jueves, 23 de octubre de 2014
Reto de amor: tú solo alaba 23102014
Reto de amor: tú solo alaba
Hola buenos días hoy Ines nos lleva al Señor.
Que tengas un feliz día
LA ALABANZA ESTÉ SIEMPRE EN MI BOCA
¡¡Tengo que contároslo!! La otra noche, antes de irme a la celda, pasé un momento por la capilla de invierno. Allí está el Señor en el Sagrario y a esas horas no puedo pasar de largo sabiendo que está allí solo. Me acerqué a Él con intención de contarle y dejarle todo mi día: “Mira, Señor, esto y esto; yo creo que podría ser de otra manera, aquello no me gusta y lo otro… ¡ay, cómo están las cosas!”
Claro, Cristo no está sordo y me contestó: “Mira, todo eso es verdad, es así, hay cosas mal porque los hombres están pobres, débiles e impotentes, si no ¿por qué el Padre me ha enviado? Para ayudaros he venido Yo; tú, por más que te empeñes, razones o te disgustes, no puedes cambiarlo. No es tu papel, es el mío; tú dedícate a ALABARME, ésa es tu misión, lo que te hará Feliz. Alaba, alaba a tu Dios que te ha mirado con Amor y se ocupa de ti, de salvarte y salvar al mundo.”
¡Uff! Oyendo esto sentí un gran alivio, porque ciertamente yo no puedo cambiar el mundo, ni tan siquiera a mí misma. Los días siguientes me ha resonado con fuerza porque la oración litúrgica de cada día confirma que la Alabanza ha de ser mi actitud, la de todo hombre, la de toda criatura a su Creador, la de todo condenado que es salvado.
Cuando “alguien” te hace un favor, no sabes cómo hacer para agradecerle; los regalos que nos hacemos son generalmente un lenguaje de gratitud, pero hay un regalo que no es material: la alabanza del otro, el reconocimiento.
Recuerdo un tío mío que tuvo un accidente mortal en un transformador de alta tensión, a tal tiempo pasó por allí un hombre que, agarrándole con su boina, le arrancó de ser calcinado. Toda la vida oí a mi tío hablar de su “salvador”. Nunca supe cómo se llamaba aquel hombre, pero la actitud de mi tío dejaba claro qué había hecho por él.
Es claro que la ALABANZA es la actitud que nos propone la Palabra de Dios; además redescubro que alabar a Dios me hace salir de mi misma, desenredarme de “mis preocupaciones”, confiar en el Señor y me produce gozo profundo. El reto de hoy es que te dejes conducir por esas corazonadas: entra donde haya un Sagrario solitario, acércate lo más que puedas, cuéntale a Cristo lo tuyo, escúchale y vuelve a tu día alabándole.
¡VIVE DE CRISTO!
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