domingo, 1 de noviembre de 2015

San Vigor de Bayeux - San Licinio de Angers - San Maturino de Larchant - San Audomaro de Thérouanne 01112015

San Vigor de Bayeux

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San Vigor de Bayeux, obispo
En Bayeux, en la Galia Lugdunense, san Vigor, obispo, discípulo de san Vedasto.
Vigor nació en Artois y vivió en la época de Childeberto I (es decir, en la primera mitad del siglo VI). Su padre le confió a san Vedasto de Arras para que le educase. Pero Vigor, temiendo que su padre no le permitiese ser sacerdote, huyó con otro compañero y se ocultó en el pueblecito de Ravière, cerca de Bayeux. Ambos amigos predicaron allí e instruyeron al pueblo. Después de su ordenación, san Vigor extendió el campo de su ministerio.

El año 513, murió el obispo de Bayeux, y san Vigor fue elegido para sucederle. Viendo que algunos adoraban todavía a un ídolo de piedra en una colina de las afueras de la ciudad, el santo derribó el ídolo y construyó una iglesia en ese sitio, al que dio el nombre de Colina de la Unción. Cuando el conde Bertulfo se cayó del caballo y se rompió la nuca, el santo vio en ello un juicio de Dios, pues el conde había pretendido apoderarse de la colina. El pueblecito de Saint-Vigueur-le-Grand, en las proximidades de Bayeux, toma su nombre de san Vigor, quien construyó allí una abadía. Los normandos dedicaron dos o tres iglesias a san Vigor en Inglaterra.

Véase Acta Sanctorum, nov., vol. I, donde hay una edición crítica de una biografía latina que data probablemente del siglo VIII. Para dicha edición se emplearon diversos manuscritos. Véase también Corblet, Hagiographie d'Amiens, vol. IV, pp. 657-664; y Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 220.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Licinio de Angers

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En Angers, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra.



San Maturino de Larchant

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San Maturino, presbítero
En Larchant, ciudad del Gatinais Aquitano, san Maturino, presbítero.
La biografía de san Maturino, que es totalmente legendaria, cuenta que nació en Larchant, en el territorio de Sens, y que sus padres eran paganos. A diferencia de su padre, quien perseguía a la Iglesia, Maturino abrió su corazón al Evangelio y, a los doce años, fue juzgado digno de recibir el bautismo. Sus primeros convertidos fueron sus propios padres. A los veinte años, recibió Maturino la ordenación sacerdotal, y Dios le concedió una gracia especial para arrojar a los malos espíritus. Su obispo tenía tal confianza en él, que le delegó el gobierno de la diócesis mientras él iba a Roma. El santo predicó en el Gâtinais, donde convirtió a muchas gentes. Cuando su fama de exorcista llegó a Roma, se le convocó a dicha ciudad para que librase a una doncella noble, a quien el demonio atormentaba mucho. Según la leyenda, san Maturino murió en la Ciudad Eterna. Su cuerpo fue trasladado a Sens y, más tarde, a su pueblo natal. Los hugonotes destruyeron las reliquias. A Io que parece, el culto de san Maturino nunca estuvo muy extendido. En Francia se suele llamar «maturinos» a los frailes trinitarios, porque tenían en París una iglesia dedicada a este santo.

Véase Acta Sanctorum, nov., vol. I, donde se hallará el texto latino de la leyenda, con un comentario. El culto local de san Maturino ha sido estudiado a fondo por E. Thoison en una serie de artículos publicados en los Annales de la Société hist.-archéol. Gâtinais (1886-1888). Cf. H. Gaidoz, en Mélusine, vol. v (1890), pp. 151-152.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Audomaro de Thérouanne

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San Audomaro de Thérouanne, monje y obispo
En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana.
El nombre de San Audomaro resulta más familiar y conocido en su forma francesa de Omer, ya que en Francia existe la ciudad de Saint-Omer donde estuvo, en tiempos de la persecución religiosa en Inglaterra, el famoso colegio de jesuitas que mantuvo bien provista la misión inglesa1.

El lugar de nacimiento de Omer no estaba lejos de la ciudad de Coutances. Todas las preocupaciones de sus padres se concentraron en él, y la educación del joven fue su cuidado primordial. Omer respondió bien a las esperanzas que habían sido puestas en él, progresó rápidamente en los estudios, manifestó su inclinación hacia la vida religiosa y, a la muerte de su madre, ingresó en el monasterio de Luxeuil. San Eustacio, que había sucedido al fundador san Columbano en el gobierno de aquella casa, acogió amablemente al joven y a su padre, que le acompañaba; ambos fueron admitidos y, a su debido tiempo, padre e hijo hicieron juntos su profesión religiosa. La humildad, devoción, obediencia y pureza de costumbres que demostró poseer el joven desde un principio, le distinguieron entre sus hermanos, aun en aquel hogar de santos.

Con el correr del tiempo, se supo que Thérouanne, la capital de los morini2, tenía gran necesidad de un pastor celoso y enérgico para que guiara a sus habitantes por el buen camino. Aquella comarca, que comprendía lo que ahora conocemos con el nombre de Pas-de-Calais, se hallaba bajo la égida del vicio y el error, y el rey Dagoberto buscaba afanosamente a una persona bien calificada para restablecer la fe y la práctica de las reglas de moral que predica el Evangelio. San Omer, que hacía veinte años era monje en el convento de Luxeuil, fue señalado como el hombre capaz de desempeñar la ardua tarea y, san Acario, obispo de Noyon y Tournai, se lo recomendó al rey, de manera que, alrededor del año 637, Omer, que se hallaba feliz y contento en su retiro, fue súbitamente obligado a abandonar su soledad. Al recibir la orden, hizo este comentario: «¡Qué enorme diferencia hay entre la segura rada en la que ahora me encuentro anclado y ese mar tempestuoso al que me empujan, contra mi voluntad y sin ninguna experiencia!»

La primera tarea de su ministerio pastoral como obispo de Thérouanne fue el restablecimiento de la fe, con toda su pureza, entre los pocos cristianos que encontró y cuya reforma fue un trabajo tan difícil como la conversión de los idólatras. A pesar de los obstáculos, fue inmenso el éxito de sus labores, y se puede afirmar que dejó su diócesis al mismo nivel que las más florecientes de Francia. Sus sermones, llenos de fogosa elocuencia, eran irresistibles, pero su vida ejemplar era una prédica todavía más poderosa, puesto que alentaba a los demás a prodigarse para dar de comer a los pobres, consolar a los enfermos, reconciliar a los enemigos y servir a todos, sin otro interés que el de su salvación y la mayor gloria de Dios. Ése era el carácter del santo obispo y de todos los que trabajaban bajo su dirección. Entre sus principales colaboradores figuraban Mumolino, Beltrán y san Bertino, tres monjes a los que san Omer sacó de Luxeuil para que le ayudasen. Junto con ellos, san Omer fundó el monasterio de Sithiu, que llegó a ser uno de los grandes seminarios de Francia. Las biografías de san Omer relatan una serie de milagros no muy convincentes que se le atribuyen. Durante sus últimos años de vida, estuvo ciego, pero aquella aflicción no le causó ningún abatimiento ni disminuyó su preocupación pastoral por su grey. Otro de sus biógrafos dice que, cuando san Auberto, obispo de Arras, trasladó las reliquias de san Vedast al monasterio que había construido en su honor, san Omer estaba presente y, en aquella ocasión, recuperó la vista durante algún tiempo. Es probable que san Omer muriese poco después del año 670.


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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