San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en la región italiana de los Abruzos, y desde la adolescencia siguió la carrera militar y se dejó arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero, convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos en los hospitales de los incurables, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. († 1614)
En Brescia, en la región de Venecia, san Optaciano, obispo, que subscribió las cartas sinodales sobre la fe católica respecto a la Encarnación enviadas por Eusebio, obispo de Milán, al papa san León. († s. V)
En Soignies, de Brabante, en Austrasia, san Vicente o Madelgario, que, con el consentimiento de su esposa santa Valtrudis, abrazó la vida monástica y, según cuenta la tradición, fundó dos monasterios. († c. 677)
En Deventer, de Frisia, san Marchelmo, presbítero y monje, anglosajón de origen y discípulo desde su juventud de san Wilibrordo, al que acompañó en los trabajos que este emprendió por Cristo. († c. 775)
En Stáry Kynsperk, lugar cercano a la ciudad de Egres, en Bohemia, beato Hroznata, mártir, que, al fallecer su esposa y su hijo, dejó la corte ducal e ingresó en el monasterio premonstratense de Tepla, y por defender los derechos de este monasterio fue capturado por unos malhechores, que lo dejaron morir de hambre. († 1217)
En Verona, en los confines de la región de Venecia, santa Tuscana, que, muerto su esposo, distribuyó todos sus bienes entre los pobres y se dedicó incesantemente en la Orden de San Juan de Jerusalén al cuidado de los enfermos. († 1343/1344)
En Foligno, de la Umbría, beata Angelina de Marsciano, que, al quedar viuda, se consagró durante cincuenta años a servir a Dios y al prójimo, e inició una Congregación de Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco de clausura para la formación de la juventud femenina. († 1435)
En Valencia, ciudad de España, beato Gaspar de Bono, presbítero de la Orden de los Mínimos, que abandonó las armas de un príncipe terreno para militar a las órdenes de Cristo Rey y rigió la provincia hispana de dicha Orden con celo, prudencia y caridad. († 1604)
En Lima, ciudad del Perú, san Francisco Solano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de las almas recorrió en todas direcciones América meridional, y enseñó, con su palabra y su testimonio, la novedad de la vida cristiana a los indios y a los mismos colonizadores españoles. († 1610)
En Cerecca-Ghebaba, pueblo de Etiopía, beato Ghebre Miguel, esto es, «Siervo Miguel», presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que buscando en sus estudios y en la oración la verdadera fe, la encontró uniéndose a la Iglesia católica. Por ello sufrió primero cárceles, y luego, custodiado por soldados y cargados sus pies con pesadas cadenas, fue obligado a caminar durante trece meses, fustigado continuamente, hasta que falleció consumido por la sed y el hambre. († 1855)
En Londres, en Inglaterra, beato Ricardo Langhorne, mártir, insigne jurista, que, acusado de traición, bajo el rey Carlos II fue condenado a la pena capital y entregó su alma a Dios en el patíbulo de Tyburn. († 1679)
En la ciudad de Nangong, en la provincia china de Hebei, san Juan Wang Guixin, mártir, que en la persecución desencadenada por los Yihetuan prefirió morir por Cristo antes que manchar su pureza con una leve mentira. († 1900)
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