Beato Ceferino Giménez Malla, el «Pelé», mártir
fecha: 2 de agosto
n.: 1861 - †: 1936 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 4 may 1997
hagiografía: Directorio Franciscano
n.: 1861 - †: 1936 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 4 may 1997
hagiografía: Directorio Franciscano
En la misma ciudad de Barbastro, beato
Ceferino Jiménez Malla, el «Pelé», mártir de raza gitana, dedicado a promover
la paz y la concordia entre su pueblo y los vecinos, el cual, en la mencionada
persecución, al salir en defensa de un sacerdote que era arrastrado por las
calles por los milicianos, fue detenido y, llevado al cementerio, consumó su
peregrinación por la tierra al ser fusilado, mientras sostenía la corona del
Rosario en sus manos.
refieren a este santo: Beato Florentino
Asensio Barroso
En un triste día de una de las muchas
revoluciones dedel siglo XX -a principios de agosto de 1936- los milicianos
fusilaban también a un gitano en la localidad de Barbastro, en España, junto
con otras 18 personas, la mayoría sacerdotes y religiosas. Era un gitano sin
importancia desde un punto de vista político, que hasta se hubiera podido
salvar si sólo hubiera sido más «prudente». Pero él, ante el pelotón de
ejecución, levantó el rosario y gritó: «¡Viva Cristo Rey!».
Ese gesto y esas palabras tienen valor
simbólico: un pueblo no se identifica con un territorio nacional o con un
idioma, sino con relación a una cultura en la que están presentes también
valores religiosos por los cuales vale la pena incluso morir. El gitano que
murió fusilado el 2 de agosto de 1936 estaba empadronado como Ceferino Giménez
Malla, pero para sus hermanos gitanos era «el Pelé». Lo habían arrestado quince
días antes porque, al ver que los milicianos detenían a un sacerdote por la
calle, se había puesto a gritar: «¡Insolentes! ¡Tanta gente para poner preso a
un cura!».
Los milicianos le habían vaciado los
bolsillos, encontrando un rosario. Lo llevaron, con el sacerdote, a una cárcel
improvisada: el convento de las Capuchinas, donde ya había 350 detenidos. La
situación era delicada y estaba dominada por los humores de la plaza y de los
milicianos. Era preciso tener «prudencia», no irritar a los revolucionarios. La
hija adoptiva, Pepita, de 12 años, le llevaba de comer a la cárcel todos los
días. Papá Pelé la hacía permanecer un poco con él y juntos rezaban el rosario.
En la cárcel, todos «rezaban el rosario y oraban» (Summ., p. 23), pero el Pelé
era incansable en la oración: «el rosario significaba la fe en Cristo». Los
carceleros estaban muy enojados con eso y muchos de los presos aconsejaban al
gitano que fuera más discreto y «prudente».
El Pelé no tenía ninguna importancia
política y, en una situación como la que había en España, recién estallada la
revolución, se pensaba que una figura como la del Pelé no tenía nada que
pudiera perjudicar a los revolucionarios. Por esto alguien pidió ayuda a un
anárquico de Barbastro, Eugenio Sopena, uno de los miembros más influyentes del
comité revolucionario, que estimaba a nuestro gitano y vivía en un apartamento
situado en el mismo edificio donde vivía el Pelé. Sopena hizo presión, pero le
respondieron que el gitano ejercía influencia en los presos desde un punto de
vista religioso. Por tanto, debía comenzar por eliminar el rosario y dejar de
rezar. Sopena le pidió varias veces que le entregara el rosario: «¡Te
matarán!», le decía, pero era inútil. También la pequeña Pepita insistía: «Dame
el rosario, bótalo, que podría pasarte algo». Un testigo declaró en el proceso
de beatificación: «Quizás se hubiera salvado de la muerte (...). Tal como
estaban las cosas en ese momento, el siervo de Dios sabía que lo fusilarían si
no renegaba de la propia fe».
Una muerte por la fe es la culminación de
toda una vida de fe. No obstante su vida de gitano, dedicado al comercio, Pelé
«iba a misa todos los días y rezaba el rosario (...). Muchas veces he oído
decir en mi casa que iba diariamente a la misa y comulgaba», declaró un testigo
en el proceso canónico. Y otros repitieron las mismas cosas: «En Barbastro, era
el primero en las procesiones (...). Lo he visto a menudo con un gran
cirio...».
Le gustaban, como buen gitano, las
manifestaciones como las procesiones y las peregrinaciones; pero su
espiritualidad se alimentaba en las fuentes de las instituciones que había
entonces para los laicos: los Jueves eucarísticos, la Adoración nocturna, las
Conferencias de San Vicente de Paúl. En 1926, cuando los capuchinos resolvieron
fundar la Tercera Orden Franciscana en Barbastro, organizaron un triduo de
preparación en la ciudad. El día de la erección de la T.O.F., se hicieron terciarios
el obispo de la ciudad, 11 sacerdotes, 33 seminaristas y 114 laicos, entre los
cuales el Pelé, que fue elegido como uno de los 10 consejeros de la
fraternidad. La cuestión es significativa si se piensa que era gitano y
analfabeto.
La fe del siervo de Dios se manifestó no
sólo en su vida de piedad, sino en su amor al prójimo, en la rectitud y
honradez en el comercio, y en la atención a los niños, sobre todo gitanos, que
en esa época no eran objeto de una especial atención pastoral: «Reunía a muchos
niños, gitanos o payos (es decir, no gitanos), y nos enseñaba a rezar, nos
contaba historietas y nos daba la merienda». Otros testimonios: «Algunas veces
nos reunía a su alrededor y nos llevaba fuera del pueblo; nos daba consejos y
nosotros lo escuchábamos con mucha atención». «Exhortaba a los chicos a que
respetaran los pajarillos y las hormigas (...), relataba historias de la Biblia
(...). Hacia cantar canciones de la Iglesia».
Esa fe del siervo de Dios tenía,
naturalmente, las características de la cultura gitana, y también la
profundidad de una espiritualidad con raíces sólidas: «Aunque (el Pelé)
careciera de toda instrucción literaria por ser analfabeto, tenía, sin embargo,
una gran formación espiritual: la vida espiritual le salía del interior». Una
muestra de su profunda espiritualidad era su resignación cristiana y el hecho
de que veía la mano de Dios en todas las cosas: «En los reveses de fortuna o en
las desgracias, el siervo de Dios decía siempre: Dios lo ha querido, él lo
sabe. Alabado sea el Señor».
Ceferino Giménez Malla, con su «muerte por
la fe» y su «vida de fe», ha demostrado que Cristo está presente en todos los
pueblos y en todas las razas, y que la santidad puede nacer en todas partes. La
Iglesia reconoce en él a un hijo auténtico y fiel, un testigo de Cristo, un
evangelizador de su propia gente (cf. Positio, p. 3).
Artículo de Mons. Francesco Gioia,
o.f.m.cap. En el artículo original figura como fecha de fusilamiento el 9 de
agosto, la he corregido al 2, porque es la que está inscripta actualmente en el
Martirologio Romano, sin embargo, no parece que se sepa con certeza ese dato,
fue en los primeros días de agosto.
fuente: Directorio Franciscano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2696
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