Resultado de nada
El místico vomita
antes el fruto del bien y del mal para poder entrar de nuevo en el Paraíso. No
enjuicies nada, sino comprende el porqué y el lugar de las cosas. La felicidad
no es el resultado de nada. Ella es, en sí misma, y la descubres cuando te
libras de todo juicio y añadidura. Cuando quieres arreglar las cosas, metes
en ellas tu yo endemoniado, tu apego, y lo estropeas todo. Entra solo en la
realidad. No te apegues, ni siquiera a la liberación, porque ella no es
aprensible, no se deja apresar, y lo que harás es crearte otras cadenas, otra
esclavitud. Sólo tienes que ver las cosas como son.
Las cosas sólo
serán cuando deban ser, por mucha prisa que te des. La realidad no es algo que
se pueda forzar ni comprar. Se trata de ver la realidad tal como es. Lo cierto
es que ya estás en ella, siempre lo has estado, pero la buscas, como aquel pez
que iba loco buscando el océano. Lo único que no te deja es tu programación y
tus exigencias.
Nadie hace el mal
sin una justificación. Es la justificación la que lo engaña. Nadie se daña a
sí mismo conscientemente, sino inconscientemente. El que hace el mal es un
loco que no merece castigo, sino cura. No se puede condenar al que peca, sino
el pecado, que es un error. Las acciones pueden ser malas o buenas, y siempre
dependerá de la madurez y cordura del que las cometa. No puede llamarse malo
al que comete actos equivocados creyendo que los hace bien, o al que hace eso
compulsivamente, defendiéndose de peligros que sólo están en su imaginación.
Ése es un loco, un ser dormido al que hay que despertar, o un enfermo al que
hay que curar.
Nadie hace las
cosas malas adrede, fríamente, por maldad, por la sencilla razón de que el
componente sustancial de nuestro ser es el amor, la bondad, la felicidad, la
belleza, la inteligencia como luz de la verdad. Si esta sustancia está ahogada
por los miedos, por el sufrimiento, la única solución es sacar lo que estorba.
Las cosas se
observan para ver la verdad que hay detrás de las formas con que se cubren. Uno
puede tener en la mano un papel sucio creyendo que es un cheque de mucho valor.
Si lo haces renunciar a él o se lo quitas antes de que descubra su valor real,
esa persona siempre estará creyendo que le quitaron algo de valor y se
comportará como un ser estafado, engañado, despojado, y sus reacciones serán de
autodefensa. Así nunca despertará a la realidad. Primero habrá que despertarlo
y luego él mismo será el que tire el papel sucio, riéndose del engaño en que
estuvo metido. Y entonces sí quedará liberado.
Y si renuncias
voluntariamente a algo, creyendo que es un valor y que has hecho un sacrificio
con ello, siempre te vanagloriarás de lo que has hecho y pedirás aprobación y
admiración de los demás. Pero si antes despiertas y comprendes que en esa
renuncia tuya no hay nada de valor, que lo que has hecho es buscarte a ti
mismo, ¿cómo te vas a vanagloriar de renunciar a algo que no servía para nada?
Al contrario, te sentirás bien por haberte liberado de algo que te impedía ser
más tú mismo. Pero además, entonces, comprenderás con humildad a aquellos que
aún se sienten apegados a lo que tú ya has renunciado por estar despierto.
Estamos
siendo controlados en la medida en que seguimos dormidos: por el consumismo,
por la política, por el poder, por el trabajo y por el ocio.
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