viernes, 24 de octubre de 2014

Reconoce tu añadidura (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


Reconoce tu añadidura

A Dios sólo se lo encuentra por un proceso de sustracción. Sabiendo lo que no es, no añadiéndole nombres, conceptos y etiquetas, encontraremos a Dios. Dios es, y por ello es inaprensi­ble, no lo podemos enmarcar ni clasi­ficar porque escapa a toda objetivación. Por eso, el ser humano es también in­aprensible, porque es semejante a Dios. Cuantas más añadiduras le pongamos al ser, menos lo conoceremos. Hemos de dejarlas caer todas. Y lo mismo con la realidad. Si yo le exijo a la realidad unas condiciones, o le pongo unas aña­diduras, me alejaré de la realidad, la verdadera, y estaré siempre chocando con lo falso.

Los místicos son los que se han abierto confiadamente a la realidad, sin preocuparse por el resultado, pues sa­ben que sólo en la realidad habita la verdad.

Meterse en la batalla de la vida, pero con el corazón en paz, es la única ma­nera de vivir la realidad de la vida. Es cumplir la voluntad de Dios. Para ello, el primer paso es reconocer la añadi­dura, darte cuenta con sinceridad de tus bloqueos y obstáculos.

El segundo paso es mirar la causa, sabiendo que está fuera de la realidad. Sin culparte ni justificarte. Tú no tie­nes la culpa de esa programación, y cuando caes en los hábitos, no lo ha­ces adrede. Tú eres víctima de tu pro­pia diagramación. No estés desconten­to, irritado y molesto contigo mismo, porque eso no te va a ayudar. Y si su­fres, si te afliges, no tomes tu aflicción por tu ser. Desidentifícate de ese sufri­miento.

El yo, ¿Quién es? ¿Soy un cuerpo? No, porque las células de mi cuerpo son renovadas continuamente y, en siete años, no queda ni una de las anteriores y, sin embargo, sigo siendo el mismo. Yo no soy mi cuerpo, pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian continuamente y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni mi forma de expresar­me, ni de andar. Yo no puedo identifi­carme con lo cambiable, que abarca las formas de mi yo, pero no es mi yo.

Tú eres el ser, lo que es. El cielo es, no cambia; las nubes sí. Lo único que puedes buscar es lo que no eres, pues en cuanto puedes objetivarlo ya no lo eres, sino que es una forma, una expre­sión de lo que realmente eres. Puedes buscar lo que no eres, y al ir apartando tus formas y añadiduras, te irás liberan­do de ideas equivocadas sobre ti y, de­trás de todo esto, irá surgiendo tu ser.

Así es que el tercer paso es no iden­tificarte con las formas que cambian,

ni apegarte a ellas, ni rechazarlas, ni ponerles etiquetas, ni valorarlas dándo­les una importancia que no tienen. Lla­marlas por su nombre: son formas nada más, y si les das batalla, toman una importancia que, en sí, no tienen. Cuan­do las mires tal como son, perderán importancia y se replegarán a su lugar. Hay que comprenderlas, entender por que están ahí, para que no te estorben ni molesten. Entonces la importancia que les hayas dado hasta ahora se va, porque no es real, no existe, y descu­bres que no eran más que alucinacio­nes del sueño de un ser dormido. No hay que violentarse con nada ni para mejorarlo ni para cambiarlo. Lo que es, es, y sólo lo es por su propia causa, nada lo puede dañar si está despierto.

 

Estar despierto es no dejarse afectar por nada, ni por nadie. Y eso es ser libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario