viernes, 31 de octubre de 2014

El amor es (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


El amor es

A la persona no se la puede desear, porque en cuanto deseas a una per­sona has dejado de amarla como tal. Yo no soy una cosa. No soy deseable ni indeseable. Soy lo que soy y nada más. Tú llegarás a amar a las perso­nas en cuanto no te importe lo que son las personas. El amor es imper­sonal. En el amor no se mete la per­sonalidad. El amor es, y fluye por medio de ti; tú no lo fabricas y en el amor la persona se queda a un lado. Por eso, el amor te deja libre y dis­ponible. El yo es un impedimento para amar. Cuando eliges, o com­paras, o pides compensaciones, es porque necesitas a esa persona para amarte a ti mismo. Cuando desapa­recen los recuerdos, los prejuicios y las visiones subjetivas, entonces ya surge el amor que fluye desde donde es.

La personalidad, el yo, es un im­pedimento para amar, porque consi­dero a las personas amadas como algo mío. Amo a mi hijo, a mi marido, a mi familia, porque son algo mío, dis­tinguiéndolos de los que me quedan más lejos. Entonces estoy cosifican­do lo más cercano como pertenencias a las que debo amar. Y el amor no sabe de deberes ni de gratificaciones, porque el amor es libre y gratuito. "Te amo, te quiero, te necesito, no puedo vivir sin ti" significan: me agarro a ti porque llenas mi necesidad y mi ape­go. Eso es egoísmo. El amor existe aunque no haya nadie allí. Es nues­tra esencia y se manifiesta en una manera de ser, un estado del alma, y está en consonancia con la capacidad de ver y existir, y en cuanto veamos y seamos nosotros mismos libremen­te, no podremos ser otra cosa que amor.

Jesús ama así. Tenemos una idea equivocada del amor como algo mue­lle, dulzón y consentidor. El amor va siempre unido a la verdad y a la li­bertad, y por eso nunca es débil. Pue­de ser brusco, pero también puede ser suave y más dulce que nada. Jesús fue amor siempre, y en su vida se mani­festó unas veces brusco, duro inclu­so, y otras tierno, dulce y sensible. El amor da siempre la respuesta acerta­da, no se equivoca.

Por eso no puedes imitar a Jesús, ¿cómo vas a imitarlo?, ¿acaso tú eres Él? Cada uno tiene que ser auténti­co, ser uno mismo, y Jesús lo fue has­ta el fin. El día que seas tan auténti­co como lo fue Jesús, entonces no tendrás que imitarlo, pues en cada momento sabrás lo que hacer. El día que llegue a ti la iluminación, serás amor y vivirás la eternidad en cada instante.

 

Yo soy, y el ser no cabe en ninguna imagen porque las trasciende todas.

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