¿Quién soy yo delante de Jesús que sufre?
(RV).- (Con audio) El Evangelio de la pasión de Jesús revela lo que hay en los corazones. El pueblo siente alegría y gratitud con Jesús y siguiendo estos afectos alaba a Jesús. Mientras que en los fariseos crecen la envidia y la bronca. Y siguiendo estos sentimientos deciden matar a Jesús.
Con Judas podemos ver todo un proceso interior. Traiciona a Jesús que le dio confianza. Lo vende por 30 monedas. Después cuando se da cuenta, se suicida por la desesperación. Con Pedro también se ve un proceso: promete ser fiel hasta la muerte pero después cobarde, niega a Jesús tres veces. Cuando recuerda las palabras y la mirada de Jesús, se arrepiente, llora amargamente. Y después da la cara, se hace cargo y da su vida por Jesús.
En el momento de la pasión los discípulos tienen miedo y dominados por el miedo se desparraman. Pilato es pobre hombre ambicioso y por el miedo de perder la migaja desabrida de poder que tiene, se lava las manos.
Jesús sufre como ninguno en el cuerpo y en el alma, pero a pesar de todo, con la fuerza de su amor al Padre Dios y a cada uno de nosotros, consigue llegar hasta el altar de la cruz donde se ofrece rogando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y con este amor más fuerte que todo Jesús vence el mal y vence la muerte.
Que el amor de Jesús nos transforme y nos haga capaces de amar como él.
Después de escuchar el Evangelio de la pasión de Jesús en la plaza de san Pedro con más de 100 mil personas, Papa Francisco, concentrado en la contemplación de Jesús y de los que lo rodean en la pasión, se preguntó: ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre?, ¿A cuál de éstas personas yo me parezco?
Todo el pueblo recibe a Jesús -comentó Francisco. Los niños y los jóvenes cantan, alaban a Jesús. ¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo?, ¿O tomo distancia?
El grupo de líderes religiosos, algunos sacerdotes, algunos fariseos, algunos maestros de la ley habían decidido matarlo. ¿Soy yo como ellos?
Los discípulos que no entendían nada, se quedaron dormidos mientras el Señor sufría. ¿Mi vida está dormida?, ¿O soy como Pedro que quería resolver todo con la espada? Yo ¿soy como Judas que finge amar y besa al Maestro para entregarlo, para traicionarlo?
Y cuando hago estas cosas –se preguntó Francisco- ¿creo que con esto salvo al pueblo? ¿Soy yo como Pilato que cuando veo que la situación es difícil, me lavo las manos?; ¿soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor?, ¿soy yo como el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena volunta de ayudar al Señor a llevar la cruz?, ¿soy yo como aquellos que pasaban delante de la Cruz y se burlaban de Jesús? “¡que baje de la cruz y creeremos en él!”.
¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la mamá de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio?, ¿soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del Sepulcro, llorando, rezando?
¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron a Pilato para pedirle que cerrara bien el sepulcro y pusiera guardias? Frenan la vida, bloquean el sepulcro para defender la doctrina, para que la vida no salga afuera.
¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de éstas personas me parezco yo?
Que esta pregunta nos acompañe durante toda la semana –concluyo Francisco.
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