En plena ola
Ola de mar, ola de viento,
ola de frío, ola de calor... Ahora que escribo contigo estamos aquí en la
Iberia en plena ola de calor. Creo que dicen los médicos de la vida que la
temperatura del cuerpo humano normal está en torno a los 36º. Si la
temperatura ambiental de las habitaciones de esta casa común de la tierra
supera la barrera de los 40º, los humanos lo acusamos y reaccionamos reduciendo
al mínimo las actividades que en situaciones normales somos capaces de
desarrollar. Nos sucede como a las plantas que, cuando se encuentran a pleno
sol, inclinan y encogen sus hojas como si estuvieran insensibles o muertas.
Basta un poco de sombra y unas gotas de agua en las raíces para entonarse y
lucir lozanas de nuevo.
En plena ola de calor,
hidratación y a la sombra.
Y así estoy mientras escribo
estas líneas de presentación de los comentarios para el domingo día 24 de
julio. Siendo niño, en el pueblo burgalés de mi familia se decía que el verano
ahí duraba un mes, de Virgen a Virgen. Desde la Virgen del Carmen, el 16 de
julio, hasta Nuestra Señora, el 15 de agosto. No recuerdo haber oído lo de la
ola de calor por aquel entonces. Cosas del cambio del clima, con seguridad.
Dicho esto, imagino que el
país mediterraneo que es Israel participa, grosso modo, de semejantes
coordenadas geoclimáticas de mi tierra. Por esta razón tiendo a imaginarme a
aquel judío laico de Nazaret en estos días del verano de una manera muy
semejante a las gentes de mi entorno. Creo, pues, que lo que se nos leerá del
Evangelio de Lucas en este domingo dudo que sucediera en días de verano.
Posiblemente, aquel Camino de Subida a Jerusalén tuviera lugar en tiempos de
primavera. Sea como fuere, el asunto del que nos habla el Evangelio de este
domingo nos daría para estar de dimes y diretes hasta no acabar nunca. Se
aborda nada más o nada menos que la cuestión de la oración. ¿Se sabe qué es la
oración? Probablemente sí. Y de la misma manera, ¿se sabe qué es el aire?
Probablemente también. Y ya puestos, ¿se sabe qué es vivir? No faltaba más.
Pues eso. Creo que orar, respirar y vivir es todo uno y lo mismo. Tan
sencillo.
Y para esta nueva semana
recomiendo la lectura de un libro que me impresionó desde la primera página que
leí hasta la última. Cuando acabé de copiar esa página inicial que vamos a
leer, una buena persona me comunicaba la desconcertante noticia de la presencia
de un tumor en el cerebro de su familiar más cercano. Son las coincidencias de
la vida. Sólo constato los datos. Las relaciones y las reacciones ante estos
hechos las conocemos cada uno de primera mano. Y en estas situaciones creo que
puedo seguir manteniendo que orar, respirar y vivir son un todo y lo mismo. Las
250 páginas de esta publicación comentan estas tres palabras como si fueran una
impresionante buena noticia, tan buena como el mismo Evangelio de aquel
laico llamado Jesús de Nazaret.
A continuación se
encuentran los dos comentarios.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 17º Ciclo C
(24.07.2022): Lucas 11,1-13. Todo ser que respira alaba a su Dios. Me lo
escribo CONTIGO,
“Y sucedió que, estando él [Jesús de Nazaret]
orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor,
como Juan enseñó a sus discípulos, enséñanos a orar” (Lc 11,1).
Estas
serán las primeras palabras que se nos anunciarán en la lectura del Evangelio
en la santa misa eucaristía del domingo día 24 de julio. Ya en pleno verano en
los ámbitos mediterráneos como lo son las tierras donde se nos escribió la
Biblia y en concreto los cuatro Evangelios. Quiero actualizar, una vez más, el
hecho de que este Jesús de Lucas está en camino desde Galilea hacia Jerusalén.
Es el Camino del Seguimiento. Es el Camino del Evangelio y de la Iglesia. No se
sabe exactamente en qué lugar concreto. Pero de esto se encargó la Tradición.
En la
ladera orientar del valle del Cedrón en Jerusalén se puede ver y visitar en la
actualidad y desde el primer milenio la basílica del Padrenuestro donde se
conmemora el hecho que acabamos de leer en Lucas 11. Pero si uno lee en Mateo
6,5-15 se encontrará con la misma oración de ‘el padrenuestro’ puesta en boca
de un Jesús de Nazaret que se encuentra en el llamado monte de las
bienaventuranzas en la delicada ladera noroccidental del lago de Genesaret en
la baja Galilea. Se trata de la misma oración, del mismo Jesús, pero con tantas
y tan evidentes diferencias que a más de un lector se le despiertan
interrogantes de todo tipo.
Los
Evangelistas Marcos-María Magdalena y Juan, el primero y el cuarto de los
Evangelios, nada debieron de saber de esta oración de ‘el padrenuestro’, porque
nunca nos dijeron nada de esta cuestión. Es probable que este silencio de los
dos Evangelios no tenga la menor importancia, pero a mí personalmente, al
menos, me sorprende y me extraña.
En este
Camino del Seguimiento de Jesús de Nazaret Lucas coloca unas nada despreciables
palabras sobre la oración y, muy precisamente, sobre la llamada oración de
petición: Pedid… Buscad… Llamad… (Lucas 11,9-10). Sin ningún tipo de dudas,
creo que aquel Jesús de Nazaret conocía muy bien esta cuestión de la oración
tan propia del pueblo judío al que él pertenecía. No entra en mi sentido común
que Jesús ignorara el libro de los Salmos, con sus ciento cincuenta textos de
preciosa lírica religiosa. Y creo, personalmente, que aquel Jesús de Nazaret se
escandalizaba cada vez que se proclamaban algunos de estos salmos en las
Sinagogas de su tierra y en el propio templo de Jerusalén.
Creo,
siguiendo la manera de pensar y expresarse de Lucas el Evangelista, que, por
ejemplo, el salmo 1 del Salterio no sería un salmo de la simpatía de Jesús de
Nazaret. Este salmo presenta al Dios de Israel como premiador de los buenos y
castigador de los malos. Esta manera de creer y expresarse se encuentra en
abierta contradicción con el mensaje de Lucas 4,14-30.
Curiosamente,
este salmo primero es la proclamación de la excelencia de la LEY. Creo también,
como otro ejemplo, que este Jesús de la Nazaret de Lucas y de la historia
humana no pensaría como lo hizo y escribió el autor del salmo 149, el de la espada
de doble filo que mata a diestra y siniestra. En mi discreta opción
contemplativa, me quedaré siempre con la expresión con la que se cierra el
quinto y último libro de los salmos: Todo ser que respira ALABA a Yavé
(150,6).
A este
respirar, consciente, que es vivir deseo añadir, siguiendo también al
Evangelista Lucas, el pedir, el buscar y el llamar a las personas que me rodean
por ser y sentirme, con y como ellas, una persona necesitada, dependiente y
relativa. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA
entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo
escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir
CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que,
en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona,
¡todo está relacionado!
. Ahora, Semana 35ª: 24.07.2022: Cita de José Arregi,
Jesús siglo XXI. Apuntes de Cristología, Colección feadulta.com, Madrid, 2011, 250 páginas.
Prólogo
.
Revisé las imágenes de la tomografía computarizada, el diagnóstico era
evidente: los pulmones estaban manchados por innumerables tumores; la columna,
deformada; un lóbulo entero del hígado, aniquilado. Un cáncer ampliamente
extendido. Yo era un médico residente de neurocirugía y estaba entrando en el año
final de mi formación. Durante los seis últimos años había examinado infinidad
de escáneres de ese tipo, por si existía la remota posibilidad de realizar una
intervención beneficiosa para el paciente. Pero este escáner era diferente: era
mío… ¿Crees que hay alguna posibilidad de que sea otra cosa?, dijo Lucy. No, le
dije. Nos abrazamos con fuerza, como jóvenes amantes. A lo largo del año
anterior, ambos sospechábamos, pero nos negábamos a creer, incluso a hablarlo,
que en mi interior se estaba desarrollando un cáncer… (páginas 21- 22).
.
Tras diez años de formación incesante, estaba decidido a perseverar durante los
quince meses siguientes hasta terminar la residencia… El director del
departamento en Stanford me había sentado en su despacho… y me había dicho:
Paul, creo que tú serás el candidato número uno en cualquier puesto al que te
presentes. Ahora bien, sólo para tu información: nosotros vamos a iniciar en
nuestra facultad un proceso de selección para buscar a alguien de tu perfil. No
te prometo nada…, pero deberías tenerlo en cuenta… (páginas 24-25).
. A
los treinta y seis años, había llegado a la cima. Ya divisaba la Tierra
Prometida… Me veía a mí mismo convertido por fin en el marido que había
prometido ser… Unas semanas más tarde… empecé a bajar de peso… de 79 a 65
kilos… (página 25).
.
¿Quieres hacer el favor de explicarme por qué no confías en mí?, me preguntó
... Teníamos previstas a la semana siguiente unas vacaciones para visitar en
Nueva York a unos viejos compañeros de Universidad… Pero Lucy tenía otros
planes. No voy a ir contigo a Nueva York… ¿Tan mal estaban las cosas?... Muchas
noches yo llegaba tarde del trabajo, cuando Lucy ya se había acostado…; muchas
mañanas me iba antes del alba, cuando aún no se había despertado (páginas
26-27) ... Me dije. Si ella decidía dejarme, yo asumiría que la relación había
terminado. Y si resultaba que tenía cáncer, no se lo diría: ella sería libre de
escoger la vida que deseara… Lucy me acompañó en coche al aeropuerto… Le mandé
un mensaje de texto: “Me gustaría que estuvieras aquí” … Me llegó la respuesta:
“Te quiero. Y estaré aquí cuando vuelvas”. La espalda se me agarrotó
terriblemente… (página 28).
. A
la tercera noche hablé con Mike, nuestro anfitrión y le dije que había decido
acortar la estancia y volver a casa al día siguiente… Mike, creo que tengo
cáncer. Y no de los benignos. Era la primera vez que lo decía en voz alta… Lucy
me recogió en el aeropuerto… Te necesito, susurré. Nunca te dejaré, dijo
ella... El doctor vendrá enseguida. Y de esta manera, el futuro que había
imaginado, el que estaba a punto de hacerse realidad, la culminación de décadas
de esfuerzo, se evaporó sin más (página 31).
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