Dos de cien
Hace demasiado tiempo que no
escribo la presentación de los comentarios en un texto de cien palabras. Hoy lo
intento y por partida doble. Todo esto pertenece ya al primer cien en el que
debo hablar de la parábola de ‘el buen samaritano’. Todos, como le gusta decir
al Evangelista Lucas, la conocemos. Todos sabemos que aquel samaritano de la
parábola era el mismo Jesús de Nazaret. Jesús fue samaritano. ¿No era judío?
¿No pertenecía a la genealogía del rey David? Jesús era samaritano. Jesús fue
el samaritano de la samaritana. Esta fue su revolucionaria opción de ser ‘buena
noticia’.
Este segundo texto de las
cien palabras habla del libro que sugiero en los ‘Cinco Minutos’ de esta
semana. Vaticano 2035. ‘Una intriga religiosa y política de altos vuelos’. Una
novela del señor o señora que se oculta tras la autoría de ‘Monseñor Pietro de
Paoli, secretario, guardaespaldas y hombre de confianza de Tomás I, el
pontífice en 2035’. Este narrador sagaz ‘reconstruye para los lectores la vida
apasionante de un papa reformista y transgresor que revolucionará la Iglesia
católica’. Se trata de ‘una provocadora ficción que imagina la evolución
de la Iglesia católica y del mundo… ¿Imposible?... ¿Polémica?’. Probablemente.
A continuación se encuentran
los comentarios de este domingo 10 de julio
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 15º del TO
Ciclo C (10.07.2022): Lucas 10,25-37. Tan sencillos como el sentido común.
Me lo escribo CONTIGO,
En este nuevo domingo se nos lee al pueblo el relato de Lucas
10,25-37. Un relato que todos suelen conocer en cuanto se comienza a
escuchar la narración: “Se levantó un experto en la Ley y le dijo a Jesús
para ponerlo a prueba o tenderle una trampa: Maestro, ¿Qué debo hacer para
obtener la vida eterna?” (Lucas 10,25).
Lo que el
pueblo suele ignorar es lo que este Evangelista acaba de contar en su narración
porque nunca se suele leer en ningún domingo del Ciclo C. El mensaje de Lucas
10,21-24, continuación del relato del domingo anterior, se ha suprimido por
obra y gracias de un atentado contra el sentido común del respeto por la tarea
del Evangelista. Y en este caso el atentado contra el texto afecta directamente
al propio Espíritu Santo. No se podrá celebrar con dignidad tal sacramento de
la Eucaristía, de la acogida del Evangelio sin tener presente este olvido tan
alevoso.
Imagino
que a toda persona como celebrante sacerdotal de la liturgia eucarística le
importará la realidad de la tercera persona de la Santísima Trinidad tanto como
la realidad del Evangelio que es la Buena Noticia de la segunda persona de esta
Trinidad. Al parecer, desde la organización litúrgica del dicasterio vaticano
el Padre se ha mantenido en riguroso silencio ante tal escándalo de
manipulación. ¿Nunca esta primera persona de la Trinidad alzó el grito en la
Iglesia para pedir que se leyera Lucas 10,21-24? Ojalá todo celebrante
recuerde hoy este texto suprimido.
¿Por qué
se silencian y ocultan estas Palabras de Lucas en el Camino del Seguimiento que
ahora transcribo?: “En aquel momento el Espíritu Santo llenó de alegría a
Jesús, que dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los
sencillos […] Dirigiéndose después a los discípulos, les dijo en privado:
¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Os digo que muchos profetas y reyes
desearon ver lo que veis y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís y no le
oyeron”. Ignoro por qué se ignoran.
¿Quiénes
son estos sabios y prudentes, por un lado; y estos sencillos por otro? No me
queda duda alguna cuando se lee despacio y con sentido crítico la continuación
del relato. Así que esta pregunta se deberá tener muy presente cuando se nos
lea en este domingo el mensaje de Lucas 10,25-37 e incluso su continuación en
los versículos 38-42 (en la casa de Marta y María).
Los
sabios y prudentes son el sacerdote y el levita de la parábola llamada ‘el buen
samaritano’. Se trata de los profesionales del templo, del templo de Jerusalén
de entonces y de todos los demás templos de después. Creo que el propio
Evangelista Juan debió de leer esta misma parábola de Lucas e imaginó la
parábola de ‘la buena samaritana’ (Juan 4), la de los seis maridos y sus
correspondientes seis templos. Si esto parece que es así, ¿qué hacemos con los
templos que siguen en pie y con los nuevos que se levantarán? Dejémoslos
tranquilos, limpios y vacíos.
Ahora,
¿quiénes son los sencillos? En mi criterio, los del sentido común, como aquel
samaritano de la parábola de Lucas y de este domingo. Sencilla es la persona
que ve a otra persona tirada y desangrándose y se acerca y la toca y la cura y
la acompaña hasta su recuperación plena.
Cuando
pienso en estos sencillos del sentido común les confieso que me da inmensa pena
la presencia del sin fin de protocolos de todas nuestras legislaciones. Tanto
‘el buen samaritano’ de Lucas, como ‘la buena samaritana’ de Juan nos enseñan a
ser sencillos, personas de sentido común, personas liberadas y liberales ante
todo tipo de protocolos. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA
entre las manos
Tú
y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones,
quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos
hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he
decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico,
52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el
cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!
Ahora, Semana 33ª: 10.07.2022: Cita de Monseñor Pietro
de Paoli, Vaticano 2035. Novela, Grijalbo, Barcelona, 2006, 618 páginas.
Prefacio: Santa ira
Se dice
que la ira es uno de los siete pecados capitales. No obstante, aunque el
protagonista de esta novela es un hombre irascible, sanguíneo, volcánico en
ocasiones, sus arrebatos no son el tema de la historia que me propuse escribir.
Muy al contrario, el origen indiscutible de este libro fue min propia ira.
Hace
algún tiempo me arrodillé en la oscuridad de un confesionario e hice la
siguiente confesión a un sacerdote cuyo rostro no vi, como él no vio el mío: la
furia me invade y la ira entristece mi alma al ver a mi Iglesia incapaz de
proclamar la fe que la hace vivir, impotente para ofrecer a nuestros
contemporáneos una palabra con sentido válido y creíble.
En esta
confesión, no acusaba a ‘la Iglesia’. Como algunos de los personajes de esta
novela, cuando hablo de la Iglesia no lo hago en singular: digo ‘nosotros’. De
modo que ese día me acusaba yo mismo de participar en ese silencio; confesaba,
sobre todo, la ira que me volvía tan amargo, que alimentaba min irritación, mi
descontento, mi pesimismo.
El
confesor, sin duda un buen hombre, no sabía a quién se dirigía. Me recomendó
humildad: ‘Haz lo que puedas, lo que esté en tu mano’. Y, aunque no lo dijo,
sin duda pensaba: ‘No eres más que un servidor, sí que limítate a lo que te
incumbe’. Su consejo y su resignación no hicieron más que aumentar mi ira, y
temo que ese día recibí la absolución sin auténtico arrepentimiento…
¿Me
habría hablado con tanta libertad si me hubiera visto la cara, si hubiera visto
quién era? Seguramente no. Lo mismo deseo para este libro: que lo lean por lo
que cuenta, por lo que ofrece; que lo juzguen por sus virtudes y sus defectos,
sin dejarse influir por la identidad del autor, por lo que ha hecho o dejado de
hacer, por lo que es y por lo que ha sido.
Si
hubiera escrito un tratado o un ensayo, puede que mi amargura hubiera dejado
sus huellas en las páginas que siguen. Pero, para imaginar el turo de la
Iglesia acabé optando por crear personajes de carne y hueso: Giuseppe, Padyy,
Paul, Leah, Jeanne-Marie, Kate, Pietro, Mónica, Simón, Marc… Estos cristianos
de los cinco continentes son hombres y mujeres sin duda excepcionales, pero a
veces también se muestran vacilantes, limitados, impotentes. Se parecen a mucha
gente que conozco y, en determinados casos, son hijos de mi pluma tanto como
del recuerdo o el contacto con amigos, con íntimos.
Leyendo
los posos de café de nuestro tiempo, he intentado poner a esos seres de papel
ante las circunstancias y los desafíos, los dramas, las incertidumbres y las
preguntas que quizá encuentren respuesta en los próximos decenios. La Palabra
que traslado es más grande que yo; la fe que me sostiene no me pertenece;
permitidme ser el servidor que se hace a un lado ante aquel a quien sirve;
permitidme mantener oculta mi identidad, en beneficio de la esperanza de la que
he querido dar testimonio en las páginas que siguen.
Monseñor
PIETRO DE PAOLI. Texto completo, en las páginas 13-14.
No hay comentarios:
Publicar un comentario