Santo Evangelio según San Marcos 2, 13-17. Sábado I del tiempo ordinario
Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: www.missionkits.org
Por: H. Alexis Montiel, L.C. | Fuente: www.missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sígueme. ¿A dónde, Señor?, ¿cuál es tu camino?, ¿cuál es la meta?, ¿cómo será? Nada de esto importa, lo único que me interesa es saber que voy contigo, a donde Tú quieras.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando pregunto a las familias: «¿Cree usted que Dios sigue llamando a los jóvenes a una vida religiosa?» Las respuestas que más risa me dan son: «muy poco» o «no a mi hijo». Sin embargo, me quedo reflexionando de verdad en cómo es que Cristo nos llama.
La llamada que Cristo hace no se queda en el cajón, olvidada; no podemos decir que es Él quien nos obliga a responder, y mucho menos nos extorsiona para responder. Él quiere nuestra respuesta libre, pero respuesta a una llamada que nos hace a todos: «Sígueme.»
«¿Entonces todos tenemos que entrar en el convento o en el seminario?» No necesariamente. La respuesta a la vocación es muchísimo más grande que decir «me voy de cura». Es una respuesta al día a día, al amor de Cristo que se desborda y nos pide que sepamos corresponder con Él. Es cuando ese «sígueme» se lo dice a un joven a punto de casarse para que se pregunte: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una chica en la universidad diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una madre muy dedicada a su trabajo y a sus hijos diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?» O que yo, con mis cualidades, mis defectos, mis triunfos, mis fracasos… sepa levantar la mirada y decir: «¿Estoy siguiendo a Cristo?»
«Las mujeres del Evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos? ¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado... o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicar cinco minutos en silencio, en una iglesia de preferencia, y preguntarme si he seguido hasta ahora a Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sígueme. ¿A dónde, Señor?, ¿cuál es tu camino?, ¿cuál es la meta?, ¿cómo será? Nada de esto importa, lo único que me interesa es saber que voy contigo, a donde Tú quieras.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando pregunto a las familias: «¿Cree usted que Dios sigue llamando a los jóvenes a una vida religiosa?» Las respuestas que más risa me dan son: «muy poco» o «no a mi hijo». Sin embargo, me quedo reflexionando de verdad en cómo es que Cristo nos llama.
La llamada que Cristo hace no se queda en el cajón, olvidada; no podemos decir que es Él quien nos obliga a responder, y mucho menos nos extorsiona para responder. Él quiere nuestra respuesta libre, pero respuesta a una llamada que nos hace a todos: «Sígueme.»
«¿Entonces todos tenemos que entrar en el convento o en el seminario?» No necesariamente. La respuesta a la vocación es muchísimo más grande que decir «me voy de cura». Es una respuesta al día a día, al amor de Cristo que se desborda y nos pide que sepamos corresponder con Él. Es cuando ese «sígueme» se lo dice a un joven a punto de casarse para que se pregunte: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una chica en la universidad diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?», o que una madre muy dedicada a su trabajo y a sus hijos diga: «¿Estoy siguiendo a Cristo?» O que yo, con mis cualidades, mis defectos, mis triunfos, mis fracasos… sepa levantar la mirada y decir: «¿Estoy siguiendo a Cristo?»
«Las mujeres del Evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos? ¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado... o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicar cinco minutos en silencio, en una iglesia de preferencia, y preguntarme si he seguido hasta ahora a Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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