus
de la corona quedará sentenciado. Probablemente.
Pero me atrevo a pensar que
este virus de la corona permanecerá en varias presencias de sus múltiples
variantes.
Es el virus de ser el primero
Es el virus de ser el más
fuerte
Es el virus de ser el más
grande
Es el virus de ser el más
rico
Es el virus de ser el más
guapo, más sabio, más...
Excelente. Matrícula.
Campeón. El oro. El mejor. El doctor. El único
A poco que uno se olvide o
descuide comienza el proceso de verse, quererse y llegar a ser citius altius
fortius.
¿Es normal? Es humano, ¿muy
humano? Seguramente
Y es también muy religioso.
El llamado fanatismo se
alimenta de los aires de estas camufladas cepas del virus del poder.
Virus que tiene su espacio:
un templo y todas sus variantes
Virus que tiene su tiempo: un
viernes, un sábado, un domingo, primavera, amanecer
Virus que tiene su ordenada
institucionalización jerarquizada.
Y diría, en lenguaje de
nuestros días, que este virus tiene su propio relato, su propia memoria, su
historia.
Y acabo: "La realidad de
las mil caras de este virus de la corona es como es, recomiendo que no se trate
de cambiar, sólo sugiero que se conozca". Más de un lector sabrá constatar
que esta cita no es otra cosa que una adaptación de otra expresión del
novelista francés Flaubert en su Madame Bovary.
Cuando me leo las narraciones
evangélicas que nos cuentan la presencia de Jesús de Nazaret los sábados en las
sinagogas de su pueblo suelo recordar este asunto del virus de la corona. No lo
puedo remediar. Así lo confieso. Y desearía equivocarme.
A continuación se encuentran
los dos comentarios de los relatos evangélicos del domingo día cuatro de
julio..
Domingo 14º del TO Ciclo B
(04.07.2021): Marcos 6,1-6. ¿Quién
es éste?, nos seguimos preguntando. Y
me lo escribo CONTIGO,
El texto del Evangelio de Marcos que se nos
propone para este primer domingo del mes de julio comienza de esta manera: “Salió
Jesús de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el
sábado se puso a enseñar en la sinagoga” (6,1-2).
Tengo
que recordar que ‘el allí de donde sale’ Jesús no está tan lejos de su patria a
la que llega en las vísperas de un sábado. Este allí de donde sale Jesús es la
casa de Jairo en la que ha sucedido la curación de la hija de este jefe de la
sinagoga (posiblemente, la sinagoga de Cafarnaún). Y el lugar al que llega
Jesús con sus seguidores es ‘su patria’, el poblado de Nazaret, que, como hemos
leído también tiene su propia sinagoga.
En
Marcos 6,3-6 se nos anuncia, una vez más, la enseñanza de Jesús de
Nazaret. Al menos en dos lugares anteriores Jesús estuvo en sábado y en una
sinagoga. Me leo despacio ahora Mc 1,21-28 y 3,1-6. En ambos casos parece que
se trata de la sinagoga de Jairo en Cafarnaún. Así, pues, en tres sábados
distintos Jesús participó en las tareas religiosas específicas de dos sinagogas
de la región llamada Baja Galilea. Por aquel entonces Jesús tenía unos treinta
años.
Después
de leer despacio y en paralelo lo sucedido con Jesús en los tres sábados en las
sinagogas de Galilea quiero recordar también que hago esta lectura para
encontrarme con María Magdalena y las mujeres de la cruz y del sepulcro (Mc
16,1-8) que comprendieron que al Jesús resucitado sólo le llega a ver, tocar,
oler, ¡y comer!, si uno se vuelve a Galilea, la patria, tierra y casa de Jesús
de Nazaret. Y aquí estoy y estás, lector, conmigo. Aquí estamos.
¿Qué
decía y qué hacía este Jesús de Nazaret en las sinagogas de aquella Galilea que
era su tierra? ¡Cuánto nos gustaría tener escrita esa enseñanza, copiada en su
totalidad en su lengua original que era el arameo! Con total seguridad, entre
otras cosas, las gentes que le oyeron y vieron en aquellos tiempos y lugares
desconocían que aquel laico fuera la ‘segunda persona de la santísima
trinidad’. Quienes le veían y oían, nos lo señala este breve texto de Marcos,
constataban más bien la admiración o sorpresa de cuanto salía de su boca y de
sus manos.
Esta
admiración y sorpresa de las gentes de su sociedad laica y galilea debió de
subir de tono y hasta de provocativa peligrosidad. Da mucho en qué pensar sobre
este Jesús de Nazaret a quien las gentes de su pueblo conocían como ‘el
carpintero’ (tekton, en lengua griega). Conviene meditar muy despacio este
calificativo que, en griego, se usó para definir quién era Jesús de Nazaret, su
actividad, su trabajo, su modo de vida, su... Este relato de María
Magdalena-Marcos 6,3 nos afirma que Jesús es un ‘tekton’. Mateo dirá que el
‘tekton’ era su padre. Y, ¿qué o quién era entonces un ‘tekton’?
Seguramente
estaré equivocado, por eso adelanto y me invito a seguir investigando. Según
parece un tekton de entonces vendría a ser ‘un manitas’ de ahora, o quizás ‘un
chapuzas ilustrado’, o tal vez un ‘especializado en toda suerte de arreglos en
asuntos de casa, de calle, del agua, del mosaico, la construcción... Creo que
no es complicado imaginárselo. O, a lo mejor, sí. Por ser una persona tan de lo
humano y material conocía bien a las personas con quienes debía relacionarse.
¿No es de esto de lo que hablaba en sus parábolas? Y llegó un momento en
el que este ‘tekton’ escandalizaba a las personas de la religión del Templo y
de la Sinagoga, como lo habían hecho los profetas en la vieja historia de su
pueblo Israel. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos. Domingo 32º: 04.07.2021. Después de
comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
ROMPE
EL MONOPOLIO
Cierta campaña publicitaria inició el año 1998 con esta invitación. A más de
una persona le estará sonando este título en sus neuronas. En su momento diré
la fuente. Pero, analicemos antes la expresión. ¿Quién es el sujeto de la
acción verbal?: ¿un tú?, ¿un él?, ¿los dos a un mismo tiempo? Sólo los
contextos podrán aclarar el dilema. Creo que siempre tendrá que haber alguien
que invite a "romper" tal o cual monopolio. Mientras nos movamos en
la invitación la forma verbal será siempre un imperativo y el sujeto un
"tú". Sin embargo, cuando haya al menos una persona que acepta la
invitación y realiza la ruptura, el imperativo se convierte en presente y el
sujeto cambia de identidad. Retevisión invitaba a romper el monopolio (¿el
nivel de los deseos?), pero sólo cuando un abonado se puso en manos del
"015" la acción verbal se llenó de contenido (¿el nivel de las
realidades?). Y, ¿a qué viene esta historia en el espacio de estos cinco
minutos bíblicos?
"Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de
Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán,
confesando sus pecados" (Mc
1,4-5). Juan invita a los de su pueblo, desde el desierto, desde la frontera de
la tierra de Israel, a bautizarse como señal de perdón por los pecados. A
bautizarse acuden TODOS los de Jerusalén y las gentes de TODA la región de
Judea. Tal vez, el evangelista haya exagerado o engordado un poco las cifras de
participación.
Para caer en la cuenta de la importancia de la invitación de Juan habrá que
plantearse, entre otras cuestiones, el siguiente interrogante: ¿qué estaba
obligada a realizar toda buena persona judía (de Judea o Jerusalén), que se
reconocía pecador, para purificarse de su(s) pecado(s)? La respuesta podrá
encontrarla el investigador en la lectura atenta del AT. Le recomiendo al
lector el libro del Levítico y le transcribo como aperitivo este texto: "Si
uno cualquiera del pueblo de la tierra peca... haciéndose culpable...
presentará como ofrenda por el pecado cometido una cabra sin defecto... El
sacerdote hará así expiación por él y se le perdonará" (Lv 4,27-31). A
lo largo y ancho del Levítico se encontrará con toda suerte de pecados y, por
ello, con todo tipo de animales "ofrecidos y sacrificados". En algún
recodo del recuerdo del lector habitará aquello del "par de palomas,
tórtolas o pichones" por haberse impurificado la persona en el
derramamiento de la sangre.
Todo pecado, ruptura de la ley de Dios, exigía un sacrificio para ser
perdonado. El templo de Jerusalén era el lugar consagrado para la ofrenda de
estos sacrificios. Los sacerdotes del templo eran las personas "ungidas y
elegidas" para llevar a cabo esta sagrada tarea. En los días de gran
fiesta, Jerusalén y los alrededores del templo eran un hervidero de personas y
de animales. Eran los días apropiados para el perdón, para la realización de
los sacrificios por los pecados. Muchas personas venían de lejos y en Jerusalén
aprovechaban para comprar los animales que luego iban a ser sacrificados. A
nadie se le escapa que estos animales "sin defecto", palomas, cabras,
corderos... tienen precio, valen dinero. Más podría decirse de este asunto,
pero volvamos volver a Juan.
Este es el estado de cosas, desde muy antiguo en la historia y en la tradición,
en que se mueve la buena persona judía para relacionarse con sus hermanos y con
Dios. Y, aquí es donde surge potentemente novedosa la invitación del hombre de
la frontera, de Juan el Bautista. La propuesta de Juan es clara, limpia,
distinta. ¿Es una alternativa a la tradición secular de Israel? Que cada cual
confiese sus pecados, cambie de vida, se convierta de su mal camino y haga
visible este cambio dejándose bautizar por él en el Jordán. Nada de animales,
de sacrificios, de dineros, de templo o de sacerdotes... para perdonar el
pecado. Esta invitación de Juan, que lleva la firma del viejo profeta Elías,
provoca la reacción de todos los estamentos religiosos de la sociedad judía.
El, anacrónicamente, llamado monopolio del perdón del templo ha sido roto por
el anuncio de Juan y la acogida de los que acuden a ser bautizados por él. Carmelo
Bueno Heras. Educar hoy 64 (septiembre-octubre.1998)
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