Domingo
20º Tiempo Ordinario B (18.08.2024): Juan 6,51-58
Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
Sobre esto
habrá silencio en el Sínodo
Para comenzar este comentario propongo realizar un sencillo
ejercicio: leer en un primer momento Juan
6,41-51 y después Juan 6,52-58.
Y luego, pregúntese cada uno si ambos textos no son tan semejantes que parecen
iguales. Los investigadores más críticos aseguran que el segundo (Juan 6,52-58)
fue escrito por una persona distinta y como añadido al primer texto. Parece ser
que este tipo de paralelos o duplicados aparecen más de una vez en este libro
del Evangelio de Juan. Asegurar esto no deja de ser una opinión tan razonable
como respetable.
Sea como fuere, lo cierto es que el domingo pasado se nos leyó
en las celebraciones el relato que aquí he llamado primero (Juan 6,41-51) y lo
lógico y natural hubiera sido leer en este domingo día 18 de agosto el relato
segundo (Juan 6,52-58) con una añadidura final: el texto de Juan 6,59 que sirve para poner el
broche literario y teológico a estos breves discursos de Jesús. Copio
textualmente este curioso versículo del cuarto biógrafo: “Esto lo dijo [Jesús] mientras
enseñaba en la sinagoga en Cafarnaúm”. Curioso, ni en Jerusalén ni en el
CENÁCULO.
Este texto no se nos lee al pueblo reunido en la celebración.
Vuelvo a pensar que es una omisión pretendida y no alcanzo a sospechar la
intencionalidad con la que se realiza. En cambio, el versículo 51 que el
narrador original colocó en el primer texto (Jn 6,41-51), la autoridad
litúrgica nos lo ha vuelto a colocar en el frontispicio del segundo texto (Jn
6,51-58). Como si se tratará de un juego intencionadamente manipulador: lo que
omito, por un lado, lo añado, por el otro. ¿Por qué se repite en dos domingos
el verso 6,51 y se omite siempre el verso 6,59? Copio también textualmente este
muy curioso versículo de Juan 6,51: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo doy es mi cuerpo. Lo daré
por la vida del mundo”. Se alude a la CRUZ, ¿o a la COMUNIÓN?
Mis neuronas, literariamente inquietas e inconformistas, me
cuestionan constantemente: Esta sinagoga de Cafarnaún del relato de Juan, ¿no
es semejante a la sinagoga de Nazaret del relato del Evangelista Lucas
(4,14-30)? Cuántas más veces leo en paralelo ambos textos evangélicos más
semejanzas descubro. El Jesús de Nazaret de ambos Evangelistas se atreve a leer
sendos textos de sus tradiciones religiosas judías y se atreve a interpretarlos
y comentarlos de manera sorprendentemente profética hasta el punto de ‘sacar de
sus casillas’ a las autoridades de su RELIGION presentes en las sinagogas de
Nazaret y de Cafarnaún.
Los versículos de Juan
6,53-58, los posiblemente añadidos por su segundo lector-redactor de este
Evangelio, evocan más directamente los acontecimientos de la última cena de
Jesús con sus seguidores. ¿No tendrían su lugar apropiado en la primera parte
del capítulo decimotercero del libro de Juan? Este texto será el que se anuncie
y comente en las eucaristías del domingo 18 de agosto de 2024. Y se nos
llenarán las bocas y los oídos de las referencias a los sacramentos del
sacerdocio y de la consagración eucarística. Asuntos que no se abordarán en el
Sínodo de la Sinodalidad. ¿Por el peligro profético que en ellos se encierra?
Tal vez.
El mensaje de este capítulo sexto de Juan continúa en Jn 6,60-71, como así lo veremos en una
semana. En el final de este comentario vuelvo a ser consciente de la
centralidad del mensaje sobre la persona de aquel judío laico de Galilea a
quien se le define como ‘Yo soy pan’, ‘Yo soy vino’, ‘Yo soy comida’, ‘Yo soy
bebida’, ‘Yo soy cuerpo’, ‘Yo soy sangre’. Para los judíos, creyentes o no,
estas afirmaciones sólo se podían referir a su Yavé-Dios. Atribuírselas a un
hombre era herejía y blasfemia. Carmelo
Bueno Heras. En Madrid, 18 de agosto de 2024
CINCO
MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo
completo y de forma ordenada, de principio a fin.
Semana 38ª
(18.08.2024): Marcos 10,32-45
El más importante
es el más pequeño
Por los senderos del llamado Evangelio de Marcos, su autora,
María Magdalena, nos sitúa ya en la tercera y última etapa del Camino que sube
desde Cesarea de Felipe (Marcos 8,27) hasta Jerusalén (11,1). Tal vez sea la
etapa más breve de las tres. Pero como las anteriores no deja de tener sus tres
apartados. El uno, anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús
(10,32-34). El dos, un puñado de condiciones que definen qué es eso de ser como
Jesús o seguirle (10,35-45). Y el tres, un relato complementario que
personalmente puedo llamar ‘la guinda del pastel’ que tiene nombre propio y
apellidos: Bartimeo, el ciego del camino (10,46-52).
Para la lectura y el comentario de este domingo propongo que
nos detengamos en los dos primeros apartados. El anuncio y las condiciones. Los
muy estudiosos llaman ‘profecía’ al anuncio que la narradora pone en labios de
su protagonista. Ciertamente este anuncio-profecía (10,32-34) son palabras,
como otras muchas más, que seguramente nunca dijo Jesús en su vida. Viene a ser
este anuncio-profecía como una estructura literaria y teológica que se inventó,
inteligentemente, su autora para comprender la personalidad de Jesús de
Nazaret. Y, a la vez, subrayar la incapacidad de entendimiento de quienes
vivieron con él.
Copio aquí el inicio de este anuncio revestido con el ropaje
de la profecía: “Subían camino de
Jerusalén y Jesús iba delante de sus discípulos que lo seguían admirados y
asustados…” (10,32). Y será en esta Jerusalén y serán los jefes de los
sacerdotes y los maestros de la ley quienes se burlen de Jesús, lo escupan, lo
azoten y lo maten… Cuando esto se va escribiendo con la tinta entrañable de las
lágrimas por María Magdalena los hechos ya habían sucedido veinte o treinta
años atrás. Después de tanto tiempo, este hombre sigue tan presente dentro de
ella, tan resucitado y vivo, como lo estuvo en los días de sus misiones
compartidas (Mc 15,40-47).
Y hemos llegado a los versículos 10,35-45, que aquí he llamado
segundo apartado de esta etapa del Camino. Tengo este mensaje como una de las
referencias prioritarias de la experiencia de Jesús de Nazaret. Creo que sólo
una mujer podría haber escrito una experiencia tan humana, tan religiosa, tan
espiritual como la que nos ha regalado María Magdalena y su experiencia de la
vida de Jesús y su mensaje y su misión. El
más importante es el más pequeño.
El Evangelista Mateo también cuenta este relato (Mateo
20,20-23), pero la tensión se destapa con la propuesta-petición descarada que
la madre de los Zebedeos pone en conocimiento del mismo Jesús de Nazaret. Estos
Zebedeos son la familia de ‘los Truenos o los atronadores’ por su intransigente
nacionalismo religioso, político y social. Esta madre no existe ni en el relato
de Marcos ni en el de Lucas. Y, además, este Evangelista Lucas sitúa esta
escena de reivindicaciones de poderes y de primeros puestos en plena cena de
despedida ¿o de los orígenes de la santa misa, eucaristía o fracción del pan?
Increíble, este Lucas (22,19-38).
“Concédenos sentarnos en tu gloria [¿la del futuro pedro-papa?] el uno a la derecha [¿la del futuro
cardenal primero?] y el otro a la
izquierda [¿la del futuro cardenal segundo?]… Los otros diez, al oír esto, se indignaron… Jesús les dijo: así se
actúa entre los jefes de las naciones… No ha de ser así entre vosotros.
Jamás.” (¡¿XQ...!?). Aquí,
el más será siempre el más pequeño.
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 13 de agosto de 2017.
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