domingo, 1 de febrero de 2015

Beato Reginaldo de Orleans - San Trifón de Frigia - Beatos Conor O`Devany y Patricio O`Lougham - San Enrique Morse 01022015


Beato Reginaldo de Orleans

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Beato Reginaldo de Orleans, religioso presbítero
En París, en Francia, beato Reginaldo de Orleans, presbítero, quien, de paso por Roma, conmovido por la predicación de santo Domingo, entró en la Orden de Predicadores, donde atrajo a muchos con el ejemplo de sus virtudes y el ardor de su palabra.
Reginaldo fue el primero de los dominicos que pasó a mejor vida, después de santo Domingo, y a quien la Iglesia propuso a la veneración de los fieles. El beato vivió muy poco tiempo en religión. La tradición afirma que fue a él y no a santo Domingo a quien la Santísima Virgen se apareció y reveló su deseo de que los dominicos cambiasen la sobrepelliz de canónigos por el escapulario de lana blanca.

Reginaldo nació en 1183, en Saint-Gilles del Languedoc, no lejos de Arles. Fue, al parecer, un joven muy dotado, puesto que antes de ser nombrado deán del capítulo colegial de Saint-Aignan en Orléans, en 1212, había enseñado el derecho canónico en la Universidad de París, de 1206 a 1211. En 1218, hizo una peregrinación en la que pasó por Roma, donde encontró a santo Domingo y le reconoció como al guía espiritual que la Santísima Virgen le había señalado durante una grave enfermedad. Reginaldo le pidió que le admitiese como discípulo y santo Domingo accedió. Llegó a tener tanta confianza en él, que le nombró su vicario, cuando se ausentó a España. En el mismo año de 1218, Reginaldo fue a Bolonia y fundó el gran convento de su orden que ha estado siempre en relación con la Universidad de dicha ciudad. Pero ya para entonces estaba maduro para el cielo. Murió en París el l de febrero de 1220 y fue sepultado en Notre-Dame-des-Champs. Se cuenta que los fieles empezaron inmediatamente a venerarle en su sepulcro como a un santo y, por esa razón, el culto al beato Reginaldo fue confirmado en 1875.

Vitae Fratrum de Gerardo de Frachet y el Liber Epilogorum de Bartolomé de Trento. Entre las obras modernas, citaremos las de E. C. Bayonne, T.A. Karr y A. Gardiel.  Maitres Géneraux O.P., vol. I pp. 96-100 y 118-119, y Taurisano, Catalogus Hagiographicus O.P., p. 8.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI









Si se obtiene un favor o gracia especial atribuida por la intercesión de la Beata Ana Michelotti, por favor comunicar a: Viale Catone 29, 10131 Torino, Italia.


San Trifón de Frigia

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San Trifón, mártir
En Frigia, conmemoración de san Trifón, mártir.
De Trifón apenas podemos constatar la antigüedad de su culto, a tal punto que no es posible siquiera situarlo con certeza en la cronología; y como suele ocurrir en estos casos, su vida y su martirio, reales, se entretejieron con leyendas y ampliaciones de toda clase, y sobre todo, milagros, muchos milagros, ya que es un santo muy portentoso. Es especialmente venerado en Italia, y en la iglesia griega, desde el siglo XII se imparte la «bendición de Trifón» contra los malos espíritus y los insectos. En el Martirologio Romano anterior se veneraba el 10 de noviembre -aniversario de una de las traslaciones de sus reliquias- junto a otros dos mártires, Respicio y Ninfa, pero que en el Martirologio actual han sido retirados porque ni su existencia ni su culto antiguo pueden darse por seguros. La memoria de san Trifón se ha trasladado al 1 de febrero, fecha tradicional en los sinaxarios orientales. Lo que sigue resume los datos habituales en las leyendas de este santo, así como aspectos del traslado a Italia de sus reliquias:
Nacido en Camposede, municipio del Helesponto cerca de Nicea, en Frigia, en el año 232. Desde niño Trifón se dedicó con diligencia al estudio de la Sagrada Escritura y al conocimiento de los Evangelios. Se le atribuyen muchos milagros, ya en vida. Por ejemplo, cuando tenía 17 años expulsó el demonio de la hija del Rey Gordiano; mandó al demonio que apareciese como un perro rabioso, para que la gente pudiera comprender su malicia, por lo cual muchos se convirtieron. Sin embargo poco después, hacia el 250, en época del emperador Decio, autor de una de las persecuciones más crueles, fue detenido y llevado ante el prefecto Aquilino, en Nicea. Luego de terribles torturas, fue decapitado.
Sus restos fueron trasladados a Camposede, donde los tuvieron hasta 809, en el que un buque veneciano inició el traslado hacia Italia. Pero frente a la costa de Montenegro fue sorprendido por una tormenta y no podía regresar a su ruta, hasta que se invocó la intercesión del santo. Este milagro fue seguido por otros, y pronto se difundió el culto por la costa dálmata, donde se erigió una magnífica basílica en su honor.
En el siglo X el cuerpo del santo -sin la cabeza- fue llevado a Roma y depositado en una pequeña iglesia en Campo de Marte, convertida después en la Basílica de San Agustín. Pero aun así sus restos no hallaron el descanso final: se trasladaron fragmentos a Ravello, de allí otros a Tramonte; durante la peste, en el siglo XVI, fragmentos a Onano, otros a Altilia, a Cerignola... las reliquias se expandieron desde Roma hacia cada parte del sur de Italia, y junto con ellos sus milagros, como el que lo hace "patrono de los halconeros", porque a un halconero de Iván el Terrible se le escapó uno de los preciados halcones del Zar, y temeroso de la ira de su dueño, invocó a san Trifón, quien le indicó en sueños el lugar donde debía buscar al halcón perdido.







Oremos

Señor, tú que has hecho más hermosa a la Iglesia al glorificar con el triunfo del martirio a San Trifón concédenos, te rogamos, que así como a él le diste la gracia de imitar con su muerte la pasión de Cristo, alcancemos nosotros, siguiendo las huellas de tu mártir, los premios eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.






Beato Conor O`Devany

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Beatos Conor O`Devany y Patricio O`Lougham, mártires
En Dublín, en Irlanda, beatos mártires Conor O'Devany, obispo de Down and Connor, de la Orden de los Hermanos Menores, y Patricio O'Lougham, presbítero, ahorcados ambos por ser católicos, bajo el reinado de Jacobo I.
Conor O`Devany (Conchobhar O'Duibheannaigh), obispo de Down y Connor, Irlanda, nació en 1532. Era franciscano del convento de Donegal, y mientras estaba en Roma, en 1582, fue elegido obispo de Down y Connor, y consagrado el 2 de febrero de 1583. En 1588 fue encerrado en la prisión de Dublin Castle. Al no poder condenarlo por un delito punible con la muerte, el diputado Fitzwilliam buscó la autoridad de Burghley (Gran Lord Tesorero de Isabel II) para "deshacerse de un enemigo obstinado de Dios y así dejar al descubierto a un traidor a su Majestad como sin duda lo es". Permaneció en prisión dos años, pero finalmente fue librado, sin duda por presión, ya que fue protegido políticamente hasta 1607 por Hugo O'Neill, jefe de los católicos irlandeses, y consiguió escapar de un nuevo encarcelamiento hasta mediados 1611, cuando, cerca ya de los 80 años, fue sorprendido administrando la confirmación, y recluido nuevamente en Dublin Castle.
El 28 de enero de 1612 fue juzgado por alta traición, encontrado culpable por la mayoría de jueces, y condenado a morir el 1 de febrero. Fue arrastrado en un carro desde el castillo hasta la horca, al otro lado del río; el camino entero estaba cubierto de católicos que lloraban su muerte y pedían su bendición. Cérigos protestantes lo increpaban y le instaban a declarar que moría por traidor, pero él respondía "dejadme rezar, un mensajero del Virrey me ha dicho que tendré vida con tan solo entrar una vez en aquel templo", señalando el lugar del patíbulo. Besó la horca antes de subir, y luego exhortó a los católicos a la constancia. Fue colgado, cortado cuando aun estaba vivo, y descuartizado. 
Junto con él sufrió Patrick O'Loughran (Padraig O`Lochrain), un sacerdote arrestado en Cork, nacido hacia 1577. El pueblo, a pesar de los guardias, se llevaba de la horca reliquias, ropa, cabellos y hasta fragmentos del cuerpo. Oraban toda la noche junto a las reliquias, y un hombre enfermo informó que se había curado de solo tocarlas, y se rezaba misa tras misa desde medianoche hasta el día. El Virrey ordenó que todos los miembros dispersos de los ajusticiados fueran enterrados de una vez, pero a la noche siguiente los católicos los exhumaron y llevaron como reliquias al cementerio de la iglesia de Santiago. O'Devany había él mismo compilado una lista de mártires. Con otros mártires irlandeses ambos fueron beatificados el 17 de septiembre de 1992.
O'Laverty, Diocese of Down and Connor, V (Dublin, 1895); Rothe, Analecta Nova et Mira, ed. Moran (Dublin, 1884); O'Reilly, Memorials of those who suffered for the Catholic Faith (London, 1868); Murphy, Our Martyrs (Dublin, 1896). 

fuente: Catholic Encyclopedia








Calendario de fiestas marianas: Vísperas de la Purificación de Nuestra Señora .



San Enrique Morse

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San Enrique Morse, mártir
En Londres, en Inglaterra, san Enrique Morse, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, apresado en diversas ocasiones y exiliado por dos veces, fue encarcelado de nuevo, en tiempo del rey Carlos I, por ser sacerdote, y, después de haber celebrado la Misa en la cárcel, entregó su alma a Dios, ahorcado en Tyburn.
Enrique Morse nació en 1595, en la región de Anglia Oriental, y fue educado en la fe protestante de sus padres, que pertenecían a la estricta nobleza rural. Cuando estudiaba derecho en Londres, decidió convertirse al catolicismo y, a la edad de veintitrés años, huyó de Inglaterra para refugiarse en Francia, donde recibió el bautismo en la Iglesia de Douay. Ahí mismo inició sus estudios, decidido a abrazar el sacerdocio, y los concluyó en el Venerabile de Roma, donde recibió la ordenación.

En 1624, regresó a Inglaterra y, poco después de haber desembarcado en Newcastle, fue arrestado y encarcelado en el castillo de York. Antes de salir de Roma, había obtenido el consentimiento del Padre General de la Compañía de Jesús para gestionar su admisión en la orden de los jesuitas en Inglaterra, y, como por un designio de la Providencia, en la prisión de York se encontró como compañero de celda al sacerdote jesuita John Robinson, de manera que, durante los tres años que estuvo encarcelado, Enrique Morse hizo su noviciado. Gracias a la solicitud del P. Robinson, ahí mismo, en la celda, pronunció los votos simples. Poco después, Enrique fue puesto en libertad y desterrado a Flades, donde actuó como capellán y misionero, entre los soldados ingleses que servían allá al rey de España.

A fines de 1633, el P. Morse regresó clandestinamente a Inglaterra y, con el nombre falso de Cuthbert Claxton, ejerció su ministerio en Londres. Muy pronto tuvo ocasión de desplegar una benéfica actividad, durante la epidemia de peste que azotó a la ciudad entre 1636 y 1637. El P. Morse tenía una lista, de cuatrocientas familias católicas y protestantes, afectadas por el mal, a quienes visitaba regularmente, llevándoles ayuda material y espiritual. Su abnegada caridad produjo una impresión tan profunda que, en menos de un año, cien de aquellas familias anglicanas se reconciliaron con la Iglesia Católica. Ponía tanto entusiasmo nuestro santo en el desempeño de su misericordiosa tarea, que por tres veces contrajo la peste y otras tantas se recuperó para volver a la brega, hasta que sus superiores le amonestaron, indicándole que debería moderar su celo. Fue por entonces, precisamente, cuando las autoridades descubrieron la identidad del P. Morse y lo aprehendieron de nuevo, acusándolo de ser sacerdote y de haber «pervertido a unos quinientos súbditos protestantes de Su Majestad, dentro y fuera de la parroquia de San Gil de los Campos, en Londres». El acusado se declaró culpable del primer cargo, pero no así del segundo y, por fortuna, antes de que se pronunciara la sentencia, intervino en su favor la reina Enriqueta María, y el P. Morse fue puesto en libertad bajo fianza de 10.000 florines. Poco después, al emitirse la proclama real que imponía un plazo con límite hasta el 7 de abril de 1641, para que todos los sacerdotes católicos abandonaran el país, Enrique Morse se sintió obligado a partir, para no comprometer a sus fiadores y así volvió a emprender su labor misionera entre las tropas inglesas en Flandes.

Pero dos años más tarde, en 1643, volvió de Gante hacia Inglaterra y, durante dieciocho meses consiguió burlar la vigilancia y desempeñar su ministerio en el norte del país, hasta que fue aprehendido por sospechas, mientras visitaba a un enfermo en los límites de Cumberland. De ahí fue conducido a Durham, pero en el camino, cuando pernoctaban en la casa de uno de sus captores, la esposa de éste, que era católica, ayudó a escapar al P. Morse. Poco le duró la libertad, porque seis semanas después volvieron a arrestarle, y luego de permanecer algún tiempo en la cárcel de Durham, fue trasladado, con escolta, a la de Newcastle, en Londres. Allí debió comparecer ante el Tribunal Mayor para ser juzgado como criminal reincidente. Fue condenado a muerte sin apelación en vista de que había vuelto a cometer el delito por el que se le había juzgado nueve años antes.

El día señalado para la ejecución, el P. Morse celebró en la celda la misa votiva de la Santísima Trinidad, antes de que le condujeran en la fatídica carreta al cadalso de la plaza de Tyburn. Ahí, mezclados a la acostumbrada muchedumbre de curiosos, se hallaban los embajadores de países católicos, como Francia, España y Portugal, con sus séquitos correspondientes, para rendir homenaje al mártir. Éste, colocado ya bajo la horca y con la cuerda al cuello, habló a los presentes con voz serena, afirmando que moría por su religión y tan sólo por haber trabajado siempre por el bienestar de sus conciudadanos, negando rotundamente que hubiera organizado o participado en conspiración alguna contra el rey, como aseguraban sus acusadores. Después oró en voz alta por la salvación de su alma, por la de sus perseguidores y por el Reino de Inglaterra; en seguida, hizo la indicación de que estaba listo. Rápidamente fue retirada la carreta y el P. Enrique Morse, SJ, quedó pendiente de la cuerda. Murió ahorcado el 1º de febrero de 1645. Entre las diversas reliquias de mártires ingleses que reunió el embajador de España, conde de Egmont, para sacarlas al extranjero, donde habrían de ser debidamente veneradas, figuraban especialmente las de san Enrique Morse. Fue beatificado en 1929, y declarado santo por SS Pablo VI el 25 de octubre de 1970.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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