sábado, 10 de agosto de 2024

De huellas y apellidos - Domingo 19º del TO Ciclo B (11.08.2024): Juan 6,41-51 (¿Para el Sínodo de la Sinodalidad?) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos (Semana 37ª (11.08.2024): Marcos 10,17-31 Era tan pobre persona que sólo tenía, deseaba y amasaba dinero)

 De huellas y apellidos

Los juegos olímpicos, los de la vetusta Olimpia griega y los de París 2024, se acabaron. También las medallas, y las derrotas y las lesiones y los sueños. Los sueños, los cumplidos y los rotos, también pasan y... dejan huella. Las huellas permanecen y, muchas, también desaparecen, como les sucede a las cicatrices. Es la historia. Con minúscula y con Mayúscula. 

En estas olimpíadas no he competido en nada. Bueno, tal vez competí conmigo mismo. Y nos hemos comprendido. Lo dejo así. Y espero ver la llegada del 2028 para seguir en la competición.

Y hablando de esto de las 'huellas' aprovecho para expresar una peculiar sugerencia que me viene creciendo desde tiempo. Esta huella se llama nombre y dos apellidos. Una peculiar trinidad. Y cada persona somos esto: un nombre y dos apellidos. Una madre, un padre y un hijo.

Seguro que muchos lo habréis constatado. Al final de estas presentaciones siempre escribo mi nombre y mis dos apellidos. E igualmente lo hago al finalizar el comentario del relato del Evangelio. Y no podía ser de otra manera que volver a teclear el nombre y los dos apellidos al concluir el texto de los 'CINCO MINUTOS'. 

No pretendo llamar las atenciones de nadie, quiero decir que soy hijo de un padre y de una madre. A los dos recuerdo cada vez que escribo 'Bueno' y 'Heras'. Sé que a todos cuantos leéis estas líneas os sucede lo mismo. 

Sin embargo, mi observación me dice que no siempre es así. Conozco un libro precioso que se titula 'Declive de la Religión y futuro del Evangelio' y se dice en la portada y en la correspondiente solapa de la 'biografía' que su autor es 'José María Castillo'. ¿Qué le ha sucedido al apellido de su madre para que no se haya escrito? No tiene más importancia. Es posible.

Otro ejemplo. No sé a cuánto ascienden las veces que he tenido, o hemos tenido, que escribir la referencia explícita al fundador de la familia, instituto o congregación lasaliana: Juan Bautista de La Salle. Tal vez, un buen puñado de miles de veces. Casi siempre se nos queda en el tintero la palabra francesa 'Moet', primer apellido de su querídisma madre. Y por no hacerlo con normalidad dudaremos siempre de escribir esa diéresis así 'Möet' o quizá mejor ahí 'Moët'. No tiene más importancia. Es posible.

Y dicho esto sobre esto, acabo. El padre y la madre de Jesús, el de Nazaret, ¿tuvieron sus apellidos? Quizá no tiene más importancia. Es posible.

He dicho todo esto por haberme quedado dando vueltas a ese mensaje de Juan 6,41-43. ¿No tiene más importancia? Es posible.

Y hablando de este asunto, y como vengo haciéndolo, me pararé unos momentos a contemplar el dato de la 'señora María' en este mundo de la Religión que llamamos cristianismo. Lo haré a mi manera, como ya lo practico desde hace algunas semanas. Decido continuar el rosario mariano con las siete nuevas advocaciones de María con su correspondiente jaculatoria. Ya me va quedando menos para llegar a la etapa final de este camino de tales advocaciones, la 366:

190. Nuestra Señora la Virgen de los Ángeles. Que me devuelvan a la señora María.

191. Nuestra Señora la Virgen de la Sierra. Que me devuelvan a la señora María. 

192. Nuestra Señora la Virgen de la Escalera. Que me devuelvan a la señora María.

193. Nuestra Señora la Virgen de los Ojos grandes. Que me devuelvan a la señora María.

194. Nuestra Señora la Virgen de Aparecida. Que me devuelvan a la señora María.

195. Nuestra Señora la Virgen de Luján. Que me devuelvan a la señora María.

196. Nuestra Señora la Virgen de los Pobres. Que me devuelvan a la señora María.

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.

Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

Y nada más para este nuevo domingo del 11 de agosto de 2024.

A continuación se encuentra, primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para las Eucaristías.

Y, en segundo lugar, el comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera ordenadamente este Evangelio de Marcos a lo largo de los cincuenta y dos domingos del año eclesiástico católico.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 19º del TO Ciclo B (11.08.2024): Juan 6,41-51. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO, constante leyente.

¿Para el Sínodo de la Sinodalidad?

Por tercer domingo consecutivo se nos propone la lectura del Evangelio del domingo en el capítulo sexto del libro de Juan. En concreto, será el texto de Juan 6,41-51: “Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo” (Juan 6,41). Así lo escucharemos en el comienzo de la lectura. Los judíos de todas las épocas sabían, saben y sabrán, que este asunto de ‘el pan bajado del cielo’ se refiere al maná, fuera lo que fuera, que su Yahé-Dios les proporcionó gratuitamente a sus antepasados en los años del desierto cuando huían de la presencia de sus opresores los egipcios. Que aquel judío y laico llamado Jesús dijera de él mismo que era ese pan era proclamar una blasfemia tan monstruosa como atreverse uno ahora a llamarse la tercera persona de la santísima trinidad. Con perdón, si molesto, pero es así como entiendo lo que este Evangelista Juan me dice en su escrito.

Sigo la cita del texto del Evangelista. Y aquellos judíos decían también: “¿Éste no es Jesús?, ¿el hijo de José?, ¿cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo? (Juan 6,42). Para este Evangelista no hay dudas, por lo que leemos en sus palabras. El padre de Jesús es José. ¿Por qué no dice que su madre es María? Lo ignoro yo y todos cuantos leemos este Evangelio. En ningún lugar de este libro llamado Evangelio de Juan se dice explícitamente que María era el nombre de su madre. ¿Quiso decir algo este biógrafo con esta ausencia? Lo ignoramos todos cuantos leemos esto. Tan solo podemos ofrecer ‘puras opiniones personales’.

Ante estas acusaciones de los judíos, nos sigue diciendo este Evangelista, su Jesús de Nazaret no se quedó callado. Habló. Comenzó a hablar en el versículo 43 y no dejó de hacerlo hasta lo que nos dice el Evangelista en el versículo 51, el último que se nos leerá en el Evangelio del domingo día 11 de agosto: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo… Si uno come de este pan, vivirá para siempre…”. Nada de todo esto nos contaron los biógrafos sinópticos Mc, Mt y Lc.

Y con este mismo mensaje del versículo 51 comenzará la lectura del Evangelio el próximo domingo día 18 de agosto. Curiosa la opción seleccionadora de la autoridad litúrgica. Unos versículos de este capítulo sexto se silencian para que nunca el pueblo los escuche. En cambio, otros, se les repite para que sean siempre bien recordados. Para mis adentros me digo, con intranquilidad, ¡qué sinuosa habilidad manipuladora del texto evangélico!

Después de haberse leído no una, ni dos veces, sino muchas dentro de una vida sin interrogantes, un lector o audiente llegará a la conclusión de que aquello que se proclamaba antes en la santa misa y ahora en la eucaristía en el momento de la consagración es, real y verdaderamente, lo mismo que se proclama en este cuarto Evangelio. Sin embargo, déjenme decir que esto que aquí nos cuenta este biógrafo no sucede en la cena final de Jesús con sus seguidores, sino en la Sinagoga de Cafarnaúm (Juan 6,59), en los días de una fiesta de la Pascua.

Esta constatación puede no ser importante. Lo que importa es preguntarse: ¿Qué es eso de comer el pan, de comer a Jesús? O, como se interrogan muchos con quienes convivimos: ¿Qué es eso de comulgar a/con Jesús? Y añado otro pormenor de esta narración evangélica. Las palabras que el Evangelista pone en boca de su Jesús están dichas para todas las personas que lo acompañaban en aquellos momentos, incluidos los acusadores. En ningún caso se afirma que estas palabras se digan sólo y exclusivamente a sus doce seguidores, varones, llamados apóstoles y para sus únicos sucesores. Convendría estudiar este capítulo sexto en la próxima sesión del Sínodo de la Sinodalidad, creo. Carmelo Bueno Heras. Madrid, 11 de agosto de 2024 

                                                                                                                                        

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 37ª (11.08.2024): Marcos 10,17-31

Era tan pobre persona que sólo tenía, deseaba y amasaba dinero

Seguimos en la alargada narración de la segunda etapa del Camino de Jesús y de sus seguidores hacia Jerusalén y, hacia los adentros de cada uno de los caminantes: “Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y, de rodillas ante Jesús, le preguntó…” (Mc 10,17). La próxima referencia textual al camino nos indicará que ya nos hallamos todos -aquel Jesús de Nazaret, sus seguidores y cuantos ahora leemos estos hechos- en la tercera y última etapa (Marcos 10,32). Jerusalén va quedando más cerca.

Creo que la narración contada en Marcos 10,17-31 tiene tres breves apartados relacionados entre sí por una pregunta explícita del llamado ‘joven rico’, que en realidad no es tan joven como bien apunta el texto explícitamente: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud” (10,20). Y tampoco parecía ser tan rico porque acabó despreciando ‘el tesoro’. Y algo más, como muy bien se dice en el sentido común de la gente normal, aquel buen hombre y judío era tan pobrerico que solo tenía dinero, y “se marchó entristecido porque tenía muchos bienes” (Mc 10,23).

Escuchamos la pregunta y nos quedamos saboreándola según el sentido crítico de nuestras neuronas: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?” (10,17). Estamos en el primer apartado de este sorprendente encuentro de Jesús de Nazaret con aquel hombre tan inmensamente rico, tanto que hasta parece querer comprarse para él ‘la vida eterna’. No hubo acuerdo entre ambos y eso que el propio Jesús se atrevió a mirar a aquel judío ‘con cariño’ y le invitó a compartir no sus riquezas, sino su persona, el camino, el reino de Dios (Marcos 10,17-22).

Y todo esto sucede ante la presencia de quienes están y caminan con Jesús. Es el segundo apartado de la narración (Marcos 10,23-27). Estos seguidores, que ven y oyen a Jesús que rechaza ser maestro de nada ni de nadie, están tan asombrados como ignorantes: “Se decían entre sí: ¿quién podrá salvarse?” (10,26). Les sigue resonando la pregunta del judío ricopobre que hablaba de vida eterna.

Por fin, la tercera parte de esta secuencia (Marcos 10,28-31) que además sirve para cerrar la segunda y larga etapa del camino de las enseñanzas compartidas entre Jesús de Nazaret y todas aquellas personas que, entonces, ahora y siempre, desean tener como tesoro de sus personas el reino. Un reino que, al parecer de este relato, no es una vida eterna al otro lado de esta vida.

Este tercer apartado lo inicia Pedro: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mc 10,29). Y seguidores son de este Jesús a quien acompañan mientras suben a Jerusalén. Pero como lector que soy no dejo de preguntarme: ¿Por qué lo siguen? ¿Qué interés les mueve? Y más, ¿por qué decidirán abandonar a este Jesús a quien aquí y ahora siguen? (Mc 14,43-51).

En estos momentos de mi lectura crítico-contemplativa necesitaría más que en otras ocasiones una palabra de certeza, María Magdalena. ¡Necesito tanto que me susurres qué es esa ‘vida eterna’, qué es ese ‘tesoro del reino de Dios’, qué es ‘ser último’ y ‘ser primero’…! Te necesito. 

Carmelo Bueno Heras. Madrid, 6 de agosto de 2017.

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