Por qué no es fracaso la cruz sino victoria?
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).-
(Con audio) Jesús vence ya en su pasión y
muerte porque sigue adelante con su amor intacto, hasta el final. El amor de
Jesús es más fuerte que el desprecio, que la incomprensión de sus discípulos, la
traición de Judas, la negación de Pedro. Jesús lo experimenta y dice con toda su
crudeza: “Uno me traicionará”. “Me negarás tres veces”. Pero no se hecha atrás,
no lo vence la fragilidad humana, la codicia, la cobardía, el pecado humano.
Sigue adelante con su amor al Padre Dios y a sus hermanos humanos en la carne.
Con su corazón deshecho sigue conteniendo a todos los pobres y pecadores del
mundo, para purificarnos y llenarnos de vida con su amor. Incluso a los enemigos
del momento. A pesar de todo Jesús continúa amando. Jesús me sigue amando a mi y
a vos. Y ahí está la victoria.
Frente al sufrimiento espiritual,
sicológico, con tanto dolor físico, por el rechazo, la condena, la burla, la
tortura del látigo, las espinas, el peso de la cruz, los clavos, Jesús no
condena, no se enoja como yo, no se ofende, no se defiende para que no paguen
justos por pecadores. Esta es la victoria del amor de Jesús el Padre Dios y a
nosotros en la crueldad física, sicológica, espiritual y moral que padece en la
pasión y en la cruz. Esta paciencia intacta en situaciones extremas, la ternura
de su perdón en la violencia agresiva de muerte; el aguante, la mansedumbre y la
humildad en el atroz sufrimiento, revelan la potencia del amor de Jesús más
fuerte que todo; que vence todo y que no es derrotado por nada.
Por eso,
en las terribles heridas de la tortura y la muerte de Jesús vemos la grandeza y
belleza de su amor victorioso, hasta el extremo.
Después, la resurrección
de Jesús al tercer día es como una consecuencia; como una continuidad de la
victoria. Su amor no puede ser vencido por el mal y tampoco por la muerte. Su
amor vence también la muerte. Porque el amor de Jesús es vida
plena.
Señor Jesús, que la poderosa fuerza del amor de tu corazón herido
y victorioso me purifique del mal y me llene de tu vida plena.
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