Beato Juan Bufalari, eremita
fecha: 1 de agosto
fecha en el calendario anterior: 9 de agosto
n.: c. 1318 - †: c. 1336 - país: Italia
otras formas del nombre: Juan de Rieti
canonización: Conf. Culto: Gregorio XVI 1832
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 9 de agosto
n.: c. 1318 - †: c. 1336 - país: Italia
otras formas del nombre: Juan de Rieti
canonización: Conf. Culto: Gregorio XVI 1832
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Rieti, de la Sabina, beato Juan
Bufalari, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, joven humilde y
amable, siempre dispuesto a ayudar a su prójimo.
refieren a este santo: Beata Lucía
Bufalari
Juan Bufalari nació a principios del siglo
XIV, en Castel Porziano, de la Umbría. Era hermano de la beata Lucía
Amelia. Por lo poco que sabemos sobre él, su vida debió tener
escasos atractivos, pero fue llena de gracia y de virtud. Juan abandonó el
mundo a temprana edad e ingresó en el convento de los ermitaños de San Agustín,
en Rieti. Vivía consagrado al servicio de sus prójimos, especialmente de los
enfermos y forasteros y atendía con delicadeza a los huéspedes del monasterio.
Pasaba largas horas en contemplación y aprovechaba cuantas ocasiones se le
ofrecían de ayudar la misa. Poseía un don de lágrimas extraordinario y lloraba
no sólo por sus pecados, sino también por los de los demás. Una vez dijo,
paseándose por el jardín: «¡Imposible dejar de llorar! Los árboles, las plantas
y las flores que nos rodean germinan, crecen, dan fruto mueren sin apartarse un
punto de las leyes que les ha fijado el Creador. En cambio los hombres, a
quienes Dios ha dado inteligencia y prometido un reino eterno, se oponen
continuamente a su voluntad». Es ésta un reflexión muy sencilla y a la vez muy
profunda. Desconocemos la fecha exacta de la muerte del beato. Su santa vida y
los milagros ocurridos en su tumba, dieron origen al culto popular, que fue
confirmado oficialmente en 1832.
Véase Torelli, Secoli Agostiniani, vol. II; y P. Seebück, Die Herrlichkeit der Katolichen Kirche (1900), pp.
299-300.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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San Pedro Favre, religioso presbítero
fecha: 1 de agosto
n.: 1506 - †: 1546 - país: Italia
otras formas del nombre: Pedro Fabro
canonización: Conf. Culto: Pío IX 31 ago 1872 - C: Francisco 17 dic 2013
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1506 - †: 1546 - país: Italia
otras formas del nombre: Pedro Fabro
canonización: Conf. Culto: Pío IX 31 ago 1872 - C: Francisco 17 dic 2013
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Roma, San Pedro Favre, presbítero,
que fue el primero entre los miembros de la Orden de la Compañía de Jesús que
soportó difíciles responsabilidades en diversas partes de Europa, y murió en la
Urbe, cuando partía hacia el Concilio de Trento.
refieren a este santo: San Alonso
Rodríguez, San Francisco de
Borja, San Pedro
Canisio
Pedro Favre era el más viejo de los
primeros compañeros de san Ignacio de
Loyola y, junto consan Francisco
Javier, el más estimado por él. También fue uno de los primeros
jesuitas que se dedicaron a combatir el protestantismo. Había nacido en Saboya
en 1506, en el seno de una familia de campesinos. A los diez años, mientras
cuidaba las ovejas, Pedro soñaba con poder estudiar algún día. Finalmente, para
gran gozo suyo, fue enviado a estudiar, primero en casa de un sacerdote de
Tônes y, después, en la escuela de la localidad. En 1525, se trasladó a París e
ingresó en el Colegio de Santa Bárbara. Ahí compartió la habitación con un
navarro llamado Francisco Javier y conoció a un antiguo estudiante de la
Universidad de Salamanca, Ignacio de Loyola. Los tres se hicieron íntimos
amigos. En 1530, Favre y Javier obtuvieron la licencia en artes. Favre vaciló
algún tiempo acerca de la carrera que debía escoger, pues le atraían por igual
la medicina, la abogacía la enseñanza, y Dios no le había llamado todavía
claramente a abandonar el mundo. Por fin, decidió seguir a Ignacio y recibió la
ordenación sacerdotal en 1534. El 15 de agosto del mismo año celebró en
Montmartre la misa en la que los siete primeros jesuitas hicieron los votos.
Favre era el superior del grupo con el que se reunió San Ignacio, en Venecia, a
principios de 1537; pero no pudieron partir a Tierra Santa, a donde querían ir
a predicar el Evangelio, porque la guerra con los turcos hacía imposible el
viaje. A fines de ese año, Favre fue con Ignacio y Laínez a Roma, donde se les
nombró predicadores de la Sede Apostólica. Favre fue profesor en la Universidad
durante algún tiempo.
En aquella época, el emperados Carlos V
trataba de arreglar las dificultades religiosas que habían estallado en
Alemania, mediante una serie de «dietas» o reuniones entre los católicos y los
jefes protestantes. Paulo III nombró a Pedro Favre como representante suyo en
la dieta celebrada en Wurms en 1510. La reunión fracasó, como se sabe, y Favre
asistió el año siguiente a la dieta de Ratishona. Pedro estaba convencido de
que, tanto el emperador como los altos dignatarios eclesiásticos, no se daban
cuenta de que mucho más que las discusiones con los herejes, lo que necesitaba
la Iglesia en Alemania era una verdadera reforma en la vida del clero y los
fieles. Favre quedó abrumado al ver el estado religioso del país, la
negligencia y mala vida de los católicos y se dedicó a la predicación y la
dirección espiritual en Speyer, Ratisbona y Mainz. En esta última ciudad, Pedro
Canisio, que era todavía laico, hizo los ejercicios bajo la dirección del beato
e ingresó en la Compañía de Jesús. Si la Renania se conservó católica, lo debió
en gran parte a la actividad y la influencia de Pedro Favre. Éste trabajó con
gran éxito en Colonia, cuyo arzobispo, Herman von Wied, era protestante, y
contribuyó a fundar ahí la primera residencia de los jesuitas. Después fue
enviado a Portugal y más tarde a España. A su paso por Francia, estuvo siete
días prisionero; entonces, hizo el voto de no admitir jamás estipendios por la
misa y la predicación, a no ser que ello constituyese una injusticia respecto
de otros sacerdotes. En España prosiguió la tarea de dar los Ejercicios de san
Ignacio a clérigos y laicos y obtuvo éxitos muy notables. También tradujo al
latín los ejercicios para los cartujos de Colonia. Uno de los españoles que
experimentaron los frutos benéficos de la influencia de Favre fue el duque de
Gandía, Francisco de Borja.
Paulo III deseaba que Favre fuese uno de
sus teólogos en el Concilio de Trento. El beato sentía cierta repugnancia a participar
en el Concilio, pero, según escribió: «Decidí plegarme al deseo del arzobispo
de Mainz, quien quería que le acompañase al Concilio de Trento, que iba a
comenzar el 19 de noviembre. Antes de tomar esa determinación, me había sentido
movido por varios espíritus y había experimentado cierta melancolía; pero el
Señor me sacó de esa prueba mediante la santa virtud de la obediencia ciega,
que es mucho más eficaz que la consideración de la propia insuficiencia o de la
dificultad de cumplir lo que se manda». En 1546, el Papa llamó a Favre al
Concilio, lo cual no hizo sino confirmarle en su anterior resolución, aunque se
hallaba enfermo y el calor del verano era insoportable. Desgraciadamente, el
esfuerzo que tuvo que hacer fue demasiado grande para sus fuerzas. Aunque sólo
tenía cuarenta años, estaba gastado por los viajes y el trabajo, de suerte que
murió poco después de llegar a Roma, en brazos de san Ignacio.
Pedro Favre dejó en su «Memorial» una
descripción detallada de su propia vida espiritual durante un largo período, en
el que anotó, casi día por día, las gracias que Dios le otorgaba, sobre todo en
la misa. El párrafo que citamos a continuación es característico: «Un día fui
al palacio a oír el sermón en la capilla del príncipe. Como el portero no me
conocía, no me dejó entrar, de suerte que tuve que quedarme fuera. Entonces
pensé cuántas veces en mi vida he dejado entrar en mi alma pensamientos vanos e
imágenes pecaminosas y he cerrado la puerta a Jesús, que se quedaba llamando
afuera. También pensé cuan mal recibe el mundo a Jesús y oré por mí y por el
portero, para que el Señor no nos haga esperar largo tiempo en el purgatorio
antes de admitirnos en el cielo. Tuve igualmente otros muchos buenos
pensamientos en esa ocasión. de suerte que quedé muy agradecido con el portero
del que Dios se había valido para darme tanta devoción.» Quien era capaz de
sentimientos tan bondadosos no podía menos de oponerse al empleo de la
violencia contra los protestantes y no concebía grandes esperanzas sobre las
dietas y conferencias demasiado formales. Ello no le impidió hablar
personalmente con Lutero y Melanchton y refutarles en las discusiones públicas,
no sin gran fruto; pero consideraba mucho más importante emplear la persuasión
para convertir profundamente los corazones y llevarles de la mano a la enmienda
de la vida y al redil de Cristo. A este propósito escribió: «Es necesario que
quien desea ayudar a los herejes de la época actual los quiera y los ame
realmente y desarraigue de su corazón todos los pensamientos y sentimientos que
tenga contra ellos. El siguiente paso consiste en ganarse la buena voluntad y
el afecto de los herejes, tratando y conversando con ellos sobre los puntos en
que estancos de acuerdo con ellos y evitando cuidadosamente los puntos controvertidos
que llevan al distanciamiento y las recriminaciones mutuas. El primer paso hay
que darlo en el terreno de las cosas que nos unen y no en el de las que nos
separan.»
Simón Rodríguez confesaba que había en
Favre un encanto y una bondad que jamás había visto en otro hombre: «No
encuentro palabras para expresar el afecto encantador con que se ganaba la
voluntad y el corazón de cuantos conocía para dirigirlos a Dios. Cuando Favre
hablaba de las cosas divinas, parecía que tenía en sus labios la llave de los
corazones, pues los movía y atraía poderosamente. Y sólo la reverencia con que
las gentes escuchaban sus palabras, llenas de suave gravedad y firme virtud,
igualaba el amor que sabía inspirar». El culto de san Pedro Favre fue
confirmado -cmo es habitual, como beato- en 1872, pero el papa Francisco, en
2013, extendió ese culto a la iglesia universal, y por tanto lo inscribió como
santo.
Desde que los jesuitas españoles empezaron
a publicar los Monumenta Historica Societatis Jesu, están al alcance de todos los
lectores muchísimos documentos relacionados con los primeros compañeros de San
Ignacio. En un volumen de casi mil páginas, titulado Fabri Monumenta, hay una
edición crítica de las cartas y el Memoriale de Favre y de los documentos del
proceso de beatificación; entre éstos se cuenta el "processus
informativus", que se inició extraoficialmente en 1596 y fue ratificado en
1607 por el obispo de Ginebra, que era entonces san Francisco de Sales. Acta de
confirmación de culto en ASS 07 (1872-3), pág. 138.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2678
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