Plural o singular
En pleno verano aquí en el
norte.
En pleno invierno allá en el
sur.
Una única Tierra y tan
desigual. En ella estamos y en ella nos sostenemos. O se nos sostiene... ¿Quién
sostiene a quién?
Creo que no es una pregunta
ociosa.
¿Quién sostiene a quién?
¿Quién sostiene a quién,
cuando hablamos de las cosas de la tierra? Yo a ella o ella a mí.
¿Quién sostiene a quién,
cuando hablamos de los asuntos de los padres y los hijos?
¿Quién sostiene a quién,
cuando hablamos del asunto de dios o de los dioses?
¿Quién sostiene a quién,
cuando hablamos de lo grande o lo pequeño, de lo rico o lo pobre, de lo sabio o
lo ignorante...?
-¿Quién sostiene a
quién?
-Nos sostenemos.
Cuando uno se atreve a
pensar en plural y vivir así, en plural también, se comienza a comprender la
experiencia de ser y sentirse serenamente libre y muy a gusto por ser humano
con los humanos en este mundo del cosmos.
¡Cuánto cuesta aprender
a pensar en plural!
Y hablando de este asunto del
pensar, creer y sentir merece la pena pararse un momento a contemplar el dato
de la 'señora María' en este mundo de la Religión que llamamos cristianismo. Lo
haré a mi manera, como ya lo practico desde hace algunas semanas. Decido
continuar el rosario mariano con las siete nuevas advocaciones de María con
su correspondiente jaculatoria. Ya me va quedando menos para llegar a la última
etapa de este camino de tales advocaciones, la 366:
183. Santísima
Virgen Violeta. Que me devuelvan a la señora María.
184. Santísima Virgen de Icíar. Que me devuelvan a la señora
María.
185. Santísima Virgen de las
Flores. Que me devuelvan a la señora María.
186. Santísima Virgen de la
Laguna. Que me devuelvan a la señora María.
187. Santísima Virgen de
Lagunas. Que me devuelvan a la señora María.
188. Santísima Virgen de
Mairena. Que me devuelvan a la señora María.
189. Santísima Virgen de Cotoca. Que me devuelvan a la
señora María.
. Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la
señora María.
Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones.
Siempre.
Y nada más para este nuevo
domingo del 4 de agosto de 2024.
A continuación se encuentra,
primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para
las Eucaristías.
Y, en segundo lugar, el
comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera
ordenadamente este Evangelio de Marcos a lo largo de los cincuenta y dos
domingos del año eclesiástico católico.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 18º del TO Ciclo B
(04.08.2024): Juan 6,24-35. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:
Haced esto en memoria mía
El
pasado domingo comenté ‘Contigo’ aquí el texto de Juan 6,1-15. Y para
este domingo se nos propone la lectura de Juan 6,24-35. ¿Por qué no se
nos proclama el texto de Juan 6,16-23? ¿Quién tiene en nuestra santísima
Iglesia la capacidad de usar ‘una mística tijera’ para decidir ‘esto’ sí se lee
y ‘esto otro’ de la tenida como ‘Palabra de Dios’ no se lee? A veces, alucino.
Decía
en el comentario de la semana pasada que hemos de leernos este importante
capítulo sexto de la biografía del Jesús de Juan completo, y más de tres veces,
a ser posible. Por eso recuerdo que lo escrito en Juan 6,16-23 nos
recuerda un signo o señal que este Jesús de Nazaret realiza en estas
celebraciones de la fiesta de la Pascua judía. Un signo o señal que hay que
añadir al signo o señal de la multiplicación de los panes y peces. ¿Importa
mucho o poco tener en cuenta estos signos o señales que realiza este Jesús del
Evangelista Juan? Claro que importa y no poco.
En
esta curiosa fiesta de la Pascua Jesús multiplica el pan, como leíamos en el
domingo pasado, y ahora recuerdo que Jesús camina sobre las aguas del Lago de
Galilea para pasar al otro lado sin problema ninguno (Juan 6,16-23). Es
la nueva Pascua de este nuevo Jesús de Juan. Una pascua que no es precisamente
cualquier tipo de liberación política, sino principalmente liberación
humanizadora por ser liberación de la esclavitud religiosa. Este Evangelista
nos presenta a ‘su’ Jesús como ‘EL YOSOY’ (Juan 6,20), el dios de la RELIGIÓN
de su pueblo. Ninguno de los tres Evangelios anteriores (los sinópticos Marcos,
Mateo y Lucas) nos hablaron de ‘su’ Jesús de esta manera. ¿Puedo decir que este
Jesús del Evangelista Juan es ‘la nueva experiencia de la humanización’?
Escrito queda.
Retomo
el relato que se nos leerá en este domingo día 4 de agosto: “Cuando la gente
vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas
y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le
dijeron: Maestro, ¿cuándo has llegado aquí? Jesús les respondió…, vosotros me
buscáis…, porque habéis comido de los panes y os habéis saciado” (Juan
6,24-26).
En
este momento, el Evangelista coloca en labios de Jesús un discurso nada breve a
propósito de las señales que está compartiendo con la gente que le sigue y le
escucha. En los próximos comentarios tendremos la oportunidad de apropiarnos de
este mensaje de Jesús relacionado con el comer y beber de la mesa compartida de
la cena pascual y con aquel recuerdo de la comida del pueblo en Egipto que dio
inicio a la primera experiencia de la liberación. Llamo la atención sobre el
lugar en el que están aconteciendo tales hechos narrados por este cuarto
Evangelio. Este lugar no es Jerusalén, ni su templo, ni ningún otro recinto
significativo. Este lugar es el poblado de Cafarnaúm en la orilla del Mar de
Galilea.
En
este contexto, el Evangelista puso en boca de este judío laico que es Jesús de
Nazaret palabras tan significativas como éstas: “Yo soy el pan de la vida,
quien viene a mí no tendrá hambre. Quien cree en mí no pasará nunca sed”
(Juan 6,35).
Cuando
me quedo a solas y con tiempo para reposar estos mensajes del discurso
atribuido a Jesús no puedo dejar de pensar en los acontecimientos que leeré en
este mismo Evangelio en Juan 13, la cena. Y recuerdo y actualizo que los
tres Evangelios sinópticos hablan de este mismo asunto en la trágica última
cena donde, como nos dice Lucas, escuchamos el inolvidable ‘haced esto en
memoria mía’.
Carmelo
Bueno Heras. Madrid, 4 de agosto de 2024.
CINCO
MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo
completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 36ª (04.08.2024):
Marcos 10,13-16. Indignados,
¿por qué?
El
texto que he acotado para este comentario que llevamos entre manos del llamado
Evangelio de Marcos es muy breve. Por esto y, más, por su mensaje tan central
voy a copiar sus cuatro versículos completos: “Trajeron unos niños a Jesús
para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo. Al verlo, Jesús
se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí. No se lo impidáis,
porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no
recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y Jesús los abrazaba y
los bendecía a manos llenas” (Marcos 10,13-16).
Mateo
cuenta esto mismo con alguna variante significativa, dice que a Jesús le
presentan los niños con la intención de que les ‘impusiera’ las manos y ‘orara’
por ellos. ¿Acaso este Jesús de Mateo no abrazaba a los niños? (Mateo 19,13-15
y también Mateo 18,1-5). El evangelista Lucas (18,15-17) toma sus decisiones
ante este mismo hecho. Como en Marcos, nada dice de las pretensiones de quienes
presentan los niños para que Jesús ore por ellos. La pretensión es sólo que los
tocara. Pero no sabemos si este Jesús de Lucas toca o no, abraza o no, bendice
o no a los niños, como tan intencionadamente puntualiza la narradora de Marcos,
María Magdalena, mujer de las sutilezas humanizadoras del abrazo,
las caricias y las bendiciones.
Al
volver la mirada al relato no puedo olvidar la más sangrante de las
coincidencias entre los tres narradores: la indignación. Primero, la
indignación de los discípulos. Seguramente es la indignación de los ‘llamados
DOCE’. Al parecer, no les entra en la cabeza que ‘su’ Mesías, el Jesús de
Nazaret, esté para perder el tiempo atendiendo a los pequeños que, como dice el
refrán popular, ‘ni pinchan ni cortan’. Está muy claro que no aprendieron a
comprender a este Jesús que ya les había enseñado en Galilea qué significaba
tocar y dejarse tocar (Marcos 5,25-35). La presencia y cercanía de los pequeños
(en Mc 10,13ss) y de las mujeres (en Mc 5,25ss) junto a Jesús indignaba a sus seguidores.
La
indignación que señalan los tres Evangelistas, invade también al propio Jesús
cuando constata las actitudes y decisiones de quienes caminan a su lado hacia
Jerusalén. Es muy probable que las pretensiones de Jesús y de los llamados
‘suyos’ no sean las mismas. A Jesús le indignan sus propios acompañantes,
seguidores, discípulos o los DOCE. A todos estos les indigna el atrevimiento de
que niños y mujeres sean tan importantes para Jesús de Nazaret al que ansían
ver coronado como ‘el Mesías’ que espera Israel frente al poder esclavizador de
Roma y la degradación religiosa del poder sacerdotal asentado en el único
templo del judaísmo ubicado en su ¿capital sagrada?, Jerusalén.
Este
brevísimo relato del Evangelio de María Magdalena sucede mientras Jesús de
Nazaret camina con quienes caminan a su alrededor. Contigo, que me lees y
meditas, he imaginado este camino como un camino semejante a ese que se recorre
como experiencia de senderismo de compañeros o como el camino en etapas que se
comienza en una medieval ciudad alemana, por ejemplo, y acaba en Santiago de
Compostela.
Pero
es también el camino de una escuela, sinagoga, madrasa, catedral, cátedra
universitaria, noviciado, centro de iniciación, seminario… ¿Imparte ahí este
Jesús su especialidad sobre ‘indignación’? ¿Cómo? ¿A quiénes?
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 30 de julio de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario