jueves, 2 de julio de 2015

Beato Pedro de Luxemburgo - Santos Proceso y Martiniano - Santos Liberato, Bonifacio - San Lídanon de Sezze 02072015


Beato Pedro de Luxemburgo

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En Villeneuve, cerca de Aviñón, en Francia, tránsito del beato Pedro de Luxemburgo, obispo de Metz, siempre entregado a la penitencia y a la oración.
Pedro era hijo de Guido de Luxemburgo, conde de Ligny, y de Maquilda de Châtillon. Nació en 1369 y quedó huérfano a los cuatro años. Como se distinguiese por su piedad e inteligencia, a los diez años fue enviado a proseguir sus estudios en París. Por un abuso tan común en aquella época, fue nombrado inmediatamente canónigo de la catedral de Notre-Dame. Entre 1380 y 1381, pasó varios meses en Calais como rehén por su hermano mayor, que había caído prisionero de los ingleses. Pedro procuraba progresar seriamente en humildad y perfección. Eso era lo que buscaba en todas sus acciones y no las dignidades eclesiásticas. Pero Clemente VII, el Pontífice de Aviñón, a quien Francia consideraba como el verdadero papa en el «gran cisma», le nombró, en 1384 (¡a los 15 años!), obispo de Metz y, dos meses más tarde, le elevó al cardenalato, pues el poder de la familia de Pedro hacía conveniente que se le tomase en consideración.

A fin de poder tomar posesión de su sede, ocupada por los partidarios de Urbano VI, Pedro tuvo que reunir, muy contra su voluntad, un ejército. Pero toda su santidad no era suficiente pura suplir la falta de las órdenes sagradas, ya que Pedro era sólo diácono, y aunque estaba nombrado, no podía ser aun ordenado obispo; así pues, se le dio por auxiliar a un fraile de Santo Domingo, y éste fue consagrado obispo. Pedro emprendió, con dicho fraile, la visita de su diócesis, y en todas partes corrigió los abusos y dio muestras de celo y de prudencia. Pero las vicisitudes políticas le obligaron pronto a salir de Metz y, en el otoño de 1386, Clemente VII le convocó a Aviñón.

Pedro continuó ahí su vida de penitencia, hasta que el Pontífice le ordenó que se moderase para no acabar con su salud. El beato respondió sencillamente: «Santo Pudre, yo voy a ser toda mi vida un siervo inútil, pero lo menos que puedo hacer es obedecer». A partir de entonces, se dedicó a suplir la penitencia con la limosna. Su liberalidad era tan grande, que su bolsa estaba siempre vacía; su mesa era frugal, su casa modesta, su mobiliario sencillo y sus vestidos pobres. Aunque parecía imposible distribuir más limosnas, el beato encontró todavía la manera de regalar a los pobres los muebles de su casa y de vender su anillo episcopal. En la colegiata de Nuestra Señora de Autun hay un cuadro antiguo que representa al beato en éxtasis, con las siguientes palabras, que él solía repetir: «Desprecio del mundo. Desprecio de ti mismo. Alégrate de ser despreciado, pero no desprecies a nadie».

A principios de 1387, como su salud se hallase muy resentida, Pedro tuvo que ir en busca de mejor aire a Villenueve, en la otra ribera del Ródano. Ahí murió el 2 de julio, en la cartuja en la que se había hospedado, después de escribir una carta a su querida hermana Juana. Su tumba se convirtió pronto en un sitio de peregrinación y en ella tuvieron lugar varios milagros. El Papa Clemente VII le beatificó en 1527. El Beato Pedro tenía dieciocho años al morir.

En Acta Sanctorum, julio, vol. I, se encontrará la mayor parte del proceso de beatificación, que es la principal fuente de información. Se trata de un documento de excepcional importancia, pues se conservan muy pocas colecciones medievales de las deposiciones de los testigos en los procesos de canonización. Por extraño que parezca, la mayoría de esas colecciones se refieren a santos jóvenes que pertenecían a familias reales o de la alta nobleza. Citaremos como ejemplos a Pedro de Luxemburgo, a San Luis de Anjou, (quien fue consagrado obispo de Toulouse y murió a los veintitrés años de edad), y a Santa Margarita de Hungría, que murió antes de cumplir los veintinueve años. La obra de H. Frangois, Vie du B. Pierre de Luxembourg (1927), es una corta biografía basada en el proceso de beatificación.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Santos Proceso y Martiniano

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En Roma, en el cementerio de Dámaso, en el segundo miliario de la vía Aurelia, santos Proceso y Martiniano, mártires.
En Roma se veneraba a estos mártires por lo menos desde el siglo IV. Pero no sabemos nada de cierto sobre su vida y su martirio. Una leyenda del siglo VI, pero que no merece crédito alguno, dice que san Pedro y san Pablo, cuando se hallaban encarcelados en la prisión Mamertina, convirtieron con su predicación y sus milagros a Proceso y Martiniano y a otros cuarenta guardias y éstos, a su vez, les ofrecieron la libertad. Una fuente brotó milagrosamente en la roca para que San Pedro pudiera bautizar a los neófitos. El jefe de la prisión, Paulino, trató de hacer apostatar a Proceso y Martiniano; como no lograse persuadirlos a que ofreciesen incienso en el altar de Júpiter, los sometió a crueles torturas durante las cuales los dos mártires repetían constantemente: «¡Bendito sea el nombre del Señor!» Entonces, Paulino los mandó decapitar. Pío Franchi de Cavalieri, estudiando a fondo estas leyendas, demuestra que en el siglo IV no existía aún la tradición de que los dos santos hubiesen sido carceleros de San Pedro y San Pablo; también supone que el episodio del bautismo tuvo probablemente por origen los frescos de las catacumbas en los que san Pedro aparece como un nuevo Moisés que hace brotar el agua de la roca y da de beber a dos soldados, que representan a la multitud.

Según se cuenta, una mujer llamada Lucina sepultó a los mártires en terrenos de su propiedad, junto a la Vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma. En el siglo IV, se edificó una basílica sobre la tumba de estos santos. San Gregorio Magno predicó ahí su trigésima segunda homilía, en la que afirma que en la basílica de los dos mártires los enfermos recobran la salud, los posesos se ven libres de los malos espíritus y los perjuros son atormentados. A principios del siglo IX, el papa san Pascual trasladó las reliquias de Proceso y Martiniano a San Pedro, donde reposan todavía en la actualidad, en el altar del crucero que está dedicado a su nombre.

En Acta Sanctorum, julio, vol. I, pueden verse las pretendidas «actas» de estos mártires. Ver Pío Franchi de Cavalieri, Studi e Testi, vol. XIX, pp. 97-98, y XXII, 35-39.
Cuadro: Andrea Camassei: San Pedro bautiza a los santos Proceso y Martiniano, Pinacoteca Vaticana, c. 1630.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




Santos Liberato, Bonifacio

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Santos Liberato, Bonifacio, y compañeros, mártires

fecha: 2 de julio
fecha en el calendario anterior: 17 de agosto
†: 484 - país: África Septentrional
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Conmemoración de los santos mártires Liberato, abad, Bonifacio, diácono, Servo y Rústico, subdiáconos, Rogato y Septimio, monjes, y el niño Máximo, quienes en Cartago, durante la persecución desencadenada por los vándalos bajo el rey arriano Hunerico, por confesar la verdadera fe católica y un solo bautismo fueron sometidos a crueles tormentos y muertos a golpes de remo en la cabeza mientras estaban tendidos sobre los leños donde los iban a quemar, y así concluyeron el curso de su admirable combate, recibiendo del Señor la corona del martirio.



San Lídanon de Sezze

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En Sezze, en el Lacio, san Lídano, abad, fundador del monasterio de este lugar, que con sus monjes procuró el saneamiento de las tierras circundantes, para librarlas de la malsana fiebre palúdica.
El santo abad nació en el tercer decenio del siglo XI en «Civitas Antena», la actual ciudad de Antino, en la provincia italiana de L'Aquila; a los nueve años entró a formar parte del monasterio de Montecassino. Llegado a su mayoría de edad, una parte del patrimonio heredado de la familia fue destinado, con el asentimiento del abad Richerio I (1038-1055) de Montecassino, a la construcción de un monasterio con una iglesia junto a él, en las faldas del monte Antoniano, en el corazón de las Marismas Pontinas, diócesis de Sezze. La zona conserva aun el nombre de Quarto San Lidano, ya que vivió en este monasterio por setenta y dos años, y fue abad del mismo.

Lidano murió en 1118 y fue sepultado en la iglesia de su cenobio, donde permaneció hasta la destrucción de la iglesia, ocurrida durante las luchas del emperador Federico II y el papado, en la primera mitad del siglo XIII; las reliquias fueron entonces trasladadas a la catedral de Sezze, por voluntad del obispo Drusino. Otros actos oficiales nos recuerdan el culto que se le tributaba en la zona pontina: en 1312 la más grande de las campanas de la catedral, que todavía existe, fue dedicada a san Lidano, y en 1473 el magistrado de la ciudad se comprometió, con acta notarial, a ofrecer cada dos años en honor al santo un cáliz de plata.

El papa León X (1475-1521) confirmó el culto y organizó la fiesta establecida por los estatutos de la ciudad de Sezze; en 1606 fue el reconocimiento de las reliquias, con la construcción de un nuevo altar, completado en 1672, con una valla en madera dorada. San carlos de Sezze, franciscano en 1670, llevaba siempre consigo una reliquia del santo, y con ella bendijo al enfermo papa Clemente IX. Pío VI, el 9 de abril de 1791, concedió oficio propio y la solemne festividad el 2 de julio. Un códice del siglo XIV, conservado en el archivo capitular de Sezze, contiene la más antigua imagen de Lidano (que se reproduce aquí), junto con la narración de su vida, en la que es representado en hábito monacal benedictino, con sus manos en la Regla y con el báculo abacial.

Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.

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