Sermón
de san Agustín en la octava de Pascua:
La
nueva creación en Cristo
Homilía
dirigida a los bautizados en la Vigilia Pascual.
Me dirijo a vosotros, niños recién nacidos, párvulos en Cristo,
nueva prole de la Iglesia, gracia del Padre, fecundidad de la Madre, retoño
santo, muchedumbre renovada, flor de nuestro honor y fruto de nuestro trabajo,
mi gozo y mi corona, todos los que perseveráis firmes en el Señor.
Me dirijo a vosotros con las palabras del Apóstol: vestíos del Señor Jesucristo, y
que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos, para
que os revistáis de la vida que se os ha comunicado en el sacramento.
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os
habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles,
esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
En esto consiste la fuerza del sacramento: en que es el
sacramento de la vida nueva, que empieza ahora con la remisión de todos los
pecados pasados y que llegará a su plenitud con la resurrección de los muertos.
Por el bautismo fuisteis sepultados con él en la muerte, para
que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos, así también andéis
vosotros en una vida nueva.
Pues ahora, mientras vivís en vuestro cuerpo mortal, desterrados
lejos del Señor, camináis por la fe; pero tenéis un camino seguro que es Cristo
Jesús en cuanto hombre, el cual es al mismo tiempo el término al que tendéis,
quien por nosotros ha querido hacerse hombre.
Él ha reservado una inmensa dulzura para los que le temen y la
manifestará y dará con toda plenitud a los que esperan en él, una vez que
hayamos recibido la realidad de lo que ahora poseemos sólo en esperanza.
Hoy se cumplen los ocho días de vuestro renacimiento: y hoy se
completa en vosotros el sello de la fe, que entre los antiguos padres se
llevaba a cabo en la circuncisión de la carne a los ocho días del nacimiento
carnal.
Por eso mismo, el Señor al despojarse con su resurrección de la
carne mortal y hacer surgir un cuerpo, no ciertamente distinto, pero sí
inmortal, consagró con su resurrección el domingo, que es el tercer día después
de su pasión y el octavo contado a partir del sábado; y, al mismo tiempo, el
primero.
Por esto, también vosotros, ya
que habéis resucitado con Cristo –aunque todavía no de hecho, pero
sí ya en esperanza cierta, porque habéis recibido el sacramento de ello y las
arras del Espíritu–, buscad
los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios;
aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida
en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros
apareceréis juntamente con él, en gloria (Sermón 8, en la octava de Pascua,
1, 4: PL 46, 838.841).
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