viernes, 9 de agosto de 2024

10 de agosto: Nuestra Señora de la Peña

 

10 de agosto: Nuestra Señora de la Peña

El 10 de Agosto de 1685, Bernardino de León hombre humilde de Bogotá, “vio un resplandor muy grande y extraordinario que no era de la luz natural del día, halló delineados en la roca viva las imágenes de Jesús, María, José y del Arcángel San Miguel”, en los cerros orientales de Bogotá. Inmediatamente se le atribuyeron a estas imágenes características sobrenaturales con el argumento de que ningún ser humano podría treparse a pintar esas peñas sin caerse.

“La Ermita Primitiva de la Peña Alta fue edificada en 1686 de bahareque y paja. De cal y canto se hizo en 1714 por el maestro albañil Dionisio Peña, pero se derrumbo en 1716. Se bajaron entonces las imágenes, desprendiéndolas de la roca o peña, al sitio actual donde se edificó la nueva iglesia en 1722”.

Acontecimiento como este resultaba extraordinario en la Nueva Granada, el cual tenía un precedente en solitario: la aparición de la Virgen en Chiquinquirá, que había cumplido su primer centenario el año anterior. Sin embargo, Cordovez Moure asegura que un preso español mandó a esculpir a la Virgen de su devoción es un enorme bloque de piedra y ordenó ponerlo en los altos cerros que dominan a Bogotá, lo que treparon hasta donde fue posible y allí tuvieron que dejarlo abandonado.


EL PROTAGONISTA DEL MILAGRO

Cuenta Matallana que Bernardino de León “Tomó fiado un poco de pan y de alfandoque que le sirviese de fiambre en su camino” y se fue un recorrer los montes”; apretado de la sed [...] encontró en un lugar muy angosto y pendiente una piedra redonda como pilita llena de agua muy cristalina y clara, que provocaba naturalmente a beber de ella “, y de calmar la sed de Bernardino producida por el alfandoque, pasó a aliviar las calamidades de los peregrinos, pues de esa misma fuente es el agua milagrosa que llevan del Santuario.

Los protagonistas de los milagros suelen ser de origen humilde. Bernardino proviene de un complicadísimo enredo genealógico: hijo de Juana de Vera y Pedro Chaves, nieto de Juan Rodríguez de León, quien, por obra y gracia de su matrimonio con Juana, le dio su apellido y se convirtió en su padre putativo.

Se dice tenía que “el vicio de recorrer montes [...]. Encontrar Algún atesoro con qué salir de su miseria…”. Su oficio era el de platero de oro. Posteriormente y, de paso, el de guaquero. Pero al seguir leyendo con detenimiento el libro del padre Struve Haker, nos encontramos con que Bernardino no era tan pobre, pues tenía casa, tenía indios, tenía solar.


LOS MILAGROS

Motivo de especial emoción para los creyentes fue el que el Niño Jesús sostuviera en la mano una granada que, según le dijo Nuestro Señor a una monja, cuyos escritos reproduce Matallana, “¿y vosotros no habéis reparado en la fruta Coronada y la unión de los granos de la Granada? [...] Y así como la granada es la fruta coronada Reyna entre las frutas, así, esta ciudad de Santafé, es para Dios, la Reina entre las hijas, la predilecta, la preferida y más querida”. Ella misma cuenta que, en una ocasión en que hubo una muy grande esterilidad en los pueblos inmediatos, invocaron a Nuestra Señora de La Peña, y está los socorrió “, con abundante cosecha, por cuyo motivo, según he conocido, vienen los indios con más frecuencia desde entonces a visitarla anualmente los días de carnestolendas”.

A continuación la monja cuenta de sus temores por sus escritos, que a ella misma le parecen “embustes, engaños del demonio o ardides de mi cabeza”.

Y como el testimonio de esta monja, su nombre no nos es revelado, Matallana recogió otros que dan fe acerca de las cualidades de las imágenes milagrosas de la Virgen de la Peña al ser invocada en momentos de dificultad, la mayoría de casos son personas que se tropiezan y caen entre las rocas y desfiladeros de los cerros, empezando por sus capellanes.

“Subía un día el Capellán Br. Don Dionisio Pérez a cumplir sus deberes en la Ermita de arriba, y llegando a un paso muy estrecho y peligroso, fatigado el caballo en que iba no podía arribar, y comenzó a temblar: entonces el Capellán no pudiendo evitar el peligro se apeó por el lado de lo alto, y al instante se despeñó el caballo, y el Presbítero asustado subió a dar las gracias a Nuestra Señora”.

El padre Struve, que llegó a Colombia evadiendo la segunda guerra europea, también consideró milagro de la Virgen el haberle dado a saber el paradero de sus hermanos y padres, de quienes había perdido el rastro, motivo por el cual se había puesto al servicio del Santuario. Y en su diario reprodujo varias narraciones más de gentes agradecidas con ella por haber recibido sus favores:

“Vino el domingo anterior Servando Ruiz para contar al Capellán el siguiente relato: que su madre Rosario Cagua de Ruiz había estado enferma en cama ya por 8 meses, y los últimos 15 días estuvo paralizada ya enteramente, de modo que humanamente ya no se pudo esperar ninguna curación. Mandó entonces subir a su hijo al santuario para que pagara unos 8 años de cofradía qué estaba debiendo, el hijo, consolado en este santo templo rogó por una muerte cristiana y tranquila de su Madre, cuando bajó, la encontró muerta sin haber sufrido sufrimiento ella. Subió otra vez para dar las gracias a la Virgen. Para que conste. El Capellán: Ricardo Struve Haker “.

“Venia de una Estancia á Santafé un hijo de Doña María Cotrina llamado Agustín, y habiendo dado a un macho una palmada en la anca, este le correspondió con una coz en la cara que le partió las narices en términos que le quedaron colgadas del labio de arriba: a vista de tan fiero daño, invocaron a Nuestra Señora de La Peña, y al instante se las volvieron a su lugar cosiéndole el cutis; aunque padeció seis meses, al fin quedó enteramente bueno solo con las señales a manera de una eme perfecta. Lleváronlo a la Ermita, y velaron dos días a Nuestra Señora en acción de gracias, quedando todos persuadidos de que por ella había enteramente sanado.”

“Juana Silva, se hallaba tan desesperada de una reuma y dolor en la cara, que ya no hacerse sabía: y en tal agitación se aplico una piedrecita de la reliquia de Nuestra Señora, y le rogó, si era de su gusto, le diera salud, al instante se quito el dolor, y la dexo buena y sana, y al día siguiente subió a la Peña y mandó decir una Misa en acción de gracias.”

“El año de 1729 por partir un pedazo de panela para darle a un niño, una niña se corto el dedo pulgar, y lo dividió en dos partes por arriba de la coyuntura con el dolor dio gritos, a estos salió la madre, la vió, tomo con ligereza el pedazo del dedo e invocando a la Santísima Virgen de la Peña, lo puso en su lugar, y la niña quedó buena, contenta, sana y, y con la señal para testificar el milagro.”

“Al punto que un negro furioso descargaba un golpe con una hacha sobre Pablo Benites, que dormía muy descuidado de tal suceso, despertó, llamó a la Virgen de la Peña, y evadió el golpe, y agradecido fue a visitar a su bienhechora.”

“En Cali un mozo, trabajaba en una mina, y sin advertir se halló de golpe con una piedra muy grande encima, en tal positura que sus compañeros no podían librarlo; apurados le aconsejaron llamara a la Virgen Santísima de la Peña de Santafé, y apenas lo executó rodó la piedra por sí sola, y lo dexo libre, y sin daño alguno, por lo que en breve vino a pié a visitar y dar gracias a su libertadora, prometiéndole ser siempre su devoto.“


EL PAPA APRUEBA

Para seguir con los Fenómenos Naturales, el cometa Halley pasó por Santafé del 26 de abril al 18 de mayo de 1750, año en que José Hilario López expulso del país a los jesuitas y en que el papa Benedicto XIV expidió una bula mediante la cual aprobaba la Cofradía de Nuestra Señora de la Peña, que se había erigido en 1717, y concedía a los cofrades indulgencia de Plenaria Remisión de todos sus pecados. Y ordenó “Establecer el día de la fiesta de Nuestra Señora, aprobación con la facultad de no poderlo jamás variar, por lo que quedó aprobado y para siempre fixo el Domingo de Quincuagésima …”.


LA VIRGEN PATRIOTA

La historia del país se vuelca sobre las guerras de independencia con el libertador a la cabeza, la gente no tiene tiempo sino para hacer la guerra, y La Peña y la misma Virgen quedan envueltas en ella. En 1805 Fue nombrado Capellán el Presbítero José Ignacio Francisco Álvarez, y por esa época se quejó de la rebeldía de los Capellanes de la Peña el Párroco de Santa Bárbara, Nicolás Cuervo. No en balde estaría el cura Álvarez entre los 38 firmantes del Acta de Independencia proclamada el 20 de julio de 1810. Cuando él se dedico de lleno a la actividad política, que lo llevo a la muerte, asumió la Capellanía El Padre Juan Agustín Matallana, también perseguido por los españoles y quien nunca recibió nombramiento oficial, pero fue uno de los mayores divulgadores e historiadores de La Peña. Después fue patrono Luis Carbonell, hermano de José María, el de la Expedición Botánica, otra víctima de Morillo. Los soldados de Nariño subían a pedir la victoria y a encomendársele a la Virgen.

El 23 de diciembre Se hizo una restauración de la Capilla y fue reinaugurada con la presencia de los Presidentes de la Nueva Granada y de García Rovira. En 1815 se celebro una misa de gracia con el general Bolívar. En 1816 Morillo mandó clausurar el santuario y poner preso al cura Álvarez, en vista de que las imágenes milagrosas estaban cargadas del lado de los Patriotas. La Virgen tomaba partido. Así lo asegura Raúl Silva Holguín, cuando el Valle del Cauca se lanzó en pos de su independencia con una bandera azul celeste y blanca, orlada de plata: “Como los ejércitos de la Libertad confiaron a la Virgen María su victoria, que es muy posible escogiera su sagrado manto como bandera”.

Hay curas también patriotas realistas, por ejemplo, el Obispo don Salvador Jiménez de Enciso, “prelado belicoso y revoltoso, el cual de su tesoro contribuyó a vestir a los soldados del rey y de paso, con singular fervor por los negocios terrenales, lanzó excomunión contra el “traidor Bolívar”.


Santuario de Nuestra Señora de la Peña

También en el siglo XVII comenzó el culto y devoción a Nuestra Señora de la Peña, cuyo origen se relaciona con el hallazgo que en los cerros orientales de la capital hizo el 10 de agosto de 1685 un hombre humilde, de nombre Bernardino de León, de las imágenes de Jesús, María y José con el arcángel Miguel delineadas en la roca viva.

La noticia del milagroso hallazgo cundió por la capital y para evitar, ya fuera el fanatismo o la novelería, el arzobispo don Antonio Sanz Lozano ordenó al vicario general de la Arquidiócesis levantara ante un notario las informaciones sobre dónde, cómo yen qué circunstancias se había producido el afortunado hallazgo. Oídos todos los testimonios, el prelado dio licencia "el día de carnestolendas de 1686" para la veneración pública de las sagradas imágenes y para la construcción de su capilla y altar. La humilde ermita que se levantó por parte de sus devotos se vino al suelo por completo en 1714, como que era de muy pobres materiales y de techo pajizo. Ya para ese entonces fungía un capellán de la ermita, quien aleccionado por el desastre resolvió levantar una nueva capilla, "de paredes de cal y canto y cubierta de teja", que en el curso de un año fue concluida, de tal manera que pudo ser bendecida el16 de diciembre de 1715. Sin embargo, un hecho que puede señalarse como sugestión colectiva, dio inmediatamente ocasión para que se pensara que las imágenes debían ser sacadas de la roca y trasladadas al lugar donde hoy se hallan: repentinamente el rostro de Nuestra Señora se puso triste y lloroso, pero también tuvo simultáneamente reacciones de alegría, sin que se supiera la causa; y el8 de mayo de 1716 se derrumbó la pared del lado derecho de la capilla, desde los cimientos. La capilla no alcanzó a tener sino unos 150 días de vida.

A principios de junio del mismo año, el cantero comenzó a separar las imágenes de la piedra fundamental, dejando la piedra cortada con el peso de unas 30 arrobas. Con inmensos trabajos, pero con mucha industria, fueron bajadas las imágenes desde la escarpada loma hasta el llano, obra que concluyó en noviembre de 1716.

Ya abajo las imágenes, se les construyó una capilla pajiza y la primera fiesta que se celebró en esta ramada tuvo lugar el 9 de febrero de 1717, fecha que puede retenerse como el comienzo en firme de la construcción de la segunda capilla, que vino a concluirse en 1722.

De todas maneras parece que, aun con las eventuales mejoras que pudo tener esta capilla, se mantuvo en su pobre estado hasta las primeras décadas del siglo XIX, cuando en pleno fragor de la época independentista, y más concretamente por el año de 1816 o 1817, su capellán, el presbítero José Ignacio Alvarez, desde la cárcel a donde lo había mandado el Pacificador Morillo hizo la promesa a la Santísima Virgen de mejorarle su templo si alcanzaba a salir con vida de las garras del poder extranjero: "Salvado de la muerte casi segura, emprendió la obra; sin embargo, la tuvo que terminar su albacea José Luis Carbonell"36. Puede retenerse el año de 1820 como el de la terminación de los trabajos de la nueva ermita, con los cuales se mantuvo hasta 1955 cuando se emprendió su restauración.

Debe tenerse en cuenta que la casa cural apenas vino a ser construida en 1898, pero que no fue habitada de continuo, por la soledad de aquellos parajes, por el frío intenso, por el apartamiento de la ciudad, etcétera, por lo cual en 1902 el arzobispo Herrera Restrepo aprobó la sugerencia de confiar el santuario a una comunidad religiosa, que vino a ser de la Orden franciscana capuchina, cuyo contrato se celebró entre el prelado y el superior de los capuchinos el 15 de febrero de 1906. En manos suyas estuvo el santuario durante 26 años consecutivos, hasta que hicieron dejación de la capilla y casa en el año de 1933. Pocos días después, el arzobispo confiaba el santuario a dos religiosos de la Orden cisterciense, cuya estadía no sobrepasó los dos años. Desde entonces el santuario tuvo muchas vicisitudes y poca atención, pues pasó a depender de la parroquia de Egipto.

En 1944, tras tantas dificultades, la iglesia de La Peña volvió a ser administrada por el clero de la Arquidiócesis y su párroco desde aquel año hasta 1968 fue el sacerdote alemán Ricardo Struve Haker. En 1955 este sacerdote, enamorado de su santuario, llevó a cabo su restauración, "cuya belleza y fidelidad al estilo colonial han sido reconocidas hasta ahora sin excepción alguna, por las personas más competen¬tes del campo del arte", como escribía él mismo en el folleto que publicó en 1956 con el título de Guía Ilustrada del Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Peña. A este sacerdote se debe también la extensa monografia El Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Peña, publicada en la Imprenta Nacional de Colombia, 1955, en la que se contienen no sólo la historia pormenorizada del santuario desde 1685 hasta 1955, sino la vida y linajes de cada uno de sus capellanes, incluida la de él mismo. Obra preciosa, tanto por su impecable y perfecta edición, como por lo sólidamente fundamentada y por el espíritu crítico de su autor, a la cual puede remitirse el lector curioso, con la seguridad de que en sus páginas encontrará respuesta a cualquier pregunta relacionada con el pasado de tan venerable santuario capitalino.

(fuentes: forosdelavirgen.org; www.arquibogota.org.co)

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