¡Qué bueno que viniste!
La semana pasada soñaba.
Soñaba demasiado y ahora constato que los tales sueños de entonces siguen
siendo sueños. No he alcanzado tales sueños ni he convertido su identidad
de semillas en frutos y... ¡la vida sigue! Agosto sigue. El verano sigue, al
menos en la mitad de la casa común que es este mundo al que se abrazan tanto el
sol como la luna con su aire, calor y luz.
Para todos nosotros,
vivientes humanos, esta es la realidad de la vida más allá de viernes, sábados
o domingos como vienen a pensar, o a decidir, los santones dogmáticos de las
llamadas religiones monoteístas que pretenden aliviar los males del dolor y de
la muerte. Los dioses de las religiones tienen boca y permanecen mudos, narices
y no huelen, oídos y están sordos.
¿Qué se debe hacer los viernes?
¿Qué es lo primero y principal de un sábado para que sea buen sábado? ¿Y el
domingo, qué está permitido en el ociar o el negociar?
Por estar en tiempo de
verano, estas preguntas y sus evidentes evocaciones me parecen de excesivo
calado. Pero esto es lo que hay en los mensajes de las palabras del Evangelio
de aquel laico de Galilea del siglo primero de la era de la historia llamado
Jesús de Nazaret y de los afiliados a su causa que fueron los
Evangelistas, al menos los Evangelistas escritores, cuatro y más.
Y de esto deseaba hablar en
estas líneas de presentación de mis comentarios y de sus interesadas
selecciones. Cada uno de estos narradores de la bondad, por lo de la buena
noticia, cuenta su visión de lo ocurrido en torno a la persona, vida y pensamiento,
del galileo judío, o del judío galileo. Y esta metodología de la libertad de
expresión se ha mantenido desde antes, desde entonces y desde la
eternidad.
Por esta razón, entre otras
muchas, diré que un tal José Luis Cortés Salinas 'vino' también a su
manera a 'proclamar' con sus viñetas su interpretación, presentación y
divulgación de sus creencias: ¡Qué bueno que viniste, José Luis! ¡Qué bueno que
viniste, Jesús de Nazaret!
¡Qué bueno que viniste, tú,
Clarito y Clarita, Lolito y Lolita, Zutano y Zutana...!
Vuelvo a leerme esto del ¡Qué
bueno que viniste! y me quedo con la admiración colgada de los labios y de las
neuronas... ¿No es esto también un sueño? Si lo es, me alegro. Si no lo
es, peor para él, porque este sueño me sigue gustando. ¡Qué bueno que viniste,
tú y conmigo!
A continuación se
encuentran los comentarios para el domingo 28 de agosto.
También se encuentran estos
comentarios en el archivo adjunto.
Carmelo Bueno Heras
Domingo XXII TO Ciclo C
(28.08.2022): Lucas 14,1. 7-14. Sábado judío o mesa compartida. Así me lo escribo CONTIGO,
La cita exacta del texto que se nos leerá en las
liturgias del domingo día 28 de agosto es ésta: Lucas 14,1. 7-14. Es
decir, no se nos leerán los versículos 2-6. Escucharemos estas palabras: “Y
sucedió que, habiendo ido Jesús en sábado a casa de uno de los jefes de los
fariseos para comer, ellos le estaban observando”. Éste es el comienzo del
relato evangélico, el versículo primero del capítulo decimocuarto. En nuestra
escucha, por ser asamblea en la eucaristía, seguiremos oyendo textualmente
esto: “Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, Jesús les
dijo una parábola […] Y dijo también al que le había invitado: cuando des una
comida o una cena…” (Lucas 14,7-14).
Puesto ya
en sintonía añado otro dato. A esta asamblea de escuchantes de la Palabra del
Evangelio no se nos leerá jamás la continuación de la narración del Evangelista
en Lucas 14,15-24). Invito, pues, a quien esto lee que se atreva a leerse en su
biblia de mano Lucas 14,1-24. ¿Piensa alguien que se trata de un texto
exageradamente largo? Muy sencillo, en esa liturgia se proclama este texto
lucano solamente. ¿Pasa algo extraño? ¿Se quiebra la belleza de la liturgia?
Lucas
14,1-24 es una de las denuncias más revolucionarias del Jesús de Nazaret, en
hechos y en dichos, sobre la piedra angular de la RELIGION de Israel, del
Templo y de su Sacerdocio. ¿Acaso la ley del sábado no viene a ser uno de los
hitos neurálgicos de tal sistema religioso? Desde la primera página del Génesis
que es la primera página de la Biblia queda dogmatizada la presencia real y
verdadera del sábado de Yavé Dios.
Al leer
completo y despacio Lucas 14,1-24 retumba como un trueno la acusación que el
Jesús de Nazaret de Lucas proclamó entonces y proclama ahora: “Preguntó
Jesús a los legistas y a los fariseos: ¿es lícito curar en sábado o no? Ellos
se callaron” (Lucas 14,3).
Y como
estamos casi al final del decimocuarto capítulo de este Evangelio recordaré que
nunca se debe olvidar el comienzo del capítulo siguiente, el muy famoso Lucas
15,1-2, del padre y sus dos hijos, el mayor y el pequeño. Nunca aparecerá aquí
la esposa y la madre. Hablaremos de este relato pronto, cuando toque. Ahora
sólo recordar esto: “TODOS los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús
de Nazaret, los fariseos y escribas murmuraban: éste acoge a los pecadores y
come con ellos”.
Con este
cúmulo de referencias y relaciones se comprenderá con mayor y mejor sentido la
parábola que cuenta el laico de Galilea a los invitados, como el mismo Jesús, a
una comida, o una cena o una boda o… Se trata de los muy serios asuntos de la
comensalidad, como nos suelen escribir muchos investigadores sobre las ‘comidas
de Jesús’. Esta ‘comensalidad’ viene a ser uno de los signos de la presencia
del ‘reino’, de la ‘buena noticia del reino’ o sencillamente de ‘el Evangelio
del reino’. Partir, repartir y compartir es sembrar y cuidar la humanidad
entrañable de este Evangelio del Reino.
La
lectura de Lucas 14,1-24 nos vuelve a interrogar sobre nuestras propias
decisiones. El Jesús de Nazaret del Evangelista nos confiesa la suya: Frente a
la RELIGION del sábado anuncia y apuesta por la presencia real y verdadera del
EVANGELIO DEL REINO. En numerosas ocasiones se me pasa por entre mis maldades
interiores la identificación de nuestras liturgias dominicales y festivas con
el sábado y su regulación normativa en las sinagogas y el Templo de Jerusalén.
Frente a
todo sábado, una mesa compartida. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la
otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado
haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda
persona, ¡todo está relacionado!
.
Ahora, Semana 40ª: 28.08.2022: Cita de José Luis Cortés Salinas, ¡Qué bueno que
viniste! PPC, Madrid, 1977, 140 páginas.
Introduciendo
De la
infancia de Jesús sabemos poco, y la mayor parte de lo que los evangelios nos
cuentan sobre ella son cuentos (ya sé que los teólogos le dan un nombre más
técnico, pero cuentos al fin y al cabo). Los que le quisieron, cuando se
pusieron a escribir sobre Jesús después de su muerte, quisieron también contar
cosas de su infancia y de sus años mozos. ; pero como la información disponible
era más bien escasa, se inventaron algunas historietas más o menos creíbles.
Algunos se pasaron, y la Iglesia dijo: “Vosotros no, que sois unos apócrifos”.
Pero
quienes escribieron aquellos cuentos de la infancia de Jesús querían decirnos
algo más que si a Caperucita se la acabó comiendo el lobo o no. Me parece a mí
que querían decir, en primer lugar, que Dios se había encarnado (“encarnado” no
en el sentido de “rojo”, como Caperucita roja): que el Yavé superimponente, el
arjé de todos los arjés de los presocráticos, el Dios de Kant y el
principal accionista de la operación big bang, se había hecho un niño llorón y
mocoso. Un niño que se hacía pis y un pis normalísimo. Eso era tan difícil de
creer como algunos cuentos, hasta el punto de que una inveterada tradición ha
querido luego, en el cristianismo, devolver a Dios a sus oropeles, a ignorar,
en la práctica, que su Dios es un Dios encarnado; que, para el cristianismo no
existe un Dios que no se haya hecho hombre (y que, por tanto, es entre los
hombres donde hay que buscar a Dios).
Pero no
sólo eso. Jesús no se contentó con hacerse bebé, sino que fue un bebé pobre,
hijo de emigrantes, sin un mal refugio de Cáritas donde pasar la noche. Digo yo
que a los evangelistas no les hubiera costado nada, puestos a inventar, haberle
hecho nacer en un lugar normal; tampoco la clínica de Belén, con su equipo
médico y la incubadora por si acaso, pero no en un comedero de vacas… Pues no:
ellos insistían en que Dios se encarnó en carne de la más barata, carne de
cañón. De modo que, para los cristianos, no existe ni existirá nunca un Dios
rico como lo que la gente normal entendemos por riqueza: ese Dios, aunque nos
lo pinten así, nunca ha existido, y menos en el cristianismo. Nos hubiera
gustado mucho (ya se ve) tener un Dios presentable, con su corona, su manto de
púrpura, sus templos suntuosos, sus puños blancos y sus tarjetas de visita
llenas de títulos honoríficos… Pero mire usted por donde, nuestro Dios nos
nació pobre y, por tanto, será entre los pobres donde habrá que ir a buscar a
Dios. Ya sé que a nadie le gusta rebajarse; pero a Dios sí. Dios fue un niño
pobre como los niños de Colombia, como los panzuditos de África, como los
recién nacidos que llegan en las pateras por el Estrecho (y tan estrecho). Ahí
está Dios.
En el
evangelio, esto nos lo confirma María (la madre, servidora), quien se alegró
mucho cuando recibió la visita no anunciada del portavoz del gobierno, o sea,
Dios. Y se alegró no solo porque todas las madres se alegran; ni tampoco
porque, según la tradición, era virgen, lo cual hacía la cosa […] doblemente
rocambolesca, sino porque Dios se había fijado en la humildad de su esclava, es
decir, en la jodida miseria de este mundo, despreciando a los poderosos,
a los que, ya lanzada, María cantó que Dios los despedía vacíos cuando se
acercaban a él. Y así se lo contó a su prima y también a José, hombre del
pueblo con las manos grandes, trabajador sin derecho a prestación por
desempleo, explotado con el trabajo a destajo y sin revisión salarial en los
últimos dos mil años, con quien formaba la sagrada familia […] ¡Qué bueno que
viniste! Texto completo, en páginas 5-7.
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