Beata María Ana Soureau-Blondin, virgen
y fundadora
fecha: 2 de enero
n.: 1809 - †: 1890 - país: Canadá
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 2001
hagiografía: Vaticano
n.: 1809 - †: 1890 - país: Canadá
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 2001
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la ciudad de Lachine, en la provincia
canadiense de Quebec, beata María Ana (María Stella) Soureau-Blondin, virgen,
la cual, aunque analfabeta en su juventud, fundó la Congregación de las
Hermanas de Santa Ana, para la educación de los hijos de los campesinos, y dio
siempre muestras de un carisma extraordinario en favor de la enseñanza a los
jóvenes.
Esther Blondin, Hermana
Marie-Anne, nace en Terrebonne (Québec, Canada), el 18 abril de 1809, dentro de
una familia hondamente cristiana. Hereda de su madre una piedad centrada en la
Providencia y la Eucaristía; de su padre, una fe sólida y una gran paciencia en
el sufrimiento. Esther y su familia son víctimas del analfabetismo reinante en
los medios canadienses-franceses del siglo XIX. En la edad de 22 años, se la
contrata como doméstica al servicio de las Hermanas de la Congregación de
Nuestra Señora recién llegadas a su pueblo. Al año siguiente se inscribe como
interna con vistas a aprender a leer y escribir. Se la encuentra después en el
noviciado de la misma Congregación, de donde saldrá, sin embargo, a causa de su
salud demasiado frágil.
En 1833, Esther se
vuelve maestra de escuela en el pueblo de Vaudreuil. Allí, se da cuenta que un
reglamento de la Iglesia prohibiendo a las mujeres enseñar a los niños, y a los
hombres a las niñas puede ser una de las causas del analfabetismo. Los
sacerdotes, en la imposibilidad de financiar dos escuelas, elijen financiar
ninguna. Y los jóvenes se sumen en la ignorancia, sin poder aprender el
catecismo y hacer la primera comunión. En 1848, con la audacia del profeta
movido por la llamada del Espíritu, Esther somete a su Obispo, Monseñor Ignace
Bourget, el proyecto de fundar una Congregación religiosa «para la educación de
los niños pobres del campo, en escuelas mixtas». El proyecto es innovador para
la época. Pero, puesto que el Estado favorece este tipo de escuelas, el Obispo
autoriza un intento modesto, para evitar un mal más grande.
La Congregación de las
Hermanas de Santa Ana se funda en Vaudreuil, el 8 de septiembre de 1850. En
adelante, Esther se llama «Madre Marie-Anne». Está nombrada primera superiora.
El crecimiento rápido de la joven comunidad requiere muy pronto una mudanza. En
el verano de 1853, el Obispo Bourget traslada la Casa madre a Saint-Jacques de
l’Achigan. El nuevo Capellán, Louis-Adolphe Maréchal, va a meterse en la vida
interna de la comunidad de una manera abusiva. Por ejemplo, en ausencia de la
fundadora, él cambia el precio de la pensión de las alumnas. Y, cuando él debe
ausentarse, las hermanas tienen que esperar su vuelta para confesarse. Después
de un año de conflicto entre el capellán y la superiora muy preocupada por los
derechos de sus hermanas, el Obispo Bourget piensa encontrar una solución. El
18 de agosto de 1854, manda a Madre Marie-Anne «deponerse». Convoca las
elecciones y exije de la Madre «que no acepte el mandato de Superiora si las
hermanas quieren reelegirla». Despojada del derecho que le da la Regla de la
Comunidad, Madre Marie-Anne obedece al Obispo que es para ella el instrumento
de la Voluntad de Dios sobre ella. Bendice «mil veces a la Divina Providencia
por la conducta materna que tiene para ella, haciéndola pasar por el camino de
las tribulaciones y cruces».
Entonces, nombrada
Directora del Convento de Sainte Geneviève, Madre Marie-Anne se vuelve un
blanco de hostigamiento de parte de las nuevas Autoridades de la Casa madre,
subyugadas por el despotismo del Capellán Maréchal. Con el pretexto de mala
administración, se la llama a la Casa madre en 1858, con la orden episcopal de
«tomar los medios para que no haga daño a nadie». Desde esa nueva destitución
hasta su muerte, se la mantiene fuera de todas responsabilidades administrativas.
Más aun, se la aleja de las deliberaciones del Consejo general donde tendría
que estar según las elecciones de 1872 y 1878. Asignada a los más oscuros
trabajos de la lavandería y del planchado, lleva una vida de renuncia total, lo
que asegura el crecimiento de su Congregación. Allí está la paradoja de su
influencia: quisieron neutralizarla en el sótano oscuro del planchado de la
Casa madre, pero muchas generaciones de novicias recibirán de la Fundadora
ejemplos de humildad y de caridad heroica. Una vez, una novicia se asombró en
ver a la Fundadora mantenida en tan humildes trabajos y se le pidió la razón a
la Madre. Ella contesto con calma: «Más un árbol hunde sus raices en el suelo,
más posibilidad tiene de crecer y producir frutos.»
La actitud de Madre
Marie-Anne frente a las situaciones injustas, siendo ella víctima de ellas, nos
permite descubrir el sentido evangélico que ella supo dar a los acontecimientos
de su vida. Como Cristo apasionado por la gloria de su Padre, ella no buscó
otra cosa en todo que la gloria de Dios, lo que es el fin de su Comunidad. «Dar
a conocer el Buen Dios a los jóvenes que no tenían la felicidad de conocerle»
era para ella el medio privilegiado de trabajar a la gloria de Dios. Despojada
de sus más legítimos derechos, expoliada de su correspondencia personal con su
Obispo, ella cede todo sin resistencia, esperando de Dios el desenlace de todo,
sabiendo que Él «en su Sabiduría sabrá discernir lo verdadero de lo falso y
recompensar a cada uno según sus obras». Las autoridades que le sucedieron
prohibieron llamarla Madre. Madre Marie-Anne no se aferra celosamente a su
título de Fundadora. Mas bien, acepta su anonadamiento como Jesús «su Amor
crucificado», a fin de que viva su comunidad. Sin embargo, no abdica su
vocación de «madre espiritual» de su Congregación; se ofrece a Dios «para
expiar el mal cometido en su Comunidad; todo los días, pide a Santa Ana en
favor de sus hijas espirituales, las virtudes necesarias a las educadoras
cristianas».
Al igual que todo
profeta investido por una misión en favor de los suyos, Madre Marie-Anne vivió
la persecución, perdonando sin restricción, pues estaba convencida que «hay más
felicidad en perdonar que en vengarse». Este perdón evangélico era para ella la
garantía de «la paz del alma» que ella consideraba como "el más precioso
bien". Dió un último testimonio de eso en su lecho de agonía cuando pidió
a su superiora llamar al Padre Maréchal «para edificar a las Hermanas». Frente
a la muerte, Madre Marie-Anne deja a sus hijas a manera de testamento
espiritual, estas palabras que resumen su vida: «Que la Eucaristía y el
abandono a la Voluntad de Dios sean vuestro cielo en la tierra». Entonces se
apagó apaciblemente en la Casa madre de Lachine, el 2 de enero de 1890, «feliz
de irse donde el Buen Dios» a quien ella había servido toda su vida. Fue
beatificada por SS Juan Pablo II el 29 de abril de 2001.
fuente: Vaticano
accedida 1305 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando
figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio
no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por
favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo
Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_33
No hay comentarios:
Publicar un comentario