Una vez más, las apariencias engañan.
"Me pregunto si las
estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la
suya". Esta frase y su mensaje
son, a primera y última vista, al menos, interesantes. No lo sé muy bien.
Añadiré que hace más de una hora que acabé de leerla y me tiene atrapadas las
neuronas por la sencilla razón de que esta frase y su mensaje están escritas en
un contexto: la portada de un libro, El Principito. Y como lector curioso, por
preguntarse por lo que le pone delante, comprendo que quien escribió la frase y
la colocó en tal contexto me está gritando que esa frase y su mensaje
pertenecen a ese librito escrito por ese autor y ambos son muy importantes. Y
alguna de mis neuronas me grita insistente que ¡no! Hay algo que no me suena.
Hay algo que no me encaja. Hay algo que me engaña, Hay algo que me...
Y fue así como tomé en mis
manos una edición de El Pincipito que me acompaña desde el año 1976, 47
años. Esta edición tiene, como todas las ediciones, 27 capítulos. Y me acabo de
leer detenidamente los diez primeros. Y esa frase sobre las estrellas
colocada, supuestamente, en boca de El Principito no existe en mi edición.
Me queda leer despacio uno a uno los 17 capítulos restantes, pero me huele que
ahí tampoco se dice eso de que la razón de la existencia de una estrella sea
que un humano llegue a identificarse con ella. El motivo, la razón, el
porqué... de una estrella es, sencillamente, ser estrella y seguir siéndolo
siempre. Eso es, ser estrella....Con todo, prometo acabar en una semana la
lectura de los 17 capítulos restantes para confirmar mi intuición. Y se lo
contaré dentro de una semana a quien desee estar conmigo en esta aventura del
leer y del escribir.
Y ahora me pregunto por qué
hablo de estas cosas si lo que debo hacer, ¡debo hacer!, es presentar mis
comentarios del domingo 25 de junio.
Muy sencillo. En los
días anteriores y mientras escribía tales comentarios a propósito del mensaje
del Jesús de Nazaret de Mateo sobre el ejercicio de la misión de sus seguidores
he caído en la cuenta de que tal misión es una, muy clara, hablar, escribir,
practicar, sembrar, vivir 'el reinado de Dios', es decir, ¡vivir la vida!,
aunque suene tan a tópico. ¿Qué se va a vivir si no es la vida? Pues eso es lo
que me pregunto y me extraña. Más de uno y en más de una ocasión me ha querido
convencer de que la misión de quien desea ser seguidor de Jesús es
'sacramentalizar', hablar, practicar, vivir... los sacramentos, bautizar y
bautizarse, comulgar y comulgarse, confirmar o confirmarse, casar o casarse,
perdonar o perdonarse... Y no es eso lo que se dice y cuenta de Jesús de
Nazaret. Él sólo deseó una cosa: Evangelizar, compartir una buena noticia, la
vida de la vida, el gusto por la vida, la práctica del vivir...
Si alguien me quiere
convencer de que El Principito me dice tal o cual y no es cierto, al
menos me quedaré tranquilo si lo investigo y lo confirmo o lo rechazo. Pero
no me tragaré una piedra de molino, o el molino entero, porque alguien me
quiera convencer de lo que no existe. Igualito me sucede con el sacramentalizar
o el evangelizar...
Y un cierto runrun me imagino
ya que me zarandea los oídos. Evangelizar y sacramentalizar no son asuntos
enfrentados sino conciliables. Lo uno y lo otro. No es que sean iguales, pero
sí compatibles. Y es ese runrun el que me lleva de nuevo a constatar si en
esos 17 capítulos que me faltan por leer se dice textualmente que: "Me pregunto si las estrellas se iluminan con el
fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya". Seguiré con esta
tarea, porque ya es tiempo de 'ociar' en estas vacaciones del verano, al menos
en el hemisferio del norte de esta casa de la tierra.
A continuación se encuentran
los comentarios para el domingo 25 de junio.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 12º del TO Ciclo A (25.06.2023): Mateo
10,26-33. Así lo comento y comparto CONTIGO:
EVANGELIZAR no debe confundirse
con SACRAMENTALIZAR
En el
pasado domingo se nos leyó en las eucaristías el relato de Mateo 10,1-8.
En este domingo se nos propone la lectura de Mateo 10,26-33 y en el
próximo domingo día 2 de julio se nos sugiere la lectura de Mateo 10,34-42.
Así, pues, en tres domingos consecutivos se nos ha propuesto la Buena Noticia
de Jesús según se nos ha transmitido en el capítulo décimo del Evangelio de
Mateo. Casi completo, porque se nos han silenciado los versículos 9 a 25. Y
jamás se nos va a leer Mateo 11,1 que nos dice, explícitamente, esto:
“Y
sucedió que cuando acabó Jesús de comunicar estas instrucciones a sus
discípulos partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades”.
Este
versículo nos está indicando que el segundo discurso del Jesús de Nazaret del
Evangelista Mateo se ha terminado. Al primer discurso (de Mateo 5,1 hasta
7,28-29) se le llamó ‘Sermón del Monte’ o ‘de las Bienaventuranzas’. Y aún este
Evangelista pondrá en boca de su Jesús otros tres discursos más, de la misma
manera que a Moisés se le atribuían los cinco libros de la Ley judía (Génesis,
Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio). ¿Sería Jesús un nuevo Moisés?
En este
domingo día 25 de junio me volveré a leer completo el relato de Mateo
10,1-42. Y lo seguiré haciendo los dos próximos domingos. Nunca estará de
más contemplar cómo me encuentro en este asunto de la EVANGELIZACIÓN. ¿Nos
resuena esta palabra tan manida?
En primer
lugar, me debo preguntar muy en serio quién debe evangelizar. Y me digo, tú y
él y yo y todos. Evangelizar es ser una buena noticia, por ser humanizadora. Y
con esto muy conscientemente interiorizado me dispongo a leer este discurso que
Mateo se atrevió a poner en boca de su Jesús de Nazaret mientras estaba con
quienes le seguían. Me detengo en el comienzo, que ya se nos proclamó el
domingo pasado: “llamando a sus doce discípulos les dio poder sobre los
espíritus inmundos para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda
dolencia” (Mt 10,1). Y aquellos doce, ¿fueron doce y nada más que doce y
con sus nombres y apellidos? Y desde entonces, ¿a estos doce habrá que
identificarlos con sus respectivos seguidores ordenados en el sacerdocio para
tal sucesión apostólica? ¿Y nadie más?
Doce
fueron aquellos de las tribus de Israel. Todo el pueblo es los doce. Y con los
doce de Jesús estamos todos los seguidores. Si estos DOCE de Jesús de Nazaret
se refieren sólo a aquellos doce y a sus sucesores propongo que esta página del
Evangelista Mateo se diga alto, claro y siempre que sea sólo para ellos. Que
esto de enseñar y curar sea sólo para los doce y sus sucesores sacerdotes
ordenados desde el papado hasta el recién ordenado sacerdote.
Si se me
permite proceder por este camino de la reflexión crítica diré que estos DOCE y
sus sucesores se han olvidado del mensaje explícito de este discurso de Jesús
de Nazaret. Desde que aprendieron a SACRAMENTALIZAR como tarea exclusiva de su
misión de pastores se olvidaron de que EVANGELIZAR es enseñar y curar. Nada
dice este Jesús de Mateo, explícitamente, en este capítulo sobre tal y cual
sacramento, ni de uno, ni de tres, ni de siete, ni nada semejante.
Este
Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo dedica su segundo discurso a explicar
qué es esa tarea primera, principal y para todos sus seguidores: EVANGELIZAR.
Ser, vivir, hablar y hacer como lo veían en Jesús, el judío y laico de Nazaret
de Galilea. De él aprendían a enseñar (frente a los espíritus inmundos) y a
curar enfermedades y dolencias En el próximo comentario seguiremos hablando de
esta EVANGELIZACION. Carmelo Bueno Heras
CINCO
MINUTOS de AIRES BÍBLICOS
. Si se
puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200
páginas?
. Si se puede decir en un puñado de versos, ¿para qué
escribir una página?
.
Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría
de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de
tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de
los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 31ª (25.06.2023): Seis reglas para conservar la
amistad
Al final de la ‘ascética de la amistad’, Laín propone
seis reglas para conservar la amistad (Laín Entralgo, Sobre la amistad, Círculo
de Lectores, Barcelona, 1994, pp. 309ss). Son reglas que están presididas por
la convicción de que toda amistad verdadera tiene que renacer cuantas veces se
encuentran entre sí los amigos.
Primera: Regla del Respeto.
No olvidar nunca que el amigo es una realidad
‘relativamente absoluta’ y, de algún modo, ’sagrada’. Su intimidad, su libertad
y su responsabilidad son suyas; esto es, dejar que el amigo sea lo que él es y
quiere ser, ayudándole a que sea lo que él debe ser. Ayudándole delicadamente,
enunciando deseos más que prescribiéndole consejos.
Segunda: Regla de la Franqueza. O apertura de corazón.
Hablar y comunicarse con una confiada espontaneidad.
Dos extremos que deben evitarse: por un lado, la desenvoltura empapada de
simpatía y, por otro, la timidez abierta a la incomunicación.
Tercera: Regla de la Liberalidad.
El hábito de ‘dar de sí’ con una liberalidad que, por
obra del respeto, nunca se muestra ostentosa o agresiva. Al igual que la
franqueza, sólo serán un sustento para la amistad cuando dejen de ser
tendencias naturales para constituirse en hábitos personales.
Cuarta: Regla del Discernimiento afectivo.
Saber discernir en el trato lo verdaderamente
importante y decisivo. Ser capaz de soportar pequeñas decepciones y pequeños
disgustos de carácter superficial.
Quinta: Regla de la Imaginación.
No limitarse a compartir penas y alegrías; dar un paso
más e imaginar con tacto lo que al amigo conviene, tanto en el orden de su
gusto como en el de su vocación.
Y Sexta: Regla de la Camaradería.
Procurar que la amistad se realice en la consecución
de bienes objetivos en los que también puedan participar otras personas más o
menos próximas; es decir, articular en la relación amistosa el ‘amor al
próximo’ y ‘el amor al lejano’.
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