Cambio climático y
Evangelio
Julio. Dieciocho. Domingo.
Verano. Esto, por el hemisferio norte. Por el otro lado de la casa,
invierno. Y escribir invierno ahora me recuerda la tormenta Filomena del
pasado mes de enero. Dicen que estos asuntos tienen mucho que ver con el calentamiento
de la tierra y eso de las emisiones del
CeOdos.
Algún que otro entendido ha
dejado escrito que esta cuestión de las emisiones tiene una fácil solución
mundial: multar con un determinado dinero por cada determinada cantidad de
CeOdos emitida a la atmósfera. Estas cantidades se las saben todos los
países, sobre todo los más contaminantes. Pero ninguno de ellos desea
determinar esas multas y menos aplicarlas. Y mientras tanto, se multiplican las
reuniones, las hipótesis, los acuerdos, los tratados... pero sólo de palabra e
imagen. Las palabras de las declaraciones y las imágenes de las manos apretadas
para la prensa y de cara a la galería.
Se trata de asuntos del
clima. Tan sencillos, pero tan comprometedores para las economías y peor para
la salud de los habitantes de la casa del planeta tierra, el azul. Dicen.
Hablar así del clima es tanto
como hablar del Evangelio, del que se lee en las Biblias y del que se lee
en las liturgias. La comprensión de ambos asuntos no es complicada. Lo
complicado es tomarse en serio lo que implica el asunto del clima y lo que
implica el asunto del Evangelio. Los mensajes esperan encarnarse. Es todo.
Así que no me
enredaré más en esta presentación, aunque lamente de nuevo que la liturgia
dominical de la Iglesia no ayuda casi nunca a comprender los relatos bíblicos.
Estamos leyendo el Evangelio de Marcos-María Magdalena y a partir de este
domingo se nos cambiará de Evangelista y de Evangelio durante cinco domingos. Y
no pasará nada. Suele suceder por estas fechas de cada año y no sólo con el
relato de Marcos, sino también con los relatos de Mateo y de Lucas.
Por fortuna, siempre nos
queda la Biblia para leer ahí no como nos indica la liturgia, sino como nos lo
pide el propio texto de cada uno de los libros y, en especial, de los cuatro
Evangelios. Y por cierto y para terminar esta breve reflexión, ¿cuándo ha sido
la última vez que tanto tú como yo nos hemos leído la Buena Noticia de Marcos
completa y desde el principio hasta el final?
A continuación se encuentran
los comentarios del Evangelio.
Domingo 16º del TO Ciclo B (18.07.2021): Marcos 6,30-34.Reino de Dios-Seguimiento de Jesús. Me lo digo y escribo CONTIGO,
La autoridad de la liturgia dominical católica no
tiene la más mínima intención de que se nos proclame claro y en público, valga
la redundancia del proclamar, Marcos 6,14-29. ¿De qué asuntos se habla en este
texto del primer Evangelio escrito, que se sepa? Pues se habla de un tal
Herodes, descendiente de otro Herodes, y de Juan el Bautista. Es decir, se
habla de política y de religión. Una vez más se trata de asuntos que van de la
mano. De la mano del poder, claro.
Todo
esto, parece decirnos la liturgia romana y vaticana, son cuestiones de poca o
nula importancia. Es mejor callarse y continuar la lectura, muy discretamente
manipulada, del relato de María Magdalena-Marcos en 6,30-34. Este será
el relato para el domingo día 18 de julio. Y ya no volveremos a leer y
contemplar texto alguno de este Evangelio hasta el domingo día 29 de agosto.
Todo un lío de organización que sólo comprenderán los del dogma de la Religión.
Por
esta razón me sugiero desde ahora que semana a semana me iré leyendo una o
cinco veces el texto de Marcos desde 6,14 hasta 8,30. Este largo relato
sería la tercera parte de la tarea que lleva a cabo este Jesús de Nazaret según
la mano narradora de este Evangelio que, cada vez lo veo más claro, se trata de
una mujer, o de varias. Marcos 6,14-8,30 es el relato en el que se plantea
explícitamente la pregunta por la persona de Jesús de Nazaret. ¿Quién es
Jesús?
Con
esta pregunta a flor de piel me releo ahora Contigo, Leyente consciente, este
Marcos 6,30-34. Jesús de Nazaret es, lo primero y siempre, un evangelizador. “Los
apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo
que habían enseñado... Y al desembarcar, Jesús vio mucha gente, sintió
compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles”.
Esta enseñanza, tanto de las seguidoras y seguidores como del propio Jesús, no
es ningún catecismo, ningún credo, ninguna legislación. Esta enseñanza es la
que se concentra en las cinco parábolas que ya vimos en Marcos 4,1-34.
Esta
enseñanza es la buena noticia de Jesús de Nazaret, su Evangelio. Y, según este
Evangelista, este Evangelio se resume en tres o cuatro palabras: el reino de
Dios. Esta enseñanza la ofrece Jesús como alternativa a la enseñanza que
las gentes de la Galilea reciben en sus sinagogas. Además de ser una enseñanza
‘alternativa’ es, sobre todo, una enseñanza provocadora. Provocadora para los
creyentes judíos de su tiempo y para sus propios seguidores y seguidoras.
Repito lo de seguidoras y seguidores porque en estos momentos acompañan a Jesús
hombres y mujeres. Ojalá que decidiéramos aceptar que ‘los Doce apóstoles’ no
fueron solo los doce hombres, sino hombres y mujeres conjuntamente, porque
todos tienen en común el ser ‘seguidores’ de Jesús de Nazaret.
Junto
a la expresión ‘El reino de Dios’ debo poner siempre, como la otra cara de la
moneda, la expresión ‘El seguimiento de Jesús de Nazaret’. Esta única moneda y
de sus dos caras es de lo que se escribe y propone en el relato de Marcos
6,35-44. Y este relato no se nos va a proclamar en ninguno de los domingos de
este año dedicado a la lectura del Evangelio de Marcos.
Es
una decisión muy censurable no permitir que el pan de la buena noticia de la
multiplicación de los panes no se nos lea y no se nos comparta. El ‘reino de
Dios’ es compartir el pan hasta quedar todos saciados: ‘Dadles vosotros de
comer’ (Mc 6,37). ¿Qué pan? ¿El pan de la levadura de los fariseos? ¡El pan
de la levadura del provocador Jesús! Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la Biblia entre las
manos. Domingo 34º: 18.07.2021. Después de comentar los cuatro
Evangelios y Hechos ¡completos!...
Vi, toqué, escuché… (Tercera
carta de María de Magdala)
Muy
buenas, mi Oyente que contempla y lee:
No sé si
te gusta o no esta forma de llamarte que me nace de dentro y no acierto a
contener. Además, me atrevo a imaginar que me ves y que me oyes. Siento que me
comprendes bien y te lo agradezco. Y creo, también, que recordarás lo que te
decía en el final de mi carta del pasado mes de febrero: “Tendré que
hablarte despacio de este final de mi relato”. Y ese final es el texto de
16,8 del llamado ‘Evangelio de Marcos’ que, después de dos meses, ya te lo
habrás memorizado.
Por ser
un obediente lector de mi relato de 15,40-47 ya sabrás que Salomé, María de
Santiago y yo estuvimos en el sepulcro excavado en una cantera de las afueras
de la ciudad de Jerusalén. Allí habíamos visto cómo depositaron el cuerpo
muerto de Jesús de Nazaret. Pero, una vez dentro no vimos nada y nos fue
invadiendo tanto temblor y temor que salimos huyendo sin saber qué hacer ni a
dónde ir... Y nunca fui consciente de cuánto tiempo pasamos sin hablar de esto
con nadie, ¡con nadie!, ni entre nosotras.
Sí
recuerdo que estuvimos unos días por Jerusalén y sus alrededores hasta que
decidimos regresar a nuestras casas, familias y tierras de la región de
Galilea. Y cada una lo hizo por su cuenta. Puedo confesarte que este viaje de
Jerusalén a Magdala por la ‘Ruta de los Galileos’ fue el viaje más triste de mi
vida, el más lento, el más largo, el más sorprendente… Mientras viví, siempre
lo recordé.
Sin
embargo, en las últimas etapas de este interminable regreso a mi tierra sentí
que una semilla se me despertaba muy dentro mí. Y esa semilla tenía un nombre:
Jesús, el galileo, como yo misma. Y esa semilla tenía el rostro, la voz, las
manos, los ojos… de ese Jesús de Nazaret, de mi tierra, de mi mar, de mi cielo…
¡y de mi vida! A este hombre le habían condenado, crucificado y sepultado,
¡para siempre!, por blasfemo fuera de Jerusalén, la ciudad santa de los reyes,
sabios, profetas, sumos sacerdotes… ¡y del mismísimo Dios Yavé!
Este
hombre estaba muerto, ¿cómo era posible que yo lo sintiera despertarse y crecer
hasta ser ‘un viviente’ dentro de mí? Si en su vida, este hombre me encandiló,
¿ahora me estaba enamorando de él? Sí, y mucho más después de haberme
recorrido, en tierra y mar, sola y a mi modo, todos los senderos y poblados de
Galilea por donde anduve con él y con quienes le acompañamos en aquella última
primavera de su vida. Todo me hablaba de él. En todo le veía a él. Vi,
toqué, escuché… y no pude retener la vida de este hombre dentro de mí y para
mí.
Tenía que
contarlo sin que nadie adivinara que era yo, una mujer, quien lo escribía. Por
eso, me imaginé ser un joven, vestido de blanco, que huyó desnudo en la noche
del huerto (14,52) y que en el sepulcro, de pie y con temor y temblor, se lo
anunció a tres mujeres: “No tengáis miedo. Buscáis a Jesús de Nazaret, el
crucificado. No está aquí. Ha resucitado. Ved el lugar donde le pusieron. Decid
a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea. Allí le
veréis” (16,6-7). ¿Comprendes ahora, mi oyente que contempla y lee, que
este ‘Evangelio de Marcos’ es el relato de la vida de Jesús de Nazaret en mi
propia vida y en la de quienes le vimos, oímos, hablamos y comimos con él? Carmelo
Bueno Heras, Educar hoy 147 (abril de 2015).
No hay comentarios:
Publicar un comentario